“He escrito este poema que se inspira en Jn 13, 34-35. ¡Espero que te ponga en crisis tanto como a mí me ha puesto!
Amaos los unos otros como yo os he amado.
Esto parece tan simple, tan lineal.
Pero … ¿ Querer al liberal de “corazón lleno de compasión “?
¿Amar al conservador de “valores familiares “?
¿Querer al musulmán? ¿Al judío? ¿Al budista? ¿Al hinduista?
¿Amar al inmigrante en situación irregular? ¿Amar el que tiene todos los privilegios?
¿Amar al gay? ¿La lesbiana? ¿Al transgénero?
¿Amar a los manifestantes por la paz? ¿Amar a los hacedores de guerra?
¿Amar al iraquí? ¿Al palestino? ¡Al norcoreano?
¿Amar al republicano y al demócrata?
Amar al sin techo? ¿Al mendigo?
¿Al enfermo de sida? ¿Al detenido condenado a muerte?
Tendemos a amar con los dedos cruzados en busca de una escapatoria,
Buscando la manera de limitar a aquellos a los que elegimos amar.
Así como el escriba que, una vez, le preguntaba a Jesús: “¿quién es mi prójimo?”
Tendemos a amar de modo selectivo, poniendo condiciones.
Amamos a los que se nos parecen, piensan como nosotros, creen como nosotros.
¿Quién sería odiado por Jesús? ¡Nadie!
La única cosa que enfurecía a Jesús era la hipocresía espiritual,
Los que proclamaban amar a Dios pero no conseguían decidirse a amar a sus prójimos,
Los que creían que ellos eran los elegidos de Dios mientras que trataban a otros como si fueran el mal personificado.
Amaos los unos a los otros como yo os he amado.
Posiblemente no sea tan simple, después de todo.
Pero es el signo por el cual otros reconocerán que somos discípulos de Jesús.
Como nunca antes en la breve historia de los que hoy seguimos con vida, necesitamos una cuaresma distinta, un desierto diferente. Para quienes no lo han notado, hace once meses que estamos sumidos en ceniza, viviendo con el miedo de tocarnos, de acercarnos, preguntándonos cuándo va a terminar esto, cuándo va a aparecer en el horizonte alguna señal de la vida que conocíamos, o de una mejor. Hemos venido caminando en la aridez de la virtualidad sin piel, de reducir a una pantalla todas las calles que recorrimos y las casas que visitamos. Hemos permanecido en el ayuno de los encuentros, de las reuniones, de las celebraciones junto a multitudes, y quién sabe cuántas personas se quedaron sin participar, ocultas en el olvido de las bases de datos, porque hemos estado resistiendo gracias al maná del WiFi. Hemos aprendido la vida del desierto, y sí, nos hemos reído (bajo el tapabocas) y hemos cantado, pero tenemos claro que no queremos vivir aquí, que el destino no puede ser éste.
Caminamos sin saber muy bien hacia dónde pero con la ilusión de que vamos hacia alguna parte. Caminamos con pausas, con desalientos, con distracciones para no perder la razón, con noticias que no despejan el panorama, y con despedidas, muchas despedidas – Cuánta indiferencia en quienes teorizan desde las cifras de muertes sólo porque los muertos no son suyos – demasiadas despedidas. Caminamos consternados, midiendo las palabras que le decimos a dios, porque no sabemos exactamente cuál es su papel o su postura en todo esto, y aunque nuestra oración permanece allí a diario, la verdad es que no siempre le decimos lo que pensamos, porque no siempre sabemos lo que pensamos, aunque él sí. Pero nadie puede decir que no hemos caminado, que no hemos resistido, que no hemos mantenido la fe. En nuestra historia quedará sellado que en uno de los momentos más inciertos de nuestra vida no supimos bien cómo confiar, pero no por eso dejamos de hacerlo.
