Un poco de historia sobre la segregación en USA (I).
“Si no de iure, sigue existiendo de facto ese ignominioso sistema”
“Parto de la base de que las injusticias raciales en USA hoy día son todavía realmente enormes y me encantaría que desaparecieran lo más rápidamente posible, aunque estoy seguro de que no veré ese día”
“Los negros son legalmente libres, pero la segregación racial imperante les impide o hace muy difícil el acceso a la educación, a la sanidad, al poder político, a puestos de trabajo bien remunerados, a simplemente poder votar en elecciones”
“No puedo olvidar la vez que se nos expulsó a otro sacerdote español y a mí de la ‘playa negra’ –inmediata a la blanca- de Port Arthur donde habíamos entrado para merendar con nuestra cocinera negra que sabíamos estaba allí con su familia y con la que habíamos quedado en juntarnos”
“Un líder carismático, el Rvdo. Martín Luther King, se convirtió en la antorcha que sus paisanos de color seguían ciegamente por dondequiera que iba”
04.09.2021 | Manuel Rodríguez Díez OSA
Se me pide que escriba algo sobre la segregación en Usamérica, neologismo del que confieso la paternidad y que explico. América lo es tanto del Norte, Central/Caribe, y Sur, luego no es correcto aplicar ese apelativo geográfico a USA en exclusiva. La del Norte está formada por Canadá, México y USA, luego tampoco es exacto aplicárselo solamente a la tierra del Tío Sam. También tenemos los Estados Unidos Mexicanos, situados, además y para más inri, en la América del Norte, y existieron unos Estados Unidos de Brasil de 1889 a 1968 y unos Estados Unidos de Venezuela de 1864 a 1953. Ergo… hace años decidí que Usamérica era un nombre más apropiado para el país del que voy a escribir y al que amo profundamente y a ello me atengo.
¡Segregación racial! Parto de la base de que las injusticias raciales en USA hoy día son todavía realmente enormes y me encantaría que desaparecieran lo más rápidamente posible, aunque estoy seguro de que no veré ese día. Pero sería injusto no reconocer lo mucho que se ha avanzado en ese campo para poder tener una visión más realista sobre el tema. De esto quiero escribir en tres capítulos. Para situar al lector en el tema, este, el primero, se reduce a un pequeño resumen histórico. El segundo cubrirá los logros conseguidos, y el tercero se dedicará a la segregación en la iglesia católica en Usamérica.
El 4 de marzo de 1861 toma posesión como Presidente de los Estados Unidos de América Abraham Lincoln, antiesclavista convencido. Al mes siguiente, el 4 de abril, los estados de Alabama, Carolina del Sur, Florida, Georgia, Lousiana, Mississippi y Texas se declaran en rebeldía, lo que da origen a la Guerra de Secesión; más tarde se les unirían Arkansas, Carolina del Norte, Kentucky, Missouri, Tennessee y Virginia. El 1 de enero de 1863, Lincoln firma el Decreto de Emancipación que declara libres a todos los esclavos del país, incluyendo los de los estados en rebeldía. (En España esa emancipación llega a cabo en 1837, exceptuando a las colonias de Puerto Rico, donde se hace oficial en 1873, y Cuba, en 1886, lo que supone que en estas colonias españolas la esclavitud fue abolida diez y veintitrés años respectivamente después que lo había sido en Usamérica). La Guerra de Secesión termina en 1865..
A partir de esa fecha, la esclavitud ya es ilegal… en papel. Miles y miles de ex esclavos escapan hacia los estados del norte donde sí, son libres, pero, dado que la inmensa mayoría no tiene preparación alguna, acaban viviendo en guetos y sobreviviendo a duras penas; no son esclavos, pero no llegan ni a ciudadanos de segunda clase. En los antiguos estados esclavistas del sur, comienza lo que se llama La Reconstrucción, que dura hasta 1877. Miles de aventureros norteños se trasladan al sur donde prevén hacerse ricos pronto, ya que tienen la ventaja de pertenecer al grupo de los vencedores. Se les conoce en la historia como ‘carpetbaggers’ porque llegaban a sus destinos con bolsas-maletas (bags) hechas con tejidos normalmente usados para alfombras (carpets).
