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13.3.22. Transfiguración (Lc 9, 28-36): Rostro de Luz, Moisés, y Elías: El éxodo de Jerusalén

Domingo, 13 de marzo de 2022

cristo-adviento-2020Del blog de Xabier Pikaza:

Dom 2 cuaresma, Ciclo C. Este evangelio (Lc 9, 28-36) describe  el signo de Jesús en su monte, cara a cara ante Dios, reflejando la Luz en el rostro (ojos y boca, frente y oídos…), escuchando a  sus maestros (Moisés y Elías) e iniciando un éxodo de liberación universal. Éste es el centro de la historia de Jesús.

El evangelio de Marcos (9, 2-8), del que proviene este relato, insiste en la trans-figuración (meta-morfosis) de Jesús, invirtiendo el motivo de Flp 2,6-11), insistiendo en el cambio de color de los vestidos (cf. Is 6), como si no se atreviera a ponernos ante el rostro de Dios revelado en los pobres/oprimidos del mundo

El evangelio de Lucas se fija en el rostro de Jesús (en la humanidad de Dios que mira a los hombres, les llama, les habla, caminando así con ellos. Su relato no es de trans-figuración, sino de iluminación del rostro de Jesús, que escucha y acoge en oración la palabra de Israel (Moisés y Elías),  para iniciar el éxodo de la nueva humanidad, saliendo de Jerusalén.

Esta visión del monte de Lucas 9 es un complemento del relato post-pascual de Emaús (Lc 24). Todos sus elementos se complementan e iluminan mutuamente: enseñanza de las escrituras, descubrimiento del valor divino de la entrega humana, éxodo a favor de los demás… Este relato del monte de Jesús (Lc 9) aparece así como un resumen del sentido y verdad de la vida de Jesús.

Introducción

Jesús nos sube al monte de su oración y se desnuda en Dios ante nosotros, mostrándonos su rostro, para que le veamos, le miremos, de forma que sepamos quién es, y podamos dialogar con él.

Ese rostro de Dios que se ilumina en Jesús sobre la montaña se despliega y encarna para los cristianos en el rostro de cada uno de los hombres que están necesitados, a quienes debemos escuchar, con quienes debemos dialogar, cara a cara… Así lo mostraré en las reflexiones que siguen, indicando el sentido de las palabras que pongo en negrita en el texto.

Lucas 9, 28b-36

 En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, la visión de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo, que iba a consumar en Jerusalén.

Pedro y sus compañeros cayeron cargados de sueño;  pero, desperándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: “Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.”Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

(Texto en griego: No suelo introducir el texto original en mis comentario. Pero esta vez lo hago, pues me apoyo un poco en las palabras griegas de los evangelio. Puede valer para algún lector más interesado en la intención original de Lucas. Los demas pueden pasarlo por alto:

