Con María junto a la Cruz
En el día que los católicos celebran a nuestra Señora de los Dolores, recordamos a tantos hermanos y hermanas que están sufriendo…
La devoción a la Virgen de los Dolores se remonta a los primeros años del segundo milenio, como desarrollo de la «compasión» con María iuxta crucem Jesu. Esta devoción fue formulada litúrgicamente en tierras germanas, concretamente en Colonia, el año 1423. Sixto IV insertó en el misal romano la memoria de Nuestra Señora de la Piedad. La atención hacia María «dolorosa»se fue desarrollando gradualmente en la forma de los Siete Dolores, representados en las siete espadas que traspasan el corazón de la madre de Cristo. La extensión a la Iglesia latina en 1727 fue favorecida por los Siervos de María, que la celebraban desde 1668. La colocación en el 15 de septiembre se remonta a Pío X (1903-1914). En el calendario litúrgico de 1969 se la denomina memoria de Nuestra Señora la Virgen de los Dolores.
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La meditación sobre los siete dolores de la bienaventurada Virgen podrá expresarse fácilmente en términos actuales, en cuanto los comparemos con los múltiples sufrimientos por los que está marcada la vida hoy…
Principalmente en virtud de nuestra identidad cristiana, aceptaremos ser nosotros mismos una existencia atravesada por la espada del dolor. Siguiendo a Jesús, tomaremos cada día nuestra cruz (Le 9,23; cf. Mc 8,34; Mt 16,24). Sensibles al drama de innumerables personas y grupos obligados a emigrar desde países pobres nada naciones más ricas, en busca de pan o de libertad, pondremos a salvo la vida de todo tipo de persecución y ofreceremos nuestra contribución activa a la acogida de los emigrantes […].
En presencia de cuantos, en medio de la incertidumbre del vivir, añoran el rostro del Señor o se encuentran angustiados por haberlo perdido, nuestras comunidades han de ser lugares que apoyen su trabajosa búsqueda. Han de convertirse en santuarios de consuelo para tantos padres y madres que, desolados, lloran la pérdida física o moral de sus hijos. Como copartícipes de un mismo itinerario de fe, acompañaremos a nuestros hermanos y hermanas por la vía de su calvario: con gestos de delicadeza, como Verónica, o llevando su peso, como el Cirineo.
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H. M. Moons,
Con María junto a la cruz,
Roma 1992, 19ss.
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