Desde su comienzo como obispo de Roma, el papa Francisco se ha referido en diversas ocasiones a las personas lgbtiq+. El pasado 8 de mayo, respondía a una carta en la que su colega jesuita, James Martin, le preguntaba a cerca de cuestiones que las personas lgbtiq+ plantean, habitualmente, a los sacerdotes en la vida pastoral.
La primera pregunta de James al papa, es la siguiente: ¿Qué diría que es lo más importante que las personas LGBT deben saber de Dios? El papa respondió: Dios es Padre y no reniega de ninguno de sus hijos. Y “el estilo” de Dios es “cercanía, misericordia y ternura”. Por este camino encontrarán a Dios.
Es de agradecer que el papa reconozca que las personas lgbtiq+ somos también hijos de Dios, y que como tales, él nos acoge con misericordia y ternura, como al resto de las personas. Ahora bien, si al igual que los demás bautizados, también nosotros somos hijos de Dios, ¿por qué las personas lgbtiq+ no somos acogidas como tales en la iglesia? ¿Por qué se nos juzga y se nos trata de forma diferente que a las personas heterosexuales? El trato discriminatorio que recibimos en la iglesia es una realidad que no se puede negar.
Pongo un ejemplo. Hace poco, una pareja de amigos gays solicitaron al párroco de su feligresía que bendijera su unión matrimonial, fruto del amor que comparten desde hace años. Después de varias semanas esperando la respuesta del párroco, ante su indiferencia, buscaron sacerdote en otras parroquias. Hasta el momento, ninguno ha querido bendecirlos. Todos se han negado y, lo más triste aún, la mayoría se han excusado diciendo que no lo hacen por miedo a las represalias del obispo diocesano. Esta es la cruda realidad que a las personas lgbtiq+ nos toca afrontar diariamente. Me pregunto, esta manera de tratar a las personas homosexuales, ¿es la que explica el papa en su respuesta a Martin? ¿O es que en este asunto, la iglesia tiene dispensa para distanciarse del estilo de Dios Padre? ¿Esta es la iglesia acogedora que no reniega de ninguno de sus hijos, a imagen de Dios nuestro Padre?
Si Dios es cercanía, misericordia y ternura, como dice el papa, ¿por qué la iglesia no es cercana, misericordiosa y tierna con las personas lgbtiq+? Dice Francisco en su primera respuesta que el estilo de Dios es cercanía, ¿de verdad que la iglesia es cercana con las personas lgbtiq+? ¿Está el papa convencido de ello? ¿A través de qué actos demuestra su cercanía? Si de verdad la iglesia fuera cercana, ¿seguiría permitiendo que el Catecismo afirmara lo que dice sobre las orientaciones sexuales diversas? ¿Los obispos esperan que este tipo de afirmaciones doctrinales acerquen a las personas lgbtiq+ a la iglesia?
Lo último que la Iglesia muestra con la comunidad lgbtiq+ es misericordia. ¿Es misericordiosa la actitud de los obispos y sacerdotes con las personas homosexuales, que tenemos que participar de la Eucaristía a escondidas, pasando inadvertidos entre el resto de los fieles, o que tenemos que cerrar la puerta del convento como pasa en Sevilla, para que no se sepa que ahí dentro hay un grupo de fieles diversos celebrando la Eucaristía? Cuando un sacerdote pide a un gay que se arrepienta de amar a una persona de su mismo sexo, y justifica su postura diciendo que es pecado, ¿está aplicando el estilo misericordioso del Padre? ¿Tenemos que seguir callados, ocultando la naturaleza que Dios nos ha otorgado y siendo despreciados por la mayoría de los fieles?
Las personas cristianas lgbtiq+ sabemos de sobra que Dios es ternura. Lo experimentamos en nuestro día a día, frente a la grosería y el rechazo de una iglesia encallada en su pasado, incapaz de entender la sexualidad de manera positiva y humana. Es la fe la que nos mueve a seguir adelante, y no la frialdad e incomprensión que a cada paso encontramos en tantos pastores de la iglesia. La fe que Dios nos ha dado, es lo que nos mantiene cerca de él y de su fuente inagotable de ternura. Ternura es la que muestra una persona lgbtiq+ que, a pesar del rechazo institucional, condiciona su existencia dentro de una comunidad cristiana, con tal de no sentirse lejos de la ternura del Padre.
¿Qué le gustaría que la gente LGBT supiera sobre la iglesia? Es la segunda pregunta de Martin al papa, a la que responde: Me gustaría que leyeran el libro de los Hechos de los Apóstoles. Allí está la imagen de la Iglesia viviente.
Como profesor de eclesiología que he sido, entiendo la respuesta del papa, aunque no dejo de pensar que se trata de una imagen de iglesia idílica, que nada tiene que ver con la realidad. Nos propone el modelo de iglesia particular presente en el libro de los Hechos. Una iglesia asistida por la presencia y acción del Espíritu que la vivifica. Por eso es una iglesia viva. Quizá lo que quiera decirnos el pontífice, es que Lucas da prioridad a los elementos espirituales, interiores, carismáticos y sobrenaturales que conforman la primera comunidad cristiana en Pentecostés. Unos elementos que debemos considerar fundacionales de la iglesia. Mientras que relega a un segundo plano sus aspectos visibles, institucionales, estructurales, jerárquicos y canónicos. ¡Quizá el papa vaya por ahí!
