Lo que importa no es la cantidad, sino que la viuda dio todo lo que tenía para vivir
Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:
1.- Sentir compasión por los débiles. generosidad.
Las dos lecturas de hoy están centradas en la figura de dos mujeres viudas pobres y débiles.
Las viudas, los huérfanos y extranjeros eran los pobres de solemnidad en tiempos de Jesús (¿y hoy?)
Es muy humano muy cristiano atender a los débiles: a las viudas, a los huérfanos y extranjeros: emigrantes, enfermos…
Sentir compasión por los débiles es algo muy noble, que nos hace bien a todos.
Por otra parte, estas dos mujeres muestran una gran generosidad. La generosidad es el arte de darse a sí mismo. Más que dar cosas, se trata en la virtud de “compartir-se” uno mismo con los demás.
El que da gana más que el que recibe
2.- Ruptura entre el Evangelio y los escribas.
Las dos pobres viudas: la de Sarepta, que da la poca harina que tenía para ella y su hijo, y la viuda que echa en el templo veinte céntimos, -también todo lo que tenía para vivir-, suponen la ruptura definitiva entre el evangelio de Jesús y el fariseísmo con los escribas. Guardaos, cuidaos de los escribas, que eran los intérpretes de la ley y se sentían muy cercanos a los fariseos.
Los escribas y fariseos eran gente de poder que se consideraban no solamente con derecho, sino con obligación de ser inflexibles y duros en el mantenimiento de los dogmas, normas, ritos y dignidades. Les gustaba verse reconocidos, estimados por el pueblo. (Más o menos como los cardenales y obispos que hoy se oponen a una interpretación benévola de la Iglesia que promueve el papa Francisco respecto de la doctrina, de la liturgia, de la pastoral de los divorciados, homosexuales, etc. La mentalidad del escriba es presuntuosa, dura e intransigente
Las pobres viudas dan en limosna lo que tenían para vivir. Jesús no mira la cantidad que dan, sino la totalidad: lo han dado todo lo que tenían para vivir. Es como la prefiguración de Jesús, que da su vida por la humanidad.
3.- Poderosos y sencillos en la iglesia.
Los poderosos dicen cosas incluso hasta justas, pero no las hacen. La rigidez y estrechez de mente no tienen buen corazón. Los escribas, hombres de leyes defienden la ley, la norma, la doctrina fosilizada, pero el ser humano les importa poco.
Los escribas y prepotentes aman los primeros puestos de las sinagogas, de los cabildos de las catedrales, de los obispados, de los parlamentos, etc. Gustan de pisar alfombras rojas de festivales de cine o de aeropuertos, o de pasarelas o de simposios. A nuestro “ego” le gusta figurar, que nos saluden, que reconozcan nuestra labor, que nos inviten, etc.
La religión, los entramados religiosos: puestos, cargos, vestimentas, honores y dignidades son el tranquilizante y la seguridad de los poderosos. El cristianismo, por contraposición, es humildad, generosidad y bondad.
Cuidado también con explotar la religión para obtener beneficios, cosa que se ha dado y se da en el hábitat eclesiástico.
Quienes tienen alguna responsabilidad en la Iglesia han de ser servidores de la comunidad. Si olvidamos esto, somos un peligro; (y lo hacemos con frecuencia).
El gesto de las dos viudas, nos descubre que el corazón del cristianismo es un abandono y confianza en Dios, una gratuidad plena, amor solidario, generosidad. Aquellas mujeres no tienen poder alguno, ni cargos, ni poseen “dignidad eclesiástica” alguna, lo único que tienen es un corazón bueno, pero esto sirve de poco en las instituciones de poder.
El centro de la Iglesia no es el poder ni los poderosos, sino el pueblo creyente, la fe y el buen corazón de los sencillos y misericordiosos.
4.- Evocaciones.
La Palabra de hoy tiene evocaciones, llamadas:
- Respeto y reconocimiento hacia los humildes: viudas, huérfanos y emigrantes, pobres, enfermos, etc. No despreciemos nunca a los débiles, a los ignorantes, a los niños, no critiquemos nunca a un mendigo, a un drogadicto, a un “maldito” de la sociedad ni a ningún marginado por la Iglesia. Cuando nos encontramos con personas en esas situaciones, es cuando más respeto hay que tener hacia el ser humano. [1] Valoremos y amemos lo sencillo y al sencillo, al humilde. Apreciemos las pequeñas cosas de la vida cotidiana, los pequeños gestos de generosidad, las tareas sencillas de casa, de la vida cotidiana, el trabajo bien hecho, la ayuda.
- La generosidad como actitud de vida.
La generosidad en la limosna, en la dedicación del tiempo y de las cualidades (los talentos), además de hacer bien, son un buen antídoto contra la neurosis ególatra y contra el fanatismo ultraortodoxo en los diversos campos: dogmático, litúrgico, legalista, político.
Lo que es indispensable para vivir es mucho, aunque sea poco. Es el caso de la viuda del evangelio de hoy. Es la persona la que valora el don. Demos lo que somos tenemos, no de lo que nos sobra.
Los textos de hoy evocan la multiplicación de los panes, que es una variante de la Eucaristía. Si “decimos Misa” es porque queremos celebrar la Eucaristía y celebrar la Eucaristía es amasar un pan para los demás.
[1] Cuando las cosas te van bien en la vida, te conocen muchos amigos; cuando las cosas y la vida te van mal, eres tú quien conoce quiénes son tus amigos. (En la cárcel y en la cama (enfermedad) te diré quién te ama).
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