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Epifanía. La fiesta de los niños es la Vida Pregón de Reyes: Vosotros, Padres, sois Magos, fuego y vacuna de Vida

Miércoles, 6 de enero de 2021

DSC_0636Del blog de Xabier Pikaza:

Presenté el uno de Enero dos deseos (nacer de nuevo y perdonar) con Hanna Arendt, para superar el Holocausto antiguo del siglo XX; para superar el nuevo, la Pandemia del siglo XXI será necesaria la vacuna de los padres.

No se trata de negar las vacunas de la ciencia, pues Dios nos ha dado el poder para inventarlas, pero la principal es el hogar, la casa donde según el evangelio de Epifanía los magos encontraron por la Estrella al niño con sus padres (Mt 2), en Belén de Judá.

Los magos supieron así que la vacuna esencial de la vida son los padres, hogar de  para el niño Jesús y para todos  los niños del mundo.  Así lo ha descubierto y proclamado el Papa Francisco, decretando para el 2021, un año de familia, centrado en San José, a partir del 19 de Marzo.

Como descubren los niños muy pronto, los magos de verdad (y la vacuna más eficaz de la vida, Epifanía o revelación de Dios),  son unos padre que acogen, aman y educan al Hijo de Dios (a cada niño-Dios), en medio del riesgo y pandemia del mundo.

H. Aredt decía que necesitamos una “catarsis” paterna (materna), para el siglo XXI; de lo contrario, sin padres que nos enseñen a vivir en perdón y gratuidad,  acabaremos matándonos todos, tras haber matado primero a los niños, como quería el antiguo rey Herodes, el hombre más rico de oriente.

Éste es el tema de fondo de la Fiesta de los Magos (=creadores de la gran vacuna de la vida), que Mt 2 ha narrado en su estilo simbólico (oriente y estrella, magos y niño en la cuna, madre que llena la casa, padre-José que escucha a los ángeles y se arriesga en un camino de reyes bandidos, camino de Egipto etc.).

En esa línea, los “magos” (reyes-creadores) de la nueva humanidad buscada por los magos de la estrella son los padres con el niño; ellos son la vacuna verdadera, volver a la casa, con madre y con padre… Así culminan las fiestas de Navidad.No busquemos reyes del dinero o de las armas, ni magos de finanzas especiales,

En ese contexto, en un mundo de esperanza, apto para niños, que puedan crecer en amor y libertad (en un mundo donde caben todos), quiero revelaros el gran secreto que fue para muchos de nosotros, hoy mayores, el descubrimiento de que los Reyes Magos eran los padres.

Éste fue nuestro aprendizaje en la infancia: Habíamos creído que había unos Reyes Magos que venían de fuera, para arreglar por magia nuestros problemas. Pero luego descubrimos que los verdaderos reyes  y magos de la vida son los padres. Pueden traernos quizá algunos regalos más o menos significativos, pero el verdadero regalo son ellos: De su regalo nacemos, en su amor amamos, de su vida vivimos.

Epifanía es la fiesta de los “padres magos”: Dios se revela en unos padres con cada de amor para el niño,  con estrella de vida, en la noche del riesgo de muerte de Herodes, que trata a sus hijos como cerdos (no  hyos, sino  hys, como decía F. Josefo) ). La gran política del siglo XXI es política de cerdos, esto es, de “dinero” de muerte, no de hijos… La fiesta de la Epifanía, culmen de la Navidad, nos lleva a la experiencia de los niños como presencia de Dios, no como cerdos de matanza y dinero.

  Desde ese fondo quiero evocar y comentar, primero brevemente  y luego con más extensión el relato de la Epifanía de Dios, que se revela en Jesús (niño con estrella, en la casa de sus padres, que son sus verdaderos “magos”).

1. COMENTARIO BREVE. LECTURA FUNDAMENTAL

Epifanía es la “fiesta” de la revelación de Dios que enciende su estrella en Oriente (=donde nace el sol), para que todos los pueblos puedan contemplar y aceptar el misterio de la Vida . La estrella  nos lleva hasta un Niño que sólo podrá vivir si le acogemos y cuidamos, como María y José cuidaron al Niño de Belén. Ella nos dice que los “magos”, creadores de religión y futuro, son los padres.

