Mikel Ayestaran: “En Jerusalén, todas las comunidades viven de espaldas entre ellas”
Corresponsal ‘freelance’ en Oriente Medio, autor de ‘Jerusalén, santa y cautiva’
“Jerusalén es una ciudad que todos tenemos en el subconsciente por nuestra nuestra educación judeocristiana. Ahora mismo en cualquier sinagoga o iglesia de occidente se está hablando de Jerusalén, que es el escenario de la mayor historia que conocemos, la historia de las historias, la Biblia”
“Israel es uno de los pocos lugares de Oriente Medio en el que los periodistas extranjeros podemos trabajar: en países vecinos como Siria, Jordania o Egipto, tener permiso de trabajo y ejercer como periodista es más complicado que en Tierra Santa”
“La comunidad cristiana está menguando de una forma alarmante en todo Oriente Medio. Fundamentalmente a partir de la nefasta decisión de EEUU de invadir Irak en 2003, que supuso una ruptura muy importante de los equilibrios en la región”
De empleado en una fábrica de coches a montador de muebles o camarero en cafeterías y sidrerías. Mikel Ayestaran (Beasain, Guipúzcoa, 1975) tuvo empleos diversos antes de desembocar en el periodismo en los años 90. Hizo sus pinitos en el oficio en El Faro de Ceuta y, más tarde, en el Diario Vasco. En 2005 dejó la seguridad de las redacciones para cubrir los conflictos de Oriente Medio como periodista multimedia.
Miembro fundador de la revista 5W y autor de obras como Oriente Medio, Oriente roto (2017) y Las cenizas del califato (2018), Ayestaran es hoy es uno de los más destacados periodistas españoles en esa región convulsa que comprende desde Túnez hasta Pakistán. Tras muchos años viajando de un sitio a otro, en 2015 decidió instalarse junto a su familia en Jerusalén, ciudad que cuenta ahora en Jerusalén, santa y cautiva (Península, 2021), un libro de viajes que lleva al lector de la mano en un recorrido por los rincones más emblemáticos e insospechados de Tierra Santa. El pasado 20 de julio compareció en la librería Altaïr de Barcelona para firmar ejemplares de la obra y accedió amablemente a tener esta conversación con RD.
¿Por qué escogió Jerusalén para vivir?
Tras valorar la posibilidad de instalarnos en El Cairo, Estambul y Beirut, donde miramos pisos y colegios para nuestros hijos, nos decidimos por Jerusalén, básicamente por dos motivos: porque es una ciudad segura para vivir con la familia y porque profesionalmente me parecía un lugar atractivo. A pesar de que me habían insistido en que el conflicto entre Israel y Palestina está muy desgastado y de que todo el mundo está cansado de esta disputa eterna, me apetecía intentarlo ya que siempre había tocado el tema muy de refilón. Además, Israel es uno de los pocos lugares de Oriente Medio en el que los periodistas extranjeros podemos trabajar: en países vecinos como Siria, Jordania o Egipto, tener permiso de trabajo y ejercer como periodista es más complicado que en Tierra Santa.
Debe de ser todo un reto desde el punto de vista periodístico contar una ciudad tan compleja y donde, como dice, el pasado se come al futuro.
Era todo un reto, entre otras cosas porque hay un montón de libros sobre Jerusalén. A mi me ha servido de mucho delimitar esta obra dentro de los muros de lo que es la Ciudad Vieja, que me parece la madre del cordero, y un poco intentar hacer un retrato de lo que está siendo el Jerusalén de los Ayestaran durante los últimos seis años. Jerusalén es una ciudad que todos tenemos en el subconsciente, por nuestra educación judeocristiana. Ahora mismo en cualquier sinagoga o iglesia de occidente se está hablando de Jerusalén, que es el escenario de la mayor historia que conocemos, la historia de las historias, la Biblia. Vivo en un sitio que es escenario de ese relato y donde después de 2.000 años han vuelto los protagonistas, los judíos.
¿Cuál es la situación de los cristianos en Jerusalén actualmente teniendo en cuenta la mengua que ha sufrido esta comunidad en Oriente Medio desde la invasión de Irak?
La comunidad cristiana está menguando de una forma alarmante en todo Oriente Medio. Fundamentalmente a partir de la nefasta decisión de EEUU de invadir Irak en 2003, que supuso una ruptura muy importante de los equilibrios en la región. Entonces empezó la inmigración masiva de los cristianos de Irak. Ese modelo se ha repetido en Siria, donde desde 2011 está pasando exactamente lo mismo. Y en Tierra Santa está pasando esto desde la fundación del estado de Israel. Los cristianos están emigrando pero no se les presta la misma atención. Por una sencilla razón: en el caso de Siria, primero son cristianos y luego sirios; en el caso de Iraq también; pero en el caso de Palestina, primero son palestinos y luego cristianos. En Belén no quedan cristianos, apenas dos barrios, y en Gaza hay como unos cien católicos, si llega. Cuando volvieron a abrir al público el Santo Sepulcro tras la pandemia, limitaron a 30 personas el aforo máximo, pero nunca se llega a esa cifra. Es un declive permanente, aunque tampoco se dispone de datos claros y es difícil calcularlo con exactitud.
