Comentarios desactivados en Navidad… hagamos Familia, vivamos “todas” las familias…
El Verbo se hizo hombre… se hizo clase…
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“En el vientre de María el Verbo se hizo hombre,
y en el taller de José, el Verbo se hizo clase...”
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Pedro Casaldáliga
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Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
–“Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.”
Él les contesto:
– “¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
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Lucas 2, 41-52
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Esta página de Lucas es la única en todo el evangelio en la que contemplamos a los tres miembros de la Sagrada Familia actuando como personas responsables y libres. En los episodios que preceden, Jesús es un niño, que no tiene aún ninguna autonomía; en las que siguen, José ha vuelto a la sombra -probablemente la sombra de la muerte- y no aparece más.
Y bien, en esta narración los tres personajes aparecen como “buscadores de Dios”. Son apasionados y angustiados buscadores de Dios María y José, que pensaban buscar un niño perdido mientras iban tras uno en el que reside corporalmente la plenitud de la divinidad, como dice san Pablo (cf. Col 2,9); uno que, desde la eternidad, es el Verbo, que en el principio estaba ¡unto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1); uno que es el Señor del cielo y de la tierra (Mt 28,18).
Es un buscador del Padre Jesús que, fascinado por el templo, no sabe marcharse: se queda nada menos que tres días, encantado, interrogando y escuchando insaciablemente a los rabinos que hablaban del Dios de Israel.
Es una verdad difícil de comprender para los hombres, pero el significado más auténtico y profundo de sus casas es el de ser lugares donde, en la dulzura de afectos serenos e intensos, se debe ante todo buscar a Dios, al Dios que es la sede eterna y la fuente originaria de todo amor.
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G. Biffi, Homilía sobre la Sagrada Familia
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Todas las Familias
El niño iba creciendo, lleno de sabiduría
(Lc 2, 22-40)
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La familia la hacen las personas que la forman, su capacidad de quererse, de amarse, de perdonarse, de reconciliarse, de estar abiertas a compartir la vida con otros familias. La familia está cambiando. Es normal. Pueden cambiar las formas de establecerse los vínculos entre las personas. Puede cambiar el hecho de que todos vivan en la misma casa o que vivan separados. Pero al final, hay un vínculo clave en la familia: el amor. Ése es el vínculo que mantiene y mantendrá viva a la familia. Ése fue el vínculo que Jesús aprendió a valorar en su familia. Allí descubrió que es más fuerte incluso que los lazos de la sangre. Por eso, luego, más tarde, habló de Dios como el Padre, el Abbá que reúne a todos sus hijos en torno a la mesa común. Y para que entendiésemos la relación que nos une a Dios nos dijo que éramos sus hijos y él nuestro Padre.
Hoy nos toca a nosotros asumir la realidad concreta de nuestras familias, con sus luces y sus sombras, y seguir partiendo de ellas para construir el reino, la gran familia de Dios. Es nuestra responsabilidad fortalecer todo lo que podamos el vínculo del amor, que rompe las barreras de la sangre, de la raza, etc. y nos une a todos en una única familia. Hoy, como a Jesús, nos toca a nosotros encarnarnos en nuestra realidad concreta y construir la familia de Dios aquí y ahora.
Comentarios desactivados en “Pautas para educar en la Fe en familia”. Sagrada Familia – C (Lucas 2,41-52)
Es mucho lo que se puede hacer. En primer lugar, preocuparse de que el hijo reciba una educación religiosa en el colegio y tome parte en la catequesis parroquial. Luego, seguir de cerca esa educación que está recibiendo fuera del hogar, conocerla y colaborar desde casa apoyando y estimulando al hijo. En el hogar, actuar sin complejos, sin esconder o disimular la propia fe. Esto es importante para los hijos.
Nuestra conducta transmite una imagen de Dios
A través de su conducta, sin darse cuenta, transmiten una imagen de Dios a sus hijos. La experiencia de unos padres autoritarios y controladores va transmitiendo la imagen de un Dios legislador, juez vigilante y castigador. La experiencia de unos padres despreocupados y permisivos, ajenos a los hijos, va transmitiendo la sensación de un Dios indiferente hacia todo lo nuestro, un Dios como inexistente. Pero si los hijos viven con sus padres una relación de confianza, comunicación y comprensión, la imagen de un Dios Padre se va interiorizando de una manera positiva y enriquecedora en sus conciencias.
En la educación en la fe, lo decisivo es el ejemplo
Que los hijos puedan encontrar en su propio hogar «modelos de identificación», que no les sea difícil saber como quién deberían comportarse para vivir su fe de manera sana, gozosa y responsable. Solo desde una vida coherente con la fe se puede hablar a los hijos con autoridad. Este testimonio de vida cristiana es particularmente importante en el momento en que los hijos, ya adolescentes o jóvenes, van encontrando en su mundo otros modelos de identificación y otras claves para entender y vivir la vida.
No todas las actuaciones de los padres garantizan una educación sana de la fe
No basta, por ejemplo, crear hábitos de cualquier manera, repetir gestos mecánicamente, obligar a ciertas conductas, imponer la imitación… Solo se interioriza lo que se experimenta como bueno. Se aprende a creer en Dios cuando, a nuestra manera, tenemos la experiencia de un Dios bueno. La fe se aprende viviéndola gozosamente. Por eso educan en una fe sana los padres que viven su fe compartiéndola gozosamente con sus hijos.
