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17.01.21. Dom 2 tiempo ordinario ciclo B Jesús fue Bautista antes que Cristo (Jn 1, 35-51), un tema aún abierto

Domingo, 17 de enero de 2021

5.-Jueves-3-EDel blog de Xabier Pikaza:

Antes que cristo, Jesús fue bautista, discípulo y compañero de Juan, con quien compartió misión y discípulos comunes.  El cambio de Jesús, dejando a Juan para hacerse testigo y portador del Reino, fue mayor que todos los cambios posteriores de la Iglesia (incluso el que ahora, 2021, debe  realizarse).

Según Marcos,  Jesús se bautizó con Juan,  pero  no fue discípulo suyo, sino que inició otro camino  junto al “mar”de Galilea,no a la vera del Jordán, con cuatro pescadores (Simón y Andrés, Juan y Santiago: Mc 1, 16-20) a quienes llamó, como si antes no les hubiera conocido.

A diferencia de eso, y querido corregir (resituar) a Marcos, el Evangelio de Juan declara que Jesús fue discípulo de Juan Bautista, cuyo camino “reformó” y algunos de cuyos discípulos tomó como suyos.

Eso significa que Jesús no fue a buscar unos simples “pescadores” junto al lago, para iniciar con ellos su camino, sino que ese camino lo había iniciado con unos “especialistas” religiosos, discípulos de Juan Bautista (Andrés y Simón, Felipe y Natanael y probablemente el Discípulo amado). 

Ese “detalle” resulta fundamental para planear y asumir hoy (año 2021) los cambios necesarios en la vida y ministerios de la Iglesia.

| X Pikaza

Evangelio del domingo: Jn 1, 31-51

En aquel tiempo, estaba Juan Bautista con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: “Éste es el Cordero de Dios.” Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: “¿Qué buscáis?” Ellos le contestaron: “Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?” Él les dijo: “Venid y lo veréis.” Entonces fueron, y vivieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).” Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).

Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: «Sígueme». Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro.  Felipe encuentra a Natanael y le dice: «Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Es Jesús, hijo de José, de Nazaret».  Natanael le replicó: «¿De Nazaret puede salir algo bueno?». Felipe le contestó: «Ven y verás».  Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48Natanael le contesta: «¿De qué me conoces?». Jesús le responde: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».  Natanael respondió: «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».  esús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».  Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

Jesús Bautista

641aa4785040c62442b6ec506b009d82El Cuarto Evangelio supone que, durante algún tiempo, Jesús fue no sólo discípulo de Juan Bautista, sino “colega” suyo, compartiendo su misión bautismal  como discípulo suyo, creando de esa forma un grupo propio grupo, de manera que puro haber incluso “competencia” entre unos discípulos y otros (los de Juan y los de Jesús)

Después de esto, se fue Jesús con sus discípulos al país de Judea; y allí permanecía con ellos y bautizaba. Juan también estaba bautizando en Ainón, cerca de Salim, porque había allí mucha agua, y la gente acudía y se bautizaba. Pues todavía Juan no había sido encarcelado. Se suscitó una discusión entre los discípulos de Juan y un judío acerca de la purificación… (Jn 3, 22-25).

Este pasaje supone que Jesús creó su propia escuela de “bautistas” junto a la de Juan o, quizá, como una parte de ella, después de haber sido bautizado, quizá para ampliar y universalizar la experiencia de conversión del Bautista, para anunciar y adelantar de esa manera el juicio. En esa línea, de un modo consecuente, el Cuarto Evangelio supone que los primeros discípulos de Jesús fueron (habían sido) antes  discípulos del Bautista, de forma que compartieron con Jesús el camino que llevaba del bautismo de Juan al anuncio del Reino con Jesús (cf. Jn 1, 19-51)

Frente a la visión más teológica de Mc 1, 16-20, donde Jesús llama directamente a unos discípulos ajenos al Bautista, para iniciar con él la gran tarea de la pesca del Reino, el Cuarto Evangelio (Jn 1, 19-51) afirma que algunos discípulos de Jesús (Andrés y un desconocido que debe ser el “discípulo amado”, con Pedro, Felipe, Natanael (cinco entre todos), habían sido antes discípulos de Juan, lo mismo que Jesús, de manera que compartieron con él una misma experiencia bautismal, vinculada a la confesión de los pecados y a la esperanza del juicio.

