25.7.21. Fiesta de Santiago: Camino de conversión para una iglesia peregrina
La fiesta de Santiago es la fiesta de su conversión: Deja de ser Caballero de un Dios de Batallas (matando enemigos, sentándose en un trono de gloria), para hacerse peregrino de Jesús y caminar con él, como testigo de amor, al servicio de todos (hasta el confín de la tierra).
De esta conversión de Santiago y de su hermano Juan, que abandonan la violencia y se vuelven itinerantes pacíficos de vida,habla el evangelio de este día, que el mejor de los retratos de su vida.
En este contexto quiero presentar la galería del lugares del camino que diseñó A. Mahourrek (entre el 1980 y 1990) y que L. Sanmillán, Arsenio Fernández y otros artistas de la Escuela del Monasterio Mercedario de Poio (Pontevedra) “convirtieron” en mosaico. Esos lugares, de París a Compostela, pasando por Roncesvalles, Pamplona etc., marcan las etapas de la “conversión” cristiana de los peregrinos de Santiago, una conversión que puede y debe realizar la Iglesia entera, desde los confines del antiguo Occidente.
En Compostela se venera todavía la imagen del Santiago Mata-moros, aún no convertido, que pide a Jesús un asiento (un trono o caballo) para matar enemigos y gobernar a su lado. Pero el verdadero Santiago es el ya convertido, peregrino de Jesús, dispuesto a beber su cáliz y recibir su bautismo de muerte al servicio de la vida de los demás (el texto base de la reflexión que sigue está tomado de mi comentario a Marcos.
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INTRODUCCIÓN. JESÚS LE LLAMÓ 4 VECES
(1) En el mar de Galilea, donde era pescador, con su hermano Juan, en Mc 1, 19-20. Se les llama “zebedeos”, hijos de Zebedeo, y tras la llamada de Jesús dejaron la barca de su padre con los jornales.
(2) En el monte, cuando Jesús instituyó a los Doce (Mc 3, 17). Allí se dice que Jesús impuso a los dos (Santiago y Juan) el nombre de Boanerges, Hijos del trueno, lo que muestra que eran especialmente violentos, matadores de enemigos.
(3) De nuevo en el del Mar de Galilea, tras la resurrección, cuando Jesús les llamó a formar el primer equipo de los siete misioneros, con con Pedro, Tomás, Natanael y dos cuyo nombre no se dice (Jn 21).
(4) Pero el texto más importante para conocer a Santiago es el de Mc 10, 35-45, que quiero presentar y comentar con cierta extensión, siguiendo el el texto Mc 10, 35-45 (aunque la liturgia de hoy sigue el paralelo de Mateo)
TEXTO DE LA CONVERSIÓN DE SANTIAGO
(a. Petición) 35 Y se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: – Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: — ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron:– Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
(b. Respuesta) 38 Jesús les replicó:– No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado? 39 Ellos le respondieron:– Sí, podemos. Jesús entonces les dijo:– Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
(c. Confirmación) 41 Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. 42 Jesús los llamó y les dijo:– Sabéis que los que parecen mandar a las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. 43 No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; 44 y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. 45 Pues tampoco el Hijo del humano ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por mucho
Estos zebedeos, y en especial Santiago, empiezan siendo los del caballo y la espada, luchando contra los “enemigos de Dios”, que en la visión de la España medieval era los musulmanes. Cierta Iglesia les sigue venerando todavía, y quiere que vuelven (sin convertirse a Jesús) para matar enemigos.
10, 35-37 Petición. 35 Y se le acercaron Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte. 36 Jesús les preguntó: ¿Qué queréis que haga por vosotros? 37 Ellos le contestaron: Concédenos que nos sentemos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria.
Como representantes de la lógica del mando aparecen Santiago y Juan, los primeros conspiradores de la iglesia, que utilizan a Jesús para saciar su sed de jerarquía. No buscan algo nuevo, insisten en la línea anterior de búsqueda de “poder”, de Pedro (es decir Pedro) o de los Doce (9, 33-34; cf. 8, 33). Ambos son “hijos del trueno” (3, 17), en línea de fuego y violencia, pues quisieron que el fuego del cielo destruyera a lo samaritanos, un día que no quisieron recibirles (cf. Lc 9, 54).