José Antonio Pagola, Dejar entrar en casa a Jesús PPC, Madrid 2018, 79-80
Comentarios desactivados en “Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros”. Domingo 26 de diciembre de 2021. Sagrada Familia
Leído en Koinonia:
Eclesiástico 3, 2-6. 12-14: El que teme al Señor honra a sus padres. Salmo responsorial: 127, 1-2. 3. 4-5: Dichosos los que temen al Señor. Colosenses 3, 12-21: La vida de familia vivida en el Señor. Lucas 2, 41-52: Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros
Celebramos hoy la fiesta de la Sagrada Familia. Los textos de la liturgia hacen referencia a temas familiares. En la primera lectura, tomada del libro del Eclesiástico, escuchamos los consejos que un hombre, Ben Sirac, que vivió varios siglos antes de Jesucristo, da a sus hijos. El respeto y la veneración de éstos hacia sus padres es cosa agradable a los ojos de Dios, que éste no dejará sin recompensa. Los hijos que veneren a sus padres serán venerados a su vez por sus propios hijos. Todos estos consejos, aún conservando hoy plena validez, parecen insuficientes, puesto que están dados desde una mentalidad estrictamente rural, en donde otros aspectos de la vida familiar no son tenidos en cuenta. No sólo importa hablar hoy del respeto que los hijos deber a los padres, sino de la actitud de éstos con relación a los hijos. Esta insuficiencia resulta particularmente notable en momentos como los actuales, cuando la familia tiene planteados problemas de pérdida de sus funciones.
Desde una perspectiva cristiana, la familia continúa teniendo una función insustituible: ser una comunidad de amor en donde los que la integran puedan abrirse a los demás con una total sinceridad y confianza. Dejando aparte los consejos que en último lugar da San Pablo, y que son puramente circunstanciales y muy ligados a las costumbres y mentalidad de la época, la exhortación a la mansedumbre, a la paciencia, al perdón y, sobre todo, al amor, es algo realmente básico para la familia de nuestro tiempo.
El evangelio de Lucas en el que se nos cuenta la pérdida del niño Jesús en el Templo, fue escrito probablemente unos cincuenta años después de este suceso. Doce años es, aproximadamente, la época en que los niños comienzan a sentirse independientes. Para Lucas, esta primera subida de Jesús a Jerusalén es el presagio de su subida pascual y por ello, estos acontecimientos hay que leerlos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.
La sabiduría de Cristo ha consistido para Lc en entregarse desde su joven edad “a su Padre”, sin que esto quiera decir que supiera ya adónde le llevaría esa entrega. Pero en ella va incluida ciertamente la decisión de anteponer su cumplimiento a toda otra consideración. Sus padres no tienen aún esa sabiduría. María parece que llega a presentirla. Pero, de todas formas, respetan ya en su hijo una vocación que trasciende el medio familiar. Y esto es algo muy valioso para cada una de nuestras familias. La educación de los hijos tiene que comenzar por una actitud de sincero respeto. Si no, es imposible que surja la compresión y el amor.
Pablo da algunos consejos para la convivencia con otros. Se requiere humildad, acogida mutua, paciencia. Y si fuese necesario, perdonar. Así procede Dios con nosotros. Su actitud debe ser el modelo de la nuestra (v.12-13). Pero, “por encima de todo”, está el amor, de Él tenemos que revestirnos, dice Pablo empleando una metáfora frecuente en sus cartas (v.14). De este modo “la paz de Cristo” presidirá en nuestros corazones (v.15).
Si el amor es el vínculo que une a las personas, la paz se irá construyendo en un proceso, los desencuentros irán desapareciendo (los enfrentamientos también) y las relaciones se harán cada vez más trasparentes. En el marco de la familia humana, esos lazos son detallados en el texto del Eclesiástico (3,3-17).
Lucas nos presenta a la familia de Jesús cumpliendo sus deberes religiosos (vv. 41-42). El niño desconcierta a sus padres quedándose por su cuenta en la ciudad de Jerusalén. A los tres días, un lapso de tiempo cargado de significación simbólica, lo encuentran. Sigue un diálogo difícil, suena a desencuentro; comienza con un reproche: “¿Por qué nos has hecho esto?”. La pregunta surge de la angustia experimentada (v. 48). La respuesta sorprende: “¿Por qué me buscaban?” (v. 49), sorprende porque la razón parece obvia. Pero el segundo interrogante apunta lejos: “¿No sabían que yo debía estar en las cosas de mi Padre?”. María y José no comprendieron estas palabras de inmediato, estaban aprendiendo (v.50).
La fe, la confianza, suponen siempre un itinerario. En cuanto creyentes, María y José maduran su fe en medio de perplejidades, angustias y gozos. Las cosas se harán paulatinamente más claras. Lucas hace notar que María “conservaba todas las cosas en su corazón” (v. 51). La meditación de María le permite profundizar en el sentido de la misión de Jesús. Su particular cercanía a él no la exime del proceso, por momentos difícil, que lleva a la comprensión de los designios de Dios. Ella es como primera discípula, la primera evangelizada por Jesús.
No es fácil entender los planes de Dios. Ni siquiera María “entiende”. Pero hay tres exigencias fundamentales para entrar en comunión con Dios: 1) Buscarlo (José y María “se pusieron a buscarlo”); 2) Creer en Él (María es “la que ha creído”); y 3) Meditar la Palabra de Dios (“María conservaba esto en su corazón”). Leer más…
Comentarios desactivados en 26.12.21 Sagrada Familia. El Niño perdido y (no) hallado en el templo
Del blog de Xabier Pikaza:
De manera muy significativa y paradójica, Lucas ha escrito el bellísimo evangelio de este día (Lc 2, 41-52) para enseñarnos tres cosas:
Jesús niño se ha “perdido” en el templo, en sentido radical, como niño piadoso. Sus padres le han llevado allí a los 12 años, pero él ha descubierto que aquel no era su lugar. Ha ido al templo para “discutir como adolescente con los doctores “sabios”, para rebatirles. No ha seguido allí,les ha dejado solos con sus ritos y sus discusiones.