Ahora bien, ¿acaso no hay un abismo de distancia entre la iglesia que se narra en el libro de los Hechos, que no deja de ser una utopía, y la iglesia real y concreta en la que una persona lgbtiq+ tiene que vivir su fe? Me refiero a una parroquia, hermandad, diócesis, congregación religiosa, facultad pontificia, etc. A esa comunidad cristiana concreta que está a pie de calle, y en la que las personas lgbtiq+ tenemos que callarnos, cerrar la boca, ocultar nuestra naturaleza humana y, en ocasiones, salir pitando porque te miran con mala cara o te desprecian públicamente. Esta es la iglesia real y concreta en la que vivimos nuestra fe y en la que somos estigmatizados diariamente. ¿Es suficiente con leer el libro de los Hechos, quedarse ensimismado en el ensueño idílico que en él se narra, y autoconvencerse de que todo funciona bien en la iglesia?
La tercera pregunta de James Martin al papa, es esta: ¿Qué le dice a un católico LGBT que ha experimentado el rechazo de la iglesia? En esta respuesta, Francisco se extiende más que en las anteriores. Dice: Le haría ver que no es “el rechazo de la iglesia” sino de “personas de la Iglesia”. La iglesia es madre y convoca a todos sus hijos. Cfr. la parábola de los invitados a la fiesta: “justos, pecadores, ricos y pobres, etc.”. Una Iglesia “selectiva”, una Iglesia de “pura sangre”, no es la Santa Madre Iglesia, sino una secta.
A la luz de su respuesta, un tanto ambigua y etérea, estaría bien que el papa aclarase lo siguiente: cuando un obispo rechaza en su diócesis a un grupo de cristianos lgbtiq+, y no permite que en ella se desarrolle una pastoral inclusiva de la diversidad sexual y de género, ¿quién rechaza a esos fieles laicos? ¿una persona de la iglesia a título particular, o la cabeza y pastor de la iglesia diocesana? Quien rechaza a ese colectivo creyente lgbtiq+, ¿un individuo particular o el ordinario de la diócesis? Los obispos que Ud. ha puesto al frente de las iglesias particulares, y que se niegan a dispensar en sus territorios diocesanos, bendiciones de uniones de parejas homosexuales, ¿actúan en nombre propio y, consecuentemente, no es la iglesia la que rechaza tales bendiciones, o lo hacen ejerciendo el munus regendi, propio de su ministerio, y por tanto, es la iglesia la que rechaza bendecir a dos personas que se aman? No me queda claro si, en estos casos, ¿es la iglesia la que rechaza a las personas lgbtiq+, o es un señor homófobo que preside la comunidad diocesana? Hago hincapié en estas cuestiones, porque son las actitudes y comportamientos más habituales y generalizados entre los obispos de la iglesia católica. Así tratan a las personas lgbtiq+. Actitudes que provocan grandes sufrimientos en los fieles creyentes y que son permitidas como si no pasara nada. Sea Ud. claro, Francisco, ¿de verdad en la iglesia católica cabemos las personas lgbtiq+?, porque esa no es la realidad.
Me gustaría que James Martin le preguntara al papa, ¿por qué los obispos no escuchan a las personas lgbtiq+ que forman parte de la comunidad cristiana? ¿Por qué en la inmensa mayoría de las diócesis católicas del mundo, las personas lgbtiq+ somos arrinconadas y mal vistas? ¿Por qué no se nos ha convocado para participar activamente en el Sínodo que se está celebrando?
Las palabras de Francisco son guiños esperanzadores de un posible cambio. Sus intervenciones parecen sinceras y acertadas, propias de un papa que emplea un lenguaje actual, cercano a la realidad humana. Pero que no pasande ser afirmaciones espontáneas y pasajeras. Lo que en teología se denomina desiderátum, es decir, un deseo al que se ansía llegar con toda el alma, pero que nunca se alcanza. Palabras que no van más allá del discurso, sin repercusión doctrinal alguna. Por lo que dudo, si el papa, realmente, quiere cambiar las cosas.
Es verdad que estoy siendo muy crítico, no lo niego ni lo escondo. Pero, ¿acaso no es cierto lo que estoy diciendo? Quedarse en las palabras agradables y en los gestos tiernos, sin implicarse activamente en la transformación de la realidad, no es la postura más adecuada para luchar contra la estigmatización, odio y rechazo que la iglesia promueve y sostiene contra las personas lgbtiq+. Preguntarse retóricamente, ¿quién soy yo para juzgarlas?, refiriéndose a las personas homosexuales, y no trabajar en el cambio de la doctrina homófoba que la iglesia enseña y defiende, me parece una tremenda incongruencia por su parte, ya que él posee la autoridad necesaria para llevar a cabo estos cambios doctrinales tan necesarios.
Estaría de acuerdo con el papa, si además de palabras bonitas y espirituales, se pusiera manos a la obra y modificara las expresiones ofensivas que aparecen en muchos documentos magisteriales, como en la Declaración Persona humana o en los números respectivos del Catecismo. Ignorar las afirmaciones peyorativas y denigrantes con las que el magisterio de la iglesia habla de las personas lgbtiq+, no me parece serio, honesto y justo por su parte.
Como buen porteño, el papa balconea, es decir, observa la realidad lgbtiq+ con mucha curiosidad, pero desde lejos y sin implicarse en ella. No creo que se haya metido en nuestro pellejo para entendernos, respetarnos y acogernos en la iglesia, ya que no ha propuesto hasta el momento, ningún cambio concreto en la doctrina sobre la sexualidad, diversidad sexual e identidad de género. Y, no nos engañemos, este es el verdadero cambio que la iglesia necesita. Si de verdad el papa estuviera comprometido con las personas lgbtiq+, olería intensamente a oveja diversa. Olor que, hasta el momento, no parece desprender.
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