Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
- Entre ateísmos, agnosticismos y la nada.
Celebramos hoy la fiesta del misterio insondable de Dios.
Celebramos, lógicamente, nuestra fe en Dios.
La humanidad no ha sido atea (ni en la mayor parte del mundo lo es tampoco hoy en día). Probablemente el ateísmo, agnosticismo, nihilismo, etc. son un fenómeno relativamente nuevo que han hecho buena carrera en Europa occidental y poco más. El primer ateo “oficial” de la historia es Feuerbach (1804-1872), y quien firma el “parte de defunción” de Dios es Nietzsche (1844-1900): “Dios ha muerto”
Ahora bien que Dios haya desaparecido de la escena europea, no significa que el ser humano deje de ser creyente. El ser humano es creyente por naturaleza; otra cuestión es en qué Dios creamos. No digo que el ser humano sea cristiano sino creyente.
Quien deja de creer en Dios, pronto creerá en cualquier cosa.
Así hay quien cree en el dinero, en la patria, en el poder, en el placer: y esos son su “dios”, más bien sus ídolos. Hay quien vive por y para el dinero, por y para la patria, para el placer, hay quien vive con el centro de su existencia puesto en el equipo de fútbol del que es “forofo”, etc.
Después en la vida la decepción, la frustración será el “test”, el PCR que nos indica que nos hemos equivocado de Dios o de ídolo en el que creíamos.
- Hacia el misterio de dios.
Celebramos hoy el misterio de Dios, misterio que no podemos comprender, pero al que podemos vivir abiertos, en el que podemos creer y al que podemos amar. Es el misterio del ser y del sentido.
Intentar abarcar y explicar lo que sea Dios, es una pretensión imposible (excepto para fanáticos e intransigentes religiosos, que los hay…). ¡Dios nos libre de personas y eclesiásticos que esgriman conocer y tener a Dios! (Al día siguiente nos lo querrán vender e imponer en el supermercado con sus dogmas, ritos y leyes). Decía San Agustín (supongo no será un teólogo sospechoso) que si sabes quién es Dios, ese tal no es Dios. Deus Semper maior: Dios es siempre mayor de lo que podamos pensar y decir acerca de él. Dios no cabe en nuestro lenguaje, en nuestras fórmulas dogmáticas, en nuestros libros, leyes y ritos.
Entonces ¿qué o quién es Dios?
Escribía Paul Tillich, teólogo alemán en pleno nazismo, a mediados del siglo XX:
El nombre de esta profundidad infinita e inagotable y el fondo de todo ser es Dios. Esta profundidad es lo que significa la palabra Dios. Y si esta palabra carece de suficiente significación para vosotros, traducidla y hablad entonces de las profundidades de vuestra vida, de la fuente de vuestro ser, de vuestro interés último, de lo que os tomáis seriamente, sin reserva alguna. Para lograrlo, quizá tendréis que olvidar todo lo que de tradicional hayáis aprendido acerca de Dios, quizás incluso esta misma palabra. pero si sabéis que Dios significa profundidad, ya sabéis mucho acerca de Él. Entonces ya no podréis llamaros ateos o incrédulos. Porque ya no os será posible pensar o decir: la vida carece de profundidad, la vida es superficial, el ser mismo no es sino superficie. Si pudiérais decir esto con absoluta seriedad, seríais ateos; no siendo así, no lo sois. Quien sabe algo acerca de la profundidad, sabe algo acerca de Dios.[1]
Probablemente hoy en día (no digo en otras épocas) sino hoy en día ateo o agnóstico es el superficial, el frívolo, el que anda surfeando por las crestas de las olas de la postmodernidad.
¿Quieres saber cuál es tu Dios? Dios es aquello que te tomas absolutamente en serio en la vida, aquello por lo que estarías dispuesto a dejarlo, a entregarlo todo.
- El Dios de Jesús
Claro que algo sabemos de Dios por JesuCristo. Sabemos que el Dios de Jesús es Padre y es amor.
La percepción que Jesús tiene de Dios es que es su padre y nuestro padre, con lo que un padre supone de creación, de amor y de protección hacia sus hijos.
