Adviento.
«…muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas…»
No sabemos si el texto de Lucas pretendía tener un carácter profético, pero sabemos que encierra un hondo simbolismo cuyo mensaje podríamos resumir así: “La humanidad ha pasado grandes calamidades y las seguirá pasando, pero a pesar de todo, levantad el ánimo porque al final resplandecerá la verdad”. Es en cierto modo el mismo mensaje del Apocalipsis: Al final, el triunfo de Dios sobre el mal.
En cualquiera de los casos, llama poderosamente la atención el paralelismo del texto de los tres sinópticos con lo que en este momento nos está anunciando la comunidad científica sobre el futuro que nos espera, y como muestra de este paralelismo podemos citar un conocido informe del Club de Roma en el que se afirma lo siguiente:
«El deterioro irreversible de los ecosistemas marinos, y la dinámica creciente de pérdida de cosechas, provocará el colapso de la civilización debido a la escasez trágica de recursos esenciales para la vida» …
Añade el informe que se producirán migraciones masivas para acceder a estos recursos y conflictos generalizados por obtenerlos; que la humanidad padecerá pandemias frecuentes y que las enfermedades tropicales se extenderán a todo el planeta… Y muchas calamidades más. Algunos científicos del prestigio de Stephen Hawking, van mucho más lejos y anuncian la extinción de la especie humana.
Estos pronósticos nos abruman, «nos llenan de terror y ansiedad» —como dice el texto— y nos mueven a pensar que esto no tiene remedio; que esto va a acabar mal. Pero el mensaje del evangelio nos anima a mantener la esperanza: «Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación» … Lucas acierta al ligar nuestra liberación con la venida el hijo del hombre, pero se equivoca al anunciar su llegada en una gran nube con gran poder y gloria. El hijo del hombre ya había venido y no iba a volver; y no lo había hecho en una gran nube, sino en la cuadra de una posada atestada de gente.
El adviento nos invita a preparar bien la celebración de este acontecimiento, en apariencia nimio, pero crucial para nosotros. Porque ese niño pobre será como una luz que se enciende en las tinieblas para ayudarnos a no tropezar; como la aurora que llega tras una noche de pesadilla. Porque en él veremos resplandecer los criterios de Dios, que son los únicos que pueden salvar nuestra vida de la banalidad y el sinsentido, y los únicos, también, que pueden salvar a este mundo del desastre al que lo hemos abocado…
El problema es que estamos cada vez más cerrados a la luz, y así nos va.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí
Fuente Fe Adulta
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