20.6.21. Caída la tarde, les dijo: Crucemos al otro lado
La iglesia, una tarea del otro lado
Así empieza el evangelio de este domingo 12 TO (Mc 4, 35-41). No fue fácil acoger y cumplir entonces aquel mandato de Jesús (hacia el 30 y el 70 d.C.). Tampoco lo es hoy, año 2021, aunque el papa Francisco siga hablando de iglesia en salida. Salir sí, pero: ¿Habrá que dejar los diversos vaticanos? ¿Qué barco hay que tomar? ¿Qué leyes, dogmas y poderes podemos llevar… o tendremos que salir como estamos, sin más, como dice el evangelio, nosotros mismos en la frágil barca?
Estas cuestiones me ocupan desde hace 50 años, cuando mi amigo F. de la Calle (1937-2021) defendió en el Bíblico de Roma (con I. de la Potterie) una tesis doctoral titulada “Situación (=geografía) al servicio de Kerigma en el evangelio de Marcos”, que en parte habíamos preparado juntos. No quedé satisfecho. Queríamos salir con un Kerigma (al modo de Bultmann o de una iglesia bien establecida), para imponer nuestra verdad (y nuestro centro) a los de la periferia
Yo sospechaba ya entonces que el evangelio era la frontera (Jesús en/con los pobres, los excluidos, los paganos), estar y ser al otro lado. Así lo he comprobado con la tesis doctoral M. Villalobos (Cuerpos Abyectos, en el evangelio de Marcos, Herder, Barcelona 2021). A su juicio, según Mc 4, 35, el tema y tarea es estar al otro lado, aprendiendo a ser y querer (dejarnos querer) por los de fuera, que no son sólo paganos de frontera (al otro lado de Galilea), sino pobres, enfermos, oprimidos, excluidos, homosexales…
Todo el evangelio de Marcos está lleno de gentes del otro lado: De salud incierta (leprosos, paralíticos), de identidad fronteriza (prostitutas, publicanos, eunucos), de dignidad y género variado (expulsados, oprimidos, por sexo y raza etc. como dirá luego Mt 25, 31-46) etc. El evangelio es saber que somos “del otro lado”; que allí debemos ir para aprender lo que somos, para ser acogidos, para estar, para ser (e incluso para dar), porque el mismo Dios de Jesús es del otro lado.
Éste es el tema: Habiendo presentado su programa en Galilea (Mc 4, 1-34), Jesús decidió cruzar el largo (vayamos al otro lado: eis to peran). Así lo hizo, con prisa, aquella misma tarde, al acabar: Vayamos (no “id” vosotros, ni “voy yo”, sino vayamos) al otro lado. Y así de pronto, para cumplir su mandato, toman a Jesús como estaba (con lo puesto), empujaron las barcas hasta el agua, colocaron los remos, izaron las velas al viento se fuero al otro lado:
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Texto. Mc 4, 35-41:
(a. Introducción). 35 Y aquel mismo día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos a la frontera (al otro lado).36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.
(b. Tormenta) 37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?
(c. Jesús) 39 Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo:¿Por qué sois cobardes? ¿No tenéis aún fe? 41 Y temieron con un gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién pues es éste, porque hasta el viento y el mar le obedece.
El otro lado de la vida. Un texto programático y extraño.
Este es el tema, como he dicho: Dios es “del otro lado” (y con Dios también Jesús), y nosotros. Algo de eso sabía el filósofo Anaximandro de Mileto (siglo VI a.C.), cuando dijo que Dios es el “apeiron” (el otro lado, la frontera de la frontera). Algo de eso supo, en ese mismo tiempo, la tradición de Isaías de Jerusalén cuando situaba a Yahvé al otro lado (en el principio y ser de todo lo que existe). Mucho de eso supo y dijo con su vida Jesús de Nazaret cuando buscó, encontró y proclamó la gloria de Dios en los hombres y mujeres del otro lado (publicanos, prostitutas, enfermos, excluiros…), iniciando con ellos el camino del Reino.
