El escándalo.
Mc 9, 38-43
«El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar».
Antes de orar, ve a reconciliarte con tu hermano … Cuando te abofeteen una mejilla, pon también la otra … Perdonad setenta veces siete … Devolved bien por mal … No alleguéis tesoros en la Tierra … No podéis servir a Dios y al dinero … Amaros los unos a los otros … Amad también a vuestros enemigos … Convertíos en servidores de todos … Dad de comer al hambriento y de beber al sediento … Que vuestras buenas obras sean reflejo del amor del Padre … ¡Cuánto más dichosos seríais si aprendieseis a vivir con poco, si aprendieseis a sufrir, si fueseis pacíficos y misericordiosos, si trabajaseis por la paz y la justicia! … y si os persiguiesen por ello, todavía seríais más dichosos…
El evangelio nos propone un estilo de vida radicalmente distinto al que nos propone el mundo, porque los criterios de Jesús son los opuestos a los criterios del mundo. Las primeras comunidades eran consecuentes con estos criterios, eran respetadas por sus vecinos y se distinguían por su estilo fraterno de encarar la vida. Vivían a lo cristiano, y en “Hechos” se afirma que estas comunidades eran fértiles y no dejaban de crecer. Eran contagiosas. Respondían a la misión que Jesús encomendó a sus seguidores: «Id por el mundo y proclamad el evangelio a todas las gentes», y lo proclamaban con su simple actitud, con su forma de vida convincente.
A partir de entonces, el movimiento cristiano de ha visto sometido a mil perversiones y manipulaciones —de dentro y de fuera—, pero, a pesar de ello, siempre han existido personas y comunidades que han mantenido su auténtico espíritu, y su testimonio ha sido sin duda la causa de que, a día de hoy, perviva el seguimiento de Jesús. Sin ellos, ni siquiera le habríamos conocido. Como decía Ruiz de Galarreta: «Nuestro seguimiento de Jesús está llamado a ser testimonio: nuestra vida cristiana es “para que el mundo crea”. Pero la otra cara de la moneda es que el mundo dejará de creer en Jesús si nuestro testimonio no es válido».
Y esto tiene su aplicación al evangelio de hoy, pues el escándelo al que se refiere Jesús consiste en impedir el acceso a Dios a aquellos cuya fe es más vulnerable —«estos pequeñuelos que creen»—. Y esto, claro está, se puede producir de muchas formas distintas. Hay personas que “pierden la fe”, o no se deciden abrazarla, como consecuencia de los escándalos mediáticos en los que se ve envuelta la Iglesia, pero también los hay que la pierden porque nuestro testimonio no invita a creer en quien nosotros decimos creer.
Y dicho esto, podemos dar carpetazo el evangelio de hoy señalando con el dedo a la jerarquía: «Estos son los que escandalizan», o podemos tomárnoslo en serio, mirarnos en primer lugar a nosotros mismos, y preguntarnos si nuestra vida invita a creer en Jesús o todo lo contrario.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí.
Comentarios recientes