Del miércoles ceniza (de los bombardeos) a las brasas de Emaús
Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
De la ceniza a las brasas de Emaús.
Existe una cierta mentalidad entre los católicos según la cual, comenzamos la cuaresma (o el adviento) como quien se apunta a un gimnasio para iniciar un ejercicio físico, y en el caso de los tiempos litúrgicos, para comenzar un ejercicio espiritual que -supuestamente- nos va a llevar a la conversión y a ser super santos.
Bien sabemos todos que la historia de nuestra conversión es la historia de nuestro fracaso, la prueba es nuestra propia persona. Siempre comenzando y siempre naufragando.
La conversión no es un esfuerzo titánico, un enorme voluntarismo, sino que la conversión es abrirnos al amor de Dios. San Pablo nos ha recordado en la segunda lectura de la carta a los Romanos que Por la fe del corazón llegamos a la justificación.
La cuaresma -la vida misma- es un largo camino por el que llegamos de la ceniza a las brasas de Emaús, a la vida, a las brasas del encuentro de Emaús. (Las brasas, por contraposición a la ceniza, son Emaús, son fuego, calor, encuentro, alimento, Eucaristía, Pascua, paz). Hay que llegar de las cenizas de la guerra a las brasas de Emaús
01.- Recordar…
Una buena actitud en la vida es guardar la memoria de nuestros mayores, nuestras tradiciones culturales, cristianas. Lo más importante que somos y tenemos lo hemos recibido: la vida, la acogida en la familia, en el pueblo, en esta Iglesia…
El primer texto de hoy (Deuteronomio) es la memoria histórica del pueblo de Israel. ¿Recordamos nuestra propia historia de salvación? Recordar es introducirnos en nuestra propia historia y, como creyentes, en nuestra historia de salvación.
02.- Mi Padre era un arameo errante…
Abraham (hacia el 1950 a.C.) era un arameo que iba con su gente, sus rebaños de aquí para allá en busca de pastos, como nuestros pastores bajan en invierno del Pirineo a las tierras bajas de Navarra.
Abraham no era un hombre errático como Nietzsche (siglo XIX) que nos condenó a deambular erráticamente de la zeca a la meca sin norte ni horizonte.
Abraham tenía la referencia del cielo, de las estrellas: mira las estrellas: allí está el cielo, Dios, el sentido, el horizonte… Como Abraham y su familia era nómada, caminante no tenían un templo fijo de piedra, ni tenían sacerdocio. Por eso le dijo Dios, mira las estrellas: esa es nuestra guía y nuestro horizonte.
¿Somos caminantes en la vida o, quizás, vivimos más bien instalados en nuestra ideología, en nuestro férreo esquema eclesiástico, en nuestra posición social?
03.- Egiptos y faraones.
Egipto es el símbolo de la esclavitud, Dominaciones y faraones esclavizantes los tenemos también hoy fuera y dentro de nuestra propia persona. Basta con que nos analicemos un poco a nosotros mismos y la situación bélica mundial que estamos viviendo.
Este año la ceniza es la que dejan los bombardeos que destruyen y queman Kiev, Ucrania…
04.- Desierto, Espíritu, cuarenta días / años.
La vida es un desierto (excepto en la postmodernidad en la que pretendemos vivir, que más bien en un oasis). Sin embargo la vida es caminar por el desierto. Eso es lo que significan los cuarenta días o cuarenta años: toda la vida. Cuarenta es un número simbólico lleno de significado:
- ü Cuarenta fueron los años que las tribus hebreas caminaron por el desierto para llegar a la tierra de promisión.
- ü Cuarenta fueron los días de lluvia “bautismal” del diluvio, que fueron necesarios para purificar la tierra.
- ü Cuarenta fueron los días que estuvo Moisés en el Sinaí para intuir a Dios.
- ü Cuarenta fueron los días que Jesús estuvo en el desierto.
- ü Cuarenta es toda la vida, “toda una vida”.
Llegar a la tierra de promisión, a la libertad, a la paz nos va a costar toda la vida.
El desierto de la vida lo podemos recorrer con buen espíritu, con buen tono: Jesús fue impulsado por el buen Espíritu. Pero también hay alimañas, dice una de las versiones de los sinópticos de las tentaciones de Jesús. Y una de tales alimañas es el “poder y la gloria”. Digamos que el diablo es una expresión de tales alimañas, que en el fondo se reducen al poder.
05.- Se trata de llegar, caminar a la tierra de promisión.
Los israelitas tienen como horizonte la tierra de promisión. Hemos de llegar a esa tierra de promisión. Hemos de caminar.
Abraham es un hombre nómada, Jesús no tiene dónde reclinar la cabeza.
– Machado escribía aquello de:
Caminante son tus huellas El camino nada más; caminante no hay camino se hace camino al andar…
Caminante, no hay camino sino estelas sobre el mar.
El camino nos habla de horizonte, de esperanza, de llegar a la casa del Padre.
– Nuestro domicilio es la Plaza universal de la pascua.
¡Ay de aquel y de nosotros si creemos que nuestra patria y domicilio es donde hemos nacido!
Nuestra meta es la Pascua: la vida, la solidaridad universal, una tierra ¿un cielo? donde todos podamos vivir en paz y libertad.
La vida, el desierto, es el camino hacia la meta, la Pascua.
Iniciemos con buen ánimo, espíritu, la cuaresma, el camino desierto de la vida, hacia la libertad y la tierra de promisión. Hay que llegar de las cenizas de la guerra a las brasas de Emaús.
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