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Hablar desde la eternidad al tiempo real…

Sábado, 27 de febrero de 2021
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Del blog de Henri Nouwen:

Hijo-Pródigo-J.-J.-Tissot

La primera vez que vi el cuadro de Rembrandt no estaba tan familiarizado con la morada de Dios dentro de mí como lo estoy ahora. Sin embargo, mi reacción profunda ante el abrazo del padre a su hijo me hizo ver que estaba buscando desesperadamente ese lugar interior donde yo también pudiera ser abrazado como el joven del cuadro. Al mismo tiempo, no podía prever lo que iba a suponer el acercarme más y más a ese lugar. Estoy muy agradecido por no haber sabido de antemano lo que Dios me tenía preparado. Y también agradezco el nuevo sitio que se me ha abierto a través de todo el sufrimiento interior. Ahora tengo una vocación nueva. Es la vocación de hablar y escribir desde ese lugar profundo hacia las otras dimensiones de mí mismo y de dirigirme a las vidas llenas de inquietud de otras personas. Tengo que arrodillarme ante el Padre, apoyar mi oído en su pecho y escuchar sin interrupción los latidos de su corazón. Entonces, y sólo entonces, puedo decir con sumo cuidado y muy amablemente lo que oigo.

Ahora sé que debo hablar desde la eternidad al tiempo real, desde la alegría duradera a las realidades pasajeras de nuestra corta existencia en este mundo, desde la morada del amor a las moradas del miedo, desde la casa de Dios a las casas de los seres humanos. Soy plenamente consciente de la grandeza de esta vocación. Más aún, estoy totalmente seguro de que éste es el único camino para mí. Podría llamársele visión «profética»: mirar a la gente y a este mundo con los ojos de Dios. ¿Es ésta una posibilidad real para un ser humano? Más importante aún: ¿es ésta una opción verdadera para mí? No se trata de una cuestión intelectual. Es una cuestión de vocación. Estoy llamado a entrar en mi propio santuario interior donde Dios ha elegido hacer su morada. La única forma de llegar a ese lugar es rezando, rezando constantemente. El dolor y las luchas pueden aclarar el camino, pero estoy seguro de que es únicamente la oración continua la que me permite entrar allí.

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Henri Nouwen

El regreso del hijo pródigo

hijo-prodigo

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“El canto del gallo”, por José Arregi

Sábado, 27 de febrero de 2021
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9788491096535De su blog Umbrales de luz:

He leído con asombro y pena el ensayo Oilarra kukuruka (El canto del gallo) (Erein 2020), que acaba de publicar Xipri Arbelbide, sacerdote vasco amigo de Heleta (Baja Navarra). Gira en torno a la agonía de la Iglesia católica en nuestro país, y me asombra que el autor le haya puesto ese título, un tanto provocador y desafiante. Xipri, genio y figura hasta el fin. Con 86 años en sus espaldas, ha subido a lo alto de la aguda torre campanil de la catedral de Bayona, a lanzar su kikiriki. Hace falta energía y valor.

Más aun que el asombro, sin embargo, me ha invadido la tristeza desde la primera línea hasta la última, viendo cómo el sonoro canto matutino se transforma en lamento amargo y confuso, en queja sombría, desgarrada. Lo entiendo. Para quien ha soñado con una Iglesia hermosa y triunfal, directiva y multitudinaria, madre y maestra, dueña suprema del bien y conocedora única de la verdad, para quien ha derrochado todas sus fuerzas y capacidades –que no son pocas– en favor de esa Iglesia tanto en el País Vasco como en África, ha de resultar muy doloroso ver cómo, al final de su vida, el edificio que ha querido levantar se resquebraja y se derrumba sin vuelta atrás.

Reconoce Arbelbide que ha escrito el libro con dolores de tripa, y su desorden y contorsiones así lo delatan. ¿Qué es lo que tanto le hiere y revuelve las entrañas? Es la decadencia de la Iglesia, su agonía en este su querido País Vasco y en todas las sociedades modernas: iglesias vacías o cerradas, iglesias sin misas y misas sin fieles, progresiva desaparición del catecismo infantil –¡Ay, el querido catecismo de antaño, donde las verdades de siempre se aprendían para siempre de un modo tan sencillo!–. Todo se fue, se va yendo ante su mirada atónita y amarga. No puede negarlo, pero tampoco puede entenderlo ni aceptarlo, y busca culpables. No es culpa de nadie, amigo Xipri, créemelo. La gente ha abandonado las creencias y prácticas religiosas por la misma razón por la que ya no recurre a las témporas para prever el tiempo ni a las rogativas para remediar la sequía: porque estudian ciencias en la escuela y sobre todo en la Universidad. Y no son por ello ni mejores ni peores. Se les ha cambiado la mente y la visión del mundo, sin más. Tan simple como eso.

Solo que Xipri no lo ve con esos ojos, y es comprensibles sus dolores de tripa. Pero él querría que todos lo padeciésemos como él (p. 136), y eso ya no es correcto. A Jesús de Nazaret jamás le dolieron las tripas –¡Dios nos guarde también a nosotros!– por el éxito o por la decadencia de la institución eclesiástica, por la sencilla razón de que nunca se le pasó por la cabeza institución eclesiástica de ningún tipo.