Eso supone que Jesús buscó sus primeros compañeros entre los discípulos de Juan, de manera que su “escuela” (lo que después será su movimiento de Reino) empezó siendo una “escisión” de la de Juan, con quien él había colaborado por un tiempo, después de haber sido bautizado.

– El evangelio habla en este contexto de una discusión entre los discípulos de Juan (en la línea de su maestro) y un “judío”, que parece ser el mismo Jesús, como destacan algunos manuscritos (cf. Novum Testamentum Graece, DB, Stuttgart 1993, 254). Según eso, el mismo Jesús debió “enfrentarse” (=discutir) con algunos discípulos de Juan sobre el sentido del bautismo. Se trataba, sin duda, de disensiones necesarias y lógicas. Si Jesús no hubiera disentido  del Bautista no habría creado su propio movimiento.

imageQuizá por ocultar esa relación (con la dependencia de Jesús respecto a Juan) y el posible enfrentamiento entre discípulos de Juan y de Jesús, Marcos supone que Jesús no estuvo ningún tiempo con Juan Bautista, sino que vino junto a él (al terreno del río), se bautizó y se marchó (Mc 1, 9-11), para ser tentado por el Diablo y comenzar su actividad tras la prisión del Bautista (cf. Mc 1, 14), indicando así que Jesús fue su sucesor (nunca su colaborador).

Pues bien, en contra de eso, el cuarto evangelio (cf. Jn 1, 29-51; 3,22-30 y 4, 1-2) afirma categóricamente que la misión de Jesús (y sus discípulos) estuvo vinculada por un tiempo a la misión de Juan, de forma que tuvieron discípulos “comunes”, de forma que el movimiento de Jesús fue una escisión de Juan, de manera que se aprovechó incluso de algunos de sus discípulos, para iniciar con ellos un camino compartido de Reino.

Enfrentamiento entre Juan y Jesús (o entre sus discípulos)

Cuando Jesús conoció que los fariseos habían oído que él (Jesús) hacía más discípulos que Juan y que bautizaba – aunque no era Jesús quien bautizaba, sino que lo hacían sus discípulos – dejó Judea y fue de nuevo a Galilea (Jn 4, 1-2).

Un texto anterior (Jn 3, 22-25) decía que Juan y Jesús bautizaban en lugares no muy distantes: Juan en Ainón, cerca de Salim, que ser de la Decápolis (de donde pasó a Perea, territorio de Antipas, en cuyas manos le entregaron: Mc 1, 14); Jesús en una zona de Judea, es decir, ya al otro lado del Jordán.

En ese contexto, el Cuarto Evangelio supone que en un momento dado la misión bautismal de Jesús llegó a tener más importancia que la de Juan bautista  (cf. también Jn 3, 30), aunque después añade un inciso (paréntesis) justificativo, afirmando que realmente Jesús no bautizaba, que lo hacían los discípulos (4, 2).

Ese “inciso” (aunque Jesús no bautizaba) parece probar todo lo contrario, puede debe tomar como una “excusa o justificación” , propia de un cristiana posterior, que no quiere aceptar que Jesús hubiera sido “bautista” y discípulo de Juan.  Todo nos lleva a pensar que esa “justificación” no tiene fondo histórico y que Jesús de hecho bautizaba, como Juan, aunque podía ser con unos rasgos o matices diferentes, como muestra el texto anterior de la disputa entre (discípulos de) Juan y Jesús (Jn 3, 22-25). De todas formas, aunque Jesús no se hubiera dedicado a bautizar directamente, sino que lo hicieran sus discípulos, el problema seguía siendo el mismo. Jesús ha creado una “escuela” de bautistas, imitadores de la “escuela” de Juan.

A partir de aquí se deducen algunas consecuencias históricas que son muy importantes para conocer el desarrollo de la conciencia o, mejor dicho, de la identidad y misión de Jesús, que no estuvo de paso con Juan Bautista, sino que formó parte de su escuela, recibió su bautismo y empezó realizando una tarea semejante: Mantenerse junto al agua del río, proclamando un bautismo de penitencia para perdón de los pecados.

  Antes de “separarse” de Juan e iniciar su misión propia, Jesús era ya “alguien”: Descubrió y “maduró” su doctrina al lado de Juan y después como “competidor” suyo, en un camino en el que, desde la perspectiva cristiana, el discípulo acabó siendo mayor que el maestro, como Jn 3, 26-36 se ha esforzado por mostrar.