“Los cuatro años de Trump han sido un sueño para el sionismo, o más bien para los partidarios de la política de Netanyahu, a quienes Trump les dio absolutamente todo”
“No es un conflicto religioso, es un conflicto por la tierra y los recursos”. Son palabras de Mitri Raheb, pastor luterano, uno de los personajes del libro. A veces puede parecer que la religión es la causante de todos los males pero a menudo es el dinero y el afán de poder lo que los provoca.
El conflicto entre israelíes y palestinos es más un conflicto por la tierra que un conflicto religioso. Lo que ocurre es que tiene un componente especial. Hay dos factores por los cuales el ser humano se lleva matando miles de años: el nacionalismo y la religión. En este caso tenemos una fórmula que combina el sionismo religioso, que es el que promueve el estado de Israel, en el cual confluyen las dos cosas. Para ellos la tierra es fundamental, pero se amparan en su derecho divino, el derecho bíblico de volver a la Tierra Prometida. Y en nombre de ese derecho, está teniendo lugar una expansión nacional evidente y se están haciendo con toda la tierra, desde el río Jordán hasta el mar. Aquí se mezcla los dos niveles, la confluencia entre el factor nacionalista y el factor religioso.
Incluso se están adueñando del subsuelo. En el libro habla de la arqueología bíblica promovida por el estado de Israel.
Efectivamente, la lucha se traslada al subsuelo. La arqueología es fundamental. Ellos tratan de buscar a toda costa todo lo que sean pruebas que certifiquen que realmente esta tierra les pertenecía en el pasado.
Describe la Ciudad Vieja de Jerusalén como una comunidad profundamente dividida. Es una lástima, teniendo en cuenta la diversidad y la riqueza que se le debería presuponer al lugar donde confluyen las tres grandes religiones monoteístas.
En Jerusalén las diferentes comunidades viven juntas pero de espaldas entre ellas. Y luego, dentro de cada confesión hay, además, numerosas subdivisiones. El ejemplo más triste lo tienes en el mismo Santo Sepulcro: el lugar más santo del cristianismo está custodiado por armenios, franciscanos, griegos, etíopes, coptos… y cada grupo con su respectiva bandera. Tendrían que estar todos unidos, y más teniendo en cuenta que cada vez son menos, pero no, allí cada uno quiere preservar su cuota de poder, es más importante la bandera que el lugar en sí, dan demasiada importancia a lo material y demasiado poca a lo espiritual.
¿Qué supuso para Jerusalén que Donald Trump la reconociera como capital de Israel?
Los cuatro años de Trump han sido un sueño para el sionismo, o más bien para los partidarios de la política de Netanyahu, a quienes Trump les dio absolutamente todo. Pero bueno, con otros presidentes a menudo cambian las formas pero el fondo se mantiene. Con Obama, aunque su relación personal con Netanyahu no era tan buena, se firmó entre los dos países el mayor contrato armamentístico de la historia de EEUU.
Entonces, con Trump tal vez se perdieron las formas pero en el fondo era todo igual.
Hubo un detalle curioso con respecto a Trump y los cristianos: y es que Trump, cuando denegó visados a refugiados sirios que huían de la guerra, movió cielo y tierra para hacer una excepción y aceptar cristianos. Sin embargo, en todos los viajes que hizo a Tierra Santa, nunca se acercó a hablar con la población cristiana. Hablaba con los evangélicos llegados de EEUU.
¿Se esperan cambios con la llegada de Biden?
Se espera una vuelta a la época de Obama en el sentido que te comentaba antes: cambiarán a mejor las formas, volveremos a hablar de los dos estados por activa y por pasiva; el clima es y será menos tenso pero en esencia la ocupación va a seguir avanzando sin ningún problema.
Al final del libro recomienda una serie de obras clave para entender Jerusalén. La primera, la Biblia. ¿Cuál es su relación con ella o en qué medida le ayuda como cronista de la ciudad?
Mi formación en España fue en colegios como los Hermanos de la Salle, las Escuelas Pías y la Universidad de Navarra, del Opus Dei, pero más allá de esto no soy una persona muy religiosa. Sí que es verdad que al llegar a Tierra Santa, intentas aprender, como hacen tantos turistas y peregrinos, visitando lugares como Nazaret, Cafarnaúm, el Monte de los Olivos, que son nombres que más o menos nos suenan a todos. Por lo demás, la Biblia, como obra, en mi caso me ayuda a ser consciente de que estoy viviendo en el lugar donde se desarrolla uno de los grandes relatos de la humanidad.
Corresponsal freelance en Oriente Medio. Suena arriesgado, tanto por la condición de profesional autónomo como por la región que cubre, tan convulsa.
Tengo un acuerdo con varios medios, pero no dejo de ser un trabajador autónomo, como muchos compañeros y compañeras de profesión. Si no trabajo no cobro, vivo de la pieza, al día. Suena poético pero es lo que es. Tanto en periodismo local como internacional, la fórmula más habitual en nuestros días es el profesional freelance. En mi caso es quizás algo más arriesgado por el hecho de que voy con la familia. Tengo varias patas en mi banco laboral: una es la televisión pública vasca, otra es los periódicos del grupo Vocento, con ellos tengo un acuerdo, pero para poder sobrevivir como corresponsal en una ciudad como Jerusalén, tan cara, tienes que trabajar 24 horas al día y 7 días a la semana, tienes que estar a tope, sobre todo cuando hay breaking news.
Fuente Religión Digital
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