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“Talibanismo e idolatría: el mayor enemigo de Dios “, por José I. González Faus

Miércoles, 22 de septiembre de 2021

69B00A83-9EDA-4178-9EBD-51CEE9DD0C62De su blog Miradas cristianas:

El talibanismo es la manipulación del Absoluto en beneficio propio, y presentada como servicio al Absoluto

También hay talibanismos laicos y modernos: porque el ser humano tiene una propensión innata a fabricarse absolutos

Unas palabras de Jesús en el cuarto evangelio sirven para definir a los talibanes: “Los que os maten creerán hacer un servicio a Dios, y eso será porque no han conocido a Dios”.Dios, como Misterio infinito y no como ídolo finito, es la única instancia que despoja a toda fe religiosa de la citada doble amenaza o tentación de fanatismo e intolerancia

La manera como hablan estos días muchos medios de comunicación, a propósito de Afganistán, da la sensación de que eso de los talibán (plural de la palabra árabe talib, que significa estudiante) es algo intrínseco al Islam y propio de países menos civilizados.

Sin embargo, sin hacer ahora valoraciones y desde un punto de vista meramente descriptivo, habría que matizar: sobre lo primero, que tan musulmanes son los talibán como el sufismo. Pero entre los sufíes no hallamos el más mínimo atisbo de conductas semejantes a las de los talibán. Y sobre lo segundo: más allá de lo específicamente religioso, creo que en nuestras sociedades modernas existen formas de un “talibanismo laico del que hablaré luego.

En realidad, el talibanismo es la manipulación del Absoluto en beneficio propio, y presentada como servicio al Absoluto. Ahí se juntan fanatismo ciego e intolerancia radical que me parecen los dos componentes más típicos de la mentalidad talibán y que generan una seguridad muy distinta de la verdadera fe. (Que esa intolerancia llegue o no a la violencia física es lo que puede depender de ambientes y estructuras históricas. Pero lo claro es que los talibán pueden creerse autorizados, en nombre de Dios, a usar la violencia: este sería el primer detalle sobre lo corrompido de su religiosidad).

El talibanismo es, por tanto, una tentación más típica del mundo religioso, sin duda. Pero también está presente fuera de él: porque el ser humano tiene una propensión innata a fabricarse absolutos: Lutero decía que nuestro corazón es un corazón idólatra porque, como necesita a Dios, tiende a hacer un dios de muchas cosas. Y si no, veamos algún ejemplo.

Idolatria-dinero_1831026928_12868872_667x375Idolatría del dinero

El capitalismo es un sistema talibán (máximo beneficio individual presentado como servicio social; y las víctimas lo son por culpa propia: por no creer en la providencia divina del dios-mercado). La industria de las armas es una de las mayores idolatrías o falsos absolutos de nuestra sociedad laica y moderna: tan absolutista como la mentalidad talibán sobre las mujeres (aunque, paradójicamente parece haber contribuido a la derrota de Occidente en Afganistán…). Netanyahu encarna un auténtico talibanismo, no islámico sino judío. El franquismo fue un claro ejemplo de talibanismo católico, y he dicho otras veces que el drama de la política española es que no conseguimos tener una derecha civilizada –tipo Merkel por ejemplo- sino solo una derecha talibana (Abascal y Casado, lo muestran bien claro). Y si miramos a la Iglesia, los “autos de fe” de la inquisición española eran verdaderos actos talibanes. Como lo era la mentalidad de aquellos papas del s. XIX que veían los derechos humanos como contrarios a los derechos de Dios (que eran… los del sistema eclesial de la época), sin llegar ni a oler siquiera, que el Dios bíblico se revela precisamente en la defensa de los derechos de los oprimidos. Para no hablar del talibanismo de mr. Trump…

Tras esta panorámica le vienen a uno a la cabeza las palabras de Jesús: “el que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra”. Pero, interesándome más el aspecto religioso del tema, prefiero citar otras palabras de Jesús en el cuarto evangelio que creo que sirven para definir a los talibanes: “los que os maten creerán hacer un servicio a Dios, y eso será porque no han conocido  a Dios”. (16,2). Esa distinción entre creer en Dios y conocer a Dios es decisiva.

Juan de la Cruz contribuye a explicarla al escribir que el alma “como más se va juntando a Dios, siente más en sí el vacío de Dios” [1]. Naturalmente, se trata de un vacío muy distinto de la mera ausencia o desconocimiento o negación: al igual que –también en Juan de la Cruz- la noche resulta ser “amable más que la alborada”. Pero ese vacío es, precisamente, el que evita que nuestro ego pretenda posesionarse de Dios, y le suceda aquello tan gráfico de que: “el apetito es como el fuego que echándole leña crece”, y cuando la ha consumido desfallece y necesitará más leña [2]. Por eso añadirá sencillamente en una de sus máximas: “quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece”. Y Jesús había dado la clave de lectura de esa frase al explicar que prójimo no es el que está próximo a mí, sino el que necesita que yo me aproxime a él.

Escenas-Inquisicion-Francisco-Goya_2246185412_14747531_667x375Escenas de la Inquisición. Francisco de Goya

Ese Dios, como Misterio infinito y no como ídolo finito, es la única instancia que despoja a toda fe religiosa de la citada doble amenaza o tentación de fanatismo e intolerancia, típicas cuando la fe en el absoluto se pervierte en una absolutización propia. La parábola bíblica de Jonás (a la que califiqué otra vez como “una herejía convertida en palabra de Dios”) puede ser calificada como una enseñanza antitalibana. Pero ahora prefiero fijarme en otra cosa para terminar.

Creo que estas reflexiones permiten emparentar lo que hoy llamamos talibán con lo que la Biblia califica como idolatría, presentándola como el mayor enemigo de Dios (más que el mismo ateísmo, si es que este consigue librarse de toda idolatría tácita: de la patria, del dinero, del sexo, de la violencia y, en definitiva, del propio ego). Sobre todo cuando los profetas bíblicos van descubriendo que la más peligrosa idolatría no es simplemente adorar un dios falso, sino adorar falsamente al Dios verdadero.

Conclusión: los actuales talibanes que se han hecho con el poder en Afganistán no son, en absoluto, las personas más religiosas y las más defensoras de Dios, sino idólatras, pecadoras y enemigas de Dios. Echando mano del significado de la palabra (estudiantes), cabría decir que los talibán son auténticos novicios: tan fervorosos como ignorantes. Y este juicio no les suscitará ni el más leve temor o sospecha de que estén obrando mal. Al revés: les confirmará en la necesidad de acabar cuanto antes con el eso dice.

Pero creo también que esa conclusión es insuficiente para un verdadero creyente: porque (dejando aparte que esa conclusión podría movernos a nosotros hacia el binomio fanatismo-intolerancia), ¿y si resultase que, a pesar de esa perversión colectiva, hay allí individuos particulares con el corazón más  limpio que muchos de nosotros? Ciegos quizás, pero no autocegados como tantas veces nosotros.

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N. B. Estas líneas fueron concluidas antes de los salvajes atentados del pasado jueves, los cuales muestra que todavía hay algo peor que el talibanismo: el odio puro y duro de todo terrorismo, con el desprecio hacia las posibles víctimas de sus atentados. Quizá porque en el talibanismo aún queda una referencia a Dios, aunque deformada. El terrorismo, en cambio, o es intrínsecamente ateo (este podría ser el caso ETA) porque el asesino ocupa todo Su lugar; o es intrínsecamente blasfemo (como lo es el grito Alá es grande, en el caso del Daesh).

[1] Cántico, comentario estrofa 12

[2] Subida, cap. 6

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