  • 28 Ἐγένετο δὲ μετὰ τοὺς λόγους τούτους
  • ὡσεὶ ἡμέραι ὀκτὼ καὶ παραλαβὼν Πέτρον καὶ Ἰωάννην
  •  καὶ Ἰάκωβον ἀνέβη εἰς τὸ ὄρος προσεύξασθαι
  • 29 καὶ ἐγένετο ἐν τῷ προσεύχεσθαι αὐτὸν τὸ εἶδος
  • τοῦ προσώπου αὐτοῦ ἕτερον καὶ ὁ ἱματισμὸς αὐτοῦ
  • λευκὸς ἐξαστράπτων
  • 30 καὶ ἰδοὺ ἄνδρες δύο συνελάλουν αὐτῷ
  • οἵτινες ἦσαν Μωϋσῆς καὶ Ἠλίας
  • 31 οἳ ὀφθέντες ἐν δόξῃ ἔλεγον τὴν ἔξοδον αὐτοῦ
  • ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἰερουσαλήμ
  • 32 Ὁ δὲ Πέτρος καὶ οἱ σὺν αὐτῷ ἦσαν βεβαρημένοι
  • ὕπνῳ διαγρηγορήσαντες δὲ εἶδον*
  • τὴν δόξαν αὐτοῦ καὶ τοὺς δύο ἄνδρας τοὺς συνεστῶτας αὐτῷ
  • 33 καὶ ἐγένετο ἐν τῷ διαχωρίζεσθαι αὐτοὺς ἀπ’ αὐτοῦ
  • εἶπεν ὁ Πέτρος πρὸς τὸν Ἰησοῦν Ἐπιστάτα καλόν ἐστιν
  • ἡμᾶς ὧδε εἶναι καὶ ποιήσωμεν σκηνὰς τρεῖς μίαν σοὶ
  • καὶ μίαν Μωϋσεῖ καὶ μίαν Ἠλίᾳ μὴ εἰδὼς ὃ λέγει
  • 34 Ταῦτα δὲ αὐτοῦ λέγοντος ἐγένετο νεφέλη
  • καὶ ἐπεσκίαζεν αὐτούς ἐφοβήθησαν δὲ
  • ἐν τῷ εἰσελθεῖν αὐτοὺς εἰς τὴν νεφέλην
  • 35 καὶ φωνὴ ἐγένετο ἐκ τῆς νεφέλης λέγουσα
  • Οὗτός ἐστιν ὁ Υἱός μου ὁ ἐκλελεγμένος αὐτοῦ ἀκούετε
  • 36 καὶ ἐν τῷ γενέσθαι τὴν φωνὴν εὑρέθη Ἰησοῦς μόνος
  • καὶ αὐτοὶ ἐσίγησαν καὶ οὐδενὶ ἀπήγγειλαν
  • ἐν ἐκείναις ταῖς ἡμέραις οὐδὲν ὧν ἑώρακαν

 UN TEXTO EN DOS FORMAS.

Aquel Monte (según la tradición,el Tabor)es simplemente “el monte”, un lugar alto de experiencia  ante Dios, para dejarse alumbrar por su luz: es el Monte Sinaí de Moisés, el Carmelo y Horeb de las tradiciones de Elías, el Monte Sion del judaísmo sacerdotal.

Marcos 9, 2-4: Y seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, les subió a solas a un monte muy alto y fue transformado (meta-morfosis) ante ellos. Y sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como ningún batanero del mundo podría blanquearlos. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

Lucas 9, 28b-30:Y, mientras oraba, la visión de su rostro cambió (se transfiguró), sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su éxodo (liberación, entrega entrega), que iba a consumar en Jerusalén.

UN RELATO RICO EN SIMBOLISMO

1.Seis días después (Marcos), ocho días después (Lucas)

Según Marcos han pasado seis días desde la escena de Cesárea de Felipe,  cuando Pedro y los suyos querían tomar el reino por las armas. Han pasado esos días, que son los seis días de la vieja creación, va a comenzar el séptimo, el día  del “descanso” y plenitud de Dios, el días de su gloria en Cristo, desde Jerusalén… Llega el “séptimo día”, el día de la nueva humanidad, que Marcos va a evocar, pero no desarrollar en el final de su evangelio (Mc 16).

  Lucas tiene que poner el día octavo, que es el día del éxodo cristiano, de la entrega de la vida que se manifiesta como “principio de gloria”. Ese día octavo es el domingo, el día de la gloria de Cristo. Ha pasado la semana de los días de la creación, llega el día séptimo de la nueva humanidad, que es ya día de Cristo. Ha pasado el tiempo de los seis/siete días equilibrios luchas y equilibrios, los seis días de esta iglesia “gregoriana”, ajustada a los tiempos del mundo, escondida, tapada, en medio de engaños…

Ha llegado el día octavo de la nueva creación, del rostro iluminado, de la conversación cara a cara, del amor pleno, en entrega total de ojos y oídos, de frente, de boca, de palabras. Es el día de la revelación del hombre nuevo en Cristo.

2.Tomando a solas a Pedro, Santiago y Juan les subió a un monte muy alto para

 Puede haber un momento de “iluminación interior y solitaria”, “sola cum solo” (a solas con el Dios solitario, como decían los libros de devoción de muchas monjas encerradas con su Dios.  Pero ésta no es una iluminación en solitario, con el Dios-soledad, sino una iluminación con y para. Una iluminación con el Dios de Moisés y de Elías (Dios de la historia de los hombres…, como en el relato de la mujer de siete maridos: Mc 12, 26-27). Jesús quiere compartir la luz de su rostro con sus “amigos” (Pedro, Santiago, Juan), que son la Iglesia entera, su grupo de intimidad y apertura universal, compendio de todos los creyentes.