Jesús reconoce que se ha perdido, que ha buscado en el templo las cosas de su “Padre”, pero que no las ha encontrado. Por eso vuelve con sus padres (María y José), no se queda en el templo (como si fuera su seminario, a los 12 años, como hizo un poco más tarde en gran sabi y vanidoso judío llamado Josefo). Por eso deja ese “seminario” y vuelve a su casa del pueblo, Nazaret, para seguir aprendiendo con su familia y con su gente. Su escuela no será el templo, sino el hobar y, de un modo especial, el trabajo (artesano, obrero de la construcción), con los pobres de la tierra; y alli, no en el templo, va creciendo en edad sabiduría y humaniad. No permanece en la “escuela elitista” del templo-iglesia, sino que aprende y enseña después la universidad de la gente, de la calle.
Jesús descubrirá así que su familia son los hombres y mujeres del ancho mundo, en especial los pobres y trabajadores, los enfermos y excluidos… Por eso, según los evangelios sinópticos, Jesús no volverá al templo hasta el final de su vida, para decir a los sacerdotes que su escuela se ha vuelto una cueva de bandidos. Así lo indicaré partiendo de dos libros que cito al final de esta postal. Buen día navideño a todos.
| X. Pikaza
La iglesia celebra este domingo después de Navidad la fiesta de la Sagrada Familia, la Familia de Dios, que está formada por todos los hombresy, de un modo especial, por los más necesitados (los hambrientos, desnudos, extranjeros, enfermos, encarcelados), a quienes Mt 25, 31-46 presenta como hermanos de Jesús.
Éste es el día de la familia humana de Jesús, niño nacido en un mundo en riesgo, niño que crece, que se independieza, que tiene hermanos. Aquí no vamos a presentar el tema entero, sino que nos limitamos a comentar el evangelio de este domindo de Navidad, que nos habla del Niño perdido en el templo.
Desde ese fondo compararemos esta escena de la infancia de Jesús según san Lucas con otro da la autobiografía de Flavio Josefo. A modo de conclusión presentaremos algunas reflexiones sobre Santiago, el hermano de Jesús, su familiar más conocido.
1. El niño Perdido en el templo
La tradición que está al fondo de Lc 1–2 ha situado a Jesús en un contexto de piedad sagrada israelita. Así aparece no sólo en los relatos de la “purificación y presentación” del niño en el templo (Lc 2, 21-40), sino, de un modo especial, en la historia edificante del “niño perdido y hallado en el templo” (Lc 2, 42-50; cf. 1 Sam 2-3).En ella se supone que Jesús conocía las tradiciones de Israel y era capaz de dialogar con los sabios, prdiéndose en el templo:
El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él. Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.” Él les dijo: “Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?”. Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio. Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos (Lc 2, 40-51).
La escena, construida de forma simbólica, destaca la piedad de los padres y la sabiduría de Jesús,muchacho sabio, dialogando con los maestros de Jerusalén. Esa historia parece indicar que sabía cosas que no se aprenden, sin más, por tradición de escuela, sino que las conocía por tradición familiar y meditación interior (cf. Lc 2, 40). Jesús aparece así como “niño prodigio” o, quizá mejor, como adolescente sabio que, a los doce años, en el momento en que un judío se vuelve responsable de sí mismo, obligado a cumplir los preceptos de la Ley, dialoga con los sabios del templo de Jerusalén. Así aparece como un “bar” o “ben” “mitzvah”, un “hijo de los mandamientos”.
Los niños judíos actuales celebran esa fiesta de mayoría de edad a los trece años. No se sabe cómo y cuándo se celebraba exactamente en tiempos de Jesús, pero es claro que Lucas quiere evocar un tipo de celebración donde Jesús aparece, en su mayoría de edad, como alguien que puede responder y responde de sí mismo, como un “niño sabio” que permanece por unos días en Jerusalén (en la casa de su Padre Dios), para volver, sin embargo, con sus padres a Nazaret, creciendo así en sabiduría de las cosas de Dios. Sobr el trasfondo del tema: N. Krückemeier, Der zwölfjährige Jesus im Tempel (Lk 2.40-52) und die biografische Literatur der hellenistischen Antike, NTS 50 (2004) 307-319.
2. Comparación con F. Josefo.
Una anécdota como la anterior, donde Jesús adolescente dialoga con los maestros del templo, aparece en la autobiografía de F. Josefo, historiador judío algo más joven, que se describe a sí mismo como un auténtico niño prodigio:
Yo fui educado con un hermano mío, llamado Matías, hijos los dos del mismo padre y de la misma madre; progresaba mucho en la instrucción, destacaba por mi memoria e inteligencia; y cuando apenas había salido de la infancia, hacia los catorce años, todos me valoraban por mi afición a las letras, pues continuamente acudían los sumos sacerdotes y las autoridades de la ciudad para conocer mi opinión sobre algún punto de nuestras leyes que requiriera mayor precisión (Autobiografía II, 8-9).
Josefo aparece de manera mucho más pretenciosa que Jesús, pues no sólo dialoga (pregunta y responde), sino que enseña, de manera que a los catorce años actúa como “maestro de los maestros de la ley”. Hay además una diferencia esencial:
Josefo pertenece a una de las familias sacerdotales ricas de Jerusalén, de manera que no tiene más obligación ni tarea que estudiar.
Jesús, en cambio, como pondremos de relieve, pertenece a una familia de “campesinos obreros”, de manera que su ocupación directa es el trabajo, no el estudio.
Por otra parte, Josefo pudo seguir su etapa de “formación teórica” hasta los dieciséis años, para completarla con una educación práctica, pero no en el trabajo material, como Jesús, sino en la forma de vida de cada una de las tres “sectas” o filosofías (tendencias vitales) del judaísmo de su tiempo (fariseos, saduceos y esenios), para hacerse finalmente discípulo de Bano, un bautista anacoreta, culminando su formación a los diecinueve años (Aut II, 10-12). Josefo era un “buscador curioso”; hoy diríamos un “burgués del pensamiento”.Tenía la vida asegurada, en plano económico y social. Por eso podía dedicarse al lujo de estudiar y experimentar en los diversos caminos de la educación judía, sin implicarse totalmente en nada de aquello que hacía.
