Me quedo con el asombro.
“El exceso de explicación nos aleja del asombro”. Esta afirmación de Ionesco, leída por casualidad, resulta muy inspiradora a la hora de celebrar Pentecostés y nos invita a alejarnos un poco del mundo de los razonamientos teológicos y explorar el mundo de las imágenes y los símbolos a la hora de hablar del Espíritu. Porque, además, es el que empleaba el experto en lenguaje que era Jesús cuando hablaba de candiles, remiendos, rebaños, arcas o pellejos de vino para acercar a nosotros el misterio del Reino.
Partimos de imágenes que tienen el copyright de Pablo pero que seguramente aceptaría que las adaptáramos hoy a otros ámbitos como el deporte, la informática o los negocios. Expresarlas en femenino permite ser coherentes con el lenguaje bíblico que califica como Ruaj, un término femenino, a la fuerza espiritual divina.
“Cuando venga el Paráclito que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí.” (Jn 15,26). La palabra “Paráclito” viene de un verbo griego que expresa la acción de confortar, defender, exhortar, animar… Suele traducirse como “defensor”, pensando seguramente en el papel que hace el abogado con su cliente, pero existen otros ámbitos, aparte del jurídico, que iluminan también en qué consiste la acción del Espíritu. Uno de ellos es el del deporte y, dentro de él, la figura del entrenador de un atleta o de un equipo es un personaje que simboliza bien esa acción de “estar a favor”, de implicarse, de emplear todas sus energías, saberes y estrategias al servicio de los que entrena. Y no hay nadie que tenga más empeño que él en conseguir que jueguen bien y que alcancen la victoria los aquellos a los que ha dedicado su tiempo y su esfuerzo. En este juego de nuestra vida cristiana, sabemos que podemos contar siempre con una “Entrenadora” que está siempre de nuestra parte, que nos anima y nos estimula, que conoce bien nuestros recursos y también nuestros fallos y que puede enseñarnos a sacar partido de todo ello para conseguir la victoria.
“El Espíritu lo sondea todo, incluso las profundidades de Dios” (1Cor 2,10). Al intercambiar sin demasiado esfuerzo el verbo “sondear” por el de “navegar”, uno de los verbos más utilizados en informática, encontramos en ese lenguaje expresiones que permitirían hablar de la Ruaj como “Navegadora” porque “permite acceder”, “abre ventanas”, “posibilita la búsqueda de respuestas…” Si la elegimos como Navegadora por defecto, nos dará acceso a la experiencia de la inmerecida generosidad y abrirá nuestras ventanas a la compasión, la solidaridad y el perdón.
“Habéis sido sellados con el Espíritu Santo…” (Ef 1,13b). “El Espíritu atestigua que somos hijos de Dios” (Rom 8,16). Si estamos ante un lenguaje de mercado y el consumo que habla de marcas, sellos de calidad y etiquetas ¿no podemos llamar a la Ruaj “Controladora” de nuestra denominación de origen? Ella nos marca con un sello que atestigua quiénes somos y nos recuerda nuestra verdadera procedencia: “No habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino un espíritu de hijos que nos permite clamar: “Abba, Padre” (Rom 8, 14). “Sois raza escogida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para proclamar la grandeza del que os llamó de las tinieblas a su luz maravillosa”, proclama la Primera carta de Pedro (2,9) y Pablo no dejaba que los Filipenses olvidaran qué nacionalidad figuraba en su “pasaporte”: “Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos recibir al Señor Jesucristo…” (Fil 3,20).
Solo necesitamos desplegar nuestras velas” y dejar que la Ruaj nos conduzca hacia ese Dios de la donación, la abundancia, la generosidad y el exceso que se nos ha revelado en Jesús.
De todas maneras, quien siga prefiriendo evocar al Espíritu como dulce huésped del alma, sombra en medio del bochorno, brisa que nos refresca o llama que derrite nuestro hielo…, está en su derecho y para ser totalmente sincera, me parece que también yo.
Dolores Aleixandre RSCJ
Fuente Fe Adulta
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