24.4.22. La pascua de Tomas: Vivir en comunión, curar las llagas de los crucificados (Jn 20, 19-29)
Del blog de Xabier Pikaza:
Dos problemas hay todavía en contra de la “pascua”: (a) Con esta iglesia que se dice signo de resurrección es muy dificícil creer en ella. (b) Ante las llagas de un mundo cargado de cruces parece imposible toda pascua.
Estos son eran problemas de Tomás según Jn 20. Estos siguen siendo los nuestros. ¿Cómo creer en la resurrección si la iglesia no está resucitada y crecen (hacemos que crezcan) las llagas de cristo en el mundo?
| X. Pikaza Ibarrondo
Para empezar
Los sinópticos incluyen a Tomás entre los apóstoles (Mt 10, 3; Mc 3, 8; Lc 6, 15),lo mismo que Hech 1, 13, sin añadir nada sobre él, como si sólo conocieran su “mote” (el mellizo ¿mellizo de quién?) como si no supieran o no quisieran decir nada más sobre él.
Por el contrario, Juan le presenta tres veces como «Tomás, llamado el mellizo»(cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2), sin decir tampoco cuál era su nombre, y le concede un papel especial en su evangelio.
Tomás aparece, en primer lugar, como discípulo valiente, que anima al resto de los discípulos, a fin de que superen su miedo y suban con Jesús a Jerusalén, para morir con él (Jn 11, 16). En la última cena aparece como uno de los «mistagogos», que plantean a Jesús las preguntas básicas sobre el sentido de su entrega y de su gloria, con Felipe [Jn 14, 8] y Judas [Jn 14, 22]).
Después que Jesús había dicho “en la casa de mi Padre hay muchas moradas”, como indicando que en su iglesia y en su cielo había espacios de vida diversos (Jn 14, 2), Tomás se atrevió a decirle: Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida… (Jn 14, 5-7).
Este es el tipo de preguntas y respuesta características de los textos de revelación, que serán dominantes en los evangelios gnósticos posteriores. Eso significa que Tomás es para Juan un iniciado, algo que ha penetrado en el conocimiento del Mesías.
Una iglesia con huecos, falta Tomás
Esta semana de pascua hemos ido evocando diversas “experiencias” de la resurrección de Jesús, empezando por las mujeres (en especial por Magdalena), para seguir con Pedro. Pero, conforme al evangelio de Marcos (16, 1-8), lo mismo que el de Mateo (Mt 28, 16), muchos o por lo menos algunos seguían dudando de Jesús, como supone este relato:
A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo: – ¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado.
Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: – ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo: – Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (Jn 20, 19-23).
Los discípulos están reunidos. No se dice cuántos son. Ciertamente, no son los “doce” como tales. En el grupo hay sin duda mujeres (pues el grupo ha comenzado con ellas). En ese contexto descubren a Jesús, que ha venido y está con ellos. No se dice cómo, cómo le ven, como le siente. Pero es evidente que en un plano superior le ven, le sienten y le escuchan, pues les die:
– La Pascua se con vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida y su misión universal.
– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. Por eso dice el texto que Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir la gloria y presencia del crucificado
– La pascua es Pentecostés. Jesús infunde su espíritu (su vida, su presencia) sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo(20,22), como había hecho Dios en el principio, concediendo su respiración a los primeros hombres (Gén 2, 7). Ahora es Jesús quien besa y sopla: compartiendo su vida con todos aquellos que le acogen.
– Por eso les envía: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). Los cristianos son no sólo enviados de Jesús, sino que son (somos) el mismo Jesús presente. Por eso, como he dicho, sin iglesia “resucitada” es difícil
– La iglesia perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23).Este es el problema del mundo: no hay perdón, los hombres se encuentran divididos, destruidos; carecen de medios para expresar el perdón, no hay para ellos sacrificios que puedan transformarles. Ha perdido su sentido el sacerdocio de Jerusalén, no consigue perdonar el templo. Pues bien, sobre ese desierto de pecado (falta de perdón), Jn ha interpretado la pascua como experiencia transformante de perdón.
