Es tiempo de preparar.
Lc 3, 10-18
«… pero la paja la quemará con fuego que no se apaga»
Si nos basamos en los evangelios, resulta evidente la influencia de Juan en la decisión de Jesús de lanzarse a los caminos a predicar la Buena Noticia. El esquema de los sinópticos es idéntico: visita al Bautista, bautismo y teofanía, tentaciones en el desierto y vida pública. El evangelio de Juan, fiel a su estilo, omite el bautismo y las tentaciones, aunque también sitúa al Bautista al comienzo de todo.
Pero es de notar la diferencia radical del discurso del uno y el otro, hasta tal punto, que el Dios de Juan —un Dios implacable y justiciero que castiga nuestros pecados— tiene muy poco que ver con el de Jesús —la Madre que lucha junto a nosotros contra el pecado—. Por supuesto, Dios es siempre el mismo; lo que cambia es la percepción que cada uno de nosotros tenemos de Él. Además, gracias a la permanente acción del Espíritu vamos depurando La Palabra, entendiéndola cada vez mejor.
Podríamos considerar la Biblia como la crónica del descubrimiento paulatino de Dios por parte del pueblo de Israel. En sus libros más antiguos se presenta a un Dios sectario, tribal, siempre dispuesto a castigar despiadadamente la deslealtad de su pueblo o aniquilar a sus enemigos. Un Dios que no duda en destruir Sodoma con fuego por causa de sus pecados, aniquilar la raza humana —con la excepción de ocho justos— en el diluvio universal, o matar a todos los primogénitos de Egipto de forma brutal (por supuesto, estos pasajes solo son entendibles desde el arcaísmo religioso de sus autores). Por el contrario, algunos de sus últimos textos hablan de un Dios «Lento a la cólera y rico en perdón»; un gran avance, pero todavía insuficiente.
En este proceso, la llegada de Jesús representa un cambio sustancial y supone la mejor noticia que los seres humanos podríamos recibir: Dios no es el que nos manda calamidades por nuestros pecados, el que distingue entre personas predilectas y rechazadas por Él, el que nos juzga y nos quema «con fuego que no se apaga»… Dios es nuestra madre, nuestro médico, nuestro aliado contra el mal.
Los cristianos creemos que a Dios lo vemos en Jesús cuando quita el pecado del mundo, cuando no rechaza a los pecadores, cuando se acerca a los leprosos y cura a los ciegos y a los paralíticos, cuando no quiere honores de Rey, cuando se hace servidor de todos, cuando lava los pies, cuando nos invita a no pasar de largo al toparnos con la necesidad, cuando acoge siempre y sin condiciones, cuando se juega la vida —y la pierde— por salvar la de una adúltera, cuando perdona a sus verdugos que le están crucificando… Como decía Ruiz de Galarreta «Tenemos foto de Dios»… y es estupendo.
Por supuesto, esto hay que celebrarlo por todo lo alto, y las celebraciones importantes hay que prepararlas bien para que adquieran todo su sentido.
Es tiempo de preparar.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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