Jesús, en cambio, será un “buscador vital”, alguien que explora en la vida de trabaja y sufrimiento de la gente de su entorno. No ha podido dedicarse a recorrer las diversas “sectas” o filosofía, pues no tiene tiempo ni medios para ellos; no puede estudiar en con medios caros, ni dedicarse a la administración pública, ni viajar a Roma como “embajador” de unos sacerdotes, para ser recibido por la gran Popea, mujer del César (de Nerón) (Ibid III, 13-16). Él tendrá que estudiar y aprender en la escuela más realista y exigente: la escuela de la vida y del trabajo, que le pone en contacto con la vida real, como seguiremos viendo.
Lo que distinguirá a Jesús no es el estudio y conocimiento teórico de la Escritura, pues en su tiempo había muchos rabinos o estudiosos como Josefo (o como Hilel y Filón, ya citados) que la conocían de un modo más preciso, de manera que podían comentarla siguiendo las leyes de la exégesis entonces normativa. Pues bien, sin ser especialista, hombre de estudio (¡y precisamente por no serlo!), Jesús ha sido y sigue siendo para los cristianos aquel que mejor ha conocido y explicado la Escritura, desde la experiencia de su vida.
Hay un tipo de escuela que enseña a ignorar, como suponen las discusiones de Jesús con los escribas o letrados, que conocen la “letra” de la Ley, pero no su vida interna. Precisamente para llegar hasta el fondo de esa vida de la Escritura, Jesús ha tenido que salir del círculo de letrados y sacerdotes (de la escuela y templo), entrando en el mundo real de la vida y trabajo de los pobres y expulsados de Galilea. Desde ellos y con ellos (para ellos) ha conocido la Escritura.
Por eso, cuando Lucas acaba diciendo que el Jesús adolescente de doce años dejó el templo y fue con sus padres, estando sometido a ellos, está suponiendo, al menos implícitamente, que asumió la vida de trabajo de su familia.Leer más…
En una fiesta de la Sagrada Familia, esperamos que las lecturas nos animen a vivir nuestra vida familiar. Y así ocurre con las dos primeras.
Lectura del libro del Eclesiástico 3, 2-6. 12-14
El libro del Eclesiástico insiste en el respeto que debe tener el hijo a su padre y a su madre; en una época en la que no existía la Seguridad Social, “honrar padre y madre”implicaba también la ayuda económica a los progenitores. Pero no se trata sólo de eso; hay también que soportar sus fallos con cariño, “aunque chocheen”.
Dios hace al padre más respetable que a los hijos y afirma la autoridad de la madre sobre su prole. El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros; el que honra a su padre se alegrará de sus hijos y, cuando rece, será escuchado; el que respeta a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo escucha. Hijo mío, sé constante en honrar a tu padre, no lo abandones mientras vivas; aunque chochee, ten indulgencia, no lo abochornes mientras vivas. La limosna del padre no se olvidará, será tenida en cuenta para pagar tus pecados.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 12-21
La sección final de la carta a los Colosenses exhorta a vivir como cristianos, insistiendo en la bondad, el perdón, la paz, el agradecimiento a Dios. Después de estos consejos, añade una serie de advertencias dirigidas a las esposas, los maridos, los hijos, los padres, los esclavos y los señores. Las cuatro primeras han sido elegidas para esta fiesta de la Sagrada Familia. Pueden resultar extrañas por su carácter exigente, como si las relaciones familiares en Colosas dejaran bastante que desear. Pero estos consejos forman parte de la cultura de la época, muy influida por la filosofía estoica. Con una notable diferencia en nuestro caso: mientras los estoicos enfocaban estas virtudes desde un punto de vista humano, la carta adopta un enfoque cristiano. Hay que obrar de este modo “como conviene en el Señor” y “porque eso le gusta al Señor”. Cristo es el punto de referencia para el comportamiento en la familia cristiana. Precisamente este enfoque permite adaptar la advertencia dirigida a la mujer a nuevas circunstancias. Hoy día no se le puede pedir que viva bajo la autoridad del marido “como conviene en el Señor”. Pero todos los miembros de la familia deben plantearse cuál es la forma de vida que “conviene en el Señor” y la que más le agrada.
Hermanos: Como elegidos de Dios, santos y amados, vestíos de la misericordia entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo. Y sed agradecidos. La palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; corregíos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Mujeres, vivid bajo la autoridad de vuestros maridos, como conviene en el Señor.
Maridos, amad a vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas.
Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, que eso le gusta al Señor.
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, no sea que pierdan los ánimos.
¿Un evangelio impropio?
Después de los consejos anteriores, que animan a obedecer y respetar a los padres, lo que menos podíamos esperar es un evangelio en el que Jesús parece ofrecer un pésimo ejemplo de falta de respeto.
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba. Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
− Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.
Él les contestó:
− ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.
No sólo el hecho de quedarse en el templo sin avisar, sino también la respuesta tan chulesca que da a María, le habrían merecido una bofetada en cualquier cultura anterior a la nuestra. Mal ejemplo para una fiesta de la familia. ¿Qué quiere decirnos Lucas con este extraño episodio que solo cuenta él?
Lo que quiere decir a María y de María
En el relato inmediatamente anterior se ha contado que Simeón, al tener a Jesús niño en sus brazos, además de hablar de su futuro anunció a María que una espada le atravesaría el alma. Jesús no iba a ser para ella puro motivo de alegría, sino también de angustia y preocupación. Saltando por alto doce años, la visita al templo le sirve a Lucas para ejemplificar esa espada que atravesaría a María durante toda su vida: sufrimiento y desconcierto (porque, aunque Jesús se explique, “ellos no comprendieron lo que quería decir”). Cuando hablamos de los sufrimientos de María, de sus “dolores”, pensamos casi siempre en la pasión y muerte de Jesús. Sin embargo, Jesús hizo sufrir a María toda su vida, no solo al final. La hizo sufrir con su actividad y sus palabras, que suscitaban la oposición y el rechazo de mucha gente y que terminarían provocando su muerte.