Durante los once meses de esta obligada cuaresma una enorme cantidad de creyentes han asumido la verdadera tarea de la voz que grita en el desierto: Alentar la esperanza en medio de la aridez y aumentar la fuerza de los débiles en medio del cansancio. El desierto tiene sentido porque está orientado a una promesa, y sólo es capaz de atravesarlo quien tiene sus ojos fijos en ella. Por eso la tarea del desierto es recordarla una y otra vez, es “gritar a los sencillos que tienen derecho a existir”, es inundar el corazón de los tristes con la Alegría del Evangelio, es cantarles a los enfermos que el Señor es más fuerte, y recordar a los que sufren que pueden confiar pues quien les cuida no duerme ni descansa. La tarea del desierto es contar la victoria de dios sobre toda incertidumbre y toda muerte.
La vieja cuaresma, esa que algunos insisten en imponer porque aunque afirmen dogmáticamente la resurrección viven una religión funeraria – ¿Qué anuncio de la resurrección se puede esperar de una religión cuyos ministros visten de negro riguroso? se ha preguntado Cortés – y su fe es una idolatría a las sombras y no una confianza en la luz, es la cuaresma de las amenazas, de los anuncios de destrucción, de las alucinaciones del fuego y del castigo, de fingir sobriedad, de teatralizar la austeridad, de libretear la tristeza, de los delirios del gran reseteo y el nuevo orden mundial, de la esquizofrenia esa de acordarse de la vida de los vivos en su “concepción” y en su “muerte natural” pero olvidarlos en todo lo que hay en medio, y dar alaridos durante 40 días mientras los otros 325 se aplauden y se bendicen las lógicas de la muerte. Esa vieja cuaresma no es más que la triste escenografía de una trágica representación a blanco y negro del evangelio, y no es – ni nunca fue – lo que los hijos y las hijas de dios necesitan ahora mismo, en un momento en el que la ceniza de nuestros muertos y el morado de nuestros vestidos han cubierto el planeta entero.
La cuaresma que necesitamos es la auténtica tarea del desierto, la de la expectativa, la del anhelo, la de la promesa. Es preparación para la fiesta, no para el sepelio. Tiene que ser una cuaresma de recordarnos la convicción de Israel en la dificultad, resumida en esas impresionantes expresiones de los salmos: “El Señor piensa en mí”, “El Señor es mi sombra”, “El día en que grité, aumentaste la fuerza de mi alma”, “No duerme tu guardián”, “Cuando camino entre peligros me das vida”. Tiene que ser una cuaresma de inspirarnos confianza, de ilusionarnos con lo que dios sueña con nosotros, de recordarnos que no hemos nacido para el sufrimiento, ni para el agobio, sino para la alegría y la paz. Tiene que ser una cuaresma de recordarle al mundo que ni el dolor, ni la angustia, ni la soledad tienen la última palabra, que el mundo no es un gran desierto, que sólo lo estamos atravesando, pero allí, tras el horizonte de roca y sequedad, hay una promesa de leche y de miel.Tiene que ser una cuaresma a Color.
Que se junten los que cantan, los que cuentan, los que escriben, los que celebran. Que hagan nuevas canciones y nuevas historias para inspirar a los que sienten que se les acaba el aliento. Que intercedan los que oran para que sea sanada la mano paralizada de esta iglesia que se detuvo en que si en la mano o que si en la boca (y tantas otras discusiones estériles), para que no dejemos de llevar en nuestros hombros a los que no pueden andar por sí mismos, confiando en que podrán. Hermanos y Hermanas Todos. Que en las misas y en los grupos se predique que no preparamos el camino del Señor con cara de circunstancia, sino con la alegría de saber que viene, que ya llega, que todo cambia cuando el Reino se hace presente entre nosotros, ¿O es que nunca nos hemos preparado para la llegada de una visita que queremos recibir?. Que el arrepentimiento sea de todo aquello que nos hemos perdido por temor, por no confiar en la mano extendida de dios, por creer a quienes nos dijeron que estábamos mal hechos mientras que el Padre nos mira con orgullo.
