Navidad.
Lc 2, 1-14
«Os ha nacido un Salvador»
Esta expresión puede sonar hoy a trasnochada y ñoña… ¿Quién necesita que nadie le salve?… ¿Quién va a creer hoy que un niño pobre que acaba de nacer en una cuadra le va a salvar?…
Es más fácil creer que la ciencia nos va a permitir dominar la Naturaleza y erradicar la enfermedad —y quién sabe si la muerte—; que la actividad económica va a acabar proporcionando a todos una prosperidad nunca alcanzada anteriormente; que el sistema democrático propiciará una sociedad más justa e igualitaria; que las corrientes positivistas en boga nos librarán de ese Dios imaginario que nos oprime, nos infantiliza y bloquea el camino del progreso…
Porque la ciencia, la economía y la política nos ofrecen hechos, y sabemos que en mayor o menor medida todas estas promesas de redención han dado sus frutos. La prueba está en el bienestar y el confort del que disfrutamos, la seguridad jurídica que nos proporcionan las leyes, el acceso generalizado a la educación y al sistema de salud, la capacidad adquisitiva de muchos ciudadanos impensable hace tan solo unos años… Parece evidente que vamos por el buen camino, y los cantos de sirena de antaño ya no nos hacen ningún efecto.
Pero a pesar de todo, allá en el fondo sentimos que algo crucial falta en nuestras vidas. Y nos preguntamos si el consumo compulsivo, el ocio compulsivo y nuestro afán por evadirnos de la realidad, no serán muestras inequívocas de un vacío interior imposible de llenar con los mil mecanismos que con este fin ha creado la sociedad de consumo. Un vacío que acaba provocando angustia, y que tratamos de soslayar con el consumo desmedido de alcohol y de drogas. Y ello sin olvidar las tasas desbocadas de suicidio entre jóvenes de los países arquetípicos del bienestar occidental, pues se da la paradoja de que a más bienestar, mayor tasa…
Algo muy importante nos está fallando, y ante este panorama, el evangelio nos invita a volver la vista a Belén y fiarnos de ese niño que ha nacido en un pesebre rodeado de gente marginal. A fiarnos de que va a ser capaz de salvar nuestra vida de la banalidad y el desastre con su propuesta de vida, ante la cual, el proyecto del mundo resulta soso y desabrido.
Somos más —nos dirá—, hay más destino, hay otro modo de vivir, Dios está ahí presente, y habla, y trabaja… La vida humana tiene sentido, pero para encontrarlo debéis apartaros del dinero como de la peste, debéis acostumbraros a vivir con poco y a compartir lo que tenéis con los demás, debéis aprender a sufrir, a ser amables y misericordiosos, a no pasar nunca de largo cuando alguien os necesita, a trabajar por las víctimas, a convertiros en servidores de todos y en esclavos de todos…
Probablemente sea una necedad pensar que no necesitamos salvación, y sin duda una gran alegría creer que esta noche nos ha nacido un salvador. «Gloria a Dios en el cielo, y en la Tierra paz a los hombres, que Dios ama».
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
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