El futuro es ahora, el futuro es hoy.
El evangelio de este domingo tiene profundas resonancias apolíticas. Está integrado en una secuencia que algunas y algunos exégetas denominan el “pequeño apocalipsis de Marcos”. El género apocalíptico se desarrolla en contexto de grandes crisis y dificultades y tiende a reflejar un fuerte dualismo: la lucha del bien contra el mal en contextos y tiempos límites en los que parece que la injusticia y la violencia están saliendo vencedoras y la vida es arrasada.
Desde un imaginario “catastrofista” el evangelio apunta a la esperanza y urge atención y responsabilidad con los signos más pequeños y cotidianos para señalar que el presente tiene futuro, porque Dios no abandona a la creación y la humanidad más herida, sino que esta incrustado en lo más profundo de ella como una potencia inédita que pide nuestra responsabilidad y atrevimiento, pero ¿qué puede decirnos este texto a los cristianos y cristianas de hoy?
En estas últimas semanas estamos viviendo la COP 26 en Glasgow y las movilizaciones mundiales exigiendo justica climática frente a la situación de alerta roja que sufre la vida en el planeta. También estamos viviendo las consecuencias del colapso denunciado desde hace décadas por los y las ecologistas y sus consecuencias en la crisis de los abastecimientos de materias primas, a la vez que el covid y la pandemia del hambre y las guerras siguen haciendo estragos en los sures del planeta.
Estamos inmersas en pleno corazón del Antropoceno, o como otros prefieren llamar del Capitalozeno, es decir una nueva era en la que la humanidad se ha convertido en una fuerza geológica autodestructiva, bajo el prisma del capitalismo. El cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el agotamiento de los recursos naturales nos abocan a una situación catastrófica, a la vez que el margen del que disponemos para acometer cambios estructurales que mitiguen el colapso es cada vez más corto.
En el año 2020 más de 82 millones de personas se han visto obligadas a abandonar sus países de origen como consecuencia de la violencia política y armamentística, y de los desastres ecológicos En España hay más de 30.00 personas solicitantes de asilo a la espera de encontrar una alternativa a la pesadilla que a día de hoy son sus vidas. En esta realidad apocalíptica somos urgidas y urgidos no a la esperanza ingenua, sino a la esperanza comprometida, a estar atentas y atentos a los pequeños signos que en medio de los escombros de esta civilización señalan que hay otras formas de vida y estilos de relación y organización de lo común más allá del individualismo y de la escisión con la naturaleza y su explotación. Personas y colectivos que nos recuerda que es posible tener vidas que merecen la alegría y la esperanza de ser vividas, vidas que inauguran una nueva era, un tiempo emergente que hay que forzar, al modo de Jesús de Nazaret, poniendo en el centro el cuidado, empezando por la humanidad y la creación más vulnerada.
“Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, decid que el verano esta acerca, pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que Él está cerca, a la puerta”. Es tiempo de metanoias profundas desde lo más íntimos y personal a lo más estructural. Es tiempo como dice el papa Francisco de “un cambio de rumbo”. El futuro es ahora, el futuro es hoy.
Pepa Torres Pérez
Fuente Fe Adulta
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