Lo que quiere decir de Jesús
¿Qué pensaba Jesús de sí mismo? ¿Era simplemente un buen israelita que, un día, acudió a que Juan lo bautizara y después tuvo la experiencia de que Dios le hablaba y le encomendaba una misión, como parece sugerir el comienzo del evangelio de Marcos? Lucas quiere corregir esta imagen. La estrechísima relación de Jesús con Dios no empieza en el bautismo, se da desde siempre.
Este episodio se comprende mucho mejor si se recuerda la historia del profeta Samuel. Consagrado por su madre al templo, ha pasado toda su vida junto al sacerdote Elí. Hasta que, a los doce años (según Flavio Josefo), una noche Dios lo llama: “Samuel, Samuel”. Naturalmente, no puede imaginar que Dios lo llame y va corriendo junto al sacerdote Elí. Este le dice que no lo ha llamado, que vuelva a acostarse. Pero la escena se repite al pie de la letra, y el narrador se siente obligado a comentar: “Samuel no conocía todavía a Yahvé”. Lleva doce años en el templo, viviendo con el sumo sacerdote, asistiendo al culto, pero “no conocía todavía a Yahvé”. Jesús, en cambio, a los doce años, sabe perfectamente cuál es su relación con él: “¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?” Dios es su Padre, y ese conocimiento se lo ha comunicado ya a José y María con anterioridad. Estas palabras contrastan no solo con la ignorancia de Samuel sino también con lo que le ha dicho María: “Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.” Para Jesús, su único Padre es Dios. Y su misión la ha recibido mucho antes del bautismo.
Lucas, tan buen conocedor de la Escrituras, cuando dice que Jesús asombraba a todos los maestros con su sabiduría, es posible que esté aludiendo al Salmo 119: “Soy más docto que todos mis maestros porque medito tus preceptos. Soy más sagaz que los ancianos porque observo tus decretos” (vv.99-100). Aunque Jesús no pondrá nunca el acento en la letra de los preceptos y decretos, sino en la entrega plena a la voluntad de su Padre.
María y nosotros
Lucas tiene especial interés en presentar a María como modelo del cristiano. Con pocas palabras (“He aquí la esclava del Señor”), con el silencio (como en el caso de los pastores y de Simeón) y, sobre todo, con su actitud de reflexionar y meditar todo lo que se relaciona con Jesús. María no es tan lista como los teólogos, y mucho menos que los obispos y papas. Ella no entiende muchas cosas. Jesús la desconcierta. Pero conoce el gran remedio para el desconcierto: la oración. Cuando estamos a punto de recomenzar el contacto con la actividad de Jesús, es muy bueno acordarnos de ella e intentar imitarla.
María, como madre y como mujer de fe se nos pone hoy de ejemplo. Tras haber perdido a Jesús en Jerusalén, tras días de gran angustia familiar, no comprendiendo los comentarios de su hijo, se nos presenta a María orante, contemplativa, serena, posando lo que vive, lo que duda, sus alegrías y sus miedos, en el corazón. No es tanto el “espacio” de las emociones como lo profundo de la persona.
María irá comprendiendo con el paso de los años que su hijo no será como ella pensaba (ningún hijo ni hija lo somos). Es una parte del Evangelio que da lugar a volar con la imaginación a la vida oculta de Cristo, a esas conversaciones con sus padres, momentos en los que la rutina lo invadía todo…
En este tiempo en que vivimos nos resulta extraño este “conservar las cosas en lo íntimo del corazón”. Podemos preguntarnos: ¿y no lo compartía? Hoy que subimos fotos a facebook o las compartimos por whatsapp… Nuestra gente cercana sabe enseguida dónde hemos cenado, qué nos hemos comprado o a dónde hemos viajado… ¿Compartimos con la misma facilidad nuestros deseos, nuestros anhelos, cómo Dios va actuando en lo cotidiano de nuestra vida? Creo que no, que hay cosas que necesitamos guardar en lo profundo de nosotras mismas, allí donde no tenemos una imagen que mantener, donde somos realmente libres.
María nos enseña a vivir en Dios. Por cierto, en cada Eucaristía lo decimos: “por Cristo, con Él y en Él”. Se nos invita a abandonar ese vivir hacia fuera, pensando en qué van a opinar las demás personas sobre nosotras… Solo tras dejar en lo más íntimo de nuestro ser lo que nos va ocurriendo, podremos ser hombres y mujeres entregadas al servicio de la humanidad.
Oración
Trinidad Santa, ayúdanos a vivir en ti, y a guardar lo que vamos viviendo en lo íntimo de nuestro ser.
Comentarios desactivados en El evangelio no sacraliza ningún modelo de familia.
LA FAMILIA DE NAZARET (C)
Lc 2,41-52
Solo si conocemos lo que era la familia en tiempo de Jesús, estaremos en condiciones de comprender lo que nos dice el evangelio. En aquel tiempo no existía la familia nuclear, formada por el padre la madre y los hijos. En su lugar encontramos el clan o familia patriarcal. El control absoluto pertenecía al varón más anciano. Todos los demás miembros: hijos, hermanos, tíos, primos, esclavos formaban una unidad sociológica. Este modelo ha persistido en toda el área mediterránea durante milenios. La esposa entraba a formar parte de la familia del varón, olvidándose de la suya propia.