Habían sido llamados al principio para la pesca final (1, 16-29); unidos a Pedro, acompañaron a Jesús en la “resurrección” de la hija del Archisinagogo (5, 37) y en la transfiguración (9, 2). Por eso, al pedirle ahora un puesto a la derecha e izquierda de su gloria, parecen responder con confianza a su confianza. Es lógico y bueno lo que piden (estar siempre al lado de Jesús), pero lo piden con lógica de mando, elevándose sobre el resto de los discípulos, y sobre todos los que forman el reino de Jesús, ocupando los puestos fundamentales “en su gloria” (en tê doxê sou), compartiendo su poder o su realeza.
Es evidente que, siguiendo el orden en que aparecen siempre, Santiago (¡quizá el mayor!) ocuparía el trono o asiento a la derecha de Jesús y Juan a su izquierda. Así formarían con Jesús el triunvirato del Reino. Pueden pensar en un reino político, que se instaurará en Jerusalén, tan pronto como lleguen (a pesar de los anuncios de derrota y muerte de Jesús). Pero también pueden pensar (dentro del contexto actual de Marcos) en el Reino del Hijo del Hombre, que ha de venir de forma gloriosa, conforme al mensaje de Dan 7, 9-14, donde se dice que se prepararon unos tronos (para los compañeros, angélicos o humanos del Hijo del Hombre), y que al Hijo de Hombre en particular se le daría todo honor, gloria y poder.
Es evidente que estos zebedeos quieren reinar con Jesús, ellos dos, de un modo especial, ciertamente con los Doce (como recuerda el logion de los Doce tronos de los elegidos de Jesús: cf. Mt 19, 28; Lc 22, 30), pero por encima de los otros diez (incluido Pedro)
(2). 10, 38-40 Respuesta. Beberéis mi cáliz 38 Jesús les replicó: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que seré bautizado?39 Ellos le respondieron: Sí, podemos. Jesús entonces les dijo: Beberéis el cáliz que yo he de beber y seréis bautizados con el bautismo con que yo seré bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado.
Jesús responde cambiando el nivel de la petición. No acepta, ni rechaza lo que piden, pues de ese modo seguiría utilizando (a favor o en contra) la lógica de fuerza, sino que rechaza la misma petición como carente de sentido: ¡No sabéis lo que pedís! (10, 38). Los zebedeos han seguido a Jesús y, sin embargo, no entienden su estilo de Reino, no comprenden que Jesús no quiere el trono (¡no quiere reinar!), sino regalar la vida por los demás, para que todos los hombres y mujeres (y en especial los más necesitados) sean “reyes”.
Éstos zebedeos, que llevar largo tiempo con Jesús no saben ni lo más elemental: ¡Jesús no busca el primer trono, ni para sí, ni para los demás, pues su Reino no puede entenderse en la línea de una “toma de poder”! El verdadero Jesús (el de Marcos y Mateo) no puede ofrecer tronos, sino un camino en su seguimiento, como sabe Mc 8, 34: ¡Quien me quiera seguir, que tome su cruz y me siga! (palabra que ellos, los Doce, y de un modo especial los Zebedeos no han querido escuchar).
Jesús no puede ofrecer Tronos de Reino, sino un camino de entrega de la vida, como muestra la continuación del texto: de Jesús: Pregunta y respuesta. ¿Podéis beber mi cáliz, bautizaros con mi bautismo? (10, 38-39a). Ellos desean mandar con Jesús, para imponerse. Jesús les pregunta si pueden seguirle en su entrega, en donación de vida.
Frente a la gloria que buscan en él, Jesús les ofrece su camino de entrega, expresado en el signo del cáliz (que significa solidaridad y entrega) y en la señal del bautismo (que implica también muerte: quedar bajo el poder de las aguas destructoras).
En el fondo les pregunta si están dispuestos a morir con (como) él. Ellos responden que sí: ¡podemos! Ciertamente, no son miedosos o egoístas vulgares.
–Concesión.¡Mi cáliz lo beberéis, con mi bautismo os bautizareis! (39b). Con una anticipación que rompe el nivel temporal de la escena y adelanta algo que ha suceder más tarde, el Jesús pascual (que es el que está hablando aquí, al menos en un nivel) confirma la disposición de los zebedeos, ratificando su entrega martirial ya cumplida (todo nos permite suponer que han muerto ya por y con Jesús cuando Marcos se escribe este pasaje, en torno al 70 d.C.).
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