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Do ut des

Lunes, 19 de julio de 2021

resized_a6293-ee03a0f0el.psdJaume Patuel i Puig
Mataró (Barcelona).

ECLESALIA, 09/07/21.- Do ut des, es una expresión latina que significa: Te doy para que tú me des. Una forma de transacción, de reciprocidad. O también doy para que me hagas. Siempre dar o hacer para recibir o hacer. O en términos populares: Nadie da nada por nada. Esta idea está muy extendida: ¡Desconfía de quien te regala algo! ¿Qué quiere? Siempre que se da se busca de forma consciente o inconsciente una recompensa: Nada es gratis. Y más en un mundo capitalista donde el dinero lo es todo como principio y fin.

Ciertamente, según los contextos, una frase tiene muchas lecturas. En psicoanálisis, siguiendo a Melanie Klein (1882-1960), especialista en infancia, por una parte, todo acto viene a ser como una reparación de haber hecho algo con malestar, o siempre en deuda. Pero también, dice, hay personas que dan porque quieren y no esperan ninguna recompensa ni han faltado a nadie. Donación gratuita.

El ejemplo más claro, y de hecho así ha sido y es: El amor de los padres hacia los hijos, como el amor de amistad. Se da y no se espera nada a cambio. No quiere decir que no haya una satisfacción por tener esta actitud. Pero esta persona no espera ni se frustra ni se desespera porque no se le reconozca ni se le dé nada a cambio.

Dar sin esperar nada es una actitud humana madura y profunda. Pero requiere un trabajo interior. Y este trabajo es sanar y clarificar las sombras que todo el mundo tiene. Un maravilloso diálogo con uno mismo.

¿Qué se espera cuando se da? Aquí hay una reflexión. Si piensas o crees que no esperas nada, y así puede ser, hay que averiguar cuáles son las reacciones interiores. Aquí se ve el grado de madurez de cualquier ser humano. Esto tampoco quiere decir que en un momento dado, no se pueda recordar los favores ante actitudes inadecuadas.

No siempre es la frase de Hobbes (1589-1679): Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre). Porque también existe la frase de Feuerbach (1804-1852) que expresa: Homo homini Deus (El hombre es un dios para el hombre). Podemos ir aún, un poco más lejos, a Séneca (4 aC-65 dC) que exclama: Homo homini sacra res (El hombre es algo sagrado para el hombre). Es decir, ¿qué mirada tenemos del que da y también de quien recibe?

Dicho de otra forma. Entiendo que no se pueden dar afirmaciones universales, que puede que sean orientativas pero no de aplicación matemática o de lógica aristotélica, sino que hay que ir “caso por caso”, es decir, la situación concreta. Y más hoy en día en el mundo global, basado en la economía, la técnica y la digitalización. Como si fuera una máquina en lugar de ser un organismo vivo, relacional y con consciencia. Además, la tecnocracia nos lleva a una relación virtual. Quien da o quien hace, ¿porqué lo hace o da? Existe la donación gratuita sin nada que esperar. Es necesario, más que nunca, practicar los valores de madurez, de desprendimiento, de desafección para poder irnos encontrando en un mundo mejor, que esté al alcance de todos.

En esta situación, que la pandemia nos ha llevado, se ha mostrado cuántas personas han dado y mucho, incluso la vida, sin esperar ni querer respuestas. Por tanto, en la pandemia ha quedado evidente que hay personas que dan y no esperan nada. Pero también a la pandemia ha habido todo lo contrario: Doy si me dais, si no me dais, no doy.

En otra ocasión, reflexionaba así sobre el agradecimiento: Quien recibe sea agradecido. Aquí lo miro desde otro ángulo: Del de aquel que da, del que lo hace generosamente. O también, porque no, doy razonablemente y no me aprovecho de la situación. Otros, y esto ha sido bien evidente, doy y me aprovecho mucho la situación. Y como siempre, persona por persona. Debemos partir del caso concreto y ver qué dice la ley. Porque la ley por muy perfecta que sea, nunca puede incluir todos los casos. De ahí la sabiduría de los jueces y de las personas con responsabilidades de la cosa pública o de las cívicas privadas.

Es cierto, y muy natural, que el ser humano, cuando está en la matriz, al nacer, y hasta que empiece a caminar, todo se le da. No hace ningún esfuerzo. No puede. Todo es protección: Una entrega de los otros, esperando, que de mayor se acuerde o madure. Pero al mismo tiempo el niño debe aprender que también debe dar así como le han dado. Ley de reciprocidad. Y en este proceso de individuación o desplegamiento o maduración o toma de los diversos niveles de conciencia debe poder ver que hay otros que dan y no esperan. Insisto en esta idea, que en el mundo global, donde la economía no es únicamente la base, sino también el techo, tiene como punto de partida y de llegada: el ídolo del dinero (que es fabricado por el ser humano para los seres humanos).

Una actitud de servicio desinteresada en un mundo global, en un sistema neoliberal imperante, tecnificado, digitalizado y excluyente o el dar sin esperar respuesta o el recibir generosamente sin tener que devolver, son indicadores de madurez, de amor, que dan felicidad y al mismo tiempo abren un Horizonte esperanzal para que vaya llegando a las personas concretas, sino fuera así sería un derribo humano, la codicia como meta. Una inhumanidad.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad

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