Todos los miembros de la familia formaban una unidad de producción y de consumo. Pero la riqueza básica del clan era el honor. Sus miembros estaban obligados a mantenerlo por encima de todo. No era solo una cuestión social sino también económica. Las relaciones económicas eran inconcebibles al margen de la honorabilidad y el prestigio. Era vital para el clan que ningún miembro se desmandara y malograra el bienestar de toda la familia. Esto no quiere decir que no tuvieran los esposos relaciones especiales entre ellos y con los hijos. Incluso podían tener su casa propia, pero nunca gozaban de independencia.
Esta perspectiva nos permite comprender mejor algunos episodios de los evangelios. El que acabamos de leer es un ejemplo. Desde la idea de una familia formada por José, María y Jesús, es incomprensible que se volvieran de Jerusalén sin darse cuenta de que faltaba Jesús. Si todo el clan (treinta – cincuenta personas) sube a Jerusalén como familia, los varones irían juntos, las mujeres también y los jóvenes andarían por su lado, sin preocuparse demasiado los unos de los otros, porque la seguridad la daba el grupo.
Otros pasajes que se explican mejor desde esta perspectiva: (Mc 3, 20-21) “Al enterarse ‘los suyos’ se pusieron en camino para echarle mano, pues decían que había perdido el juicio”. Lo que pretendía su familia era evitar una catástrofe para él y para todo el clan. El tiempo les dio la razón. Más adelante (Mc 3, 31-34): “Una mujer dice a Jesús: tu madre y tus hermanos están fuera. Él contestó: Y ¿quiénes son mi madre y mis hermanos? Se nos está diciendo que para llevar a cabo su obra, Jesús tuvo que romper con su clan, lo cual no supone que rompiera con sus padres. Este episodio lo recoge también Mateo y Lucas.
Hay otro aspecto que también se explica mejor desde este contexto. La costumbre de casarse muy jóvenes (las mujeres a los 12 -13 años y los hombres a los 13-14). Era vital adelantar la boda, porque la media de edad era unos treinta y tantos años y a los cuarenta eran ya ancianos. En el ambiente que tenían que vivir, no era tan grave la inexperiencia de los recién casados, porque seguían bajo la tutela que daba el clan. También la responsabilidad de criar y educar a los hijos era tarea colectiva, sobre todo de las mujeres.
Jesús no se sometió a ese control porque le hubiera impedido desarrollar su misión. Fijaros el ridículo que hacemos cuando, en nombre de Jesús, predicamos una obediencia ciega, es decir irracional, a personas o instituciones. Cuando creemos que el signo de una gran espiritualidad es someter la voluntad a otra persona, dejamos de ser nosotros mismos. La explicación que acabo de dar pretende armonizar la responsabilidad de Jesús con su misión y el cariño entrañable que tuvo que sentir, sobre todo por su madre.
El relato evangélico que acabamos de leer está escrito ochenta años después de los hechos; por lo tanto no tiene garantías de historicidad. Sin embargo es muy rico en enseñanzas teológicas. No hay nada de sobrenatural ni de extraordinario en lo narrado. Se trata de un episodio que revela un Jesús que empieza a tomar contacto con la realidad desde su propia perspectiva. Justo a los doce años se empezaban a considerar personas, a tomar sus propias decisiones y a ser responsables de sus propios actos.
Sentado en medio de los doctores. Los doctores no tienen ningún inconveniente en admitirle en el “foro de debate”. Tiene ya su propio criterio y lo manifiesta. Lucas prepara lo que va a significar la vida pública, adelantando una postura que no es de niño. Sus padres no lo comprendían. La verdad es que fue, para todos los que le conocieron incomprensible. Siguió bajo su autoridad, pero ya ha dejado claro que su misión va más allá de los intereses del clan. La última referencia es un fuerte aldabonazo. Dice el texto: Jesús crecía en estatura en sabiduría y en gracia ante Dios y los hombres.
Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte. Lo importante no es la clase de institución familiar en que vivimos, sino los valores humanos que desarrollamos. Jesús predicó lo que vivió. Si predicó la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para los seres humanos. El ser humano nace como proyecto que tiene que desarrollarse con la ayuda de los demás.
No debemos sacralizar ninguna institución. Las instituciones tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Con frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos. No son las instituciones las culpables sino algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para defender sus propios intereses. No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano.
La familia sigue siendo hoy el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no solo durante los años de la niñez o juventud, sino durante todas las etapas de nuestra vida. El ser humano solo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco ideal para esas relaciones profundamente humanas. Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo. En cada una de esas situaciones, la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana. Los lazos de sangre o de amor natural debían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio.
En ninguna parte del NT se propone un modelo de familia, sencillamente porque no se cuestiona el existente en aquel tiempo. Proponer un único modelo de familia como cristiano es pura ideología. Si dos hermanos viven con uno de los padres forman una familia, cuando muere el padre, ¿dejan de ser una familia? Y si son dos personas que se quieren y deciden vivir juntas, ¿no son una familia? Jesús no defendió instituciones, sino a las personas que la forman. En cualquier modelo de familia lo importante es el amor, que Jesús predicó y que debemos desarrollar en cualquier circunstancia que la vida.
Meditación-Contemplación
Piensa: ¿Qué sería yo sin los demás?
Nada, absolutamente nada, ni siquiera mi existencia sería posible.
Si los que te rodean han hecho posible que tú seas,
¿es mucho pedir, que tú ayudes a los demás a ser?
Deja que todos encuentren en ti un apoyo para seguir viviendo;
es la única manera de vivir tú humanamente.
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Domingo después de Navidad, ciclo C
(Lc 2, 41-52) Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad
En tiempos de Jesús la familia patriarcal o clan estaba formada por los padres, abuelos, hermanos, primos, tíos, esclavos. La autoridad principal la ostentaba el varón de mayor edad. Este modelo ha estado vigente en la zona mediterránea durante siglos. La categoría que cohesionaba a todos los miembros era el honor, la honra y se comprometían a mantenerlo a toda costa. Era una cuestión social y económica de vital importancia para preservar la seguridad y el bienestar familiar.