“¿Cómo es que sucumbe la Iglesia en medio de un pueblo de oro como el País Vasco?”, se pregunta el sacerdote de Heleta, dando rienda suelta a su lamento. “¡Algo hay que no ha ido bien!” (p. 213). Y lleno de confusión e inquietud se interroga: “¿En qué hemos fallado?” (p. 221). Claro que el “hemos” es retórico, pues Xipri no muestra conciencia alguna de haber fallado en nada. El canto del gallo es un largo “Tú pecador”.

Sea como fuere, Arbelbide afirma y reafirma que la Iglesia no decae sino en las sociedades ricas como la nuestra, arruinadas por el consumismo: “Decae en una sociedad que decae” (p. 144). A lo largo y ancho del mundo, en cambio, “ahí la tenemos, más fuerte que nunca” (p. 140), como atestiguan los números, al parecer: “A nivel mundial, el número de católicos va en aumento año tras año, trece millones por año” (p. 153). Pero no dice todo: por ejemplo, que el crecimiento de la población mundial es mucho mayor que el de los adeptos de la Iglesia, y que los musulmanes aumentan más que los cristianos, de donde resulta que, proporcionalmente, la Iglesia en general desciende. A nadie le debiera importar, pero a Xipri sí que le importa, demasiado.

Por eso quiere dejar bien claro –cuanto más lo intenta, menos lo consigue– que el problema no es de la Iglesia, sino de la sociedad que se está muriendo. Que por estar ella misma enferma es por lo que la sociedad rechaza la religión. Por lo tanto, son la sociedad y la cultura las que han de cambiar, no la Iglesia. No sé si él se lo cree de verdad, pero casi nadie se lo creerá.

Arbelbide sabe, además, o cree saber, dónde se hallan las perniciosas raíces del mal que padecen nuestra sociedad y nuestra cultura: el comunismo por un lado, Mayo del 68 por otro. El primer culpable es el comunismo: “¿No será que hemos creído más en la política y en el marxismo que en Jesús”? (p. 221). Cuando tantas comunidades cristianas tomaron en serio el análisis y la utopía marxista, “la religión comenzó a convertirse en política” (p. 167), dice Xipri, como si pudiera haber una religión que no fuese política en el mejor o en el peor sentido. ¿Cómo puede pensarlo un discípulo del rebelde Jesús? Xipri va más allá y asegura: “no fue la Iglesia la que se apoderó del marxismo, sino el marxismo el que se apoderó de la Iglesia” (p. 138). ¿El marxismo se habría apoderado también de Jesús? ¿Acaso sus Bienaventuranzas no están más cerca de la utopía de Marx que de los dogmas, cultos y códigos canónicos de la Iglesia?

Mayo de 68 es el segundo gran culpable. “Prohibido prohibir”, proclamó en las calles de París. Todo es libre. Los Diez Mandamientos, rígidos y desfasados, se resumen ahora en tres placenteros paraísos de libertad: sea, sex and sun (p. 212) (mar, sexo y sol), y en tales paraísos no cabe obviamente la Iglesia, como si los humildes feligreses y los grandes clérigos vivieran, como ángeles, sin mar ni sexo ni sol. Consumismo, sexismo, libertinaje… son las graves enfermedades de nuestro mundo poscomunista y poscristiano. La Iglesia, en cambio, es impoluta y limpia dondequiera que se encuentra. Pero vamos a ver: ¿acaso esos males y tantos otros no se han desarrollado precisamente en el seno de una sociedad milenariamente cristiana bajo la guía segura de la jerarquía? No nos lavemos ahora las manos, como Pilato.

“De contestación en contestación, quita esto, quita aquello, [la Iglesia] se quedó vacía” (p. 58): así resume Arbelbide su particular análisis histórico, olvidando por completo al contestatario Jesús. Por eso no puede tolerar que, en la diócesis de Bayona, muchos cristianos y sacerdotes se hayan mostrado críticos con su obispo Marc Aillet, reconocido ultraderechista tanto religiosa como políticamente. En la primera línea del primer párrafo del primer capítulo del libro empieza la confesión del “Tú pecador”: dura e injustamente, denuncia a 60 sacerdotes vascos y bearneses de su diócesis, hasta el punto de calificarlos de intolerantes, por la declaración crítica (“documento de Mourenx”) que publicaron en 2017 sobre su obispo. Se queja Xipri de que no hayan firmado ninguna declaración para denunciar la decadencia de la Iglesia, “siendo éste el problema fundamental” (p. 135). Si estuviera en el lugar del obispo, nos asegura, respondería al sacerdote contestatario con la siguiente pregunta: “¿A dónde has traído a la Iglesia con ese tu método? ¿Acaso quieres que sigamos tu mismo camino y que siga cayendo todavía más bajo?” (p. 116). En efecto, hacer que la Iglesia caiga y se vacíe: “Ese ha sido el sueño de algunos hace medio siglo” (p. 117). Una puñalada cruel e injusta al corazón de quienes tan fielmente han dedicado su larga vida al servicio de las comunidades cristianas.