– El texto sigue diciendo: Aquellos a quienes perdonéis quedarán perdonados…Pero aquello a quienes retengáis… Si no perdonáis (si no sois perdón completo) no se podrá extender este perdón de Cristo sobre el mundo. Si este mundo está “loco y perdido” de violencia, de guerra y opresión, de pecado, es porque los cristianos dicen que son (somos) de Jesús pero no perdonamos. No se trata de una pequeña confesión sacramental privada… sino del perdón mas hondo de la vida, de toda la vida, de todos los cristianos, incluidos los de la guerra española del 36-39 y los de las iglesias de Rusia y Ucrania…
Tocar a Jesús. Signo de Tomás (20, 24-29).
Bastaban las señales anteriores: la paz de Cristo, el recuerdo de su entrega (manos y costado), el perdón en el Espíritu. Pero el texto sigue diciendo que faltaba Tomás, precisamente uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea; es uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor (20, 25), pero él duda: pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…) y Jesús se lo concede.
Dos cosas le faltan para creer en la resurrección. (a) Encontrar una iglesia de creyentes, de personas que sean portadoras de la pascua de Cristo. (b) Descubrir y tomar las llagas de Cristo en la historia de los hombres (las llagas de la historia de los hombres en la verdad del Cristo):
Y ocho días después, estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos; llegó Jesús, estando las puertas cerradas, se puso en medio y dijo:- ¡Pas a vosotros! Luego dijo a Tomás: – Trae tu dedo aquí y mira mis manos, trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel!
Respondió Tomás y dijo: – ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo: Porque has visto has creído ¡Felices los que no han visto y han creído! (20, 26-29).
En medio de la comunidad reunida, como signo supremo de falta de fe y de confesión creyente, ha destacado Juan la figura de Tomás, elaborando en torno a él esta bellísima escena pascual. Tomás es la expresión del ser humano al que le cuesta creer porque es honrado; quiere signos, necesita certezas y en algún sentido Jesús se las ofrece.
Jesús ha respondido mostrando la herida: mete tu dedo aquí, mete tu mano… (Jn. 20, 27). Sólo así, en contacto de corporalidad a corporalidad, en encuentro con la Vida entera Cristo (pasión con los demás, pascua para todos) puede realizarse la experiencia de la pascua. Lo que importa de verdad no es el aspecto externo de la herida, la forma en que Jesús ofrece pecho y manos en nivel de carne antigua. Nueva es la experiencia de corporalidad trasformada: el mismo cuerpo de muerte se ha vuelto principio de pascua.
El mismo cuerpo anterior del amor concreto y de la entrega, el cuerpo que han matado (con heridas de lanza y clavos), se convierte así en un signo de vida. Frente a los riesgos de un falso espiritualismo gnóstico que quiere olvidarse de la carne, frente a todos los intentos de entender la pascua como puro cambio de conciencia (algo que sucede en el nivel interna de la transformación mental), Jn ha querido explicitar la corporalidad total, histórica y mística, del Cristo de la pascua.
De esa forma ha combatido el evangelio Juan la herejía de aquellos que afirmaban: Cristo no ha venido en carne, es sólo un mero espíritu (cf. 1 Jn 4, 2-3); la “herejía” de aquellos que dicen: Cristo sí, pero no es posible una iglesia de cristianos verdaderos…; la herejía de aquellos que dicen “cristo sí”, pero un cristo desligado de las llagas de la historia de los hombres.
Retomar las preguntas de Tomás y de Felipe
La tradición de los evangelios sinópticos no sabe nada más sobre Tomás y Felipe. Ellos aparecen en la tradición posterior de la iglesia como autores de los dos evangelios “gnósticos” mas significativos. Se han separado de la Gran Iglesia, no aceptan (al menos plenamente) las “llagas” de Jesús, su compromiso por los pobres… Van por libre y tienden a crear una iglesia de mucho misterio y poca experiencia social. El evangelio de Juan quiere recuperarles para la Gran iglesia.
Jn 14 1 No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre hay muchas moradas; si no, os lo habría dicho, porque me voy a prepararos un lugar. 3 Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros. 4 Y adonde yo voy, ya sabéis el camino».
