Sentir el texto y la realidad.
Al texto de hoy le precede la curación de la hija de la Siro-fenicia. Una mujer potente, no muda, porque no está alienada por el sistema religioso y político judío.
No muda, porque está en contacto con su tripa, con su vida, con su hija. Es el sistema quien propicia demonios que representan la violencia e injusticia de una leyes religiosas que oprimen, sobre todo a la mujer, tanto es así que tenemos niñas, en los evangelios, que no quieren hacerse mujeres. ¿Y en Afganistán, y en África con el tema de la ablación?
¿Qué pasará con nuestras hermanas de Afganistán? Ellas viven algo así como “el horror de ser mujer”. Una dosis de la misma medicina en la cultura del tiempo de Jesús, que perdura en las mentes violentadas por el ansia de poder y de control.
También presente en nuestra tradición católica: a mujeres que querían seguir a Jesús se les imponían unos hábitos donde sólo se les veía un poco de cara, rejas, disciplina férrea, control de obispos y curas y confesores, hoy todavía vigente, más solapado, en algunos países, pero horrible: por ejemplo en India, donde una joven religiosa encuentra en posición comprometida a su superiora con el cura, y la matan, y la echan a un pozo… y siguen rezando.
No está libre nuestra historia. De ahí la fuerza del evangelio de este domingo:
La tartamudez es consecuencia de la sordera. ¿Cómo aprender a hablar si no oye?
“Jesús le separa de la multitud y se lo lleva aparte” y ahí se comunica con él de modo que le pueda comprender: con gestos.
Le mete los dedos en los oídos, y con su saliva le toca la lengua. Es un diálogo intenso, físico y espiritual, fuerte. Jesús le transmite su energía, su deseo de abrirle los oídos para que pueda escuchar la Palabra y sentir su presencia, y así, que su lengua se desate impregnándose de la energía vital de Jesús. Todo básico: sus manos, su saliva, su oración. Toque personal e íntimo, aparte, sin público, en lo recóndito de cualquier esquina de nuestra vida.
De pronto un día nos atrevemos a pedir o alguien nos lleva y Jesús se acerca y nos indica cómo puede abrirse nuestro oído y liberarse nuestra mudez para poder comunicar vida, su Vida.
Los sordos somos los seguidores y discípulos. Si oyéramos, todo sería diferente. La frescura del evangelio tocaría la vida que nos envuelve y oiríamos el clamor del que necesita ser oído, hoy además de tantas personas, hay un gemido que parte el alma, es el de nuestra Tierra. La violación continúa, y esto no se alivia con vacunas. Nosotros sí vamos recibiendo dos y tal vez tres vacunas, pero los pobres y el Planeta…
Si oyéramos los sonidos de la vida en la naturaleza y que de pronto todo se para, se hace el silencio más profundo, el silencio de muerte, ahí nos daríamos cuenta, de la tragedia que está ocurriendo y hablaríamos, y buscaríamos soluciones.
Te invito a sentir el texto. A ir a un rincón apartado y visualizar a Jesús acercándose y metiendo los dedos en nuestra vida, donde está inerte-muerto, donde no queremos que nadie entre y además, nos unta con su saliva para sanar nuestra herida. Todos lo hemos hecho cuando un crío se cae y llora y no tenemos nada más cerca, le ponemos un poco de nuestra saliva, y el niño se calma.
Es la fuerza de ser tocado por la misma esencia de la Palabra. Por la misma saliva que posibilita su comunicación. ¡Ábrete!
Abrirme ¿para qué? para escuchar más desgracias, más dolor, más inmediatez de un final catastrófico planetario, irreversible si no actuamos más y mejor…
No. No en ese orden. Claro que todo eso y mucho más está ahí, pero nos agobia, nos encoge, nos asusta y da rabia.
Reconocerlo es sano. La oferta del evangelio de hoy es ir a un lugar apartado y dejarnos “invadir por su presencia potente y cercana expresada tan gráficamente con sus dedos en mis oídos y su saliva en mi lengua” y dejarme reconstruir: mi modo de escuchar que ya no se consolidará en una tartamudez insegura, medio escondida porque todavía hay maridos y eclesiásticos de los que imponen sus puntos de vista …pero también hay mucha ignorancia manifestada en personas que al no conocer a Jesús nos ridiculizan porque creemos, porque le seguimos, porque luchamos por un cambio de mente, que empieza en el oído.
Hoy, mucha gente que oye mal habla sin parar, porque les es más fácil hablar que oír.
En Jesús se da lo contrario. No hablar si no te han abierto el oído interno. Y si esto ocurre, nuestro hablar tendrá la fuerza del Espíritu.
“El efecto mariposa: un aleteo de una mariposa en Brasil provoca una tormenta en Nueva York”, si se aplica al Evangelio, es fenomenal el cambio que puede producirse.
El susurro de unas palabras creadoras de vida y de bondad en el que escucha, puede producir que cambie la condición de vida de personas y naturaleza, que yo no veré, pero el Espíritu obrará.
Evitar la crítica y fomentar el silencio para recuperar la escucha profunda y de ahí dejar emerger su Vida.
Así lo hace la siro-fenicia, no se calla, no se amedrenta ni ante la persona y autoridad de Jesús. Y ella le cambia el modo de ver.
Esa señora además de valiente y rotunda con lo que quiere, es un modelo de discipulado que clama al cielo ser imitado, en casi todos los estamentos religiosos, políticos y sociales.
Parece que ella le mete los dedos a Jesús. ¡Inaudito!
Magda Bennásar Oliver, sfcc
Espiritualidadintegradoracristiana.es
Fuente Fe Adulta
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