Dolores de tripa, búsqueda de culpables y denuncias, en todo se trasluce el deseo obsesivo de Xipri: que se llenen las iglesias y aumenten los sacerdotes. “La iglesia sin sacerdote no es sana”, escribió una vez en la revista HEMEN. De modo que el número de sacerdotes reflejaría el nivel de salud de la Iglesia. Habríamos, pues, de felicitarnos de que, tras décadas de descenso, los sacerdotes vuelven a aumentar de la mano del obispo Aillet. A Xipri le gusta ofrecer cifras y comparaciones para consolidar su modelo de Iglesia extremadamente clerical. Basten dos ejemplos: cuando Aillet se hizo cargo del obispado de Bayona en 2008, había un único seminarista en la diócesis; diez años después (2018), eran 30 (la mitad procedentes de África, eso sí; solo que no dice que hoy no quedan más que 4 seminaristas en toda la diócesis…); en los últimos 8 años se han ordenado 11, frente a los 5 de la década anterior. Ese es, dice el sacerdote de Heleta, “el lado optimista”. Su mejor esperanza está en el aumento del número de sacerdotes.

Tal esperanza fundada en la Iglesia clerical le era absolutamente ajena a Jesús de Nazaret, el profeta laico, el profeta herético revolucionario, que fue condenado y muerto por haber hecho frente al templo y al clero. Pero su aliento vital, hecho uno con el aliento de todo viviente que renueva todas las cosas, sigue vivo más allá de todas las religiones, iglesias y dogmas. El movimiento de Jesús surgió de una transformación, para vivir en permanente transformación y ser transformadora, para perderse como la semilla en la tierra y la levadura en la masa, para ser del todo en todo perdiéndose por el bien de todo. Esto merecería otro canto de gallo, pero no sé si están los tiempos para ello.

Aizarna, 14 de febrero de 2021

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , ,

El discurso transfóbico, el verdadero caballo de Troya del feminismo

Sábado, 27 de febrero de 2021
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LAS-PERSONAS-TRANS-NO-SON-PELIGROSAS_DSC_2507-1000x500Este artículo fue publicado y luego censurado en el medio mexicano Milenio por la presión transfóbica.

Por Laurel Miranda

Si eres feminista y no plantas cara a quienes en nombre de este movimiento político violentan a personas trans y no binarias, temo decirte que se llama complicidad. Del mismo modo en que hablamos del pacto patriarcal para denunciar la complicidad entre hombres, así como su silencio o pasividad ante los actos misóginos de sus congéneres, podemos y debemos hablar también de aquellas mujeres cisgénero feministas que deciden pasar de largo los actos transfóbicos de sus presuntas compañeras de lucha.

Qué tan lejos hemos dejado avanzar la transfobia en México que ahora se convoca a “marchas feministas” ya no para luchar a favor de los derechos de las mujeres, sino para impedir que las poblaciones trans accedan a ellos. Esto es precisamente lo que está ocurriendo en lugares como Puebla, donde un colectivo de feministas radicales ha tomado como su principal objetivo impedir que se apruebe la Ley Agnes, una iniciativa con la que las personas trans podrían ver reconocida su identidad sexogenérica mediante un trámite administrativo. En el Estado de México ocurre algo similar, pues otro colectivo ha hecho un llamado para que la marcha del 8 de marzo sea “contra el borrado de las mujeres”.

¿Cuáles mujeres?

¿A qué se refiere este presunto borrado de mujeres?, ¿cuáles mujeres?, ¿blancas, racializadas, pobres, trabajadoras sexuales, trans…?, ¿cómo podría borrarse a más de la mitad de la población mundial? Bien, pues del mismo modo en que construcciones discursivas como “ideología de género” o “lobby gay” llegaron con fuerza desde los sectores más conservadores de la sociedad para reprimir a la diversidad sexogenérica, ahora nos enfrentamos al presunto “borrado de mujeres”, una idea que (aparentemente) no es impulsada ni por la iglesia ni por la ultraderecha, sino por voces feministas de periodistas, escritoras e intelectuales, tales como la ex diputada del partido español PSOE Ángeles Álvarez, la antropóloga y académica mexicana Marcela Lagarde o la creadora de Harry Potter, J.K. Rowling.

La lucha contra el “borrado de mujeres” se ha erigido para impedir que en países como España, Reino Unido (y ahora México) entren en vigor leyes que permitan el reconocimiento de las identidades sexogenéricas de las personas trans y no binarias mediante trámites administrativos y ya no a través de juicios o certificaciones de género, para las que se necesitan acompañamientos psicológicos o psiquiátricos, así como tratamientos hormonales, los cuales han contribuido históricamente con la patologización de las personas trans.

En España, por ejemplo, Ángeles Álvarez y el sector transexcluyente del feminismo español, consideran que de aprobarse la Ley Trans, ésta pondría en peligro la representación de las mujeres –de nuevo: ¿qué mujeres?– en los distintos ámbitos de la vida pública como la política, deportes, espectáculos, etcétera. El argumento de Álvarez se desbarata cuando constatamos en las estadísticas que las poblaciones trans somos minoría en el mundo, y sin embargo con un alto índice de crímenes de odio en nuestra contra, una alta tasa de suicidios y una esperanza de vida reducida. En contraste, son contados los casos de personas trans en las esferas antes descritas, y aún así se emplean de forma sensacionalista, particularmente en el mundo de los deportes, para acusar que su presencia pone en peligro la posibilidad de victoria de las “mujeres biológicas” (sic).