 Jesús fue un tiempo discípulo de Juan, de tal forma que no sólo ha recibido su bautismo (ha entrado en su comunidad), sino que se ha sentido llamado a cooperar con él, aunque con variantes, buscando sus discípulos entre los de Juan, y bautizando con ellos. Eso significa que, en ese momento, a los ojos de Jesús, el movimiento de Juan no estaba vinculado de una forma exclusivista a su persona, sino que podía ser asumido, compartido y expandido por otros, que proclamaran también la llegada del juicio, oreciendo un bautismo de “liberación” een el trance del juicio.

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  1. Entre Jesús Juan pudo (y debió) haber diferencias de matiz y de lugar, pues se dice que Jesús y sus discípulos estaban en Judea (Jn 3, 22), en la parte occidental del Jordán, que es ya tierra prometida, suponiendo así que habían “cruzado” el río de las promesas, bautizando ya “desde el otro lado”. Por el contrario, parece que Juan y sus discípulos seguían al otro lado, “en Ainón, cerca de Salim” (3, 23), entre Perea y Decápolis, sin entrar en la tierra prometida.
  2. Disputa. En ese contexto, mientras ambos bautizaban en lugares no lejanos, surgió una disputa entre los “discípulos de Juan” y un “judío (o los judíos, o Jesús: según las variantes del texto: Jn 3, 22-25) sobre las purificaciones,es decir, los bautismos. Este pasaje puede recoger una disputa posterior entre judíos sin más (quizá fariseos), discípulos de Juan y discípulos de Jesús (cristianos)…, pero todo nos hace pensar que en el fondo está el recuerdo de una discusión entre (discípulos de) Jesús y (de) Juan. Ese tema (sobre el signo e importancia del bautismo)  se hallaba entonces en el centro de las discusiones proféticas y apocalípticas del judaísmo.
  3. En un momento dado, Jesús y sus discípulos dejan de bautizar.Parece que, en aquel momento, el “ministerio de Juan” resultaba públicamente más visible que el de Jesús (y el otros bautista), de forma que Herodes Antipas sólo le condenó a él, y no a Jesús (aunque eso pueda deberse al hecho de que Juan bautiza en territorio de Antipas, mientras Jesús estaría por entonces en un territorio controlado por Pilato, procurador romano). Sea como fuere,  Jesús y sus discípulos dejaron de bautizar, como supone no sólo Mc 1, 14-15, sino también Jn 4,3, cuando dice que Jesús dejó el Jordán y vino (volvió) a Galilea. Ese abandono del bautismo tuvo que deberse a un tipo de experiencia fuerte relacionada con Juan (que fue encarcelado) y de Jesús (que empezó a descubrir la novedad de su camino de Reino.
  4. De la escuela bautista de Jesús a su mensaje de Reino:Como vengo diciendo, Jesús fue discípulo y colaborador de Juan, a quien vio como mediador del “juicio escatológico” de Dios, pregonero de su justicia.   Sólo partiendo de su  origen bautista, en la línea de otros movimientos de purificación y juicio de Israel podremos entender su mensaje y camino posterior de Reino de Dios, en las aldeas de Galilea.
  5.  Jesús parece haber empezado “reformando” el bautismo de Juan, pero acabó separándose de él, a partir de una experiencia nueva de Dios, que está en el fondo de Mc 1, 9-11 (tú eres mi Hijo…). Hubo, como es lógico, otros discípulos de Juan que no aceptaron la “reforma” de Jesús y que siguieron actuando con los mismos rasgos de Juan cuando él estaba encarcelado y después, tras su muerte (cf. Mt 11, 2; Mc 2, 18 etc.).
  6. Jesús puso en marcha un movimiento propio, que ya no se centra en el bautismo para perdón de los pecados, sino en el anuncio y presencia del Reino de Dios. Desde ese fondo se entiende la palabra de Mc 1, 14, donde dice que Jesús dejó el Jordán (tierra del bautismo), después que Juan fue “entregado” (quizá traicionado: paradothênai), cayendo en manos de Antipas. Marcos supone así que el mensaje propio de Jesús comenzó sólo después que Juan hubiera culminado el suyo, siendo aprisionado
  7. Jesús debió pensar que el juicio de Dios, anunciado por Juan como hacha-fuego-huracán, se había cumplido de otra forma, de manera que podía y debía proclamarse ya el perdón de Dios (¡llega el Reino!), precisamente allí donde Juan había sido ajusticiado. Jesús nunca rechazó al Bautista, sino que siguió vinculándose a él (cf. Mt 11, 2-18; Mc 1,30-32), pero pensó que su tiempo había terminado y su mensaje se había cumplido (cf. Lc 16, 16).
  8. Ésta novedad de Jesús es comprensible: Cuando se llega al final de un proyecto suele descubrirse un nuevo comienzo, no por fracaso de lo anterior, sino por cumplimiento distinto. Jesús no “abandonó” a Juan porque lo que Juan hacía o decía fuera falso, sino todo lo contrario: porque se había cumplido. En la línea de Juan se llegaba hasta el límite del juicio de Dios. Pues bien, precisamente en ese límite (donde tenía que llegar el juicio y la muerte) se descubre un nuevo nacimiento.

