Haced nuevas eucaristías.
He ido de aldea en aldea,
anunciando la buena nueva
curando enfermedades,
liberando a la gente de sus demonios
personales y grupales
y acercando tu amor de Padre
a todas las personas necesitadas
y con las entrañas abiertas…
El Reino ha llenado mi vida,
día a día, plenamente.
He deseado tanto que todos comenzaran
a vivir y caminar en la tierra
como hijos y hermanos,
con la paz en las manos
la justicia en el corazón,
la mirada serena y limpia,
el rostro sonriente
y sus bienes y dones en común…
Y sigo creyendo, hoy como el primer día,
que el Reino es posible para todos,
aunque la semilla apenas haya surgido
y sea todavía tan débil,
y el fruto no tenga garantía,
y este momento me turbe
y rompa mis quereres y expectativas…
Al principio, cuando era primavera,
quise alegrar el corazón de todos
los que se aman y lo celebran
convirtiendo el agua en vino.
Pero nadie lo entendió,
ni el maestresala,
ni los invitados,
ni los que se casaban…
He vivido minuto a minuto,
procurando que esta tierra sea el lugar
donde Tú, Padre, y todas las personas
se encuentren y se quieran.
Algunas veces se ha realizado el milagro
y ha brotado con fuerza la vida.
Pero la mayoría de las veces
los hombres y mujeres no acuden a su cita…
La muerte me acecha, no hacen falta profecías.
Los que mandan me la tienen jurada
pues no les gusta mi manera.
Quizá ya lo hayan previsto todo.
Pero antes de que ocurra nada,
quiero partir y entregar mi persona
en el pan y el vino, fruto de la cosecha,
para que todos tengan vida
y puedan sentarse en la mesa del Reino,
y sepan que mi entrega por ellos
siempre ha sido auténtica y que voy a llegar
hasta las últimas consecuencias…
Hoy mismo quiero que tengan una tierra nueva,
primicia de sus sueños y mis promesas,
donde no haya hambre ni tristeza,
a menos que queden transformadas en esperanza.
¡Cuánto deseo que el universo entero se recree
y adquiera la bondad de la primera hora,
y encuentre la luz recién amanecida!
¡Qué distinto sería todo, ya desde ahora,
si hombres y mujeres descubrieran,
en su pequeñez su grandeza,
en su libertad su fuerza creadora
y en su amor la unidad y la vida florecida!
También ellos vivirían en pascua continua
y serían capaces de soñar estas cosas…
Por eso, hoy, tomo de la tierra su esfuerzo,
su sudor y fruto, su canto y grito.
Tomo el pan como mi propio cuerpo,
y lo parto y entrego a cada uno en esta mesa
porque es mesa de esperanzas compartidas…
Los que comieron conmigo otras veces
el pan de cada día
en la mesa de los pecadores,
en los caminos polvorientos,
en los descampados yermos y sedientos,
entenderán mi gesto…
Y alzo, de nuevo, la copa de vino
para crear una nueva alianza
que sacie a todos los sedientos,
que quite los miedos más íntimos
y comparta los secretos.
Quiero hacer nuevas todas las cosas.
Voy a hacerme yo mismo vino
para recorran la vida
y entiendan y gocen sus caminos.
No puedo más, ni alcanzo a llegar a otros sitios,
mas quiero que mi entrega y muerte sea por todos,
presentes y ausentes, creyentes e indiferentes…
… … …
Tomad y comed, esto es mi cuerpo.
Tomad y bebed, es el vino de la vida nueva.
Y aprended que no es tan dura ni oscura
la vida que os espera.
Ponedle canto, banquete y un poco de fiesta,
y haced nuevas eucaristías.
*
Florentino Ulibarri
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