Texto. Mt 2, 1-12

Jesús nació en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos Magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando:
— ¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo.
Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos pontífices y a los letrados del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron:
— En Belén de Judá, porque así lo ha escrito el Profeta: “Y tú. Belén, tierra de Judá, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judá; Pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel”.
Entonces Herodes llamó en secreto a los Magos, para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén diciéndoles:
— Id y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que había visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño. Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, lo adoraron: después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Un niño, Rey de los judíos

Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos… Ese tema nos sitúa en el centro de una extensa tradición astro-lógica y asto-nómica que vincula al ser humano (y especialmente al Salvador) con/como Astro del cielo. Esa luz atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por eso, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea que lleva al mesianismo universal de Mt 28, 16-20.

Los magos preguntan por el Mesías en Jerusalén, pero no lo encuentran allí (en la ciudad del templo, donde habita un rey de este mundo), sino en Belén, capital donde se centran y cumplen las promesas. De esa forma, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al Mesías, puede entenderse ya como anuncio de la culminación pascual del evangelio: una prolepsis de lo que será la misión final cristiana, interpretada aquí en forma centrípeta (desde el modelo de la gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén). Esta es la salvación: buscar la presencia de Dios en un niño, en todos los niños del mundo.

De la Epifania de Jesús niño a la misión universal de la Iglesia

– Los magos son signo de todos los pueblos paganos de Oriente que vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los magos, marcan un camino de búsqueda y fe universal, que desborda el nivel israelita, tanto por su origen como por su meta.

Por su origen: la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión (de su paganismo).

Por su meta: tras adorar a Jesús no quedan allí, para formar parte del pueblo judío, sino que vuelven a sus tierras, como indicando que el camino y luz del Rey israelita ha de interpretarse desde sus propias tradiciones religiosas y culturales. Ellos conocen la nueva verdad: Dios está en un niño, en todos los niños necesitados.

– Al final del evangelio de Mateo (Mt 28, 16-20), los cristianos tienen que salir de Belén y Galilea (como verdaderos padres-magos), para llevar a todos los pueblos el nuevo mensaje, propio de los Magos (que son judíos o cristianos, musulmanes o hindúes… o gentes que no tienen religión externa). Dios se ha hecho niño, Dios se encuentra y vive (alienta, espera) en todos los niños del mundo. Siendo religión del nacimiento, el cristianismo es religión de amor ofrecido a todos los necesitados de la tierra, empezando por los más necesitados de todos, que son los niños. Los discípulos de Jesús deben llevar ese mensaje, pero no desde Jerusalén (pues los sacerdotes no quieren ir), sino desde la montaña de la pascua.

Expertos en buscar y cuidar a los niños. Conclusiones

En este blog se habla con frecuencia de papas y obispos, de ceremonias y mandos. Pues bien, en este día de los Magos de Oriente (reyes, sacerdotes), tenemos que decir que ellos (los reyes, los magos, los pontífices y sacerdotes…) deben ser ante todo unos expertos en paternidad: en buscar y acoger a los niños, en darles regalos y en jugar con ellos.

A veces, muchos sacerdotes, antiguos y modernos, son expertos en buenas ceremonias, pero les cuesta acoger y amar en concreto a los niños, sin necesidad de ceremonias especiales, si más ceremonia que el respeto y el amor concreto. En este contexto se sitúa la Carta Apostólica del Papa Francisco (Patris corde, Con corazón de Padre) instituyendo la fiesta de San José, el primer “rey mago” de la historia cristiana, aunque la imagen que acompaña al evento no sea quizá la más adecuada, pues no parece que el buen José (y encima anciano) empezara enseñando mucha Biblia de lectura al niño.

1. Jesús, Mesías de Dios, no está encerrado en el templo y ley de Jerusalén, sino abierto en Belén para todos los que vengan, como niño que necesita de todos. No es Rey que impone su derecho en Sión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo del templo, sino niño amenazado, que debe exilarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15).

2. En principio, ellos, los magos, representantes religiosos y sociales de Israel no iban a Belén sino que buscaban en casa del Rey Herodes, rico experto en cerdos y asesino…  Pero la estrella de Dios les conduce a la casa pobre del niño, con María y José. Esta es la paradoja de un Mesías Niño, que nos cuesta aceptar. Queremos otras cosas, no sabemos dejar todo y cuidar a los niños

3. Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle. De manera consecuente, la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución: el rey de turno persigue al verdadero Rey de los judíos, obligándole a exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven a sus tierras por otro camino. Herodes tiene miedo de los niños educados en una casa de libertad y amor, teme que ellos le quitaran el trono, y decide matarles…  matar el futuro, destruir la vida.