Todo esto nos ayuda a interpretar adecuadamente algunos pasajes de los evangelios como el de hoy. Aunque es poco probable que sea un relato histórico, ya que está escrito mucho después, contiene un significado teológico enorme.
Lucas nos dice que el clan familiar de Jesús solía ir a Jerusalén por las fiestas de Pascua, es decir, un grupo numeroso de treinta, cuarenta o más personas; probablemente los hombres se juntarían, también las mujeres, y los más jóvenes irían de acá para allá sin preocuparse demasiado unos de otros. Era una familia absolutamente normal. Es, además, una experiencia que se ha vivido en muchos pueblos en las fiestas patronales.
Jesús ha cumplido doce años, un número simbólico de madurez que encontramos en otros pasajes de los evangelios. Señala un grado de adultez y conocimiento que poco tiene que ver con la imagen ingenua de un Jesús tierno y dócil. Es la edad en que se toma contacto con la realidad, se amplía el entorno del círculo familiar, se comienza a tomar decisiones, a ser responsable de sus propios actos.
La curiosidad de Jesús, o quizá, la intuición del vínculo con su yo interior, le hace acercarse al Templo, centro de la ciudad y del saber religioso de los judíos. Pero centro también, de un proceso que ya está gestándose y desarrollándose en su interior. Y opta por quedarse entre los maestros escuchándoles y preguntándoles. Su interés manifiesta ya un criterio propio y cierta autonomía. Jesús deja claro que su misión va más allá de los intereses de su familia y de lo que dictan las normas sociales. De hecho, no se incorpora a la caravana de regreso a Nazaret. El niño ha salido respondón.
Lucas va preparando el significado de la vida pública de Jesús. Es ahí en el hondón del corazón, en lo oculto e íntimo donde se descubre la naturaleza esencial de la persona entre el ser humano y la Divinidad, que llamamos Unidad (Cf. Hch 17,28). Todo lo demás, es la trama de la vida con sus necesidades, anhelos, intereses, condicionamientos o distracciones. Jesús elige entrar en el corazón de “su templo” y ponerse a la escucha de la Palabra.
La búsqueda de María y José entre parientes y conocidos no da el resultado esperado y deciden volver a Jerusalén. Es una forma de decir que en esa parada interior de “tres días” descubres en el fondo de tu Ser, en la intimidad del corazón, esa chispa de Luz divina que te habita y te acompaña hasta el momento del encuentro definitivo con Dios. Más que una fecha precisa indica un breve lapso de tiempo en el cual has dado la adhesión a Jesús. Ese viaje existencial hace que el alma “progrese en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres”.
Jesús, finalmente, regresa con sus padres a Nazaret. Al igual que nosotros, tras haber experimentado la presencia del Espíritu en la interioridad del corazón, se incorpora a la vida cotidiana con todas sus posibilidades, capacidades y fortalezas. Es la vida insertada en un espacio y tiempo concreto. Se trata de saber conjugar su libertad esencial, esto es, hacer la voluntad del Padre y, al tiempo, vivir las relaciones humanas que vamos tejiendo con un corazón sencillo y alegre. Lucas lo expresa diciendo que “Jesús siguió bajo su autoridad”.
El evangelio no idealiza ni consagra ningún tipo de familia en especial. La de Jesús, tan diferente a la del mundo moderno, es bastante atípica. De hecho Mateo comienza su evangelio con la genealogía de Jesús, con una historia de infancia. Algo no cuadraba. Jesús es para él el término hacia el que miran el anuncio profético y el cumplimiento. Las credenciales de Jesús están en la Escritura que se cumple en él.
La familia sigue siendo el marco indispensable para el desarrollo de la persona en todas sus dimensiones. Es ahí donde adquiere el aprendizaje necesario para crecer y establecer relaciones humanas a lo largo de toda su vida. En cualquier modelo de familia lo esencial es el amor, que Jesús predicó poniendo a la persona en el centro por encima de convencionalismos sociales o culturales. Los lazos de sangre y las relaciones que vamos estableciendo nos ayudan a salir de nosotros mismos, de nuestros egos, para construir fraternidad, tolerancia, respeto, humildad, entrega, servicio. Eso es lo que nos acerca a la plenitud humana. ¿Es la familia, hoy, cualquiera que sea el modelo, germen y sostén de vínculos solidarios, educadora de compromisos frente al relativismo e individualismo que impera en la sociedad y continuadora de la vivencia de la fe? ¿Es la pedagogía de la Iglesia acorde con los tiempos que estamos viviendo?
Finalmente se nos dice que María lo guardaba todo en su corazón. Ella recuerda las palabras del ángel en la Anunciación: “será grande, santo, Altísimo…” que parecen no coincidir con la pobreza y el desamparo del alumbramiento en la soledad de una cueva. Una Novedad que irrumpe frente a todas las grandezas que escuchó sobre Dios. Un Dios que se presenta casi siempre de incógnito, sin artificios ni relumbrones. María necesitó meditar ese misterio y nos invita a vivir en alerta permanente para descubrir la novedad del Dios-con-nosotros hasta que la fe nos haga capaces de integrarlo y acogerlo.
Domingo I de Navidad: Fiesta de la Sagrada Familia
26 diciembre 2021
Lc 2, 41-52
Parece probable que Lucas construyera este relato con un objetivo preciso: presentar a Jesús como alguien que vivía permanentemente “en el Padre” , en una actitud marcada por la confianza y la docilidad completa. Lo cual se percibe nítidamente en las últimas palabras que el propio Lucas pone en boca del Crucificado: “Padre, a tus manos confío mi espíritu” (Lc 23,46). De ese modo, el evangelista hace que “Padre” sea la primera y la última palabra que pronuncia el Jesús de su evangelio.
¿Qué significa exactamente la expresión “estar en casa de mi Padre”? Una es la lectura teísta, según la cual la persona religiosa se entrega a la divinidad, pensada como un Ser separado, en quien cree encontrar fuerza, apoyo y confianza.