No se comunica (no comunica su luz) con Pedro sólo, sino como Pedro y otros dos, que son la “iglesia trinitaria”, de tres centros, de tres rostros… Toda la vida pública de Jesús está condensada en esta escena: Quiere compartir la experiencia de su rostro iluminado, de la claridad de Dios, con tres “amigos”, que pueden ser signo de toda la nueva humanidad cristiana.

Esta es una “escena eclesial”. Históricamente, el primer “tabor”, la primera iluminación de Jesús ha sido la de las mujeres de la pascua. Ellas (Magdalena, María la de Jesús, las tres marías…) fueron los primeros testigos y misioneros del Tabor luminoso del rostro de Jesús. Pero en este momento (como en Pablo cuando cuenta las experiencias de la luz pascual en 1 Cor 15), ante un “público” que sólo admite el testimonio de “hombres”, los tres evangelios sinópticos cuentan la iluminación de Jesús a los tres primeros cristianos significativos de la tradición palestina, antes de Pablo: Pedro, Juan y Santiago.

Éstos tres son el signo de una Iglesia dominante, llamada a cambiar, descubriendo la señal de la presencia de Dios en Jesús. Son los tres que tienen que “aprender a orar” (es decir, a compartir la luz de Dios en Jesús, viendo su rostro iluminado), escuchando la palabra del “nuevo éxodo”

Es como si Jesúd les hiciera “ascender” con él (con el verbo anapherei, en griego), a un monte (horos, sin artículo, a cualquier monte). Desde la perspectiva de Cesárea de Filipo, donde había estado Jesús, debería ser el Hermón, el monte más alto de la gran cordillera, entre Galilea, Fenicia y Siria. Pero, desde la perspectiva de Galilea (donde parece que el pasaje quiere situarnos), puede y debe tratarse, simbólicamente, del Monte Tabor, lugar de la gran batalla del libro de los Jueces 4, 1.

Jesús tiene que subir (hacernos subir a todos), para que seamos de otras forma. , para que aprendamos a descubrir su rostro, para que tomemos distancia y nos alejemos de los problemas e intrigas inmediatas, para dejarnos transformar por dentro, descubriendo  el “rostro” de Jesús, que es el rostro de Dios en los pobres, los marginados, oprimidos… para realizar de esa manera el gran éxodo, el camino pascual de la nueva humanidad, con ellos.

3.Oración de presencia: rostro diferente, presencia de Dios.  

La palabra clave del relato de Marcos 9 y Mt 17 es metemorphôze (fue transfigurado o metamorfoseado por Dios, en pasivo divino) ante ellos. Se trata de un término que es casi técnico en griego (e incluso en latín) y que evoca las transfiguraciones o cambios de figura que asumen (padecen) los dioses y seres divinos, tomando diversas formas para presentarse y actuar, como sabe Ovidio (Las Metamorfosis), escrita el año 7 d.C.

Pero Lc 9, 29 no habla de “metamorfosis” (con sus rasgos míticos y “filosóficos” de tipo quizá mágico, pagano… sino de “cambio de rostro” (rostro iluminado). A lo largo de toda la Biblia (como han seguido poniendo de relieve los “maestros” judíos: Rosenzweig, Buber, Levinas…) el hombre es rostro y palabra, mirada y llamada. Todo el camino de la humanidad, toda la Biblia, se condensa en un rostro (descubrir la gloria de Dios en el rostro del hombre, del amigo, del orante, del pobre, del despreciado…). Éste es el gran cambio de Jesús en la oración. Es un cambio suyo, pero desde su “lectura” (actualización) de Moisés y de Elías… un cambio para realizar el verdadero éxodo” de la humanidad, desde Jerusalén.