Con el apoyo de las autoridades impuestas por los vencedores, a menudo ex esclavos analfabetos a los que podían manejar a su antojo, cometieron multitud de tropelías que los hizo odiosos a los sureños, Debido a ello, nacen organizaciones secretas como el Ku Klux Klan, que toman la justicia en su mano y se empeñan en ‘poner en su sitio’ a los negros por toda clase de medios, incluyendo el linchamiento y la creación de un terror que quedó para siempre asociado a la quema de cruces, ‘marca registrada’ del Klan. Debo recordar aquí que no eran los negros el único grupo odiado por los ‘Caballeros del KKK’: judíos y ‘papistas’ eran también objeto de su animadversión.
No puedo olvidar la vez que se nos expulsó a otro sacerdote español y a mí de la ‘playa negra’ –inmediata a la blanca- de Port Arthur donde habíamos entrado para merendar con nuestra cocinera negra que sabíamos estaba allí con su familia y con la que habíamos quedado en juntarnos. La situación era tragicómica: sobrinillos de la cocinera preguntando por qué nos echaba de allí la policía; la cocinera explicando a esta que éramos dos sacerdotes para los que trabajaba; los policías diciendo que, dado nuestro estado sacerdotal, podíamos quedarnos; nosotros contestando que, si no podíamos quedarnos como personas, no queríamos hacerlo como sacerdotes; yo recordando a los policías, dos negros, que sabía perfectamente que, si nos negábamos a obedecer, no tendrían más remedio que pedir que enviasen a agentes blancos para obligarnos a marchar, cosa que no haríamos porque para nosotros ellos merecían tanto respeto como el más blanco de sus colegas.
Lo triste es que ya en aquel momento, 1961, esto ya era ilegal, al menos en papel. Sí sirvió para que el día siguiente, tras empaparme de leyes y estatutos, fuese a ver al sheriff del condado y, tras contarle lo ocurrido el día anterior y probarle que la actuación había sido completamente ilegal, ‘rogarle’ que enviase a algún agente a disculparse ante la familia ofendida, cosa que muy caballerosamente hizo. Situaciones como esta se daban continuamente, sin que los negros supieran o pudieran defenderse, o simplemente con temor a hacerlo por miedo a las más que posibles represalias En el ejército, la situación era igualmente ridícula: los soldados estaban separados por raza, pero los oficiales de los negros eran blancos. Nadie parecía recordar que la sangre de ambos grupos era tan roja en unos como en otros y que muchos ‘de color’ la habían derramado en el campo de batalla defendiendo a la patria que tan mal los trataba.
Y Vidor, como puede comprobar cualquier lector que sepa inglés y lo busque en internet, sigue siendo un epítome del racismo en 2021 donde ni siquiera la intervención de la guardia nacional ha conseguido que viva permanente un solo afroamericano. Varias familias lo han intentado a lo largo de los años, pero todas han desistido y tirado la toalla. Ya no hay carteles avisando a los negros que no pueden pernoctar allí, cierto. Pero no hacen falta: los negros de todo el país saben que, si se atreven a ir a vivir allí, les espera un ostracismo total. Y, casualidades de la vida, en ese mismo Vidor, durante el huracán de cambios legales relacionados con la segregación, era yo vicario parroquial en la única iglesia católica entre las cuarenta y cuatro de diferentes denominaciones existentes en una población de unos diez mil habitantes. Alguna cruz ardiente me tocó ver y también a algún negro en peligro por despistado… o por desafiante, aunque los linchamientos, teóricamente, eran ya cosa de la historia, por suerte.
Ese día subió al autobús una activista negra, Rosa Parks y se sentó en la primera fila negra. Accidentalmente, el conductor, F. Blake (blanco y muy racista a pesar de su apellido) era un viejo conocido de Rosa. En una ocasión previa, la negra, tras pagar en la parte delantera del autobús, intentó llegar a la parte posterior andando por el pasillo. Blake la obligó a bajarse para que entrase por la puerta posterior; Rosa se resistió lo que pudo, pero al fin no tuvo más remedio que bajar… y ver cómo el autobús salía disparado y la dejaba en tierra. Juró que nunca abordaría un autobús conducido por Blake. Hasta el 1 de diciembre de 1955.
Imagino que el conductor no la reconoció (todos los negros, dicen, son iguales), pero Rosa si sabía perfectamente quién era él. Se llenó el autobús y entró una persona blanca que se dirigió a la primera fila y pidió a los en ella sentados que se levantaran. Todos lo hicieron, menos Rosa Park. Se armó una buena marimorena: blancos contra negros, conductor Blake intentado sacar a la fuerza a Rosa de su asiento; esta resistiendo, gritando, pataleando… hasta que llegó la policía, la sacó a la fuerza y la arrestó. Había estallado la chispa que incendiaría todo el sur de Usamérica.