1.Esta es la primera misión de Jesús según el evangelio de Marcos. Es la primera, y sigue siendo (por ahora) la última, la definitiva. El evangelio es ir (vayamos) eis to peran: es decir, al “límite” o frontera, al otro lado, sin llevar cosas nuestras (para imponer lo que somos), sin apoderarnos de las cosas de los otros (ir a conquistar, a tomar sus tierras); ir y ser con ellos lo que somos, ofreciendo, compartiendo, conviviendo.
2.La palabra central de Jesús es “vayamos al otro lado” (a la frontera), vivamos y seamos “en el otro lado”, para aprender, para compartir. Pero inmediatamente después, leyendo el pasaje (Mc 4, 35-41), parece que Jesús no cumple lo que dice, pues el relato se detiene (se enreda) en una aparente “leyenda” de tempestad calmada. Es como si Marcos se olvidada del programa de Jesús (ir al otro lado, estar a la frontera)… y en vez de decir lo que pasa cuando se va al otro lado se detuviera en la tempestad de la travesía. Para ir al otro lado hay que “pasar” la gran tormenta.
3.El paso al otro lado implica una gran tormenta… de la que parece que aún no hemos salido, tras 2000 años de evangelio. Ciertamente, puede (y en un plano se trata) tratarse de una tempestad marina (física, externa) que los discípulos de “lago” (pescadores de aguas de poco fondo) conocían bien… Pero leyendo bien vemos que se trata de una tempestad mucho más hondo: Ir al otro lado significa salir, dejar lo que somos, empezar a ser en otro lugar, vida y circunstancia… Es evidente que llega la tormenta.
4.La tempestad o tormenta no es de Jesús, él está tranquilo, descansando (ha llegado la noche), y duerme. Él es de un lado y del otro, no lleva consigo “dogmas”, imposiciones legales, historias eternas de poderes, pequeños o grandes “concilios”… Cuando lleguen al otro lado, en la mañana recién amanecida, hará lo que hay que hacer, según el evangelio. Jesús es un “hombre” (=una persona) del otro lado: Del lado de los paganos, de los hombres “furiosos” (de Mc 5, 1ss), de las mujeres oprimidas (Mc 5,21ss). No lleva nada, va a cuerpo. Por eso puede dormir.
5.La tempestad es de los discípulos… Ir al otro lado significa para ellos perder sus antiguas seguridades, sus factorías de pesca, sus ventajas establecidas… Ir al otro lado sería ir a conquistas las tierras del otro lado (como ha hecho desde hace siglo la “Europa cristiana”… o la USA de la nueva frontera (según la doctrina famosa de Kennedy): Tras haber roto y conquistado las tierras de vida de los otros (moros, indígenas, negros, indios…) hay que conquistar nuevas fronteras…
6.Pero Jesús no va a conquistar, no va a imponer, no va a expulsar a moros, indígenas, salvajes, negros, indios… va simplemente a compartir evangelio. Es evidente que Jesús vaya “dormido”, tranquilo, en la proa de la barca. Pasar al otro lado es simplemente convivir con los del otro lado, sin llevar nada para imponer, sin ejército para conquistar, sin dinero que ganar… La iglesia, en cambio, ha ido en su barca haciendo a veces muchas cosas buenas, pero también con imposiciones y normas para exigir, con soldados para defenderse….
La mayor parte de los exegetas e intérpretes del evangelio han pasado por alto el programa de Jesús (vayamos al otro lado) y se han fijado en la pura anécdota de la tempestad. Por eso se han fijado en el “milagro externo”: Una tempestad dura, a la salida de Galilea… Ciertamente, la tempestad es importante, pero el tema de fondo no es la tempestad en sí, sino su razón, su motivo, su causa. Es la tempestad actual, propia de la iglesia 2021[1].
Año 2021. Vamos al otro lado.
Mc 4:35 Y en aquel día, al caer la tarde, les dijo: Vayamos al límite, al otro lado (a la frontera). 36 Y dejando a la gente, le tomaron tal como estaba en la barca y le acompañaban otras barcas.