Me parece increíble que en pleno 2021, luego de décadas y décadas de feminismos y estudios de género, frases como “mujeres biológicas” y “hombres biológicos” (sic) sigan siendo empleadas como argumentos para descartar la legitimidad de las identidades trans y para enarbolar abiertamente una lucha en contra de nuestros derechos más básicos: identidad, libre desarrollo de la personalidad, a la no discriminación, acceso a la educación y a un trabajo digno.

TransRights

Y es que más que estar en contra del “borrado de las mujeres”, las voces transexcluyentes están en contra de la categoría género y a favor de la reivindicación de la realidad material del sexo como factor único y decisivo para determinar quién sí y quién no es mujer; se trata, pues, de una postura esencialista contra la que, de hecho, el feminismo lleva años luchando. Consideran, además, que de su realidad sexuada deriva una “opresión primaria”, con lo que universalizan las experiencias de todas las mujeres y dejan de lado aspectos de la identidad como raza, clase u orientación sexual, que en el caso de algunas mujeres se trata del factor principal de la opresión en que viven.

”Hay mujeres que son negras, mujeres que son lesbianas, mujeres que son trans y mujeres pobres. No sólo sufren discriminación por ser mujeres, sino por su raza, su género o su situación socioeconómica (…) El feminismo está en contra de la opresión de género y la explotación, si hay mujeres afectadas por el racismo o por la homofobia o por la transfobia, luchar contra eso es parte de la liberación”, señala Reni Eddo-Lodge, feminista y periodista británica.

Es debido a la particularidad de nuestras realidades y las distintas violencias que nos atraviesan, que me parece necesario ser sincera y señalar que en esta ocasión hablo de lo peligroso que es el discurso transexcluyente para las mujeres trans; sin embargo, me gustaría subrayar que éste atenta también contra otras posibilidades de vida: hombres trans, por ejemplo, a quienes llaman “hermanas” si deciden detransicionar, o traidorAs y “lesbofóbicas” si deciden mantenerse firmes en su transición de género. Basta con ver la violencia con que se lanzan contra hombres trans que, en tanto tienen también la capacidad de gestar, han acudido a marchas a favor de la despenalización del aborto.

Como señalan Gracia Trujillo y Moira Pérez, “con frecuencia se resalta del feminismo TERF su oposición a incorporar a las mujeres trans dentro del movimiento de mujeres (o del colectivo mismo). Sin embargo, se trata en realidad de un feminismo excluyente en términos amplios, que se opone, desde el privilegio, a distintas formas de autonomía decisional, autonomía corporal, al derecho a la identidad, al derecho a una vida libre de violencia… El movimiento feminista excluyente es contrario a muchas formas de existencia: no solo de todo el espectro de personas trans y no binarias, sino también de las trabajadoras y trabajadores sexuales o de cualquier persona que recurra a la gestación por sustitución, entre otros. En el caso de estos dos últimos, el trabajo sexual y la gestación por sustitución se entienden en todos los casos como violencias contra las mujeres. Este análisis no se ajusta a la realidad, obtura el avance de derechos para las personas directamente involucradas en estas prácticas y las sitúa en posiciones de víctimas pasivas sin, por otra parte, escucharlas”.

El peligro de este discurso no radica únicamente en su lucha por restringir derechos, sino también en su función como caldo de cultivo para reforzar estigmas y prejuicios en contra de nuestra comunidad. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso reciente de las pintas que manifestantes transfóbicas realizaron para posicionarse en contra de la Ley de Identidad de Género y que, sin embargo, fueron atribuidas por medios locales a personas trans. Al final del día la construcción discursiva y mediática que se hace de nuestras identidades, que nos asocia con lo anormal, lo fuera de lugar, lo iracundo, alimenta también los crímenes de odio en nuestra contra, particularmente los transfeminicidios.

En el contexto actual, no suscribir el discurso transfóbico o desmarcarse de él no es suficiente: también hay que posicionarse en su contra. Por ello aplaudo a la colectiva Dignas Hijas, que desde agosto del año pasado y luego de visualizar la forma en que el feminismo está siendo instrumentalizado con fines transfóbicos lanzaron la iniciativa #NoEnNuestroNombre para subrayar que “los derechos de las personas trans son derechos humanos, no una amenaza”.

Queridas aliadas, queridas feministas cisgénero, si desean identificar cuál es el caballo de Troya en su movimiento, les invito a analizar qué discurso se aproxima más al de la ultraderecha. ¿Es acaso el que lucha por los derechos y digna existencia de las personas trans o el de sus “hermanas” abolicionistas, que ven un peligro en la otredad? No nos equivoquemos, que se frenen las leyes que permiten el reconocimiento de las identidades sexogenéricas no va a lograr que haya menos personas trans, sólo repercute en que nuestras vidas sean más difíciles y tengamos un acceso limitado a nuestros derechos.

En este momento la avanzada va contra personas trans y trabajadoras sexuales, pero de continuar con la tibieza, la factura también les alcanzará a ustedes. No al pacto (cis)patriarcal.