Y llegaron los años 60. Los presidentes Kennedy (que pagó con su vida sus esfuerzos) y su sucesor Johnson estaban decididos, costara lo que costara, a que los negros usamericanos, a los que se había concedido la libertad cien años antes, fueran de verdad ciudadanos de tan primera división como sus connacionales blancos. No fue fácil la labor y las hemerotecas de todo el mundo guardan en sus archivos miles y miles de imágenes increíbles que dieron la vuelta al mundo y que presentaba al país sinónimo con la democracia como una nación desgarrada por el problema racial. Un líder carismático, el Rvdo. Martín Luther King, se convirtió en la antorcha que sus paisanos de color seguían ciegamente por dondequiera que iba. Cierto, miles y miles de ciudadanos blancos, conscientes de las históricas injusticias cometidas contra sus conciudadanos de tez negra, se unieron a la revolución, entre ellos los hermanos Kennedy, John y Robert. No pocos ‘revolucionarios’, negros y blancos, acabaron perdiendo su vida a causa de sus principios, entre ellos, como todo el mundo sabe, los tres que acabo de citar.
(Esta ‘moda’, como había ocurrido con los autobuses, desapareció tan pronto como los propietarios de los bares o restaurantes descubrieron que grupos de negros, principalmente jóvenes, entraban, pedían un vaso de agua (en Usamérica siempre se sirve gratuitamente a quien se sienta a una barra o una mesa) y se marchaban sin más. Los numerosos ‘vasos rotos’, y no digamos si se trataba de platos o fuentes, podían ocasionar el cierre de locales muy rápidamente. Aconsejo a los lectores que vean la magnífica película El libro verde, basada en una historia real y ganadora de tres Oscars en 2019: mejor película, mejor actor de reparto y mejor guion. Además de asegurarles que gozarán muchísimo de la actuación de sus dos personajes principales, el blanco interpretado por Viggo Mortensen, el negro por Mahershala Ali, mejor actor de reparto, descubrirán, medio llorando medio riendo, adonde se había llegado en la interpretación de las leyes raciales popularmente conocidas como Leyes Jim Crow.
Famoso se hizo George Wallace, gobernador del estado de Georgia por dos veces y otras tantas candidato presidencial, que el 14 de enero de 1963 dejó salir de sus labios la frase “Segregación ahora y segregación siempre”. Cierto que en 1982, tras haber quedado reducido a una silla de ruedas a consecuencia de un atentado, se arrepintió de su pasado, pero, antes de hacerlo, se convirtió en un gran quebradero de cabeza para el gobierno de Washington. Famoso también se hizo en Louisiana un conocido cacique político católico, Leandro Pérez, de origen canario, al que acabó excomulgando el arzobispo de Nueva Orleans por su defensa de la segregación, aunque, como Wallace, que era evangélico, acabó arrepintiéndose y fue readmitido en el seno de la Iglesia antes de morir. (Me permití indicarle en una carta y mencionar que tenía tentaciones de enviar a la prensa del estado algo que mi afición a la genealogía me hacía sospechar: que él, antinegro y antisemita, muy posiblemente era de origen sefardita, como las lápidas del cementerio de san Luis, el más antiguo de Nueva Orleans, podrían, quizás, ayudar a probar. Nunca recibí contestación y nunca comuniqué a la prensa del estado mis sospechas. Caritativo que es uno.
La historia de la segregación en Usamérica a partir de ese 2 de julio de 1964 es, más o menos, de dominio público. Los recientes incidentes, de repercusión mundial, indican que, si no de jure, sigue existiendo de facto ese ignominioso sistema. Las posibilidades en el país que se precia de ofrecerlas a cuantos llegan a sus tierras, siguen siendo mucho más limitadas para los ciudadanos de piel oscura que para los que la tienen blanca. El trabajo que en este campo espera al presidente Biden es inmenso, si quiere cumplir sus promesas relacionadas con esta lacra nacional. Para empezar, su vicepresidenta afro-hindú es un valioso testimonio de lo que él querría conseguir durante su mandato. Lo tiene muy, muy difícil. Sin embargo, sería injusto ignorar lo que en estos últimos sesenta años se ha llevado a cabo en la tierra del Tío Sam y del Tío Tom. De ello me ocuparé en las siguientes partes de este trabajo.
Fuente Religión Digital
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