La mujer que lo da todo sin pestañear
“… La palabra de Jesús siempre se hace carne, en este caso en la persona de una viuda que se acerca, y aun siendo su situación histórica, religiosa y social parecida a la nuestra, ella sin dudar, sin pestañear, da todo. Realmente exagerado (..)
(…) Y Jesús la admira. Ellos dos no se conocían. Ella no es discípula, ni cristiana… ella es una mujer de pies a cabeza, que fiel a su conciencia, da todo al Templo cuyo Dios la excluye de casi todo por ser mujer, pero que suponemos, ella sabe, como Jesús, en el fondo de su entraña, que Dios no es como dicen aquellos que oprimen y aparentan…sino como dicen los profetas y los salmos…y se confía totalmente (…)
(…) Jesús, de nuevo nos pone a una mujer, pobre e insignificante, como modelo de discípulo. Mira que le gusta el tema, pero no se da cuenta de que esto no mola y que posiblemente va a acabar mal… pues sí, pero no se calla, porque hay tan poca gente que dice la verdad, que a los que la dicen les quitan de en medio. Caramba, que raro es el evangelio. ¿Y si lo contáramos así? No sé, tú, impresiona un poco. Me lo pensaré. Tal vez a los niños y jóvenes les gustaría saber como fue en realidad Jesús. Tendremos que buscar a algunas de esas “viudas” para que se lo cuente y les contagie de ese reino.”
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Magdalena Bennásar,
Eukleria
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En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo:
– “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.”
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a los discípulos, les dijo:
– “Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.”
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Marcos 12, 38-44
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Dios es absolutamente más rico que nadie, porque es absolutamente el más pobre. No tiene nunca nada para sí, sino siempre para el otro. El Padre para el Hijo, el Hijo para el Padre, el Padre y el Hijo para el Espíritu Santo común. Pero tampoco el Espíritu tiene nada para sí, sino todo para el Padre y para el Hijo. Esto no es tampoco un egoísmo a dos o a tres, puesto que en Dios cada uno piensa verdaderamente sólo en el otro y quiere enriquecer al otro. Y toda la riqueza de Dios consiste en este darse y recibir el Tú.
La pobre viuda, que ha dado todos sus haberes, está muy cerca de este Dios. ¿Acaso no se puede decir que Dios ha echado todos sus haberes en el cepillo de las ofrendas del mundo, cuando nos dio a aquel hombre sin apariencia, escondido, apenas localizable en la historia del mundo, llamado Jesús de Nazaret?
¿No se puede decir que en este casi nada nos ha entregado Dios más que con el rico y gigantesco universo, puesto que así nos ofreció «todo lo que necesitaba para vivir», a fin de que nosotros, aunque él muriera, pudiéramos vivir de su vida eterna?.
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H. U. von Balthasar,
Tú coronas el año con tu gracia,
Encuentro, Madrid 1997.
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