Pero, superado el teísmo, cabe también otra lectura -simbólica, mística y laica a la vez-, según la cual, el término “Padre” es una metáfora para referirse al Fondo último de lo real y, por tanto, a nuestra verdadera identidad. “Padre” alude a la Realidad transpersonal -lo realmente real-, fuente, fundamento y “sustancia” última de todo lo que es, que se despliega constantemente en infinidad de “formas” que pueblan nuestra experiencia.
Ahí queda expresada la paradoja de lo real -también nuestra-: somos esa misma y única Realidad (“Padre”) expresándose en una forma concreta (yo). Y Eso que somos no puede ser pensado ni nombrado; únicamente podemos serlo y es entonces cuando lo conocemos de manera experiencial. No solo no se halla al alcance de la razón -siendo totalmente “razonable”, es transracional-, sino que el camino para experimentarlo pasa por el silencio de la mente. Silencio que nos introduce en lo que los místicos llamaron la “sabiduría del no saber” y nos pone en contacto con “Aquello” que es previo a todo pensamiento, el “Fondo lúcido”, un saber previo a la razón, que se verifica en la propia persona del buscador.
Desde esta lectura, “estar en casa del Padre” significa vivir anclados, en conexión consciente, con “Eso” que somos en profundidad, fuente de vida, de amor, de creatividad y de acción, en una actitud sostenida de confianza y de docilidad a la vida. “Estar en la casa del Padre” es vivir diciendo sí a lo que la vida nos trae y en la dirección que la vida nos mueve.
Comentarios desactivados en La familia de Jesús fue sagrada, pero no fácil
Del Blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
1.- La familia
Dentro de los días de Navidad celebramos hoy la fiesta de la familia de Jesús, la Sagrada Familia.
Es un buen momento para pensar un poco en esta institución en la que hemos nacido y crecido.
¡Cuánto ha cambiado la familia por diversos motivos socio-culturales y económicos!
1.1.- Una escena con dos motivos y un diálogo extrañísimo.
1.2.- Una fiesta familiar, popular y cultural – religiosa.
El Evangelio nos presenta hoy una escena familiar, popular de la tradición judía: todos los años iban por la Pascua a Jerusalén:
Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh tu Dios: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas, y en la fiesta de las Tiendas. Nadie se presentará ante Yahveh con las manos vacías. (Dt 16,16)
Podemos pensar que la familia de Jesús celebró estas fiestas y tradiciones. (Salvando las distancias culturales y religiosas, eran las romerías de nuestras gentes y pueblos a la ermita de Andión, a Santiago, a Aránzazu, etc.).
Tampoco hace falta mucho para que un niño se pierda en la romería.
La angustia y preocupación de sus padres es más que comprensible, así como el reproche de sus padres a Jesús.
2.- Un acontecimiento teológico.
A partir de una romería se arma un diálogo para sordos:
Lógicamente: “Tu padre y yo te buscábamos angustiados”
(Es evidente que María no está hablando de Dios Padre, sino de su marido, José).
María y José ¿encontrarían a Jesús discutiendo con los “doctores del concilio de Trento acerca de la transubstanciación”?
¿Jesús era un niño prodigio? ¿Se lo sabía todo? No parece que sea ese el significado.
La cuestión es que Jesús responde “extrañamente”:
“¿No sabíais que yo tengo que ocuparme de las cosas de mi Padre?”
¿Cómo le sentarían estas palabras a José? Nosotros enseguida lo resolvemos distinguiendo y diciendo que Jesús hablaba de Dios. Sin embargo María se refería a un hombre, a José.
En muchos momentos las actitudes de Jesús no tuvieron que ser fáciles para María y José:
El comportamiento de Jesús en el Templo de niño no es comprensible, peor todavía cuando Jesús adulto, vuelca el sistema económico del Templo.
Las relaciones de Jesús con publicanos, pecadores, prostitutas no les tenían que hacer ninguna gracia a María y José.
No pocos de los seguidores de Jesús eran medio zelotas, revolucionarios…
La constante discusión y enfretamiento de Jesús con la ley, los fariseos, los sacerdotes, etc… no les gustaría lo más mínimo a sus padres: José y María, religiosos a carta cabal.
No tuvo que ser fácil para José y María el comportamiento de Jesús.
Y ¿en qué familia no hay problemas, modos diversos de pensar y de vivir, enfrentamientos, incluso rupturas?
3.- Y ¿de qué quiere este Dios-padre que se ocupe Jesús?
Si queremos saber de qué iba a ocuparse Jesús, habremos de leer, meditar, lo que viene en los evangelios después de los relatos de la infancia: Jesús se ocupa de la samaritana, del hijo pródigo, de la oveja perdida, de las bienaventuranzas, de la crítica al sistema del Templo, del lavatorio de los pies, del mandamiento del amor, de la entrega de su vida hasta la cruz, de la resurrección.
4.- Relatos de la infancia, sí, pero no cosa de niños.
Los temas de los relatos de la infancia son de adultos:
Nacemos niños, pero nacer y la natalidad no es una cuestión infantil.
La noche y la luz, la estrella de los pastores y los magos no es cosa de niños, nuestra vida no está resuelta, basta mirar la noche cultural en que vivimos. Ver o no ver en la vida es algo que va en serio.
La huida a Egipto: la esclavitud y la libertad, las migraciones no son cosa de poca monta
Herodes comparado con muchos políticos actuales era San Luis Gonzaga: 5 millones de niños muere al año de hambre / malnutrición. Un millón de personas mueren al año de paludismo, la mayor parte: niños
La familia es una institución importante en la vida: realiza a las personas, las ayuda, las protege, las prepara para la vida.
La familia de Jesús fue sagrada, pero no fácil. ´Crecieron todos: Jesús, José y María.
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