Juan Pablo I, papa mártir
“Decidida la fecha, y adelantada parte del programa de los actos que enmarcarán la solemne beatificación canónica del papa Juan Pablo I, esbozo aquí y ahora algunas consideraciones”
“Destaco que en los últimos cien años de la historia de la Iglesia, se reseñan tales y tantas beatificaciones-canonizaciones de Romanos Pontífices. Coincidiendo con su actividad, el cúmulo de informaciones anti-religiosas generadas, compartidas y dolorosamente lloradas por el resto del pueblo de Dios jamás alcanzó cotas tan notorias”
“¿Se le reserva al ‘Papa de la Sonrisa’ su lugar, exactamente en la sección- apartado de los ‘mártires’, con toda su liturgia?
“Hoy son mayoría los católicos, apostólicos y romanos a quienes ni les convenció ni les convence la versión del Vaticano relativa a la muerte de Juan Pablo I”
“Por cierto, ¿en qué monasterio se refugió, o sigue refugiada, una monja, que tenía acceso a las estancias vaticanas, también a las privadas, del papa Luciani?”
Decidida la fecha, y adelantada parte del programa de los actos que enmarcarán la solemne beatificación canónica del papa Juan Pablo I, creo un deber profesional del informador y comentarista “religioso” esbozar aquí y ahora algunas consideraciones:
Y una de las preguntas tan acuciantes como sorprendentes formulada hoy en la Iglesia, relacionadas con Juan Pablo I, es esta: ¿en qué sección del santoral litúrgico habrá que situar el nombre del papa Juan Pablo I?¿En la de los “confesores “, o en la de los “mártires”? Beato o santo “confesor” no les parece catalogación congruente a muchos liturgista y hagiógrafos, dado que su vida, al igual que las de la inmensa mayoría de los cristianos, ordenados “in sacris”, o no, , sacerdotes, obispos, y aun cardenales , no parece haber sobresalido Albino Luciani, “el papa sonriente y efímero”, con méritos excepcionales como para ser ascendido al honor de los altares, con la circunstancia añadida de que en tan solo 33 días de su “breve pontificado”, pudiera haberse “santificado”. Bien es verdad que el ejemplo de la “beatífica sonrisa” que lo definió pudiera haber facilitado el ritmo del proceso canónico…
¿Se le reserva al “Papa de la Sonrisa” su lugar, exactamente en la sección- apartado de los “mártires”, con toda su liturgia? Esta apreciación parece abrirse camino expedito hoy, con honradez, historia y santo Evangelio en buena parte de cristianos, desde la diversidad de perspectivas en las que sus estudios sitúan el hecho de su muerte “súbita”. Más aún, hasta se llega a pensar que los silencios, secretos y misterios que rodearon las horas últimas de la vida terrenal del papa, ex cardenal de Venecia, de alguna manera pudieran contribuir a despejar tentaciones de sospechas, dudas, desconfianzas, inseguridades y contradicciones surgidas entonces, y que todavía perduran.
Hoy son mayoría los católicos, apostólicos y romanos a quienes ni les convenció ni les convence la versión contenida en el comunicado oficial emitido por el correspondiente organismo del Vaticano relativo a la muerte de Juan Pablo I. A ellos y a todos, les satisfará la esperanza que alientan de que en la elaboración de todos y cada uno de los capítulos del proceso canónico de su beatificación- canonización se desvelen razones que arrojen haces de luz, transparencia y veracidad para poner todo, o casi todo, evangélicamente claro, sin tenebrosidades elaboradas o consentidas por los “padrinos” de turno, eclesiásticos o no.
Y es que para ser considerado santo o beato oficialmente por parte de la Iglesia oficial, habrá de hacerse siempre presente la luz. Sin verdad y sin luz, retablos y hornacinas están de más en los templos y, por supuesto, en la eclesiología, y todo se profanaría. Con devoción, admiración y referencias sagrada e históricamente fiables, los ornamentos sagrados de las ceremonias y ritos, al igual que los símbolos, es posible que de los que se haga uso por exigencias de la liturgia, tengan que ser los de color rojo, que es el propio de los mártires.
Tiempos ha, la ejecución material de los mártires les estuvo encomendada a los leones de los circos romanos. Después, a expertos o aprendices en el oficio de la degollación. En las piras-hogueras rezaron el último “¿Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”, no pocos cristianos. Por cierto, ¿en qué monasterio se refugió, o sigue refugiada, una monja, que tenía acceso a las estancias vaticanas, también a las privadas, del papa Luciani? Estas y otras preguntas, con sus correspondientes respuestas, ya están publicadas, sin haber sido desmentidas ni judicialmente sancionadas, por lo que titularlas de vulgares y anticlericales infundios, no sería procedente.
Fuente Religión Digital
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