Esperanza esperanzada. Espera. Comienza el Adviento.
Comienza el tiempo de Adviento, tiempo de espera, pero no cualquier espera, sino una esperanzada, no la rutinaria de saber que todos los años celebramos el Adviento y después la Navidad.
La espera que este año queremos vivir es una espera consciente, llena de ilusión y fuerza, la espera esperanzada de la novedad que llega.
No es siempre lo mismo. Cada año el Adviento viene con la novedad de ese tiempo de espera, que puede ser pasiva, un tiempo del cronos del reloj, donde dejar pasar los minutos hasta la llegada de Jesús, o un tiempo donde vivimos la espera con un contenido nuevo, un latir diferente del corazón, no con los latidos de siempre, sino con los latidos del ahora.
Pero este año es diferente, porque estamos en una aventura nueva, la de la sinodalidad, la de la comunión real, la de abajarnos para encontrarnos en la raíz que somos, y en la Raíz que nos sustenta: Cristo.
No dar nada por sabido, vivir como si no supiéramos el final y poner todo lo que somos en el proceso de este tiempo.
Dejar que la semilla brote en el interior y en vez de intentar dirigir su crecimiento, permitir que el mismo proceso interior la haga crecer, y así también nosotras, crecer en la sabiduría de dejar a Dios ser semilla en nosotras.
No dar por supuesto nada, acoger los mensajes y gestos de las demás en una escucha atenta, percibir las palabras más allá de las palabras, en esa expresión que mueve el fondo de las personas, y posibilita la novedad de las mismas, que nunca tuvimos tiempo para atender.
No sabemos las facciones del niño que esperamos, pero lo que sí sabemos es que vivió descentrado de sí y eso posibilitó el crecimiento y la libertad de vivir para los demás, y con ello nos mostró el camino para plenificar nuestra vida en la comunión del amor.
Que este año no nos comamos el proceso de gestación de acompañarnos y vivir cada instante como el único, siguiendo esa sabiduría interior que nos capacita para ser seres en libertad, seres plenos, que cada año nacen para poner facciones nuevas al rostro de Dios.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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