Así lo ha destacado Lc,  9, 29. El posible cambio en los vestidos resulta secundario. Lo que importa es la oración, el encuentro en profundidad con Dios y con los otros… El cambio que se expresa en el rostro, en los ojos, a través de la mirada. Ni Marcos ni Mateo dicen nada del cambio del rostro de Jesús, sólo se fija en sus vestidos, que se vuelven blancos, es decir, de color de cielo (cf. Ap 3, 18; 19, 14). De esa manera siguen la tradición del Antiguo Testamento, por ejemplo en Is 6, 1, donde se dice que el profeta vio a Dios, pero sólo habla de sus vestidos… De esa manera siguen la tradición del Apocalipsis, que habla de las “vestiduras” de los salvados.

Lc 9, 29 habla, en cambio, del cambio del rostro de Jesús, a quien se ve, por su propio rostro, como Señal de Dios, en gesto de oración…  (a) No habla de metamorfosis, quizá por las implicaciones paganas del término… (b) Pero insiste en su oración y en su rostro, su prosôpon, que es el signo de Dios, su presencia activa partes (como la mirada, cf. Ap 2, 18; 3, 18)… El rostro de Jesús, el rostro de los pobres, a quienes hay que mirar y salvar, realizando para ellos un “éxodo” (una salida de Jerusalén), para iniciar el camino de la liberación plena.

4. Los dos maestros. Y se les aparecieron Elías y Moisés, que conversaban con Jesús.

Se les aparecieron a ellos (a los tres videntes), no a Jesús. Ellos representan la identidad de Israel, es decir, la Ley (Moisés) y la profecía (Elías), vinculadas en su raíz y señalando que el camino de Jesús, rechazado por otros como peligroso para la identidad y esperanza israelita, cumple en realidad esa esperanza. Éstos son los “maestros de Jesús”, el verdadero Israel, que culmina en Jesús.

Este es el argumento del relato de Emaús: Jesús enseña a sus discípulos el verdadero sentido de la Ley y los profetas (con los salmos). La Iglesia debe asumir el testimonio de Moisés y Elías, aprendiendo con ellos lo que implica el camino fuerte de la iluminación de Jesús. La Iglesia sigue siendo Iglesia de Moisés, que sale de Egipto y se enfrenta con Dios en el Horeb. Sigue siendo la Iglesia de Elías, que va a la montaña a pedir ayuda a Dios, pero que escucha la palabra más alta: ¡Vuelve, empieza de nuevo!

Esto es orar: Asumir el camino de Israel, toda su historia, condensada ahora en el verdadero “éxodo” de Jesús en Jerusalén.

5.Hablaban del “éxodo” que Jesús debía culmina en Jerusalén.

 Las autoridades oficiales y sagradas de Jerusalén van a condenar a Jesús en nombre de Dios, pero sin entenderle… (cf. Mc 8,31). Pues bien, ese mismo Dios le avala, llamándole su Hijo, y diciéndole que siga y culmine su camino, el camino de Moisés y Elías. Lucas nos dice que Jesús estaba conversando con Moisés y Elías (êsan synlalountes: estaban dialogando) sobre el Éxodo que él (Jesús, debía realizar en Jerusalén: ἔλεγον τὴν ἔξοδον αὐτοῦ ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἰερουσαλήμ).

  Éste es el tema clave del relato en el evangelio de Lucas…, un evangelio que está centrado el en “éxodo” que Jesús debía realizar en Jerusalén, culminando y cumpliendo de esa manera todo el camino de Israel, centrado en Moisés y Elías. Seis son los elementos fundamentales de este éxodo, de esta salida liberadora:

1)Es un éxodo fundado en el rostro… es decir, en la identidad “personal”, en el cara a cara de los hombres y mujeres, en la presencia de Dios como rostro de amor, en la presencia del rostro de los pobres…

2)Es un éxodo que se realizará en Jerusalén… El primer éxodo fue la “salida de Egipto”, liberarse del dominio opresor del faraón,  de todos los imperios que esclavizan, de todos los trabajos forzados…  Pero éste nuevo y definitivo éxodo se realizará en Jerusalén, la ciudad del judaísmo, la ciudad del templo…

3)Este éxodo no se realiza matando a los egipcios, ahogando a todos sus soldados en las aguas del Mar Rojo. Jesús no matará a nadie en su éxodo, sino que dará entregará su propia vida al servicio de los demás, siendo condenado por los sacerdotes de Jerusalén. Éste es el éxodo de Jesús, su nueva creación.