Fuente Agencia Presentes

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La Cámara de Representantes de Estados Unidos aprueba la histórica ley de igualdad, que prohíbe discriminar a las personas LGTBI. Es ahora el turno del Senado

Sábado, 27 de febrero de 2021
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La Cámara de Representantes de Estados Unidos ha aprobado, por 224 votos a favor (tres de ellos de representantes republicanos, el resto demócratas) y 206 en contra (todos republicanos) la Ley de Igualdad («Equality Act»), una ley que consagra el principio de no discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género en ese país, y lo que es más importante, modifica una serie de importantes leyes para garantizar su implementación práctica en materia de empleo, vivienda, crédito, educación o servicios públicos. La ley, cuya aprobación definitiva se consideraría histórica, queda pendiente de lo que suceda ahora en el Senado, donde los demócratas disponen de una mayoría muy justa, lo que les obligará, si realmente quieren aprobar la ley, a activar la denominada «opción nuclear» en materia legislativa para permitir la aprobación por un solo voto de diferencia.

Hacía años que la situación política en Estados Unidos no era tan favorable a la aprobación de leyes en favor de los derechos LGTBI: con un presidente y una vicepresidenta recién elegidos dispuestos a promoverlas (y sobre todo a no vetarlas) y una mayoría demócrata en las dos cámaras del Congreso. Hay que remontarse a los dos primeros años de presidencia de Barack Obama para encontrar un escenario así, con la diferencia que  por aquel entonces Obama no estaba tan comprometido con los derechos LGTBI como sí lo están ahora Joe Biden y Kamala Harris. De hecho, bajo la presidencia de Obama el primer intento de sacar adelante una ley de este tipo no tuvo lugar hasta 2015, año en el que los republicanos controlaban las dos cámaras del Congreso. No fue, de hecho, hasta mayo de 2019 cuando la Equality Act obtuvo por primera vez el respaldo de la Cámara de Representantes, ya bajo control demócrata, pero el dominio republicano del Senado hizo imposible su aprobación definitiva. Sobra decir que el proyecto contaba además con la oposición del entonces presidente, Donald Trump.

Una situación que ha dado un giro de 180 grados tras las elecciones presidenciales y legislativas del pasado noviembre. Sin embargo, solo hay garantías de un escenario favorable durante dos años más: en noviembre de 2022 volverán a celebrarse elecciones legislativas y se renovarán la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado. En ese momento, los republicanos pueden hacerse de nuevo con el control de alguna o de las dos cámaras, cerrando de nuevo la vía legislativa en lo que al avance de los derechos LGTBI se refiere.

Por eso es tan importante que la Equality Act se apruebe cuanto antes. Una ley que consagrará el principio de no discriminación por razones de orientación sexual e identidad de género en todos aquellos aspectos que dependen del nivel federal de la administración, algo que hasta la fecha ha sido imposible por vía legislativa, siendo los tribunales los que de una forma u otra han impulsado (o frenado) dicho principio. El ejemplo más reciente, en esta ocasión en un sentido favorable, tuvo lugar el pasado mes de junio, cuando el Tribunal Supremo de los Estados Unidos declaró ilegal la discriminación en el trabajo por orientación sexual o identidad de género por 6 votos contra 3.

Si la Equality Act es aprobada por el Senado y el presidente Joe Biden la rubrica, este principio se hará extensivo no solo al trabajo, sino a otros aspectos fundamentales de la vida cotidiana, como el acceso a la vivienda, el crédito bancario, la educación, el uso de espacios públicos, la prestación de servicios públicos, el desarrollo de programas financiados con fondos federales o la institución del jurado. Para ello, la ley detalla en su articulado una serie de reformas a leyes ya vigentes, incluida la Ley de Derechos Civiles de 1964, la Ley de Vivienda Justa, la Ley de Igualdad de Oportunidades de Crédito, la Ley de Selección y Servicios de Jurado y varias leyes relacionadas con el empleo dependiente o relacionado con la administración federal. La ley también será de aplicación en aspectos relacionados con el servicio prestado por tiendas minoristas y otros servicios privados regulados por la reglamentación federal. Puedes acceder al texto del proyecto de ley en este enlace.

¿De qué depende la aprobación por el Senado?

Una vez que la Equality Act ha sido aprobada por la Cámara de Representantes, es ahora el turno del Senado, donde demócratas y republicanos están empatados a 50 senadores cada uno. Los demócratas cuentan, eso sí, con el voto de calidad de la presidenta del Senado, capaz de deshacer el empate, y que no es otra que la vicepresidenta, Kamala Harris. Sin embargo, no es todo tan sencillo. La actual reglamentación del Senado obliga a que, para cerrar el trámite de una nueva ley, el proyecto en discusión cuente con una mayoría de 60 votos, no de 50+1. Mientras no se disponga de dicha mayoría, los que se oponen a la ley pueden prolongar sine die la discusión (mecanismo conocido como «filibusterismo»). El Senado puede modificar dicha reglamentación por 50+1 votos, pero en este caso sería necesario el voto unánime de todos los demócratas, algo que hoy por hoy no parece asegurado (hay al menos dos senadores demócratas, el senador por Virginia Occidental Joe Manchin y la senadora por Arizona Kyrsten Sinema, que se oponen a derogar la norma procedimental que permitiría a los republicanos ejercer el filibusterismo.

