Siguiendo tus huellas, Señor.
Partir con quien nada tiene,
pero que es digno de todo lo mejor
a sus ojos tristes y rojos,
y a los de Dios que nos mira a todos.
Partir no sólo lo sobrante,
también lo que hemos robado,
lo que hemos trabajado,
y hasta lo que nos es necesario.
Partir por justicia, por amor,
por encima de lo que es legal,
sin intereses y sin llevar la cuenta,
hasta que el otro sienta la hermandad.
Partir con sencillez y entrega,
sin creerse mejor ni superior,
sin exigir cambio, ni recompensa,
ni reconocimiento a nuestra actitud.
Partir, y aceptar decrecer
sin agobio, sin temor, sin tristeza,
con la confianza puesta en ti
para hacer posible la fraternidad.
Partir evangélicamente
en todo tiempo, en todo lugar,
dentro y fuera de nuestro hogar,
en toda ocasión, aquí, ahora ya.
Partir, o al menos intentarlo cada día,
nunca en solitario, siempre en compañía;
pero sin pretensiones ni vanidad,
sólo para hacer posible el compartir.
Como Tú, Señor.
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Florentino Ulibarri
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