4)Este éxodo significará “salir de Jerusalén… No es ya salir de Egipto, sino salir de la Jerusalén de los escribas y sacerdotes del templo… Por fidelidad a Moisés y a Elías, para culmina el camino del verdadero Israel, conforme al mensaje de Moisés y Elías, Jesús tendrá que salir de Jerusalén, porque le expulsarán y matarán. Tendrá que dejar un tipo de Iglesia judía… para descubrir e iniciar el camino del verdadero judaísmo.

5)Este es el éxodo que tendrán que ratificar Pedro, Juan y Santiago… Ellos tendrán que guiar a la iglesia para que salga del recinto del antiguo templo de Jerusalén, iniciando un camino de vida universal, que el evangelio de Lucas y el libro de los Hechos seguirá narrando. Desde aquí se entiende el evangelio de Lucas, la tarea universal de la iglesia.

6)Este es el camino de Dios que se expresa en forma de “rostro”, presencia de la gloria de Dios en el “rostro de Jesús”, en el rostro de los pobres… en el cara a cara del diálogo orante de los hombres con Dios, de los hombres con los demás hombres, en camino de resurrección. Ésta es la palabra que se escucha desde la “nube liberadora” de Dios: Este es mi hijo, estos son mis hijos… Esta es la revelación de Dios, éste es el camino de su liberación, que Pedro, Juan y Santiago (toda la iglesia) ha de comprometerse a realizar, siempre, y especialmente este año de gracia 2022, en el segundo domingo de cuaresma.

6. APÉNDICE. TRANSFIGURACIÓN. EL ROSTRO DE JESÚS. UNA LECTURA DE LOS ICONOS

(En este momento doloroso de la guerra de Rusia en Ucrania, en la tierra-tierras de los iconos).La tradición de la Iglesia Oriental ha sabido siempre que Jesús es el rostro de Dios, insistiendo así en el gran icono de la transfiguración, leído desde la perspectiva de Lucas, como revelación del rostro de Cristo.

1. Estética cristiana, una “ética” del rostro

Oponiéndose al mensaje y camino de Jesús, los sacerdotes del templo, colaborando para ello con los soldados del César, decidieron condenarle a muerte, porque les parecía que ese Jesús era opuesto al Orden Sagrado del templo de Jerusalén (y de la misma Roma, imagen política de Dios). Pues bien, de forma paradójica y profunda, los seguidores de Jesús (cristianos) descubrieron y contemplaron la belleza más alta en la vida del mismo Jesús, confesando que Dios le había resucitado, viéndole así como Icono de Dios, imagen humana del misterio, arte supremo (cf. 2 Cor 4, 4; Col 1, 15).

‒ La tradición bíblica sabía que Adán-Eva era imagen de Dios (cf. Gen 1, 26-28), cuya gloria fulgía en Moisés, que ocultaba su rostro con un velo, para no deslumbrar a quienes le miraban (2 Cor 3, 13; cf. Ex 34, 33-35). Pues bien, superando esa limitación de Moisés (que ocultaba el rostro) y culminando lo esbozado en Adán-Eva, Jesús resucitado aparece como el hombre verdadero, imagen plena de Dios, encarnación de su bondad/belleza, de manera que podemos mirarle sin velo. En el rostro de un hombre concreto, se expresa y despliega así la belleza de Dios (cf. Jn 1, 1-18; 1 Cor 15, 45; 2 Cor 3, 18-4…), de forma que en él y con él todos los hombres y mujeres son (somos) rosto y presencia (imagen) concreta de Dios.

‒ La estética cristiana consiste por tanto en descubrir la gloria de Dios en el rostro y vida de un ser humano (Cristo), varón o mujer, para mirarle cara a cara y venerarle en gozo y gloria, acompañándole (acogiéndole, ayudándole) en concreto, en gesto de responsabilidad, de acogida. Desaparecen o quedan en muy segundo plano las mediaciones de imágenes y cantos, creaciones sacrales o políticas: la belleza suprema de Dios es la vida de los hombres, en especial de los pobres, y el arte más alto la entrega a favor de ellos.