La escena anterior, desde Mc 4, 1, parece haber transcurrido a la vera del mar de Galilea, donde Jesús enseña a la muchedumbre desde la barca. Al final, al caer la tarde, dijo a los suyos (a aquellos a quienes ha enseñado en privado, probablemente a los Doce, a los que se ha referido el verso anterior, 1, 34): ¡Pasemos a la otra orilla! (eis to peran: 4, 35).
En la orilla derecha (mirando desde la dirección del del río que lo atraviesa), que es la franja galileo/judía del “mar” de Galilea, quedan aquellos a quienes ha enseñado. En la otra orilla que es la izquierda ha de encontrar a otras personas, que están a la distancia de un corto viaje de barca a través de la noche, pero muy alejadas en plano cultural y religioso, pues no son judías sino siro-helenistas, de religión pagana. En principio, la travesía no tiene por qué ser difícil, porque el lago/mar no es ancho (unos 16 km), y porque sus discípulos, al menos los de 1, 16-20, son pescadores, expertos en barcas.
Muchos habían venido de otras partes a la vertiente galilea (Mc 3, 7-8), incluso del otro lado, es decir, de la Decápolis (4, 25; de todas maneras, la ciudad de Escitópolis, que formaba parte de la Decápolis, se encontraba en la orilla occidental del río Jordán, hacia el sur de Galilea). Pero ahora es Jesús quien decide pasar al otro lado del mar, a la zona oriental de la Decápolis pagana. Geográficamente está cerca: sus colinas se ven desde el lado galileo del “mar” de Genesaret; pero sus gentes parecen lejanas: distintas por cultura y religión, por tradiciones y formas de existencia[2].
La decisión de cruzar el mar (como los hebreos de Ex 14-14 habían cruzado el Mar Rojo para salir de Egipto) proviene del mismo Jesús, después que ha culminado su enseñanza en Galilea con el sermón de las parábolas. De esa forma inicia un nuevo comienzo en la travesía del evangelio, y su gesto nos sitúa, simbólicamente, al inicio de una gran marcha o misión universal de la iglesia, que ha de hallarse dispuesta a llevar su semilla a tierra pagana, es decir, a convivir con la gente del otro lado (paganos de la Decápolis, en España diríamos “moros”, gentes de vida distinta, personal, social…).
Jesús manda (pasemos, vayamos) y sus compañeros se arriesgan a pasarle en barca y van con él hacia un lugar distinto, a través del mar que puede embravecerse, en medio de la noche. Sin llevar nada, a cuerpo (sin llevar su pequeño emporio de poderes religiosos y/o sociales). A partir de aquí, los protagonistas son los discípulos, que “toman” a Jesús “tal como estaba” (hôs en) en la barca.
Fijemos bien esas palabras. Los discípulos no “meten” a Jesús en la barca, sino que le “toman” (paralambanousin), tal como está, es decir, como ha estado a lo largo de un día de enseñanza, sin dejarle siquiera bajar de la barca y tomar ropa, libros y/o leyes de repuesto.
Sin duda, es arriesgado cruzar el mar en esas condicione. Pero es evidente que ese riesgo se encuentra calculado: forma parte de la estrategia eclesial de un evangelio donde los discípulos de Jesús pueden presentarse como una familia en la tormenta, en medio de la noche (o a la caída la tarde). Jesús va en una barca y le acompañan otras, iniciando de esa forma un recorrido ejemplar de evangelio[3].
Las resistencias para pasar al otro lado (sigue el año 2021)
Mc 4,37 Y se desató una fuerte tormenta de viento y las olas se abalanzaban sobre la barca, de suerte que la barca estaba ya a punto de llenarse (de agua). 38 Y él estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, y lo despertaron, diciéndole: Maestro ¿no te importa que perezcamos?
