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Magda Bennásar: Que todo sea uno III: Y la palabra se está haciendo carne.

Sábado, 20 de febrero de 2021

a_51Estaba finalizando el domingo, día de la Resurrección, y como el pueblo judío que se reunía al atardecer del viernes para celebrar su Sabbath, el pueblo de Jesús, el Ungido, nos reunimos el domingo para celebrar la Vida, entre dos luces.

Estaban presentes la antigua luz de la tradición: los textos sagrados rumiados, contemplados largamente por un grupo de mujeres y algún varón, que con sencillez, pudor y delicadeza comparten con una sonrisa envidiable (imaginad el típico celebrante sonriendo, inaudito…); y la nueva luz aún en ciernes, del trabajo imparable del Espíritu en el pueblo de Dios hoy.

¿Por qué en ciernes? Porque esa nueva luz todavía tiene que entrar en las horas de frío y oscuridad de la noche, de la crítica y persecución de parte de la cristiandad, y gracias a esa purificación el cristianismo podrá salir de las catacumbas, donde lleva tiempo gestándose, y ahora la pandemia está haciendo florecer. Gran paradoja de la evolución.

Esa nueva luz es el presente y el futuro de un cristianismo enraizado en la experiencia pascual de las discípulas y discípulos.

La cristiandad nos dice que ahora las mujeres podemos ser lectoras… hace 60 años que lo somos y proclamadoras en retiros, catequesis, acompañamientos de enfermos, catecumenados, acompañantes de procesos personales…

El cristianismo nos dice, está aquí, está ocurriendo ¿no lo ves? Es un “de facto”. Mujeres y hombres, laicos, acompañando en celebraciones de la Palabra, en procesos de crecimiento en la Fe. La cristiandad dice misas, el cristianismo invita a un seguimiento, a una participación, a ser agentes de pastoral, pero sobre todo a que seamos discípul@s.

Yo el domingo, y tantas otras veces, vi a mujeres y hombres que oran la Palabra, la rumian, se dejan interpelar por ella, y van a sus tareas con un corazón “pasado por el filtro de la Ruah”. Otro sentir, otra mirada, y mucha inquietud envuelta en paz.

Yo el domingo vi que cuando poníamos nuestras necesidades sobre la mesa de nuestra casa, donde comemos, compartimos, discutimos… salía de las entrañas la plegaria, no del libro de las preces que otro ha escrito porque nosotros no sabemos hacerlo.

Yo sentí que cuando bendecíamos nuestro pan y vino, había una fuerte sensación de silencio habitado, aun teniendo el servicio online, porque la experiencia de Dios atraviesa pantallas y países. Las hermanas de África se unieron a personas de las cuatro puntas de España.

Y cuando dábamos gracias, la sonrisa traspasaba la seriedad de la liturgia. Como decía Mabel: “para qué necesitamos más” y Pilar ¿cuándo es la próxima?, y Marisa “nos vemos pronto” y Juanjo sonreía contagiosamente y Kika que llegó tarde nos miraba como diciendo aquí pasa algo, y en efecto. Pasó el Espíritu. Y decidimos que queríamos que se quedase. Y se formó una comunidad cristiana. Otra de las que no quieren ya más cristiandad.

Y cuando dentro de otros 50 años, nuestras nietas puedan ser ordenadas, nosotras desde nuestros lugares de descanso sonreiremos y nos haremos un guiño la Ruah y todos los que ya andemos por otros caminos un poco “más allá”.

Si al final ¡tanta lucha para lo breve y rápida que es la vida! Hagámosla llevadera y cristiana. Sin necesidad de semanas de oración para la unidad, que llevan montón de años rezando y no lo consiguen, porque seguimos en la cristiandad: dogmas, doctrina, normas…

El cristianismo no tiene fronteras porque es la Palabra quien convoca e inspira y unifica. ¿Acaso no nació Jesús este año porque la misa del gallo online en que participé la celebró una mujer ordenada y además convocada obispa por su comunidad?

Ella y tantas otras fueron convocadas a un ministerio. La pregunta es ¿qué necesitamos para descubrir nuestra llamada y vivirla?

Yo no pido ser ordenada porque considero que con el Bautismo tengo plenitud de dones, y además no llego: sacerdote, profeta, compañera de camino de tantos y tantas.

¿Qué hago? Madrugar para orar largo y sin prisas, y después de escucharle tratar de vivirlo ¿cómo? Desde lo que soy y veo: escribo, organizo comunidades, preparo retiros online y presenciales, preparo cursos actualizados de discipulado desde una fe adulta, acompaño a personas en sus procesos de seguimiento, voy donde me llaman, vivo en comunidad para ser más auténtica y dejarme acompañar y mejorar. Y así veo la sinergia del día a día cuando lo compartes todo, y estás siendo guiada por la Palabra del amanecer que se va desplegando durante el día en cantidad de situaciones que las viviría diferente si no fuera por lo que he oído en el silencio.

Siento una necesidad enorme de que más personas descubran la fuerza de la Palabra escuchada en el silencio y en el barullo interior de la vida de cada uno y de la situación social. Entiendo que vivirlo en comunidad es una riqueza indescriptible que tenemos que redescubrir. Le doy gracias al carisma de mi comunidad sfcc: “que todo sea Uno” porque siento que me unifica primero a mí y me lanza a quitar cadenas y barreras sobre todo mentales y religiosas de la cristiandad para que el Cristo pueda emerger desde los inicios de todo como el gran Amor-Energía que potencia la evolución también espiritual de cada persona.

No podemos detenernos en la época de los dinosaurios porque fueron extinguidos, algo así como el modelo de jerarquía ahora, en palabras del papa Francisco, él no les llama dinosaurios pero sí clericales, corruptos… no sé, todo se está moviendo.

Por eso es casi obligatorio sustituir los maestros que idearon la cristiandad por las y los que gestan cristianismo. Quedas invitad@.

Magda Bennásar, sfcc

Fuente Fe Adulta

Espiritualidad ,

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