Hijitos.
(Jn 13, 31-33a.34-35)
“Hijitos”… ¡Cómo me gustaría poder escribir esta escueta palabra con el sonido con el que fue dicha!
“Hijitos”… ¡Me lanza hacia atrás, al Jueves con mayúsculas, al momento donde el tiempo estaba en contra y las palabras habrían de sonar a suave melodía para nunca olvidar!
“Hijitos”… Me gusta esta traducción del texto, un toque tierno que sabe a minoría de edad, a curvatura protectora, a caricia de lo pequeño.
“Hijos míos”… es más vertical, tiene un no sé qué de preparación a la audiencia, de edad adulta.
“Hijitos, me queda poco de estar con vosotros”. Cabezas gachas. Respiración contenida.
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros”. Silencio. Atención. Confusión.
Sigue cálido e imperturbable: “Todos conocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros”. De golpe los recuerdos acecharon en todas las cabezas. Envidias, recelos, primeros puestos…
Un solo mandamiento, nuevo, flamante… que translucirá al exterior. Porque el amor de verdad, el amor del bueno, no necesita espectáculo.
Algo no está funcionando… y han pasado unos añitos desde aquel “hijitos” primero pronunciado para ser universal y eterno.
Antes de acabar, es justo no olvidar un detalle: que en el entrañable “hijitos” estaban las “hijitas”. Cuidando. Escuchando atentamente para no olvidar nunca el suave susurro del silencio interior desde donde salió la pequeña palabra y el gran mandamiento.
Permanezcamos atentos, es también para nosotros.
Mari Paz López Santos
Fuente Fe Adulta 15 mayo 2022
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