4. La verdadera sabiduría y santidad consiste en acoger y cuidar a los niños, a los propios, a los ajenos, a todos los niños. Tomado así, el dogma cristiano es muy sencillo: sólo hay un Dios, aquel que se manifiesta como Padre en todos los niños, aquel que nace como Hijo, hijo de todos. Ésta es la sabiduría, ésta es la santidad: acoger y cuidar a los niños, abriendo para ellos las puertas de paz de este mundo.

2. DESARROLLO EXEGÉTICO. COMENTARIO DE MT 2, 1-12 

 Los magos vienen a Jerusalén porque han visto en oriente la estrella del Rey de los judíos:

La visión cósmica del astro divino es propia de las religiones de la naturaleza (cielo y tierra), con la presencia de Dios en los signos astrales. En esa línea, la estrella debía estar allí en el cielo desde siempre, de manera que los magos se han limitado a descubrirla.

La visión histórica de una nueva estrella que ha de nacer, distinta de las otras, marcando la novedad del reinado histórico de David, en la línea de las “profecías de Balaam” (cf. Num 24, 17), que era también un sabio/mago de Oriente que había bendecido (no maldecido) a los israelitas cuando venían de Egipto[3].

 Este paso del plano cósmico al histórico, y de Balaam-David a los Magos-Jesús define el evangelio de Mateo, que recrea así, poderosamente, la base cósmica de la historia y salvación israelita. Por eso, allí donde ha nacido el Rey de los judíos ha debido encenderse una luz y se expande una esperanza de salvación que atrae a los “magos”, que vienen hacia Jerusalén, iniciando la marcha de los pueblos hacia el futuro de su plena humanidad. Por otra parte, como venimos suponiendo, este pasaje debe interpretarse en la línea del mesianismo universal de Mt 28, 16-20, que se abre no sólo a “todos los pueblos” humanos (de oriente y occidente), sino también a todo el cosmos (se me ha dado todo poder, en cielo y tierra, incluyendo por tanto a las estrellas).

Anuncio de la misión universal de Jesús. El texto dice que “Jesús nació en Belén de Judea, en los días del rey Herodes” y añade que “unos magos vinieron a Jerusalén… preguntando por el lugar donde había nacido (pues la estrella era signo de ese nacimiento ya realizado). Lógicamente, sacerdotes y escribas de Jerusalén, le responden que en Belén, según la profecía de Miqueas (cf. Mt 2, 1-6), pues Belén era el lugar del verdadero rey, de la línea de David, y su sacralidad era incluso anterior a la de Jerusalén (que aún no era ciudad israelita hasta que la conquistó David).

La historia del nacimiento de Jesús se sigue contando desde las profecías, como muestran las citas de cumplimiento que jalonan el evangelio de la infancia: “Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho…” (cf. Mt 1, 22-23; 2, 5-6.15.18.23). Dicho eso, debemos añadir que ese nacimiento mesiánico de Jesús no aparece vinculado en Mateo con el templo de Jerusalén, ni con los sacerdotes y escribas, ni con el rey Herodes, sino con unos magos de Oriente, que vienen siguiendo su Estrella (cf. Num 24, 17), y con la ciudad davídica de Belén (en este contexto se introduciré después el recuerdo del exilio: “de Egipto llamé a mi hijo”, Mt 2, 15; cf. Os 11, 1).

Estos datos tienen un valor simbólico y ponen de relieve la identidad mesiánica de Jesús, de manera que carece de sentido preguntar a los astrónomos cuándo pudo haber aparecido por aquellos días una “estrella nueva” o algún tipo de asteroide, como el que aquí se evoca (cf. Mt 2, 9-10). Ésta es una estrella bíblica, evangélica, forma parte del orden celeste abierto al futuro de la salvación, no un astro concreto que pudo “aparecer” en el firmamento un día. Los magos preguntan por el mesías en Jerusalén, pero no le encuentran allí (donde reina Herodes), sino en Belén, ciudad donde se centran y cumplen las promesas. En esa línea, este segundo capítulo de Mt, con su procesión de pueblos buscando al mesías, puede entenderse como anuncio de un tipo de pascuacentrípeta (gran peregrinación de pueblos hacia el centro de la tierra, que es Jerusalén)[4].

