Gabriel Mª Otalora: La institución actual deforma el Mensaje.
Nathalie Becquart (Photo by Alberto PIZZOLI / AFP)[/caption]
De su blog Punto de Encuentro:
“La historia ha hecho que la responsabilidad en la Iglesia se asocie durante siglos a la ordenación, reservada a los hombres. En la Iglesia clerical que heredamos, las mujeres se sienten a menudo olvidadas porque no son escuchadas ni tenidas realmente en cuenta por muchos clérigos. Esto debe cambiar”.
Es lo que dice Nathalie Becquart, nombrada recientemente por Francisco primera mujer con derecho a voto en el Sínodo de los obispos. Este es el órgano decisorio creado para ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia, y el lugar donde se tiene que debatir, antes o después, el modelo de poder o autoridad de la Iglesia, hoy absolutista y jerárquico, necesitado de un despliegue de autoridad con urgencia que recuerde a su Maestro. Jesús renunció expresamente al uso del poder y la coacción en favor de una autoridad que le hacía plenamente creíble por su absoluta coherencia entre sus palabras y hechos.
Lo que quisiera destacar con estas declaraciones hechas desde este importante nombramiento femenino, es el problema que nos lastra en nuestra vivencia cristiana. Me refiero al peso enorme que ha tomado la institución eclesial que recuerda demasiado a las conductas de poder de aquella iglesia en la que se crió Jesús haciendo de la tilde de la ley una norma cuasi divina. Adoctrinamiento, normativismo, falta de praxis compasiva, hipocresía, cobardía revestida de prudencia…
La jerarquía católica, en buena parte, ha concedido una importancia desmedida a la sexualidad, demonizándola y dejando a un lado aspectos de mucha mayor relevancia evangélica como son el amor al prójimo, la justicia social, la misericordia, la generosidad… reduciendo aspectos como el sexo a la mera reproducción, como un mal necesario y amenazado siempre por la culpa en lugar de vivirlo como algo maravilloso creado por Dios al servicio del amor conyugal, de la comunidad de vida en el amor mutuo del que se deriva la procreación. Y en medio de todo ello, el consecuente desvalor de la mujer como un estigma de pecado, durante siglos.
Por otra parte, la falta de amor, de verdadera compasión, y la obediencia incuestionable a la norma por la norma nos convierte en seres alienados, duros, cuya moral se fundamenta en el cumplimiento formal y no en el prójimo.
El Papa no para de enfocar nuestra praxis de fe hacia el mensaje central del Evangelio mientras demasiados curiales, obispos y parte del laicado se dedican a frenar todo lo que implique desmontar las mismas actitudes que llevaron a Jesús al Calvario. Enhorabuena, Nathalie Becquart, aun sabiendo que faltan muchas mujeres en los órganos de decisión de la Iglesia si queremos ser luz del mundo y una institución creíble. La Iglesia alemana ha entendido que su alarmante pérdida de relevancia social conlleva la crisis de evangelización de la Buena Noticia; ha sabido ponerse en camino con actitud cercana a la que tuvieron las primeras comunidades cristianas. Y ahí aparece el cardenal alemán Gerhard L. Müller, amenazante desde un poder ajeno a cualquier autoridad de un verdadero pastor de la Iglesia Pueblo de Dios.
En el fondo, dentro de la institución eclesial laten con fuerza las tres tentaciones básicas que acechan a todo ser humano: poder, dinero y vanagloria, a pesar del ejemplo del Papa y de sus verdaderos seguidore
Si alguna persona entiende dura esta reflexión, que relea la actitud de Jesús con los que pervertían el Mensaje en nombre de Dios; que lea a los profetas, a las críticas del mismo Jesús y también a los Padres de la Iglesia o las homilías de San Antonio de Padua. Verá que me he quedado corto. No confundamos prudencia con cobardía cuando el mayor escándalo viene de dentro sin autocrítica alguna. Falta humildad y oración a la escucha, y de ahí viene todo lo demás.
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