 «Uno de los mayores enigmas del evangelio de Jesús es cómo pudo darse esta inversión desde el mensaje del Bautista al de Jesús. Quizá puede explicarse de esta forma: aquel que espera que en cualquier momento llegue el juicio de aniquilación como consecuencia inexorable de la conducta humana equivocada, puede interpretar cada instante de la existencia del hombre y del mundo como una gracia inesperada. Más aún, en ese contexto, el simple hecho de que el sol salga y se ponga y que la tierra esté firme todavía pueden mostrarse como signos de la bondad de Dios, que hace brillar el sol de igual manera sobre malos y buenos y que ofrece a todos la posibilidad de convertirse. El hecho de que el fin del mundo, que se esperaba como algo inminente, no haya sucedido podría confirmar, a mi juicio, la certeza de que Dios es Totalmente-distinto: no es una amenaza para la vida, como el hacha que se eleva contra el árbol. Dios deja que la vida sea y la posibilita de nuevo, a pesar de que todos los vivientes hubieran merecido la muerte. Esta es la experiencia fundamental de Jesús: la vida tiene una posibilidad. Dios es bueno. Por eso, este es un tiempo de alegría (Mc 2, 19). Por eso, esta generación experimenta aquello que habían deseado ver profetas y reyes (Lc 10, 23 ss). Por eso, empieza ya el Reino de Dios ‘en medio de nosotros’ (Lc 17, 20). Por eso está ya escondido en el momento actual, como semilla en la tierra (Mc 4, 26 ss)» (G. Theissen, La fe bíblica, Verbo Divino, Estella 2002, 152-153).

Visión de conjunto

(1) Jesús profeta marginal, una historia verdadera.Reformando el camino de Juan Bautista, Jesús quiso proclamar la llegada del reino de Dios en Galilea. No siguió en el desierto, junto al río (como Juan), pero tampoco en las grandes ciudades de Galilea, ni en Jerusalén, sino en las aldeas de Galilea, a pesar de que en un entorno había dos capitales de cierta importancia (Séforis y Tiberíades), con un entorno de ciudades helenistas muy significativas (Cesárea Marítima, Damasco, Tiro, Hippos, Gadara)…

Jesús pensó que la trasformación mesiánica debía empezar por los campos y aldeas, donde se conservaba la tradición israelita, y así retomó la experiencia de los primeros hebreos, que buscaban la tierra prometida (aunque él no quiso trazar una guerra de conquista). En esa línea, algunos de sus seguidores dejaron casa y campo, pequeña familia y posesiones, para caminar con él y convocar a los campesinos y pobres, a fin de crear con ellos un tipo de familia más amplia, en la que todos pudiera compartir el ciento por unos en casa y campo, familia y posesiones (cf. Mc 10, 29-30 par).

 No preparó la llegada del Reino tomando el poder, ni fue profeta regio al servicio de Herodes Antipas, ni rabino sagrado, en simbiosis con los sacerdotes de Jerusalén, sino que extendió su mensaje desde los enfermos y marginados, recogiendo y desarrollando tradiciones antiguas de campesinos y profetas de Galilea. Pues bien, desde las pequeñas poblaciones, junto al lago de Genesaret, en el entorno de Cafarnaúm (donde se trasladó desde Nazaret por razones que desconocemos, quizá por rechazo de sus familiares: cf. Mc 1, 21; 6, 1-5), él quiso reunir a los herederos del antiguo Israel, para iniciar con ellos (desde los marginados, enfermos y expulsados, con mujeres, niños y excluidos), un movimiento integrador de Reino; por eso, los discípulos son esenciales en su movimiento.