En próximas semanas veremos hasta qué punto las convicciones de los demócratas son suficientemente sólidas en materia de igualdad como para poner fin al filibusterismo legislativo, dado que parece altamente improbable que diez senadores republicanos se unan a los demócratas para aprobar la Equality Act por 60 votos. Cabe recordar, en este sentido, que los republicanos no tuvieron problema alguno en activar en 2017 la «opción nuclear» y poner fin a la posibilidad de filibusterismo cuando de elegir a los jueces del Tribunal Supremo propuestos por Donald Trump se trató. Y ya antes, en 2013, los propios demócratas habían hecho lo mismo con la confirmación por el Senado de otros nombramientos judiciales.

De lo que no cabe duda es de que si la Equality Act es aprobada por el Congreso, Joe Biden la firmará. Así lo dejaba muy claro en su perfil de Twitter, en el que el presidente de Estados Unidos animaba a los senadores a aprobar la ley haciendo alusión al aspecto sobre el que más ruido están haciendo sus opositores: los derechos de las personas trans (¿nos suena en España, verdad?). «Los derechos trans son derechos humanos, y la Cámara de Representantes lo ha dejado claro hoy aprobando la Equality Act. Es la hora de que el Senado haga lo mismo», tuiteaba Biden:

Fuente Dosmanzanas

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Ataque homo-odiante a un activista de Dolores (Provincia de Buenos Aires): “Te pegamos por puto”

Sábado, 27 de febrero de 2021
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herido-934x467Por Verónica Stewart

El pasado domingo 14 de febrero, Cristian Leonardo Guevara (33) fue víctima de un ataque homoodiante en la ciudad de Dolores, en la Provincia de Buenos Aires. Tras ser arrojado al suelo y golpeado repetidas veces, Cristian fue al Hospital San Roque, donde los médicos determinaron que había sufrido lesiones leves. Por lo tanto, esa fue la carátula – la de lesiones leves – que recibió la causa cuando se acercó a la comisaría a hacer la denuncia. La misma se encuentra radicada en la fiscalía N° 5 – UDT, especializada en violencia de género.

Cristian había acompañado a la prima a buscar a su hija a un cumpleaños. Lo primero que les llamó la atención fue la cantidad de gente. Cuando llegamos al lugar, nos encontramos con que había más de 150 personas”, explicó a Agencia Presentes. “Era una fiesta clandestina”. Cristian se acercó a la casa para buscar a Ludmila, la hija de su prima. Sin embargo, lo detuvieron a los pocos pasos; “vos no podés estar acá, vos sos puto”, le dijo el dueño de casa junto a su familia y un grupo de invitados. Cristian contestó que no venía con intenciones de pelear, y salió a esperar a Ludmila afuera.

No fue suficiente. Por más que Cristian intentara alejarse, sus agresores, A. N. y J. G. lo persiguieron. Finalmente, le pusieron la traba y lo arrojaron al piso. “Lo primero que hicieron fue darme una patada en la cabeza que me torció los anteojos”, contó Cristian. “Me golpearon en el piso y me gritaron ‘puto’. Les dije ‘¿qué pasa, por qué me pegan? Por favor, no me peguen, yo no soy violento’ y me contestaron ‘por puto’”. La golpiza continuó hasta que se acercaron su prima y un par de invitados más de la fiesta a tratar de detenerla, entre ellos una ex alumna de Cristian. Cuando logró levantarse, corrió hacia su auto. Uno de sus agresores lo persiguió y le dijo “tomatelas ya porque rompemos el auto.” Cristian se subió y arrancó.

“Di la vuelta a la manzana, estacioné el auto y llamé al 911. Pasaron diez, quince minutos. Volví a llamar, pasaron otros diez, quince minutos. Volví a llamar por tercera vez”, explicó Cristian. El patrullero nunca apareció. Tras reencontrarse con su prima y la hija de ella, fue al hospital y luego a la Comisaría de la Mujer y la Familia a hacer la denuncia. “La subcomisaria me dijo que no quería que el caso tuviera tanta visibilidad porque la fiesta clandestina nunca fue clausurada”, dijo Cristian. “Siguieron hasta las ocho, nueve de la mañana, siguieron mientras me habían golpeado y yo me había ido muy mal”. Ahora, la subcomisaria lo llama todos los días para ver cómo está y para preguntar si los agresores pasaron por su domicilio.

Desde la policía de Dolores, le ofrecieron un botón antipánico y se acercaron a su casa con un patrullero, pero con el paso de los días, dejó de contar con cuidado policial constante. “Ahí empecé con los ataques de pánico. Llevo cuatro, cinco días sin comer porque rechazo la comida, y siento desgano. Siento que incomodo a los demás y que no puedo ser yo”, dijo. En el trabajo, le otorgaron una licencia por diez días debido a las secuelas que dejó el ataque.