5 Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». 6 Jesús le responde: «Yo soy el camino y la verdad y la vida* . Nadie va al Padre sino por mí. 7 Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto».
8 Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». 9 Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? 10 ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí?
Respuesta del Jesús de Juan a Tomas y Felipe
En la casa de mi Padre hay muchas moradas, no una sola morada, una forma de ser y de vivir, impuesta desde arriba, por la fuerza,
Muchos pensaban que sólo había tanto en el judaísmo de la ley (algunos fariseos), como en el judaísmo sacerdotal (un templo). Algunos cristianos quisieron imponer ese modelo de morada única, pero el evangelio de Juan se opuso a ese modelo, y lo hizo apelando al modelo de Tomas, el apóstol del testimonio interior, al que remite una experiencia básica de la Pascua: ¡Mete tu mano en mi costado, tus dedos en mis llagas! (Jn 20, 24-29).
Tomás pregunta en el fondo si hay sólo un camino, una morada igual para todos,, y Jesús le responde: Muchas son las moradas, pero todos ellas han de compartir dos elementos: (a) La comunión básica entre todos, no expulsar a nadie… La fidelidad a los pobres; no puede entrar en ninguna morada de Dios quien desprecia o rechaza a los pobres, quien no acoge y ayuda a los crucificados.
Hay muchas moradas, muchos caminos, pero todos han de vincularse a Jesús crucificado. Felipe forma par te de una “iglesia gnóstica que en el fondo quiere encontrar a Dios sin aceptar el camino de amor y entrega de la vida a favor de los demás. Jesús le responde: El camino de Dios es dar la vida los unos por los otros.
Tomas ha pedido a Jesús que le enseñe “dónde va”, que le ofrezca una descripción del cielo, y Jesús responde que él mismo es el cielo, es el Camino, es la Verdad, es la Vida… pero añadiendo que ese camino se puede recorrer de muchas formas. Felipe insiste en lo mismo, “muéstranos al Padre”, como si el Padre estuviera separado de Jesús. Jesús le responde diciendo que su camino, el camino de la entrega por los otros, es el único camino de Dios,
Tomás en la barca de Jesús, Tomás misionero.
Los evangelios sinópticos parece que insisten en los Doce, como misioneros de Jesús, como si sólo ellos fueran la base y comienzo de la iglesia. En contra de eso, el evangelio de Juan ha querido poner en el principio de la experiencia pascual y de la Iglesia a siete misioneros, siete discípulos universal:
Jn21 1 Después de esto Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, apodado el Mellizo; Natanael, el de Caná de Galilea; los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
3 Simón Pedro les dice: «Me voy a pescar». Ellos contestan: «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. 4 Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Son siete, y los primeros son Pedro y Tomas. Ellos aparecen como los dos primeros garantes de la vida y misión universal de la iglesia. No son Pedro y Pablo
Con Pedro y Tomàs, mano a mano, están Natanael y los Zebedeos (Santiago y Juan). De Natanael (¿Bartolomé?) sabemos poco, pero debió ser muy importante, de Caná de Galilea, discípulo de Juan Bautista, vinculado quizá con la “historia” la Bodas de Caná….
Hay finalmente otros dos, cuyo nombre no se cita (21, 2). Uno de ellos debe ser el Discípulo amado (a no ser que el evangelio le identifique con Juan el Zebedeo). El otro podría ser Felipe, pero tampoco sabemos.
Esta “historia” de la “pesca final” empieza con Pedro y Tomás… pero después se centra en Pedro y el Discípulo amado , como verá quien siga leyendo. Pero hoy, sobre la historia pascual de Tomás, nos basta lo ya dicho.
Problemas abiertos, preguntas pendientes:
Problema eclesial. ¿Una iglesia que es testigo y prueba de resurreccion?
Los siete de la barca… Está tomás entre ellos. ¿Hay partes de la iglesia que no se han subido a ella?
¿Cómo reiniciar hoy, 2022, la navegacion de la Iglesia, con Pedro y el discípulo amado, con Tomás y los zebedeos… y, sobre todo, con los crucificados de nuestra historia?
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