                   Algunos de sus oyentes lo dejaron todo y le siguieron, incluso de una forma física, por los caminos de Galilea, iniciando con él una travesía de Reino, que a su juicio debía ser corta, pues contaba con que muchos aceptarían su mensaje y que pudiera inaugurar con ellos el Reino. Pero no invitó a seguirle de esa manera a todos, sino que la mayoría de sus discípulos siguieron viviendo en aldeas y pueblo, donde Jesús y los suyos les preparaban para la llegada del Reino. Ciertamente, su mensaje contaba con un centro y meta bien marcada (la llegada del Reino de Dios). Pero él no tenía un proyecto cerrado, un único modelo de seguimiento, sino que le escucharon y en parte le aceptaron personas de diverso tipo, itinerantes como él, al servicio de la predicación del mensaje, y sedentarios, dispuestos a iniciar en las aldeas y pueblos un tipo de vida distinto, al servicio del Reino.

                  Para instaurar el Reino, Jesús quiso reunir al pueblo, en la línea del profeta Elías quien, conforme al oráculo final de Malaquías (Mc 3, 23-24), debía volver al fin de los tiempos para congregar a Israel. Se pueden discutir ciertos detalles de su proyecto, pero es claro que no quiso juntar sólo un grupito (un “resto”, como en Qumrán), sino que fue un profeta “pan-israelita” y así lo mostró escogiendo doce discípulos concretos como signo de las Doce Tribus.

En esa línea, Jesús parece haberse distinguido de Juan Bautista, quien habría supuesto que el Reino (tras el juicio) sería sólo de ellos de sus discípulos estrictos (de los convertidos), excluyendo a los restantes, en una línea que aparece quizá en 1 Tes 4, 13-18, donde se afirma que el Señor Jesús tomará consigo a “los suyos” (creyentes), como si los otros no importaran. Jesús buscó un reino universal: No quiso cerrarse en algunos, sino que convocaba a todos (empezando por los pobres), buscando a Israel en su conjunto (a las doce tribus), desde Galilea. No quiere hacerlo desde la diáspora (como quizá haría Filón), ni desde Jerusalén con su templo (como los sacerdotes), ni desde unas tradiciones legales (como los rabinos de la Misná), sino desde su propia tierra, al norte de Israel, iniciando así un proyecto de reconstrucción galilea del Reino de Dios, algo que nadie parece haber intentado previamente.

(2) Marcos, una interpretación teológica. Conforme al evangelio de Juan, Jesús inició su camino con unos discípulos de Juan Bautista, y ése parece ser el hecho histórico. Pero el evangelio de Marcos ha querido silenciar ese comienzo “bautista” de Jesús, presentando su mensaje como algo totalmente nuevo, con discípulos “nuevos”:

 «Y pasando a la vera del Mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés que estaban echando las redes en el mar, pues eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí y os haré pescadores hombre. E inmediatamente, dejando las redes, le siguieron. Un poco más adelante vio a Jacob, el de Zebedeo, y a su hermano Juan. Estaban en la barca reparando las redes. E inmediatamente les llamó; y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, fueron tras él» (Mc 1, 16-20).

                  Éste es un buen “comienzo” en una línea de contraste teológico, pero  no responde a la historia, mejor recogida por el evangelio de Juan, que (en contra de Marcos y para corregirle) quiere decir y dice que Jesús “tomó” sus primeros discípulos de este los discípulos de Juan, para cambiar por dentro (con ellos) su misión y tarea de Reino.

                  Sin duda, algunos motivos de ese escena “creada teológicamente” por Marcos (Mc 1, 16-20) provienen de la historia de Jesús, cuyos primeros discípulos fueron pescadores. También parece histórica su forma de llamarles con autoridad: No son ellos quienes toman la iniciativa, sino él, y lo hace autoridad, sin preparación aparente, llamándoles pescadores de hombres. Este apelativo (pescadores de hombre) es original (propio de Jesús, en Galilea), pues no ha sido utilizado (que sepamos) tras la pascua, y además no ha culminado todavía lo que evoca: No ha llegado la gran pesca final que Jesús les confió, como parábola del Reino. Pero da la impresión de que esta llamada repentina responde a los intereses teológicos de Marcos, que quiere presentar a Jesús como innovador radical, proyectando en esa llamada una experiencia de tipo pascual. Por esa sabemos que Jesús siguió llamando a sus seguidores tras la muerte, creando así una comunidad de discípulos del resucitado.

