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Hacía doce años que la hemorroísa enfermaba, cuando nacía la niña de Jairo. ¡Esos viejos sistemas religiosos!

Domingo, 27 de junio de 2021

resurreccion-de-la-hija-de-jairo_thumbDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Personajes del relato.

Jairo

         Era un personaje importante del mundo religioso judío, jefe de la sinagoga (un miembro destacado del sistema religioso judío. Jairo no encontraba remedio para su pequeña hija en el sistema religioso y acude a Jesús, un “excomulgado” del sistema. Jesús es quien confiere vida

A Jesús no le fue muy bien ni en el Templo ni en las sinagogas. Cuando Jesús termina de predicar en la sinagoga de su pueblo, Nazaret, los jefes de la sinagoga querían echarlo por un barranco, (Lc 4,28).

Sin embargo Jesús no duda en acoger y “sanar – levantar – resucitar” a la hija de Jairo. (Levantar es una de las palabras que el NT emplea para hablar de la resurrección de Jesús).

Jesús se fue con él… Jesús sana a todo aquel que se encuentra con él. Jesús devuelve la vida.

La hija de Jairo y la hemorroísa.

Dos mujeres. Las dos perdían la vida. La niña estaba dormida-muerta. A la hemo – rroísa: hemo: sangre / reo: correr (flujo) se le “iba” la vida. La niña “estaba en las últimas”.

Tampoco la hemorroísa halla solución al problema de la vida en el sistema religioso y, por ello, acude, se acerca a Jesús

Ambas, la niña y la mujer en situación de impureza por la muerte y por la pérdida de sangre. Según el judaísmo, nunca debieron acercarse a Jesús ni la hemorroísa, ni Jairo para pedir la curación de su hija, así como tampoco nunca debió acercarse Jesús a estas dos situaciones.

Aquella mujer perdía la vida. En las culturas primitivas creían que la vida estaba en la sangre, y quien perdía la sangre, perdía la vida. (No es una afirmación muy exacta, pero con cierto sentido común y coloquial (aunque no exactamente científico), cuando vemos que una persona tiene una hemorragia por un derrame, un accidente, “vemos” que pierde la vida.

No se trata de meramente un hecho biológico. Aquella mujer, como tantas personas perdía o perdemos  o “malgastamos” la vida.

Jesús “nunca debió” haber tratado con mujeres, ni tener discípulas, ni curar a una mujer. Pero “lo de Jesús” es algo muy diferente de la religión judía y -probablemente- de todas las religiones. Jesús se acerca a todo el mundo: hombres, mujeres y niños, judíos y paganos, buenos y malos. Y se acerca no para recriminar nada, sino para que tenga vida.

Jesús

         Es la figura central. Jesús se distancia del legalismo y de la religión judía. Antes es la vida que la ley. Se puso del lado de la mujer impura y le devuelve la salud, la dignidad y la felicidad. Jesús se muestra como  liberador de lo que esclaviza e infunde miedo al ser humano: la opresión -interna y externa-, la enfermedad, la marginación y la muerte.

Jesús -lejos de la religión oficial- se posiciona del lado de la mujer impura y le devuelve la salud, la dignidad, la serenidad que no había encontrado en la religión, ni en la sociedad.

En algún otro momento Jesús ya lo había dicho: Dios no es un Dios de muerte, sino de vida, (Lc 20,38).

  1. Símbolos del relato

Tocar el manto

Varias veces se repite en el relato de hoy la expresión “tocar, apretujar”.

Jesús se acerca a la niña, la coge de la mano y la levanta, la devuelve a la vida.

         La hemorroísa quiere tocar el manto. El manto era, significaba “el ámbito” de una persona, en este caso, el espacio de Jesús

         Tocar es entrar en contacto con Jesús. La presencia, la cercanía de Jesús transforma a la persona y la rehabilita y reintegra en la vida.

En situaciones de muerte, de depresión, de droga, de hundimientos personales, de pérdida de la vida, el encuentro con Cristo, devuelve la vida, nos devuelve a la vida.

Podemos ser viejos católicos, religiosos de toda la vida; solamente el encuentro con Cristo es el que nos liberará y nos dará o nos devolverá a la vida. La cercanía de Jesús transforma la existencia humana.

Doce

Curiosamente en las dos mujeres se repite la cifra: “Doce”. La niña tenía doce años y la hemorroísa llevaba doce años enferma. De otra manera: Hace “doce  años”, cuando la hija de Jairo nacía, enfermaba la vieja hemorroísa, como si fueran incompatibles la salud y las vidas de ambas en el viejo sistema religioso. No es casual, el simbolismo. El número doce es símbolo del pueblo judío, Israel. Doce es la totalidad de Israel.

Ambas mujeres representan a Israel, que no encuentra solución en sus instituciones ni en su religión -la sinagoga, la Torah (ley)-.

Después de haber buscado y hecho lo indecible –“se había gastado en eso toda su fortuna; pero en vez de mejorar, se había puesto peor”-, hasta morir.

Podemos ser viejos católicos, religiosos de toda la vida; solamente el encuentro con Cristo es el que nos liberará y nos dará o nos devolverá a la vida.