Como indicará el próximo relato (5,1-20), Jesús cruza el mar con sus discípulos (¡en varias barcas, una especie de flotilla evangélica!) con el fin ofrecer el mensaje en la región de los gerasenos, que él quiere “limpiar” de demonios, como había empezado limpiando la sinagoga de Cafarnaúm (1, 21-28). Descubriremos entonces (en la curación del geraseno) que el mar es peligroso, lugar endemoniado donde caen y se ahogan los cerdos poseídos por el Diablo (5,13). Pues bien, por ese mar van embarcados los discípulos ahora, mientras se desata la tormenta y Jesús duerme en la popa, como indiferente a lo que pasa, cansado tras un día de trabajo (4,37-38).
Pues bien, el mar peligroso son las resistencias de los discípulos de Jesús, hoy año 2021 como entonces, año 30 (de Jesús) o año 70 (del autor del evangelio de Marcos). Se trata de dejarlo todo y salir, en puras barcas de remo y vela, con lo puesto, pues el evangelio son ellos, somos nosotros. Salir para vivir, convivir, sin conquistar nuevas tierras, sin imponer nuevas religiones… Salir “con lo puesto” (es decir, nosotros, como personas), sin “vaticanos” a cuestas, sin “seguridades” de siglos, salir “desnudos” de ropas y privilegios, llenos de humanidad, para compartir humanidad, con los del otro lado (moros, negros, enfermos…), sabiendo que también nosotros somos moros, enfermos del otro lado…, sabiendo que no hay centro y periferia, sino que “todo es periferia”, todo es frontera
Jesús ha iniciado la travesía, pero luego se acuesta en la popa (4, 35-38a). Embarca a los suyos, pero da la impresión de que les olvida, en un gesto que parece propio de la misión después de pascua. Jesús duerme (¡ha muerto!), dejando a sus discípulos que sufran ante el riesgo, en la nave amenazada. En el cabezal de la barca, él parece ajeno a lo que pasa. Así comienza la primera misión pospascual de la iglesia, al oriente de Galilea[4].
Ésta es nuestra situación, año 2021. Jesús nos dice que “vayamos al otro lado” (=es decir, que seamos del otro lado, con los que son “allí y aquí”), para compartir humanidad en escucha, en mirada, en comunión de pan y vida. La siembra (misión de la iglesia) debe realizarse en otras tierras y para eso hay que atravesar el mar, en una noche de tormenta, mientras Jesús duerme. La siembra somos nosotros, cristianos 2021… y así tenemos que llevar nuestra semilla. Pero al mismo tiempo tenemos que dejar que nos siembren, que nos cambien, que los otros nos hagan ser nosotros, nos reciban, nos amen, nos cambien.
Probablemente el texto ha recogido recuerdos de la historia prepascual, experiencias de un pasado en el que se dice que Jesús calmó a su grupo temeroso sobre el lago familiar donde habrían navegado con sus barcas. Pero ofrece también una experiencia de Jesús presente en la iglesia actual.
Estos discípulos de Jesús que tienen miedo, que gritan, que enloquecen en medio de la tormenta somos nosotros…. iglesia amenazada, barca en la tormenta, familia llena de miedo, sin cimientos permanentes, sin patria asegurada ni ciudades fijas, navegantes-misioneros sobre un mar embravecido, con un Maestro (didaskale, así le llaman por primera vez: 4, 38) que duerme en popa.
Hemos empezado a salir…y tenemos miedo. Si no salimos, si quedamos en la orilla antigua morimos. Aquí, en Europa, nos quedan 40 o 50 años, a lo más. Sólo si asumimos la tormenta podremos vivir, aprender, enseñar… es decir, compartir, ser evangelio[5]. Quien haya escuchado la voz de Jesús ¡a la otra orilla!, queriendo que sus discípulos le lleven (¡con su enseñanza!) al otro lado, en su propia nave, podrá entender este pasaje. Quien no comparta el terror de los discípulos gritando en frágil barca no lo comprenderán. ¿Por cuánto tiempo han de navegar de esa manera? ¿Cómo evitarán que la barca se inunde y zozobre? ¿Cómo podrán resolver, al otro lado, si es que llegan, los problemas que allí les esperan? El texto no lo dice. Simplemente evoca el miedo del viento y de las olas, con un Jesús dormido en popa[6].