                  En la línea de esa llamada que Marcos ha dirigido a los cuatro primeros (Mc 1, 16-20) y luego a los Doce (Mc 3, 13-19) se sitúa la visión más común del discipulado que aparece en el comienzo de la Iglesia, de una forma que ha sido explorada por Pablo y que ha podido ser ratificada por Mateo y Lucas. Según eso, la Iglesia ha nacido por la llamada pascual de Jesús, que convoca de nuevos a sus discípulos antiguos con autoridad y que llama a otros nuevos, como testigos principales de su resurrección.

(3) Juan evangelista, una vuelta a la historia.  Según Marcos, los discípulos de Jesús no eran “nada” antes de que él les llamara. Por el contrario, según el evangelio de Juan ellos (los cinco) habían hecho un camino con el Bautista antes de encontrarse con Jesús; tenían pues sus ideas religiosas… De uno de ellos, en especial, se dice que era un “verdadero israelita” (Natanael), es decir, un judío radical y bueno (debajo de la buena higuera de Israel, en contra de Mc 11, 12-14. Estos discípulos del evangelio de Juan se sitúan en la línea de una larga tradición de discipulado israelita o universal; Jesús no les hace “súbditos”, sino compañeros de un camino de revelación de Dios.

– Entre esos “discípulos de Juan” que se hacen discípulos de Jesús aparece uno (el famoso desconocido, al lado de Andrés)  que es con seguridad el “discípulo amigo/amado” de Jesús.  Eso significa que Jesús no ha venido a trazar unas relaciones verticales de sumisión sobre sus discípulos, sino un camino de comunicación amistosa y dialogal con ellos.  Éste es un rasgo que debe recuperarse en la actualidad (año 2021).

Eso significa que Jesús no empezó llamando a unos discípulos sin preparación alguna, sino que asumió y reformó un camino de discipulado que había iniciado ya Juan Bautista.Según eso, entre los grupos seguidores de Jesús que surgieron al principio en el entorno de Jerusalén hubo una comunidad que pudo haber estado asociada en principio con Juan Bautista, pero que fue transformada por Jesús, siendo al fin remodela (tras la muerte de Jesús) por un misterioso Discípulo Amado, a quien a veces se identifica con Juan Zebedeo, aunque ello resulta muy dudoso. Esa comunidad y (con) otras semejantes ha recorrido un camino muy especial, que no ha sido recogido por Lucas en el libro de los Hechos, ni por la tradición de Pablo y por los sinópticos).

Conforme a esta visión, que se sitúa más cerca de lo que será después el cristianismo sapiencial, la llamada de Jesús y de la Iglesia ha de entenderse como invitación de la Sabiduría de Dios que se expresa en Jesús y que convoca a sus discípulos, partiendo de la escuela de Juan Bautista. En esta perspectiva se sitúa el Discípulo Amado, alguien a quien se supone que Jesús ha manifestado los más hondos secretos de su conocimiento y de su vida, que culmina de forma pascual (como experiencia de muerte y resurrección), pero que ha de entenderse antes que nada en forma de encarnación.  Los auténticos discípulos de Jesús son aquellos que descubren en su palabra y en su vida la presencia salvadora de Dios.

Bibliografía

He desarrollado estos motivos en Historia de Jesús

  1.  R. E. Brown, La comunidad del discípulo amado. Estudio de la eclesiología juánica,  Sígueme, Salamanca 1987;
  2. C. H. Dodd, LaTradición histórica en el cuarto Evangelio, Cristiandad, Madrid 1977; Interpretación del cuarto evangelio, Cristiandad, Madrid 1978;
  3. A. J. D. Kingsbury, Conflicto en Marcos. Jesús, autoridades, discípulos, El Almendro, Córdoba 1991;
  4. G. Leal, El seguimiento de Jesús, según la tradición del rico. Estudio redaccional y diacrónico de Mc 10,17-31, Verbo Divino, Estella 1996;
  5. J Mateos, Los Doce y otros seguidores de Jesús en Marcos, Cristiandad, Madrid 1982;
  6. J. P. Meier, Un judío marginal III. Compañeros y competidores, Verbo Divino, Estella 2001.
  7. S. Vidal, Los escritos originales de la comunidad del Discípulo “amigo” de Jesús, BEB 93, Sígueme, Salamanca 1997

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