2. No hay imagen de Dios, cada rostro humano es Dios en persona

Los cristianos saben que no pueden fabricarse imágenes externas, idolátricas, de Dios o de los hombres, pues sólo los hombres concretos, que viven y aman, sufren y mueren (como Jesús), son signo y presencia de Dios en la historia. Desde aquí se abre un camino nuevo de estética, fundada en el rostro que se comunica, que llama y espera, dialogando con otros humanos.

— Los judíos ponían de relieve la trascendencia de Dios, pero de un modo general, que no podía concretarse del todo en la historia de unos hombres concretos, en apertura al conjunto de la humanidad. ‒- Los cristianos, en cambio, han descubierto la belleza de Dios en la vida y entrega, el amor y presencia de un hombre concreto, Jesús, que es sabiduría, justificación, santidad y redención de Dios, que nos capacita para dialogar y comunicarnos de un modo universal y concreto (cf. 1 Cor 1, 30).

 Palabra hecha carne. El Dios que se encarna en el rostro (cuerpo entero, mirada) del hombre es Palabra hecha carne, en conversación e historia (cf. Jn 1, 1.14). Jesús, rostro de Dios, es fuente y verdad de diálogo entre y para todos los hombres y mujeres, vinculando así los dos aspectos centrales de la realidad. (1) Dios se revela en la presencia y mirada del hombre, al servicio del Reino. (2) Cada ser humano que se abre y ama a los demás es imagen (signo y presencia plena) de Dios.

‒ Belleza y responsabilidad de la vida humana. Sólo habrá una forma central de belleza cristiana: Dios que se revela allí donde los hombres dialogan y se aman. El canon del arte es según eso la “medida” humana: no es bella en sí la ley (judaísmo rabínico), ni el culto sacrificial, ni la riqueza de los grandes edificios, ni el poder o dinero, sino los mismos hombres que puede expresarse sin hipocresía ni velo, en verdad y experiencia de misterio. Ésta es una belleza ética: Sólo podemos contemplar el rostro de alguien allí donde le acogemos en amor, allí donde le recibimos y compartimos con él el diálogo de la vida.

3. La estética de Jesús es una ética de intimidad y comunicación, de acogida y compromiso por los otros

Esta es la experiencia de Jesús, principio de comunión concreta entre los hombres, hermosura suprema. La belleza se identifica por tanto con la misma vida personal humana, en camino de amor y encuentro mutuo, no para evadirnos de la muerte (como querían los griegos), sino para descubrir en ella, por amor a los demás (en Jesús crucificado), la presencia y belleza del Dios que (nos) resucita. Así descubrimos en la base de la vida humana, en Cristo, un misterio de veneración y gozo, un estallido de belleza: ¡Cielo y tierra se encuentran reflejados en su mismo rostro humano, en los ojos que miran diciendo su palabra y esperando una respuesta! Por eso, no es preciso perderse en experiencias imaginarias de mundos exteriores. La expresión suprema de Dios es siempre el hombre: la belleza es el rostro que mira y admira, que ama y que llama, que pregunta y responde.

–‒ Surge así una estética del rostro (individualidad histórica y comunicación). Jesús no quiere conducirnos hacia mundos ideales de belleza eterna (lejos de la humanidad concreta), ni a experiencias “superiores” de inmersión cósmica. La belleza es el mismo ser humano, a quien Jesús ofrece su ayuda humanizadora (milagros), a quien abre un camino de experiencia y comunicación de amor concreto. ‒ Todo rostro humano es presencia de Dios. Por eso, allí donde se representa en su verdad y belleza concreta (no en evasión idealista), viene a revelarse el mismo ser divino. Por eso, el rostro en imagen (el iconos pintados de Jesús icono real) no puede sustituir nunca el rostro físico, histórico, de los hombres y mujeres concretos, es decir, el encuentro personal con él, a través de los hombres sus hermanos, en amor de belleza carnal (es decir, de palabra encarnado; cf. Jn 1, 14), que se concreta de un modo muy preciso en el gesto de ayuda a los más pobres (cf. Mt 25, 31-46).

‒ Pero no es un rostro para ser mirado y dejado en la montaña lejana o en la vitrina de una religión separada de la vida, sino para ser acogido y amado, en gesto diálogo. Reconocer a Dios en el rostro del otro es iniciar con él un camino de transformación y ayuda, de servicio mutuo.

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