LGBT Dolores: Red de contención

Cristian es el fundador de la agrupación LGBT Dolores, que lo acompañó en todo momento. “Decidimos apoyarlo en nuestras redes sociales, tanto en las de la organización como en nuestras cuentas personales” contó Joaquín Caimi, miembro de la organización desde el año pasado, a Presentes. Además de esta difusión y del acompañamiento tanto físico como virtual que puedan hacer, la agrupación no tiene herramientas para hacer mucho más. “No contamos con ayuda de ningún lado. Todo lo que podemos llegar a dar, si es material, sale de nuestras casas. Lamentablemente, tampoco contamos con un espacio para albergar a chicxs que sufren todo tipo de violencias”, explicó Joaquín.

Sin embargo, la visibilización no es poca cosa. Joaquín asegura que en una ciudad como Dolores, donde sigue siendo difícil para el colectivo LGBT vivir tranquilo, la difusión de casos como los de Cristian es la clave para cambiar esa mentalidad. “Dolores es una ciudad muy cerrada, conservadora y que discrimina muchísimo”, dijo. “Se dan a conocer muy pocos hechos de discriminación, pero si no los visibilizamos siguen pasando desapercibidos. Visibilización es igual a importancia. Y si la gente no quiere adaptarse, les vamos a ganar por cansancio y se van a acostumbrar a ver los colores del orgullo por todos lados”, agregó.

Por su parte, Cecilia Coronel, integrante de la organización Mujeres y Diversidades Dolorenses, que también se hizo presente durante el acompañamiento a Cristian, destaca la importancia de la organización colectiva, transversal y horizontal. “Las acciones en la calle y las redes sirven para decirle al Estado que lxs estamos observando, que tenemos propuestas y que vamos por todo”, dijo a Presentes.

Crímenes de odio

Según el informe semestral publicado por el Observatorio de Crímenes de Odio LGBT de los 69 crímenes de odio perpetrados desde el 1 de enero hasta el 30 de junio de 2020, el 16% fueron contra varones gays cis, mientras que el 54% del total corresponden a “lesiones al derecho a la integridad física, es decir violencia física que no terminó en muerte.” Dentro de estas lesiones, el 28% tienen como modalidad a los golpes. Es la segunda modalidad más común, precedida solo por la manifestación de la ausencia estatal (35%).

El informe también destaca que “en cuanto al vínculo de las víctimas de los crímenes de odio con los agresores particulares, en el 29% de los casos los agresores son vecinos/as o personas conocidas por ellas. En segundo lugar, el 26% corresponde a personas desconocidas por las víctimas”. Esto quiere decir que tanto como un cuarto de las víctimas fueron agredidas por desconocidos exclusivamente por su orientación sexual o su identidad de género.

El crimen homoodiante que sufrió Cristian se engloba dentro de la mayoría en tres características: la localidad geográfica, el lugar físico donde ocurrió el ataque y la edad de la víctima. Tanto como el 42,3% de las víctimas tiene entre 30 y 39 años. Además, la provincia de Buenos Aires fue el escenario de la mayor cantidad de crímenes de odio LGBT en la primera mitad del 2020 con el 35% de los mismos. Por último, el ataque fue llevado a cabo en la vía pública, como sucedió en el 49% de los casos.

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La Fiscalía Provincial de Madrid y la jueza se oponen a reabrir el caso de la muerte de Cristina La Veneno

Sábado, 27 de febrero de 2021
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1362740_1Tanto la Fiscalía como la titular del juzgado de instrucción número 53 de Madrid se oponen a reabrir la causa por la muerte de Cristina Ortiz «La Veneno», que falleció a principios de noviembre de 2016 tras sufrir una caída en su domicilio que le ocasionó un grave traumatismo craneal. Aunque el informe de la autopsia practicada en su día a Cristina concluyó que la fatal caída se debió a un accidente doméstico, sus familiares nunca creyeron esta versión, y aún hoy siguen tratando de reunir pruebas que demuestren que su muerte pudo producirse de forma violenta, ya que su cuerpo presentaba numerosos hematomas y golpes, y sosteniendo que la investigación policial fue chapucera y que su entonces compañero sentimental pudo tener algo que ver con lo ocurrido.

Allá por la primavera de 1996, la almeriense Cristina La Veneno se convertía en todo un fenómeno televisivo (y un ejemplo de visibilidad trans en tiempos difíciles) tras ser descubierta por una reportera del programa Esta noche cruzamos el Mississippi en el madrileño Parque del Oeste —donde entonces ejercía la prostitución—. Pero su personalidad arrolladora se apagó para siempre el 9 de noviembre de 2016, cuando Cristina fallecía, a los 52 años de edad, debido a una caída en su domicilio del madrileño barrio de Tetuán, y tras permanecer algo más de tres días en coma en la UCI del Hospital Universitario La Paz de Madrid.

La primera autopsia, realizada a los pocos días de su fallecimiento por el médico forense adscrito al juzgado de guardia que investigó su muerte, concluyó que la fatal caída se debió a un accidente doméstico. Asimismo, el informe forense recogía que Cristina murió «por un fracaso visceral multiórganico con septicemia y hemorragia menigo-encefálica», y que no existía en su cuerpo ninguna lesión de lucha o defensa que pudiera hacer pensar en un escenario violento como causa del fallecimiento.