Mc. 4, 39-41. Jesús, el mar calmado
Mc 4, 39: Y levantándose, increpó al viento y dijo al mar: ¡Cállate! ¡Enmudece! El viento amainó y sobrevino una gran calma. 40 Y les dijo: ¿Por qué sois cobardes? ¿No tenéis aún fe? 41 Y temieron con un gran temor y se decían unos a otros: ¿Quién pues es éste, porque hasta el viento y el mar le obedecen.
Jesús había llamado para ser-con él (cf. 3, 14), reuniéndoles a su alrededor (peri auton: 3, 32.34). Pero parece que se desentiende, pues duerme en la tormenta de la noche, en popa. Pero ellos le despiertan gritando: ¿No te importa que perezcamos? (4, 38). Había invitado a los suyos (autois: 4,35; cf. 4, 33). Ahora parece desinteresarse, pero ellos gritan, y él se levantó (diegertheis, resucitando), mandó al viento… y el viento cesó, llegando una gran calma. Éstos son los tres gestos del relato: (a) Jesús pacifica la tempestad; (b) recrimina a sus discípulos; (c) los discípulos responden admirados. Evidentemente, éste es un final feliz, un happy end…que debe entenderse como promesa. Sólo si nos mantenemos, si salimos, si vamos al otro lado podremos entender a Jesús:
(a) Jesús hace que el mar se pacifique (4, 40). Ciertamente, al fondo del relato puede haber un recuerdo histórico. Pero, como he dicho, en sentido estricto, éste es un milagro simbólico, pascual, relacionado con una iglesia que tiene miedo de pasar al otro, atravesando con la barca de Jesús el mar airado. Nos hallamos en el centro de una travesía pascual y en ese fondo ha de entenderse el miedo de los discípulos (cf. 16,8), que llaman a Jesús “maestro”, y la superación del miedo.
Este Jesús que duerme (parece dormir) en la noche de la iglesia, mientras sus discípulos navegan hacia otro lado, aparece ahora como Señor de la vida y de la historia, en una línea que hemos destacado al hablar de la tentación (1, 12-13) donde él aparecía enfrentándose a las fieras/bestias, que eran signo de las fuerzas amenazadora de la naturaleza (y de los demonios). Jesús era el Mas Fuerte venciendo a Satán (cf. 1, 8; 3, 21-30); ahora lo es ejerciendo su dominio sobre los poderes cósmicos. Sólo “saliendo para el otro lado” podremos ser y vivir… Seremos “muriendo”, es decir, dando la vida por los demás. El texto no dice que triunfemos, sino que estamos dispuestos a darnos, a dar la vida, a compartir la vida, en amor, en aventura de esperanza, al otro lado, con los paganos externos, lo oprimidos, los del otro lado en plano de humanidad, de género etc.[7].
(b) Jesús recrimina a sus discípulos (4, 40), pidiéndoles que crean, y se decidan a pasar al otro lado, preguntándoles: «¿Por qué sois cobardes? ¿No tenéis aún fe?[8]». La fe a la que se alude aquí no es la afirmación de unas verdades generales, sino la confianza radical en Jesús, en medio de la prueba (que en Ap 21, 8 aparece en forma de persecución)[9]. Este Jesús de la tormenta (es decir, de la prueba o persecución vinculada al paso al otro lado) pide a los suyos (los de su barca) que superen la cobardía y la infidelidad (propias del pecado). Tener fe significa pasar al otro lado…ponerse en camino, en medio de la tormenta.
Si no salimos al otro lado estamos muertos… Si quedamos en la seguridad de la “iglesia establecido” hemos fracasado ya, no tenemos futuro, pues ya no somos nada, una insignificancia histórica. Sólo una fe valiente, fe de pascua (es decir, fe de barca en el mar que parece airado), anima y salva, hace que los fieles de Jesús puedan superar la tormenta y ser portadores de vida.
