Saber lo que hay dentro del hombre.
“El cristiano que está en verdadera intimidad con Jesús nunca atraerá la atención a sí mismo” (Oswald Chambers)
Domingo 7 de marzo DOMINGO III DE CUARESMA
Jn 2, 11-25 “cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado”. (v 22)
El tema de este relato es Jesús mismo presentado por el evangelista como el nuevo y definitivo templo. Su acción no parece que sea un acto revolucionario, de hecho, los discípulos no intervienen. Sin embargo, se cumple la profecía de Malaquías, que dice:
“Mirad, yo envío a mi mensajero a preparar el camino, y de pronto entrará en el santuario, el Señor que buscáis”.
Jesús aparece con espíritu profético para purificar la casa de Dios, y en el evangelio de Juan se expresa de una manera más viva y dinámica que en los sinópticos. El templo no es para Jesús, sin más, una casa de oración, como se dice en los sinópticos sino la casa de mi Padre (Juan). Este celo ardiente por la gloria del Padre, le va a devorar, y conducirle finalmente a la muerte.
Los judíos no entienden las misteriosas palabras de Jesús: “quien obra mal detesta la luz y no se acerca a la luz para que no le delate sus acciones” (v 20); están en otro nivel.
Cuando el Maestro profetiza sobre la caída del Templo y su reconstrucción en tres días, se refería al templo de cuerpo, que se estaba exponiendo a la muerte. Recuperar su cuerpo glorioso es un signo de victoria más que una realidad.
El cuerpo de Jesús muerto y resucitado se convierte en el lugar donde Dios se manifiesta, en el único centro de oración, el único templo, para ponernos en contacto con el Señor.
Más adelante los discípulos se acuerdan y entienden estas misteriosas palabras de Jesús: Por eso, cuando resucitó de los muertos, sus discípulos se acordaron de que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en la palabra que Jesús había hablado. (v 22)
“El cristiano que está en verdadera intimidad con Jesús nunca atraerá la atención a sí mismo” (Oswald Chambers)
Poema ¡Oh Cristo! De Amado Nervo
«ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh cristo!
en vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh cristo!
¡qué importan males o bienes! para mí todos son bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de pasión? ¡qué importa! rosas de celeste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh cristo!
Vicente Martínez
Fuente Fe Adulta
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