¿Ayuno? El que hace a dios sonreír: despertar cada día con la determinación de erradicar una injusticia. ¿Limosna? La que pedía Tobit a su hijo: no volver la cara ante ningún pobre. ¿Oración? La que enseñaba Jesús: sabiendo que el Padre está en lo secreto, y que nos ve en lo secreto. ¿Ceniza? Quien se acerque con algo de luz y de color al corazón de los que sufren ya quedará marcado por la que llevan dentro, la de toda esta larga cuaresma de meses, meses de incertidumbre, duda y duelo. Es hora de hacer la tarea del desierto, que no es describir pormenorizadamente la roca y la arena que ya vemos, sino los ríos, los pastos, las montañas y los valles hacia los que caminamos.Es llenar de colores la ilusión de los que caminan entre grises.
Comentarios desactivados en Escándalo en Alemania: monjas ‘vendieron’ a huérfanos a sacerdotes que abusaron sexualmente de ellos durante décadas
175 personas, en su mayoría niños de entre 8 y 14 años, sufrieron violencia continuada
El obispo de Speyer, Karl-Heinz Wiesemann, ha identificado al agresor principal como un vicario llamado Rudolf Motzenbäcker, que ahora está muerto, pero se negó a culpar a las religiosas, argumentando errores de gestión, y no mala fe
Los detalles se filtraron a la prensa después de que la arquidiócesis se negara a hacer público el informe, exigiendo que los periodistas que vieron los documentos firmaran un acuerdo de confidencialidad
| RD
Nuevo escándalo en la Iglesia alemana: un informe, publicado por distintos medios de comunicación, han documentado diversos delitos de violación y abusos sexuales cometidos contra niños huérfanos, que fueron ‘vendidos’ por monjas en la Archidiócesis de Colonia a depredadores sexuales.
Los resultados del informe, destapado por Daily Beast, no se han hecho públicos, pero las filtraciones apuntan a que religiosas de la ciudad alemana de Speyer fueron acusadas de recibir dinero por llevar a pequeños ante sacerdotes que abusaron sexualmente de ellos.
Uno de los supervivientes, Karl Haucke, explicó a Deutsche Welle que presentó una demanda judicial exigiendo una indemnización a la Iglesia católica, y alegando más de mil casos de abuso durante la década en que vivió en un hogar para niños, actualmente cerrado. Haucke recibió 18.000 dólares como compensación a su sufrimiento.
El principal agresor, fallecido
El obispo de Speyer, Karl-Heinz Wiesemann, ha identificado al agresor principal como un vicario llamado Rudolf Motzenbäcker, que ahora está muerto. El informe detalla que 175 personas, en su mayoría niños de entre 8 y 14 años, fueron abusados durante dos décadas.
La agencia de noticias protestante EPD y la agencia de noticias católica KNA adquirieron copias de la decisión de la corte, que detallaba las denuncias de abusos que los niños sufrieron a manos de miembros del clero en las décadas de 1960 y 1970
Sin embargo, la investigación se negó a culpar directamente a las monjas involucradas, argumentando que el abuso fue el resultado de errores de gestión, informó Beast.
Los detalles se filtraron a la prensa después de que la arquidiócesis se negara a hacer público el informe, exigiendo que los periodistas que vieron los documentos firmaran un acuerdo de confidencialidad. Todos los que asistieron a una conferencia de prensa anunciando la conclusión de la investigación se retiraron, negándose a cumplir con los términos de la Iglesia.
Comentarios desactivados en Las historias no contadas de los mayores LGBT+
Cuando Pearl Bennett, ahora de 69 años, salió del armario como mujer transgénero en una cena familiar cuando tenía 50 años, no fue acogida con entusiasmo.
La madre de Bennett se inclinó y preguntó: “¿Qué es todo esto?. Vi esa mirada en los ojos de mi madre, estaba un poco borracha“, recuerda Bennett. “Mi madre me acarició el pecho, se acercó y me dijo: ‘Sólo quiero que sepas que West Palm Beach no es lo suficientemente grande para ‘Pearl’ y los Bennett'”, recuerda Bennett. “Me sentí condenado al ostracismo por mi familia”.