Hemos ido por siglos a conquistar tierras, a llevar nuestro centro (poder) a las llamadas periferias, a los “pobres indios”, a los negros incultos, a los asiáticos mudos… No hemos ido en general para aprender, desnudos de poder, llenos de capacidad de escucha… Pero ha llegado el momento del gran cambio. Sólo esa la fe de Jesús permite pasar con la iglesia (como iglesia) al otro lado, más allá de un tipo de judaísmo establecido en su ley separada, más allá de una iglesia de poder occidental, para iniciar la experiencia de la semilla abierta, en tierra de paganos (cf. Mc. 11, 22-24). Esta valentía/fe en medio de la tormenta es principio de vida, es el milagro verdadero, fuente de misión para la iglesia. Todo es posible con ella[10].
(c) Los discípulos responde admirados (4, 41). En este contexto ha de entenderse la reacción de los discípulos, que al ver a Jesús como le ven (venciendo a la tormenta) y al escucharle como le escuchan (echándoles en cara su falta de valentía/fe), temieron aún más, pero de otra forma, con un gran temor (ephobêthêsan phobon megan…), preguntando «¿quién es este a quien el viento y mar obedecen?» (4, 41).
Nos hallamos, sin duda, ante el mismo temor pascual de las mujeres de Mc 16, 8, que no dijeron nada, pues tenían miedo (ephobounto gar), un miedo esencialmente religioso, muy distinto de la cobardía anterior que Jesús les ha echado en cara al llamarles deiloi. Éste es el miedo ante la Realidad superior que se manifiesta en forma de “poder” supremo, por encima de los vientos y del mar embravecido. No es miedo ante una cosa concreta, sino ante el Gran Desconocido divino que es Jesús, que se manifiesta ante ellos como Señor del mundo, dominando, de un modo distinto, sobre todo lo que existe en la naturaleza.
Esta escena termina con un gran miedo (phobon megan), un miedo superior a Jesús que ahora (tras 2000 años) nos dice de nuevo vamos al otro lado. Pero ¿es cierto que podemos ir al otro lado, ser con los del otro lado? ¿Es cierto que podemos dejar la tierra establecida y salir a cuerpo para convivir, para compartir, para escuchar, para ser curados, para curarnos de nuevo?
La escena acaba con una pregunta: ¿Quién es éste (houtos) al que obedecen/escuchan (con hypakouen) el viento y el mar? ¿Podremos dejar todo lo que hemos ido asegurando por siglos y salir con Jesús, como Jesús, sin llevar nada, es decir, con lo puesto, nosotros mismo, para escuchar y aprender, para compartir y esperar.
Se podría decir que éste evangelio nos cuenta una experiencia pascual de tipo misionero y de exultación cósmica del tiempo de Marcos (año 70 d.C). Los discípulos de Jesús resucitado se han atrevido a llevar su mensaje al otro lado de los mares, hasta territorios no judíos (la región de los gerasenos, 5,1), sabiendo que la misma naturaleza se pone, en el fondo, a su servicio. Han sufrido grandes miedos, han gritado desde el terror de la tormenta. Pero les ha ayudado su Maestro, revelando así el poder del evangelio, que se impone y triunfa sobre todos los restantes poderes de los Cielos y la tierra. Ellos podrán ir y de alguna forma han ido a todo el mundo. Éste es el mensaje del Evangelio de Marcos.
Pero este evangelio sigue poniéndonos hoy (año 2021) en la misma situación del tiempo de Marcos. Jesús dice “vayamos al otro lado”… El Papa Francisco ha empezado muy bien, diciendo que seamos iglesia en salida… Eso es muy bueno, pero con eso sólo no basta, por cuatro razones:
- Dice salir, pero quedando al mismo tiempo donde estamos… con todos los grandes y, sobre todo, con todos los pequeños vaticanos… Para salir hay que ir con lo puesto (cada uno con lo que es), ligeros de equipaje, es decir, sin equipaje. El equipaje somos nosotros, nosotros mismos somos el evangelio.
