Las fotos e historias del Archivo de la Memoria Trans Argentina reunidas en un libro
Los besos en medio de la fiesta. Las botas plateadas, la lencería a flor de piel, las pelucas exóticas encandilando la noche o las piezas de alquiler. Y también, la complicidad para leer el destino en la baraja española o para escribir cartas despachadas en sobres perfumados: “Hay alguien que te quiere en silencio y te adora de verdad”, “Como se oculta el sol renace, lleno de esplendor”, “No llores, yo me quedo con la Charo de su época haciendo shows. Últimamente estaba demasiado delgada pero la ayudaba toda la silicona que tenía puesta”. Los espejos. El exilio. La violencia. Los milicos. El vestido en el armario desde la década del cuarenta. Los nombres de las que no están, señalando una enorme deuda social y política por esas muertes evitables. Y la risa como gesto altivo e irreverente, su rastro de purpurina hilando la filiación a esa familia elegida.
Todas estos gestos son parte del libro Archivo de la memoria trans, una publicación suntuosa de más de trescientas páginas –al cuidado de editorial Chaco– que incluye fotos, postales, negativos, recortes, esquelas, pasaportes, tickets aéreos y memorabilia “escamoteada al silencio y al paso del tiempo”, según explica María Belén Correa. “Pero también es un legado. De los quince mil documentos que tenemos, elegimos algunos y los envolvimos en tapas magníficas con los nombres de unas seiscientas compañeras que ya no están trazados con glitter. ¿Por qué? Porque como decían unas maricas brasileras, cuando morimos, nos convertimos en purpurina”, agrega desde Hanover, Alemania, donde vive, en una charla vía telefónica.
El proyecto surgió a través de ella y de Claudia Pía Baudracco, ambas activistas y fundadoras en 1993 de ATTTA (Asociación de Travestis,Transexuales y Transgéneros Argentinas). Pía falleció en 2012 –meses antes de lograr la sanción de la Ley de Identidad de Género–, y María Belén, desde el exilio, fundó el Archivo. En 2014, con la ayuda de la fotógrafa Cecilia Estalles, comenzó un trabajo de recopilación y de preservación digital de la documentación. Así fue posible realizar aquella muestra iniciática en el Centro Cultural Haroldo Conti, a fines de 2017. Y es que a partir de ahí, la comunidad travesti-trans ganó visibilidad en el campo cultural en un sentido más amplio que el obtenido hasta entonces.
Actualmente, el material del Archivo traza un arco temporal que va desde comienzos del siglo XX hasta fines de los 90. De hecho, el crecimiento constante de su acervo impulsó la idea de lanzar una web propia que se presentará en marzo de 2021, según adelanta Correa. Además de María Belén y Cecilia, las integrantes de este proyecto en expansión constante son Carmen Ibarra, Magalí Muñiz, Carolina Figueredo y Cecilia Saurí.
Activismo antes del activismo
“Si tenés que armar tu libro familiar, le pedís a tu madre, a tu abuela o tu tía que vayan juntando fotos. Ese es el sentido en el que armamos este Archivo: con fotos de nuestra vida cotidiana, hechas por nosotras mismas desde lugares tan diversos como Roma, París o Villa Madero”, continúa María Belén. Y resalta: “Es una historia íntima. Y ese mismo registro es importante en la decisión de que los nombres de ciertas referentas históricas no ocupen un primer plano sino que se entretejan con las memorias colectivas. Porque el Archivo es un registro del activismo antes del activismo”.
“Nuestros cuerpos hablan por sí solos de nuestra historia. Desde que entré en mi etapa de transición, el paso por la vida fue vivir resistiendo. Toda nuestra vida era clandestina; no teníamos derechos civiles ni sociales y mucho menos acceso a la salud por temor a ir presas. Silicón y calabozo para pertenecer”, cuenta Carolina Figueredo en uno de los testimonios incluidos en el libro.
Empezar por la Memoria
Y es que, como explica María Belén, para las mujeres trans “no hubo diferencia entre dictadura y democracia” ya que la represión (y los vejámenes) han sido constantes. En el libro, la Tranchi cuenta de los días que pasó en Pozo de Banfield sin saber que esos calabozos con correctivos especiales “para maricones” como decía la policía, era además un lugar de secuestro y tortura durante la dictadura.
Kouka García relata que en la cárcel de Devoto, si el peluquero de turno era amable, les cortaba el pelo “estilo taza”; si no, las rapaba. Y Carla Pericles recuerda cómo debió huir de La Panamericana luego de darle una paliza a un tipo que asesinaba travestis: el tipo era comisario.
“Hay un proceso que iniciaron Madres y Abuelas con el pedido de memoria, verdad y justicia. Nosotras empezamos con la primera etapa, que es la construcción de memoria, aunque no sabemos si habrá verdad y mucho menos, justicia, mirando la cantidad creciente de travesticidios. Incluso en la dictadura hay 400 legajos que hablan de ‘depravados y sodomitas’ que fueron ocultados”, señala Correa. En cuanto al presente, la dirigente apunta: “Estamos en la etapa donde queremos una ley que diga ‘Reconocer es reparar’. Me refiero a una ley integral trans para poder darle a las compañeras mayores de cuarenta una mejor calidad de vida. Porque hoy hablamos de cupo laboral trans y de ese modo, acotamos el foco y solo miramos a las más jóvenes. ¿O me van a decir que a una compañera de 40 años la vamos a mandar a estudiar para que tenga un trabajo digno? Si nuestro promedio de vida son los 35 años, esa compañera está viviendo varios años de gracia. Y es una realidad que la ley debe contemplar”.
El libro se consigue a través de la cuenta de Instagram @chacoeditorial.
Fuente Agencia Presentes
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