  1. Estamos hechos para vivir y vivir bien.

Estamos llamados a la vida. Estamos hechos para vivir y para vivir bien.

Tres breves consideraciones

  1. El suicidio

En el otoño del 2004 se celebró en Roma (Vaticano) un Congreso médico-psicológico-teológico sobre la depresión y el suicidio. Las actas de tal Congreso están publicadas y las cifras son alarmantes: en Europa Occidental el índice de suicidio ha aumentado en un 60 % en los últimos 45 años. (En Euskadi se produce un suicidio cada dos días. En España se produce 10 suicidios al día).

Para que una persona quiera cesar en la vida ha tenido que pasar mucho y malo. Quien se toma un tubo de pastillas está gritando que no puede más y que “se va” porque precisamente quiere vivir.

Quizás el cliente del evangelio de nuestro tiempo no será el hombre pecador, sino el hombre proveniente del absurdo y del sinsentido.

De lo que no hay duda es que estamos hechos para vivir. Muchas veces lo problemático es el cómo.

  1. hijos de la ilustración.

En Europa Occidental somos hijos de la Ilustración (siglo XVIII) que nos ha metido en la cabeza y en el hábitat cultural en el que vivimos que la vida, la salvación, la felicidad nos vienen del progreso, de la razón-ciencia, de la tecnología, etc. La esperanza y la vida de la Ilustración, nuestra esperanza radican en el desarrollo. Pero bien sabemos que el hombre no puede darse a sí mismo la plenitud, la felicidad, la vida. Son un don, una gracia de Dios. El ser humano no termina de ser feliz por sus propios medios. Y esto no es una ideología, sino una experiencia existencial. La vida es un regalo, en último término una gracia de Dios.

C       ¿Qué es vivir bien?

         Confiamos y nos entregamos a aquella realidad de la que esperamos nos va a venir la vida, el bienestar, la felicidad.

  •  Cuando nuestros jóvenes amanecen somnolientos, si no en peores condiciones, tras una noche de placer, están buscando la vida.
  •  Quienes conciben la vida como unas vacaciones permanentes o viven en una continua dispersión o se vive en turismo de sexo o cosa parecida, también están buscando la vida.
  •  Todo este mundo de la macrobiótica, gimnasios, el culto al cuerpo y el mito de la eterna juventud, busca la vida.
  •  La ciencia y la tecnología nos ofrecen paraísos terrenales de vida.
  •  Las ideologías, el poder, el dinero pretenden garantizar y amarrar la vida.

Sin embargo la muerte y las situaciones de muerte nos embargan.

         A veces vivimos en situaciones que ponen al ser humano en las “últimas” como la niña hija de Jairo: penosas situaciones económicas, raciales, políticas, etc.

         En muchas ocasiones perdemos o derramamos sangre –vida-, como la mujer hemorroisa. Perdemos la vida.

         Y el ser humano, a pesar de estar hecho inmortal e incorruptible (Libro de la Sabiduría y todo el pensamiento griego) experimentamos la muerte.

  1. Dios de vida: Acercamiento a la vida.

         Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes. Nuestro Dios es de vivos y no de muerte.

         La actitud de Jesús es siempre de vida, de conceder o restablecer la salud: ciegos, leprosos, hemorroisa, el hijo pródigo. El evangelio de san Juan está plagado de referencias a la vida: Yo soy el pan, el agua de vida, yo soy la resurrección, he venido para que tengan vida,etc.

         Los dos momentos de vida que nos ofrece el evangelio de hoy muestran un acercamiento al que es la vida.

         El jefe de la sinagoga se acerca a Jesús, la hemorroisa toca aunque solamente sea a Jesús.

         Cristo es fuente de la vida.

El enigma del ser humano, incluida la muerte, quedan iluminadas desde la Vida que se manifiesta en Jesús.

Cada cual podemos reconocernos como Jairo que acude a Jesús, como la mujer que siente estar perdiendo su vida, o como la niña que escucha la palabra que le dice: “levántate“.

         Se trata de acercarse a Cristo, al Logos, a la verdad, de amar la vida a fondo perdido y trabajar por ella. La vida está en crisis en muchos aspectos y problemas éticos en nuestro momento cultural.

         En el principio existía la Palabra y la Palabra era vida. Acercarnos a Cristo tal vez signifique volver a la Palabra, al sentido de la vida, volver todos a ser razonables y sensatos ante los muchos problemas que debilitan o amenazan la vida.

Lo hemos escuchado en la primera lectura: Dios no hizo la muerte ni goza destruyendo los vivientes.

Y, a esa luz, podemos preguntarnos: ¿por dónde se me escapa la vida?, ¿qué es lo que me tiene hundido?, ¿tengo fuerzas para levantarme, vivir y trabajar por la vida?

         La cuestión crucial no es: ¿qué ocurre después de la muerte?, sino: ¿quiénes somos y cómo estamos en esta vida? ¿Estamos bajo el manto de Cristo? ¿Cristo está en nuestra vida?

Dios creó al hombre incorruptible, para la vida

El encuentro con Cristo es vida.

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