- Hay que atravesar la tormenta… Las resistencias del Mc 4, 35-41 fueron muy grandes; inmensamente mayores son las nuestras… Francisco ha hecho un pequeñísimo gesto de salir, y se le han echado encima mil “demonios” (en el lenguaje antiguos), unos demonios que son nuestros propios miedos. Y parece que Jesús sigue dormido en la barca.
- Hay que ir al otro lado con todas las consecuencias… No para imponer, no para conquistar, no para seguir teniendo razón, yendo con nuestro centro a todos lados… en el otro lado están los gerasenos “paganos”, los indios, los negros, los oprimidos, Hay que ir para escuchar, para aprender, para cambiar juntos todos…
- Hay que ir sabiendo que también nosotros somos del otro lado… Somos indios, somos negros, somos prostitutas y publicanos, como hambrientos, enfermos, desnudos, encarcelados…Somos del otro lado, “machitos” y del otro lado, varones orgullosos (anti-cristianos) y pobres gentes miedosas, con neuras, con fantasmas, pero con ganas de aprender, de ofrecer, de ser.
Notas
El texto anterior y las notas están tomadas de mi comentario a Marcos. Dejo las notas así como están en el libro. Quien quiera consultar los textos originales deberá acudir al mismo libro:
[1] Con este relato comienzan una cadena de milagros que Marcos parece haber recibido de la tradición anterior, como ha indicado Kee, Community 33, citando a P. J. Achtemeier, Pre-Markan Miracle Catenae: JBL 89 (1970) 265-291. Sobre el mar en Marcos Malbon, Space 76-79; Calle, Situación 85-90, 132-143. Sobre Jesús como “revelación divina”, cf. B. Blackburn, Theios Anêr and the Markan Miracle Tradition (WUNT 40), Tübingen 1991, 141-145,quien supone que el texto ha de entenderse desde la pascua cristiana, de manera que no recoge una visión premarcana del theios anêr. Para situar el tema en el conjunto de la teología de Marcos, cf. D. A. Koch, Die Bedeutung der Wundererzählungen für die Christologie des Markusewangeliums (BANW 42), Berlin 1975; Theissen, Miracle.
[2] Sobre el Mar de Galilea, cf. F. M. Abel, Géographie de la Palestine, Gabalda, París 1938; sobre el mar en Marcos Malbon, Space 76-79; Calle, Situación 85-90, 132-143.
[3] Los mismos discípulos, que han escuchado y comprendido en privado el sentido de las parábolas (cf. 4, 10-20. 33-34), han de tomar ahora la barca (o las barcas) con Jesús, para pasar al otro lado. La enseñanza superior que han adquirido no les permite cerrarse en sí mismos, sino que han de salir, cruzando el mar, en su compañía. La comprensión más honda del mensaje no les lleva a vivir en tranquilidad, sino al contrario: ellos deben arriesgarse a navegar con Jesús, atravesando la tormenta Ciertamente, Jesús les ha llamado para que faenen y realicen la pesca final (1, 16-20); en esa línea les pide ahora algo que parece más sencillo (¡pasemos a otro lado! dielzomen eis to peran). De esa forma, tras el discurso de las parábolas (4,1-34), vendrá el gesto de poder de Jesús que aplaca la tormenta sobre el agua (4,35-41). Un texto posterior (6,46-52) recoge y reelabora una tradición semejante, pero con otra finalidad, como veremos en su momento.
[4] Barca azotada, casa frágil, entre el viento externo y el miedo interno, era la iglesia de Marcos, aquí representada. Los discípulos no pueden sentarse al lado de Jesús, en círculo agradable de palabra, porque él duerme, mientras ellos combaten contra el viento. Parece que no pueden sembrar (cf. 4, 1-34) y se limitan a luchar contra el mar, aislados en medio de la gran tormenta, sin tierra firme ni ayuda sobre el mundo, posiblemente de noche (¡han salido a la caída de la tarde, mientras Jesús, lógicamente, duerme!).
