“La violencia es consecuencia de la política y la economía. Y por eso, es también consecuencia de la religión” , por José María Castillo.
De su blog Teología sin censura:
“La Religión mató a Jesús; la Religión y el Evangelio son incompatibles”
“En este momento, con motivo de la guerra entre Rusia y Ucrania. ¿Qué tiene que ver la religión con la situación tan dramática que se nos ha presentado?”
“La mayor desgracia que le ha ocurrido al cristianismo ha sido fundir y confundir la Religión con el Evangelio”
“El hombre ejemplar, que tenemos en este momento trágico, es el papa Francisco. Porque su humanidad es ejemplar. Y con eso nos está diciendo que la guerra y la violencia tienen una sola decisión: tomar en serio y vivir, hasta donde nos sea posible, el Evangelio que nos centra en la paz y la bondad de todos y con todos”
La historia nos enseña, con abundancia de datos y argumentos, que la relación entre las religiones y la violencia ha sido más frecuente y más determinante de lo que mucha gente sospecha o se imagina. Además, es importante saber cómo se sitúa el Evangelio ante este enorme problema. Sobre todo, en este momento, con motivo de la guerra entre Rusia y Ucrania. ¿Qué tiene que ver la religión con la situación tan dramática que se nos ha presentado?
Es un hecho que religión y política han estado siempre, para bien o para mal, en mutua relación. Porque ambas (lo digan o no lo digan) se necesitan mutuamente. Por otra parte, yo no conozco a fondo y con las consiguientes consecuencias, la historia religiosa de Rusia y Ucrania. Por eso, me parece más pertinente indicar, no lo que nos divide, nos separa y nos aleja, sino – al contrario – lo que nos tendría que unir.
Lo que más preocupa, en situaciones como la que estamos viviendo, suele ser la violencia y sus fatales consecuencias. La violencia es consecuencia de la política y la economía. Y por eso, es también consecuencia de la religión. Porque, como es bien sabido, religión y política están (como siempre han estado) profundamente relacionadas mutuamente.
Ahora bien, estando las cosas como están, ¿el Evangelio tiene algo que ver en situaciones tan críticas como la que estamos viviendo? A primera vista, esta pregunta parece inútil. Porque si la violencia está condicionada por la religión, ¿no va a estar condicionada también por el Evangelio? Esta pregunta es inevitable. Y además es necesaria. ¿Por qué?
La mayor desgracia que le ha ocurrido al cristianismo ha sido fundir y confundir la Religión con el Evangelio. Más aún, lo peor de todo, ha sido no sólo la fusión de Religión y Evangelio. Lo más grave ha sido que, en la Iglesia, la Religión está más presente que el Evangelio. Y en la Iglesia es más determinante la Religión que el Evangelio. Por eso, para mucha gente religiosa, el Evangelio no es más que una lectura que se hace en la misa, el acto más importante de la Religión.
Quienes piensan así, no han caído en la cuenta de que fue la Religión la que se enfrentó a Jesús y su Evangelio. Como también hay que decir que fue la Religión la que mató a Jesús. Porque la Religión y el Evangelio son incompatibles. La razón de fondo de lo que acabo de decir está en que el centro de la vida, que brota de la Religión, es el “yo” (mi fe, mi observancia, mi conciencia, mi salvación). La razón de fondo, que brota del Evangelio, está en los “demás” (los enfermos, los pobres, los niños…). Dicho más claramente, la Religión produce un ser humano “fijado en el propio yo” (E. Drewermann), mientras que el Evangelio produce un ser humano “fijado en los demás”, en la paz y el bien de los demás. De ahí que el “mandamiento nuevo”, que Jesús les dio a sus seguidores fue éste: “que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 13, 34-35). Aquí, ya no aparece el amor a Dios. En el amor a los demás está el amor a Dios. Por eso, en el juicio definitivo, lo que Dios nos va a decir es esto: “lo que hicisteis con uno de éstos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 40). Tampoco aquí, en el momento último y decisivo, aparece Dios.
Dios que, en su trascendencia, no está a nuestro alcance, “se despojó de sí mismo y se hizo como uno de tantos” (Filip. 2, 7). Es lo que llamamos la “encarnación”. Es decir, la “humanización” de Dios, que se realizó en Jesús de Nazaret.
El hombre ejemplar, que tenemos en este momento trágico, es el papa Francisco. Porque su humanidad es ejemplar. Y con eso nos está diciendo que la guerra y la violencia tienen una sola decisión: tomar en serio y vivir, hasta donde nos sea posible, el Evangelio que nos centra en la paz y la bondad de todos y con todos.
Yo estoy convencido de que la guerra de Rusia contra Ucrania va a terminar seguramente pronto. ¿Es una ilusión? No. Es el fruto de una convicción: la bondad es más fuerte que la violencia.
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