“Epifanía es todo el año”, por Carmiña Navia Velasco.
El significado de la realidad de una epifanía, puede ser muy amplio. En la literatura, una escritora como Clarice Lispector, escribe muchos de sus cuentos alrededor de pequeñas o mayores epifanías que se cuelan en nuestros caminos cotidianos, transformando la vida o al menos llamando a esa transformación. El diccionario define la palabra como: manifestación, aparición o revelación… Manifestación, revelación ¿de qué o de quién? ¿Cómo ocurre, cuándo ocurre? ¿Ante quién se produce?
Si nos centramos en la fiesta que los cristianos denominamos como tal y que celebramos el 6 de Enero de cada año, pensamos que se trata de la manifestación que los magos de oriente experimentan de la Divinidad, ante el pequeño Niño del portal de Belén. La manifestación de la grandeza y lo trascendente en lo pequeño… la presencia de la Divinidad en la humanidad en su expresión más frágil.
¿Hacia dónde apuntan los símbolos de esta conmemoración, ya que sabemos que no se trata del “cumpleaños” de un hecho histórico ocurrido hace dos milenios? Esta leyenda, muy rica en contenidos, nos invita a mirar con ojos nuevos… con ojos de “magia” es decir de penetración, de apertura al misterio, de apertura a lo que nos trasciende o a veces no entendemos; nuestra vida y los carriles por los que ella transcurre. Y nos invita a recorrer caminos y a atravesar el mundo siguiendo esa mirada hasta descubrir lo que nos manifiesta, lo que nos revela, lo que nos muestra.
Y si de lo que se trata es de la manifestación de la Divinidad, para los y las creyentes, es necesario adquirir esos ojos y esa voluntad porque esa epifanía puede estar siempre, a lo largo del año y de la vida, escondida en un cruce del camino; escondida en el otro o la otra más próximos que muchas veces pueden ocultarse y difuminarse en la cotidianeidad.
Fuimos educados y educadas casi siempre en la expectación de un Dios extraordinario y maravilloso que al acercarse a la humanidad, lo haría rompiendo todas las leyes de la naturaleza… (Por ejemplo: tenía que nacer de una madre virgen, para no menoscabar su no contaminación con los humanos). Sin embargo, como nos lo dicen los místicos, la Divinidad habita en el fondo mismo de nuestra naturaleza, de nuestro ser más íntimo, en el centro más vulnerable de nuestro mundo:
No hay que comprender a Dios ni considerarlo como algo ajeno a mí… Alguna gente simple se imagina que deberían ver a Dios como si estuviera allí y ellos aquí. Pero esto no es así. Dios y yo somos uno. (Maestro Eckhart)
La Epifanía entonces depende de nuestra visión. La Energía y Presencia Divina, nos espera todo el año en cualquier curva del camino. De nosotros/as depende hacerla realidad y transformarnos cada día a partir de esa experiencia, de esa visión.
Carmiña Navia Velasco
Enero 2022
Fuente Fe Adulta
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