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El ser humano no es una sinfonía incompleta: La Asunción es también nuestro final.

Domingo, 15 de agosto de 2021

im22090asuncion-maria-02jpgDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. La fiesta de la Asunción.

  En el Nuevo Testamento no hay testimonios de la Asunción de la Virgen María a los cielos. Pero la tradición de la veneración a la Virgen proviene desde el comienzo de la Iglesia.

      El Concilio de Éfeso (año 431) ya dijo que María era theo-tokos (theos: Dios – tokos: parto): madre de Dios (la que ha dado a luz a Dios).

    Las primeras referencias histórico-litúrgicas de la fiesta de la Asunción datan del siglo VI.

      Sin embargo la definición del dogma de la Asunción es reciente. Fue el papa Pío XII, quien el 1 de noviembre de 1950, propuso a la fe de la Iglesia que María, la madre del Señor fue llevada a los cielos en cuerpo y alma.

     ¡Cómo no vamos a creer que María terminó con y como su Hijo, Jesús, en la casa del Padre, en el cielo!

    La definición dogmática de Pío XII está construida desde una filosofía griega: cuerpo y alma, los cielos, etc… filosofía de la que podemos prescindir: cuerpo, alma, los cielos, etc. Es más que suficiente y esperanzador pensar y creer que María terminó en Dios, eso es lo decisivo.

  1. UNA FIESTA LLENA de VIDA y alegría

     El relato evangélico de hoy está lleno de vida y vitalidad:

     Dos mujeres que están creando vida, de qué van a hablar si no es de la misma vida, llenas de alegría, esperanza y, seguramente, algo de preocupación. El relato de hoy es un canto a la vida y por eso está lleno de alegría, de esperanza.

  • El encuentro de dos familias, dos mujeres que están gestando dos nuevas vidas: María e Isabel, Jesús y Juan.
  • Bendita entre las mujeres
  • La criatura salta de alegría en el seno materno de Isabel
  • María canta a Dios: Proclama mi alma
  • Se alegra mi espíritu en Dios.
  • Le felicitarán todas las generaciones.

     Sabemos que la vida tiene dificultades, pero la existencia humana es encuentro, es crear vida, es bendición, es alegría, es felicitarse por las pequeñas -y las grandes- cosas que acontecen en la historia y en nuestras vidas.

  1. María: madre y mujer creyente.

     A veces se ha presentado a María como una mujer-madre que ya se lo sabía todo: su hijo, Jesús, era el hijo de Dios, y por lo tanto todo estaba claro y resuelto.

    Pero las cosas no fueron así. María, lo mismo que José, no entendían las actitudes de Jesús, su modo de vida, su comportamiento ante los fariseos, ante el Templo y los sacerdotes.

    Jesús “aprendió” de María, su madre. Como toda madre, transmitió a su hijo la cultura, la ley judía, el amor a la Palabra, los salmos, las costumbres, las fiestas, etc. Pero Jesús se distanció mucho del pensamiento y de la tradición del Antiguo Testamento. Incluso la familia de Jesús pensaba que estaba loco: Sus parientes fueron para hacerse cargo de Él, porque decían: Está fuera de sí, estaba loco. (Mc 3,21).

     Por eso, no les fue fácil ni a María ni a José comprender la forma de comportarse Jesús frente a la ley, en el Templo. Menos podían entender la gente con la que Jesús trataba y los discípulos que le seguían: publicanos, pecadores, prostitutas, zelotas, etc.

    ¿Cómo les sentaría a María y a José aquello que Jesús les contesta tras su “desmarque” en el Templo de Jerusalén: ¿No sabíais que he de ocuparme de las cosas de mi Padre?

     De ahí que María hubo de creer -fe- en su propio hijo. María llegó a la fe en que su hijo Jesús era expresión, palabra de Dios. María comprendió y vio en Jesús a Cristo.

     De ahí que pudiéramos decir que María es la primera creyente. María se fio de Dios. María es madre de Jesús, pero sobre todo es creyente en Jesu-Cristo.

04   La fiesta de la Asunción es canto de esperanza a la vida.

     Dios no nace, no llega a nosotros como un extraterrestre en una nave espacial. Dios vino a nosotros -y viene- como venimos todos. Por medio de personas embarazadas de vida que, como Isabel o María, traen vida a la humanidad, dan luz a la vida, aportan esperanza desde su estado de buena esperanza.

     María e Isabel se visitaron en ese estado por una parte de dificultad y, por otra, de buena y gran esperanza.

    ¿Y si nosotros visitáramos con esperanza a nuestros hermanos en situaciones de dificultad?

     El nivel de esperanza de nuestra civilización está bajo mínimos. La fiesta de la Asunción es una palabra que sostiene la esperanza de los sencillos, apoyando la causa de los pobres, dando sentido al clamor de los hambrientos, estando siempre al lado de quienes nos necesitan, dando vida a quienes se encuentran abatidos por el pesimismo de quien no tiene fe y no ve más allá de los límites de este pequeño mundo que es nuestra historia.

     Pensando en voz alta: nuestra civilización ha sustituido la esperanza por el progreso. Confiamos en el progreso pero no tenemos esperanza. Sin embargo el progreso no termina de dar razón de nuestras vidas. El progreso es lo que es y da de sí lo que da de sí. Pero no se puede decir que porque un caníbal utilice microondas, plato, cuchillo, tenedor y servilleta haya progresado mucho la humanidad.

     El futuro absoluto está en Dios, y si no, no hay un futuro dotado de sentido.

    La existencia dotada de esperanza absoluta vive no fácil, pero sí serenamente las cuestiones de la vida: la libertad, la culpa, la gratuidad, la familia, el pueblo, el futuro.

  1. La Asunción: no somos una sinfonía incompleta.

     La Virgen María, Jesús completaron su existencia en Dios. Algo de eso es lo que significan las fiestas de la Ascensión (Jesús) y la Asunción (María). Habremos de acallar nuestra curiosidad de cómo sea ese final, el cielo. Podemos tener dificultades sobre el cómo será, dónde, cuándo, etc., pero mantengamos firme la esperanza de que “será”. Confiemos en que será. Será en Dios.

     No somos una sinfonía incompleta. Nuestro final es el mismo de Jesús y de María: el cielo. También para nosotros se abrió en el cielo la casa de Dios. (Apocalipsis).

 

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