Desde un primer momento, se barajaron distintas hipótesis sobre lo ocurrido. Algunos apuntaban a un posible suicidio, pues aunque poco a poco estaba volviendo al ruedo mediático, la existencia cotidiana de Cristina era bastante desdichada y la artista había intentado quitarse la vida en varias ocasiones —en el informe policial constaba que la artista podría haber ingerido alcohol y medicamentos poco antes de la caída, y que ese hecho podría guardar relación con el posterior golpe—. Otros, hablaban de un posible ajuste de cuentas por los detalles que habría revelado en su libro de memorias, ¡Digo! Ni puta ni santa: las memorias de La Veneno, escrito por la periodista Valeria Vegas. Y hay quien incluso ponía en el punto de mira a la persona que encontró su cuerpo malherido: Alín Bogdan, un joven chapero rumano con quien La Veneno mantenía una complicada relación desde 2014 —curiosamente, el día anterior a la caída, Cristina llamó a la Policía, acusándole de amenazas de muerte—.

Sea como fuere, las conclusiones del forense que realizó la autopsia de Cristina no convencieron nunca a su familia, que sospechaba que la causa de la muerte había sido violenta, pues el cuerpo de la almeriense presentaba diversos hematomas y golpes por las piernas, los pies y la cabeza. No en vano, aquellas dudas les llevaron a solicitar un nuevo examen visual del cuerpo, que acabó permaneciendo en la morgue del Tanatorio Norte de Madrid durante más de cuarenta días. Finalmente, en diciembre de 2016, la madre de Cristina, apoyada por varios de sus hijos, dio la orden de realizar la incineración de sus restos. A continuación, las cenizas de la artista —que se convirtió en la personalidad patria más buscada en Google en 2016 por los españoles y hoy cuenta con una placa en homenaje a su figura— fueron repartidas entre el madrileño Parque del Oeste, tal y como ella quería, y Adra, su localidad natal.

Desde entonces, algunos de los familiares de La Veneno no han cejado en su empeño por aclarar las circunstancias en que se produjo su muerte. Les parecía, cuando menos, sospechoso el hecho de que el cuerpo de Cristina —que fue encontrada en su domicilio con un fuerte golpe en la cabeza e inmediatamente perdió la consciencia y fue trasladada al hospital, donde fue intervenida de inmediato por una hemorragia cerebral secundaria al traumatismo— presentase tantos hematomas. También les escamaba que el caso de su muerte se cerrase tan solo nueve días después de su fallecimiento —amén de una investigación policial algo chapucera— y que su pareja en ese momento no fuese debidamente interrogado.

Según la versión ofrecida por Alín, Cristina «se caía muchas veces», lo que justificaría aquellos moretones. «Se había tomado unas pastillas y estaba durmiendo en el sofá. Estaba tranquila. Yo me fui a la calle. Cuando volvía a subir tenía un paquete de tabaco comprado y una botella de whisky vacía. Se la había tomado entera de un golpe. Volví a bajar a la calle porque pensé que estaba dormida. Cuando subí me la encontré sangrando», contaba Alín en una entrevista concedida a El Español.

La Fiscalía descarta ahora el homicidio

Hace apenas unos días, la Fiscalía Provincial de Madrid impugnaba el recurso presentado por la representación legal de la familia de La Veneno contra el auto que denegaba la apertura de nuevas actuaciones para investigar la causa de su fallecimiento. «En el último informe aportado por un perito de parte no se desprendía ningún indicio nuevo acerca de la presunta muerte violenta de la actriz que no se hubiera valorado antes», rezaba el comunicado emitido por la Fiscalía.

Además, el ministerio público alega que tanto el informe de la autopsia de Cristina como la investigación policial que se realizó «ya descartaron la existencia de un presunto delito de homicidio». Asimismo, señala que la petición de reapertura se basa en un informe pericial aportado por la acusación particular que se basa en el análisis de unas fotos «tomadas sin consentimiento en el hospital» y que constituyen una «reinterpretación de datos ya existentes sobre un suceso acaecido hace más de cuatro años». Al poco, la titular del juzgado de instrucción número 53 de Madrid, Mónica Aguirre de la Cuesta, rechazaba igualmente el recurso de reforma interpuesto por la familia de Cristina contra el cierre de la causa por el fallecimiento de la artista, emitiendo para ello un auto que se apoya en el informe de la Fiscalía de Madrid.

Aun así, Óscar Tarruella —criminólogo contratado por la familia de La Veneno para investigar su muerte— ya ha comentado a través de las redes sociales que no piensan darse por vencidos. «La resolución será objeto de Recurso de Apelación ante la Ilustrísima Audiencia Provincial de Madrid por cuanto a nuestro juicio existen testimonios y documentos que acreditan que Cristina tenía diferentes lesiones en su cuerpo compatibles con agresión previa, además de constar que el piso de Cristina había sido alterado a la llegada de los Agentes policiales, pues se les avisó con varias horas de retraso de lo ocurrido, tiempo durante el cual el piso estuvo abierto. Entendemos, dentro del absoluto respeto a las resoluciones judiciales, que un Informe Forense puede ser rebatido con posterioridad, igual que es rebatida una resolución judicial», rezaba un comunicado compartido en su perfil en Twitter.

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