 – El “evangelio” de los magos brota de la tradición israelita, pero la desborda. Los pueblos paganos vienen hacia Jerusalén, para adorar al Rey de los judíos, que ha nacido ya, pues ha surgido su Estrella. Ellos, los sabios de Oriente, son para la Biblia el signo de un camino de búsqueda y fe, que  se funda en las tradiciones de Israel, pero que, de hecho, desborda el nivel israelita, tanto por su origen (la fuerza que les lleva hacia Jesús no es la ley de Israel, sino la luz o estrella de su propia religión), como por su meta, pues no encuentran a Jesús en el templo, ni en el palacio real, sino en una casas del margen de Belén, de manera que no pueden quedar allí, adorando a Jesús, para formar parte del pueblo judío, sino que tienen que  dejar la tierra de Judá y volver a sus tierras. De esa forma Así aceptan al rey de los judíos (se convierten a Jesús), pero sin hacerse judíos, de manera que tienen que volver a sus países de origen.

– Este pasaje evoca y anticipa el envío final de los discípulos de Jes´s a todos los pueblos como inidicará el final del Evangelio de Mateo (Mt 28, 16-20), aunque  ese envío invierte y completa el sentido de los Magos. En el caso de los magos son ellos (los gentiles) los que vienen hacia Jerusalén para encontrar al Niño. En Mt 28, 16-20 han de ser los cristianos, seguidores y testigos de Jesús, los que expandirán el evangelio de su resurrección, desde el monte de Galilea, no desde Belén, a todos los pueblos. Conforme a ese texto final, los cristianos ya no esperan la venida de los pueblos a Jerusalén, como parecen haber hecho algunos miembros de la iglesia primera de Jerusalén y las comunidades judeo-cristianas, cuya doctrina ha recogido (y superado) Mateo en su evangelio (cf. 8, 11); al contrario,  conforme al texto final de Mateo, son ellos (los cristianos) los que deben ir a todas las naciones (y no sólo a las de oriente).

     De esa forma se distinguen y completan dos tipos de misión: una centrípeta (los gentiles vienen para adorar al Dios israelita, revelado en su mesías), otra centrifuga (los enviados del Cristo pascual salen a ofrecer en todas las direcciones su visión del discipulado). La primera tradición (Mt 2) es más judía y precede evangelio. La segunda (Mt 28, 16-20) es más pascual y expresando mejor la novedad cristiana. Entre ambas se extiende todo Mateo, que interpretamos como relato de transformación cristológica y misionera del mesianismo judío.

– Los magos (gentiles) buscan en Jerusalén al Rey de los judíos, como suponiendo que deben aceptar sus leyes nacionales (la forma de vida israelita). Vienen pero no encuentran al Rey en la capital del Templo (sacerdotes), ni en el trono político de David sino en Belén. No le descubren exaltado y victorioso, sino escondido y perseguido; por eso tienen que volver a su país. Ese retorno de los magos es un signo del carácter todavía incompleto de la vida y obra de Jesús, que culminará y se expresará sólo en el envío pascual.

Los discípulos pascuales de Jesús (Mt 28, 16-20) llevan su mensaje y vida (su discipulado) a todos los pueblos, pero no desde Jerusalén sino desde la montaña de Galilea. No van para retornar a Jerusalén (donde estaría el centro de la iglesia establecida), sino para ofrecer su fermento de vida (su discipulado) en todos los pueblos de la tierra, de manera que deben aceptar el esquema de vida (cultura, religión originaria) de los pueblos hacia donde se dirigen[5].

Evangelio centrípeta: Rey de los judíos (Mt 2, 2). Conforme a la esperanza israelita, la Ciudad y el Santuario de Sión son el centro y meta de la tierra, a la que un día vendrán pueblos y reyes, para reconocer la soberanía de Yahvé (cf. Is 42, 1-6; 51, 4-5; 56, 1ss etc.). Esta visión transmite la certeza esperanzada y gozosa de que Dios se manifiesta de un modo salvador en Israel, expandiendo desde allí su soberanía. Pero ella incluye también elementos de triunfo particular israelita, como si Dios quisiera ofrecer un premio especial a los judíos en cuanto tales, de manera que los otros pueblos aparecen como secundarios o subordinados.