Esta desgarradora anécdota y muchas más forman parte de Not Another Second (Ni un segundo más), una exposición en la ciudad de Nueva York que cuenta las historias de una docena de ancianos LGBT+ que relatan sus propias historias de salida del armario. Cada retrato fotográfico y entrevista en vídeo está marcado con un número, como “16 años”, que representa el tiempo que perdieron por permanecer en el armario, basándose en las expectativas sociales del pasado.
La exposición se puede ver en el Watermark Retirement Communities at Brooklyn Heights (una residencia de ancianos de Brooklyn, de 330 millones de dólares, reconstruida a partir del antiguo hotel Leverich Towers, que cuenta con más de 60 establecimientos en todo el país) y se presenta en colaboración con la certificación de edificios SAGECare y una agencia, RXM Creative.
“A día de hoy, este grupo de personas sigue enfrentándose a retos que deben ser reconocidos”, dijo David Barnes, director general y presidente de Watermark. “Nos recuerda que no podemos dar por sentados nuestros derechos y que debemos seguir trabajando por un futuro más aceptable para todos”.
Las fotos, tomadas por el fotógrafo alemán Karsten Thormaehlen, captan a los estudiantes de último año en una alegre exuberancia. Sonríen, ríen, miran a lo lejos o miran fijamente al objetivo de la cámara, sin miedo.
Cada entrevista en vídeo detalla cómo lucharon contra las convenciones de su tiempo, defendieron sus derechos y prepararon el camino para la generación actual de activistas LGBT+.
“Se trata de tomas honestas y genuinas de personas auténticas”, dijo Thormaehlen. “Espero de verdad que esto anime a muchas personas, jóvenes y mayores, que todavía sufren por ocultar su personalidad, a crear más tolerancia, lo que lleva a debates más fructíferos en la sociedad”.
La exposición presenta fotos en las paredes junto a citas de los ancianos. En una de ellas, Ray, de 82 años, dice: “Si salías del armario con tu familia en nuestra generación, normalmente era desastroso. Yo permanecí en el armario hasta que me jubilé. No quería hacer daño a mi madre ni al resto de la familia”.
Una mujer de 78 años llamada Ellie habla de ser bisexual. “No encontré mucha diferencia entre amar a un hombre y amar a una mujer”, dijo. “En general, el amor es el amor”.
Ronnie, de 78 años, dijo: “Cuando conocí a mi compañero Earl, le miré y pensé: ‘Eres un fuera de serie’. Le dije a Dios: ‘Si me dejas tenerlo, nunca querré a nadie más’. Estuvimos juntos durante 44 años, hasta que falleció”.
Uno de los ancianos que fue perfilado como parte de la serie es Paul Barby, el primer hombre abiertamente gay que se presentó como candidato al Congreso en 1996 en Oklahoma City. Escribió en una carta pública en aquel momento -cuando tenía 61 años- anunciando su candidatura: “Soy gay. Siempre lo he sido. Eso no me ha frenado a la hora de trabajar por causas para ayudar a mis compatriotas”. Mucha gente me conocía, pero no sabía que era gay”, dijo desde su casa en Tucson, Arizona. “Pensé: ‘tenemos que reanimarnos’. Me alegro de haberlo hecho. Facilitó la vida de muchos homosexuales en Oklahoma. Alguien tiene que ser el primero”.
Hasta 1973, la Asociación Americana de Psiquiatría consideraba la homosexualidad como un trastorno mental. Para Nick, de 73 años, salir del armario en los años 70 no era ni siquiera una opción. “Seguía siendo un delito“, dice.
Como explica Ronnie en el vídeo, salió del armario cuando tenía 50 años. “E incluso cuando salí del armario, todavía tenía ese estigma de que estaba mal”, dice. “Ahora, veo a las parejas homosexuales cogidas de la mano en público, eso es algo que nunca podríamos haber soñado”.
La reverenda Magora Kennedy, de 81 años, recuerda su severa educación en Nueva York. “Siendo negra, lesbiana y estando en la iglesia, era difícil, pero me mantuve firme”, dice Kennedy. “Me negué a dejar que la gente me intimidara”.
