“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”
Así dice el Señor:
“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”
(Marcos 1, 11b)
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“Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.
Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.
No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.
Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.
Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”
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(Isaías 42, 1-4. 6-7)
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Dios infinito, la primera y la última experiencia de mi vida eres Tú. Sí, justamente Tú, no tu idea ni el nombre que nosotros te hemos dado. Tú, en efecto, has venido sobre mí en el agua y en el Espíritu del bautismo. Entonces no he pensado ni elucubrado nada sobre ti. Entonces mi inteligencia, con su perspicacia sagaz, ha guardado silencio. Entonces Tú mismo te has hecho, sin consultarme, el destino de mi corazón. Has sido Tú a tomarme, no yo a “comprenderte”, Tú has transformado mi ser desde sus dos últimas raíces, Tú me has hecho partícipe de tu ser y de tu vida, te me has dado, te me has entregado Tú mismo y no una simple información poco clara y remota respecto a ti en palabras humanas. Es por esto que no logro olvidarte, porque te has hecho Tú el centro mismo de mi ser. Tu palabra y tu sabiduría están en mí, no porque te conozco en conceptos míos, sino porque Tú me reconoces como hijo y amigo.
¡Crece dentro de mí, resplandece cada vez más en mí, ilumíname, luz eterna! Sólo Tú debes iluminarme, sólo Tú hablarme. Todo lo demás que conozco o he aprendido debe solamente llevarme a Ti-
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K. Rahner,
Palabras al silencio. Oraciones cristianas, Estella,1998.
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Espiritualidad encarnada.
Tú, que no quieres, en modo alguno,
ser amado contra lo creado,
sino glorificado a través de la creación entera,
danos, hoy y cada día:
La atención a lo real en su riqueza
y en su compleja diversidad.
El coraje humilde para decidir y actuar
sin tener garantizado el acierto
y, menos aún, el éxito.
La paciencia para lo que sólo germina a largo plazo,
y que no está en nuestras manos acelerar.
Un vivir reconciliado con nuestro cuerpo y espíritu
imprevisibles, vulnerables, amables.
El trabajo, con su gozo y su fatiga,
y el sufrimiento por quienes no pueden trabajar.
Una apertura sin defensas
a la presencia de los otros,
que nos visitan y cambian
si dejamos que entren con su novedad.
Y si es necesario, desplázanos, Señor,
de nuestros caminos y seguridades
y llévanos por los que Tú conoces y quieres,
para poder escuchar tu voz de Padre.
Sólo así entenderemos tu encarnación.
Sólo así seremos bautizados.
Sólo así sentiremos que el cielo se abre.
Sólo así nos llenaremos de Espíritu Santo.
Sólo así podremos vivir como hijos amados.
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Florentino Ulibarri
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