Santos…
Como buen judío, Jesús asume la exhortación a la santidad e introduce en ella a sus discípulos: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48). El término griego que utiliza Mateo para referirse a la perfección deriva del sustantivo télos, que significa «fin», tanto en el sentido de «conclusión o acabamiento» de algo como para designar el «horizonte o la finalidad» hacia donde tienden las cosas.
Desde esta perspectiva, la santidad considerada como perfección no implica necesariamente la consecución de un estado moral intachable y bien rematado sino, bien al contrario, la apertura sostenida de nuestra fragilidad hacia el horizonte de un amor siempre más grande que nosotros. El Padre celestial, a quien Jesús propone como imagen de perfección, no es un ser estático y cerrado en sí mismo; su amor fontal mana sin cesar hacia el Hijo y se desborda en el mundo con la infinita creatividad del Espíritu. (…)
(…) Estas páginas tratan de adentrarse en el perfil de ese hombre que aspiró a ser hermano universal, que orientó toda su existencia hacia el horizonte de la fraternidad y que al mismo tiempo experimentó ciertos límites y sombras que le impidieron ser y sentirse plenamente hermano de todos. Sin duda alguna, Carlos de Foucauld fue un auténtico hermano, un «hermano inacabado» que deseaba ser «hermano universal», un hermano cuya santidad alude menos al objetivo conquistado que a la humildad de un camino recomenzado muchas veces.
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Margarita Saldaña Mostajo.
El hermano inacabado. Carlos de Foucauld
Grupo de Comunicación Loyola, enero de 2021
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