¡Cuánto más felices seríais…!
Lc 6, 20-26
«Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios»
El mundo me dice que seré feliz si soy rico, si tengo poder o prestigio social, si no me dejo avasallar, si soy más listo que los demás para los negocios, si voy de diversión en diversión, si no me meto en líos, si no me insultan ni me persiguen…
Jesús, por el contrario, me propone un código de felicidad radicalmente distinto e inverosímil: ¿Quieres ser feliz…? —me dice—, pues confórmate con poco, comparte lo que tienes con los que no tienen, aprende a sufrir, di siempre la verdad, no seas violento, trabaja para que prevalezca la justicia, no trates de aprovecharte de nadie… y no te preocupes si te insultan y te persiguen por todo ello, pues a la larga serás mucho más feliz.
Y la pregunta es: ¿Creo en él? ¿Le creo a él? ¿Me fío de él? ¿Estoy dispuesto a vivir compartiendo, perdonando, sembrando la paz, trabajando por la justicia, actuando siempre con sinceridad y sin temor al sufrimiento? ¿Me lo juego todo apostando a unos criterios de locos; viviendo de acuerdo a unos valores tan estrafalarios como poco evidentes?…
Decir que sí, que me la juego, que cambio de vida, es tener fe en Jesús; lo demás será otra cosa. Creeré en Jesús si es él quien da sentido a mi vida; si es él quien manda en mis criterios y mis valores; si creo que son esos criterios los que pueden salvar el mundo del desastre y me comprometo con la tarea de hacerlo… Porque la fe no es un privilegio otorgado a unos y vedado a otros, sino el compromiso firme con un modo de vida, que no solo promete felicidad, sino que nos permite colaborar con Dios en la tarea de llevar su proyecto de salvación a buen fin…
Es difícil imaginar una tarea más apasionante que ésta, pero es preciso fiarse mucho de Jesús para abrazarla con fervor y llevarla hasta las últimas consecuencias. Nos entusiasma lo de Jesús, pero solo nos fiamos de él hasta el momento en que nos invita a salir de nuestra zona de confort. Un ejemplo es el texto de Lucas de hoy: «Dichosos los pobres», o ese otro de Marcos: «Vende cuanto tienes, dáselo a los pobres y sígueme», pero como somos ricos y nos asusta la pobreza (Jesús no habla de miseria), optamos por los criterios del mundo en lugar de por los suyos.
Y no dudamos de que es Jesús el que tiene razón; que el camino propuesto por él es el único que lleva a la felicidad (aunque Jesús no sea el único que lo propone), pero nos falta el coraje necesario para emprenderlo. Como dijo Jon Sobrino en una charla en Pamplona: «A eso es a lo que tenemos miedo; a ser felices a lo cristiano».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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