El vídeo detalla las luchas en torno al matrimonio gay, que se legalizó en Estados Unidos en 2015, y la lucha para que las tropas homosexuales puedan servir en el ejército.
Bennett, por su parte, recuerda que los años 60 eran una época en la que “queer” no era un término popular, como tampoco lo era ser “gay”. Y sin embargo, sirvió en la guerra de Vietnam en los años 60 y principios de los 70.
Más que nada, esta exposición es un recordatorio de que no hay que perder un tiempo precioso. “Hay que tener un grupo de apoyo, es una de las cosas principales”, dijo Bennett. “Le diría a cualquiera que tenga un grupo de apoyo, o alguien que te apoye. No intenten hacerlo solos porque es abrumador”.
También se trata de la autoaceptación, así como de una valiosa sabiduría para la generación más joven. “Mi consejo es que sepan que están bien”, dijo Barby. “Sólo hay que saber que somos seres humanos y seguir siendo una buena persona. No te preocupes por pretender ser algo que no eres”.
Comentarios desactivados en Entre seis personas atacan a pareja lésbica en Puente Alto
“No deberían existir, ni vivir aquí, asquerosas”, les dijeron.
Una pareja lésbica, N.A.G.C (33) y G.E.C.O 41 (41), fue agredida físicamente e insultada por su orientación sexual y expresión de género por un grupo de seis personas, denunció hoy el Movimiento de Integración y Liberación Homosexual (Movilh)
Los hechos ocurrieron en la Población Pedro Lira de Puente Alto cuando G.E.C.O estaba conversando con un vecino y, sin mediar razón, se acercaron seis personas, entre hombres y mujeres que con anterioridad ya habían insultado a la pareja con mensajes lesbofóbicos.
Al instante los/as agresores/as comenzaron a “propinar golpes en la espalda y en la oreja a mi pareja dejándola sin audición y sangrando, mientras gritaban “mariconas culias, las vamos a violar para que se les quite lo lesbiana. Deberían morirse, las vamos matar. No deberían existir, ni vivir aquí asquerosas”, señaló N.A.G.C
Añadió que al “salir de la casa para ver qué sucedía, fui golpeada, empujada y pateada en el suelo por personas que no sabemos con exactitud sus nombres, pero sí sabemos que son vecinos y vecinas de alrededor de donde vivimos en comunidad. Todo ocurrió sin ninguna razón, solo esperaron la oportunidad para hacernos esto.”
Explicó que “nos insultaron respecto a nuestra relación y nuestro corte de pelo, haciendo menciones groseras sobre partes íntimas de nuestro cuerpo, sobre nuestra forma de vivir y expresarnos”, señaló N.A.G.C,
Tras el abuso, las mujeres constataron lesiones de Carabineros.
Junto con orientar jurídicamente a las víctimas, la vocera del Movilh, Daniela Andrade, expresó “nuestra total solidaridad a la pareja afectada. En distintos lugares del país muchos siguen pensando que tienen el poder de decidir como otras personas debemos amar o expresar lo que somos. Pues bien se equivocan. La libertad y el respeto es lo que debe predominar, así como la justicia que espera alcanzarse en tribunales”.
Durante la presentación de la versión del informe en español de Front Line Defenders, que se realizó hoy en un encuentro que se transmitió por las redes sociales, Bárbara Delgado, presidenta de la Asociación Trans Panameña; Leida Portal, coordinadora de la Asociación de Trabajadoras Sexuales Miluska Vida y Dignidad de Perú; Ana Karen López Quintana, presidenta de Tamaulipas Diversidad Vihda Trans de México y Georgina Orellano, secretaria general del Sindicato de Trabajadoras Sexuales (AMMAR) de Argentina coincidieron: las violencias que ya experimentaban se agudizaron en pandemia. Y se hicieron aún más evidentes las urgencias, sobre todo de trabajadorxs sexuales, personas LGBTI+ y de las personas que defienden los derechos humanos de estas comunidades. En el encuentro moderado por Alma Magaña de Fondo Semillas, destacaron la importancia de la colectividad para hacer frente a esta crisis.