El entramado eclesiástico, los contextos teológicos y la educación recibida han creado e infundido no el aliento vital que celebrábamos el pasado domingo, (Pentecostés), ni la bondad, ni la experiencia de la Alianza, ni del perdón y del amor de Dios. El sistema eclesiástico ha creado un esquema religioso de miedo, cuando no de terror y angustia, de escrúpulo y culpabilidad, de condenación que eran el “carnet de identidad” de Dios.
Es una verdadera pena que el cristianismo haya degenerado en un sistema de cultivar miedo. Cuando el cristianismo olvidó y abandonó del centro de su ser la bondad de Dios, se convirtió en una máquina infernal de condenación.
Muchas veces en la vida me pregunto si por arte de la ciencia, de la psiquiatría desapareciera el miedo y la angustia ¿desaparecería ese tipo de religión férreo y fundamentalista?
Sin embargo el miedo y la angustia propugnados desde los púlpitos y cátedras son cristianamente falsos.
Dios, el Dios de Jesús, no es el “gendarme del universo”, ni el inquisidor que nos haya de mandar a la hoguera (para eso ya estaba y sigue estando el Santo Oficio). Jesús nos enseña a creer en el Dios Padre del hijo pródigo, del buen ladrón, de la samaritana y de la adúltera.
Que Dios es Padre significa vivir en la bondad. Dios es amor, (1Jn 48).
- Creer.
La fe, confiar, fiarse en la vida es absolutamente necesario para mantenerse en pie. No digo exactamente la fe cristiana, sino vivir confiadamente. Sin una fe en algo o alguien, la vida carece de sentido, de meta, de horizonte y se torna inestable
¿Y qué es la fe?
La fe es una pasión infinita. La fe no es una teología o un catecismo, siendo estos necesarios. La fe se da cuando mi vida queda sobrecogida por la realidad última del Ser, de Dios. La fe implica toda la existencia humana. La fe no es una parte de mi vida que se reduce a la misa dominical (eso en el mejor de los casos es religión, no fe).
La fe es el estado de experimentar una preocupación como última. La dinámica de la fe es la dinámica de la preocupación última del hombre.[2]
La fe es un acto que se produce en el eje vital y constituirá el centro de la persona[3]
Para vivir humanamente (no de cualquier manera) es necesario creer: tener una preocupación como algo fundamental. El mismo Nietzsche decía aquello de que “quien tiene una razón para vivir, ya encontrará el cómo”.
- Una intuición de K Rahner.
Podemos hacer nuestra aquella distinción que hacia Karl Rahner en el acercamiento a Dios
Trinidad inmanente
Es el Dios en sí. ¿Qué es Dios en sí? No sabemos. Estamos abiertos al misterio, pero desconocemos lo que Dios sea en sí. Respetemos la ultimidad de Dios.
No seamos pretenciosos como dice el salmo 130:
Señor, mi corazón no es ambicioso,
ni mis ojos altaneros;
no pretendo grandezas
que superan mi capacidad;
2sino que acallo y modero mis deseos,
como un niño en brazos de su madre.
Trinidad económica (oikos: hogar / nomos: ley)
Lo que sí sabemos es lo que Dios ha hecho por nosotros: la economía de la salvación. Lo que Dios ha hecho es salvarnos. La “ley del hogar” cristiano es la salvación, la paternidad de Dios, sentirnos queridos.
No sabemos quién es Dios, a duras penas intuimos algo de Jesús. Acojamos la salvación como el ciego de Jericó. Lo que sé es que veo, que estamos salvados.
Nosotros creemos estas cosas porque son valiosas, construyen bien la existencia humana y dan sentido a nuestra vida.
Alguien (Heidegger) decía aquello de que: Solamente Dios puede salvarnos, y es una gran verdad.
[1] TILLICH, P. Se conmueven los cimientos de la tierra, 95.
[2] Tillich, P. Dinámica de la Fe, Buenos Aires, Ed Aurora, 1976, 7.
[3] Tillich, P. Dinámica de la fe, 10
Biblia, Espiritualidad
Ciclo B, Dios, Evangelio, Jesús, Santísima Trinidad, Tiempo Ordinario
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