[5] Los lectores sabemos que al otro lado está esperando el loco, atrapado por la violencia de la ciudad, invadido por una legión interior (locura) y exterior (ejército romano), expulsado de la propia familia, solitario en los sepulcros. Los discípulos en barca no lo saben, pero lo presienten.
[6] En la parábola anterior Jesús les hablaba de la palabra que debe sembrarse en el campo (4, 1-34). Ahora, los discípulos se encuentran encerrados en una pobre barca, rodeados de otras barcas (cf. 4,36) que pasan por el mismo trance, y corren el nesgo de perderse. En ese riesgo y miedo de los seguidores se plantean algunas de las preguntas radicales del evangelio: si los discípulos tienen que morir con Jesús, si lograrán llegar a la otra orilla, si es que hay en el mundo otros lugares para la siembra del Reino etc.
[7] Con su gesto y palabra, diciendo al mar: ¡Cállate! ¡Enmudece!, Jesús se revela como Señor de una Naturaleza que Dios había puesto al principio (Gen 1) al servicio de los hombres. Aquí no estamos ante un simple milagro externo, en el sentido científico del término, sino ante algo mucho más profundo: ¡Ante es el milagro pascual de unos hombres, de una iglesia, que es capaz de vencer todos los obstáculos en la travesía del evangelio!Nada ni nadie (ni viento, ni mar) puede oponerse a la marcha triunfante del evangelio. Levantándose (resucitando: cf. 18, 6), desde el fondo de la barca donde parece estar dormido, Jesús dice su palabra y vence el miedo de sus discípulos angustiados.
[8] Deiloi o cobardes son, conforme a la tabla de Ap 21, 8, aquellos que niegan el mensaje de Jesus y se niegan a sí mismos, rechazando el don del Reino y traicionando la gracia (tarea) que el Señor les ha confiado. Tanto Mc 4, 40 como Ap 21, 8 vinculan la cobardía con falta de fe. Por eso, tras los deiloi vienen los apistoi, a los que Jesús pregunta: ¿Aún no tenéis fe (pistin)?
[9] Estos discípulos pascuales llevan a Jesús en la barca, pero no confían en él; por eso gritan como perdidos. Tras los cobardes y faltos de fe, Ap 21, 8 presenta otros otros seis tipos pecadores (abominables, prostitutos, hechiceros…). Mc 4, 40 sólo presenta estos dos “pecados” (cobardía y falta de fe), que en el fondo se identifican y que son como un compendio de todas las faltas o carencias de los seguidores de Jesús. He desarrollado el tema en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 32010. Sobre los varios pecados, cf. E. Kamlah, Die Form der katalogischen Parânese im NT, Mohr, Tübingen 1964; U. Vanni, I Peccati nell’apocalisse e nelle lettere di Pietro, di Giacomo e di Giuda: ScCatt 106 (1978) 372-379.
[10] Ésta ha sido una experiencia religiosa de transfiguración cósmica. El mundo externo (mar embravecido, viento huracanado) no es obstáculo para que los discípulos realicen su tarea, pues el mismo mundo está al servicio de los hombres, es decir, de los creyentes. Sobre la Iglesia como barca y sobre la fe como aceptación y seguimiento de Jesús, superando el miedo, cf. Best, Following 230-234; Robinson, History 77-78; Marshall, Faith 213-220. El mismo Jesús de la nueva familia eclesial, vencedor de los riesgos del mar (de la muerte), pide a los suyos que se decidan y crean, comprometiéndose a pasar con él al otro lado. Esta valentía/fe, que permite que la barca pase al otro lado resulta esencial para la iglesia. Los que quedan a este lado, en las seguridades establecidas, se marchitan. Una Iglesia que no se arriesga a pasar con Jesús a la otra orilla, superando las fronteras donde muchos tienden a instalarse, está condenada a muerte de antemano.
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