“Nos enfrentamos a la discriminación, estigma, violencia y si tenemos COVID la discriminación es más fuerte. La población LGBT+ es la más vulnerable, marginada y discriminada“, dijo Ana Karen López Quintana (Tamaulipas, México) en la presentación
“Estamos expuestas a violencia permanente por denunciar a la policía y acompañar a las compañeras”, agregó Georgina Orellano, desde Buenos Aires, donde tiene sede AMMAR.
“En el Perú las compañeras sufren violencias y están pasando hambre durante la pandemia. Los tratamientos retrovirales están escasos y niegan los medicamentos“, advirtió Leida Portal, representante de la organización Miluska Vida y Dignidad y fundadora de la Red PLAPLERTS.
Ana Karen añadió que “el gobierno se enfocó en el COVID-19 y luego se olvidó de personas con diabetes, cáncer. Vamos a las casas, hacemos apoyo domiciliario. Las personas trans de tercera edad se ven aún más discriminadas“.
Las voces de estas activistas y defensoras de ddhh forman parte a la investigación de Front Line Defenders, que se realizó a través de entrevistas a distancia a más de 50 defensoras y defensores en Argentina, México, Perú, Ecuador, Tanzania, Uganda, Hungría, El Salvador, Malaui, Zimbabue, Suazilandia, Sri Lanka e Indonesia, entre abril y agosto de 2020.
“No es que sean violencias nuevas, pero la pandemia las exacerba. A pesar de esto se han logrado organizar en redes que finalmente salvan vidas” Alma Magaña de @FondoSemillaspic.twitter.com/xlvnASqEa4
Entre sus conclusiones da cuenta del aumento en la inestabilidad económica y habitacional, de ataques físicos, acoso, difamaciones y agresiones sexuales ejercida por las fuerzas de seguridad contra las y los defensores de derechos humanos. También de los riesgos que enfrentaron a la infección y muerte por Covid-19. Además, documenta el trabajo que realizan defensoras y defensores LGBTI+ y trabajadorxs sexuales para acompañar y sostener a sus comunidades. Otro de sus aportes es que visibiliza las conexiones entre la salud pública, la justicia económica y la sexualidad como “indisolublemente ligadas a la seguridad de los/as defensores de derechos humanos”.
“Por momentos yo me canso, por momentos no logro hablar. Pero debemos ser fuertes. Que el gobierno peruano no nos vea indiferentes a nuestra población”: Leida Portal, defensora de derechos humanos pic.twitter.com/TADMZ8ttcZ
Por ser visibles (como personas LGBTI+ o trabajadorxs sexuales) el riesgo de discriminación aumentó en pandemia.
La crisis por Covid-19 incrementó el número de personas LGBTI+ y trabajadoras sexuales sin techo. Provocó una demanda en refugios donde también fueron víctimas de redadas; arrestos; violencia policial; ataques de la sociedad y agresiones sexuales.
Disminuyeron los recursos para proporcionar alimentos y refugio a sus comunidades.
El cierre de clínicas de salud gestionadas por la comunidad empeoró el acceso a la salud, medicación, y seguimientos y prevención de enfermedades.
El cierre de fronteras y clínicas ocasionó que personas trans no accedieran de manera segura a su tratamiento de reeemplazo hormonal o tuvieran que suspenderlo.
Defensoras y defensores experimentaron agotamiento físico y psicológico, sentimiento de insuficiencia, culpa y fracaso.
Fueron blanco de campañas de difamación y sufrieron ataques físicos violentos tras discursos de odio que responsabilizaron a DDH, personas LGBT y trabajadorxs sexuales como responsables de la propagación de la covid-19.
DDH dieron respuesta a llamadas de emergencia de sus comunidades, tuvieron que trabajar en las calles y enfrentarse al acoso, discriminación y criminalización por su labor.
Lxs DDH trans estuvieron en riesgo por la violencia policial y acoso en los países donde se implementaron restricciones de movilidad por género. Estas medidas fueron implementadas en Perú, Colombia y Panamá.
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