     En ese contexto empieza a situarse la escena: Los magos llegan a Jerusalén, esperando encontrar allí al Rey de los Judíos, conforme a la esperanza general del judaísmo, compartida por muchos  judeocristianos de Jerusalén y de la diáspora: unos y otros creían que los pueblos de la tierra debían venir a la ciudad del templo, trayendo sus dones, para presentarlos ante Dios y ante su pueblo (o su Mesías) en Sión[6]. En esa línea, más que en la apertura misionera de la iglesia, los judeocristianos habían insistido en la venida de los pueblos a Jerusalén, para adorar allí a Dios (y para esperar a Jesús resucitado), manteniendo viva la esperanza de su llegada. Mt 2 acepta en principio esa esperanza, para luego la transforma:

‒ Jesús, Mesías de Dios, no está en el templo, según la ley de Jerusalén, sino en una casa Belén, la patria de David, para acoger allí a los magos e iniciar un camino mesiánico que empieza con la persecución. No es Rey que impone su derecho en Sión, sino Niño necesitado, en brazos de su madre. No es Sacerdote que expande la sacralidad divina desde el tabernáculo, sino un perseguido, que debe exilarse en Egipto, asumiendo así la historia del autentico Israel, Hijo de Dios (cf. 2, 15)[7].

‒ Las autoridades religiosas y sociales de Israel no vienen a Jesús, para iniciar con él un camino mesiánico. Ellas conocen de algún modo el lugar del Mesías (saben que ha de nacer en Belén), pero no quieren buscarle, ni le ofrecen sus dones (cf. 2, 11), pues están cerrados en sus sacralidades nacionales y sociales. Esta es la paradoja del mesías nacional: La subida mesiánica de los pueblos a Jerusalén queda truncada, pues Jerusalén no busca ni quiere al nuevo mesías de Belén.

‒ Herodes rey no acepta el mesianismo de Jesús y decide matarle, de manera que la venida de los magos se inscribe en un contexto de persecución, y de esa forma el verdadero Rey de los judíos debe exilarse, mientras los buscadores mesiánicos de oriente vuelven de incógnito a sus tierras, esperando su momento. De esa forma, el Israel histórico de Herodes queda en manos de su propia violencia destructora (relato de los inocentes)[8].

  1. De Oriente a Egipto, una historia ejemplar. El camino de los magos sigue siendo un elemento clave del mesianismo cristiano: Los gentiles (representados por Oriente) han buscado a Jesúspara ofrecerle el homenaje de sus dones, oro de realeza, incienso de sacralidad, mirra de unción y perfume, mientras los judíos le rechazan; pero más que desde el pasado este episodio debe interpretarse y recrearse a la luz de la historia posterior del evangelio (de la Iglesia de Mateo):

Sigue latente el mesianismo centrípeto,   conforme a una promesa antigua y nunca rechazada de la profecía israelita, representada básicamente por Is 60. Los pueblos de oriente vendrán a buscar al Mesías de Israel, rechazado paradójicamente por su pueblo, como supone Mt 11, 20-20 (lamento de Jesús por las ciudades galileas). Mateo mantiene esa esperanza en de 8, 11-12: vendrán muchos de oriente y occidente, y se sentarán en la mesa del banquete, mientras los hijos del Reino (israelitas) serán expulsados fuera.

Ese mesianismo centrípeto parece haber fracasado, por rechazo de los israelitas, que no han aceptado a su mesías y no han querido recibir a los gentiles, para iniciar con ellos un proceso de transformación mesiánica (en la línea de Is 2, 2-4). Quizá el mismo Pablo, en su primera misión en Arabia (Gal 1, 17),  quiso seguir ese modelo para convertir a los pueblos de oriente y llevarlos a Jerusalén, como ofrenda mesiánica. Pero esa misión fracasó, lo mismo que esta primera misión de los magos de Oriente en Mateo, de manera que él (Pablo) debió comenzar una misión distinta, dirigida hacia occidente. También Mateo (que empieza con este signo de los magos de oriente viniendo a Jerusalén) tendrá que invertir su estrategia; los seguidores de Jesús ya no esperan la venida de los gentiles (magos de oriente) a Jerusalén, sino que han de salir  dede Montaña de Galilea (28, 16-20), todos los pueblos (y no sólo hacia Oriente)[9].

Viniendo ya al texto concreto, Mt 2, 1-15 ha vinculado sabiamente oriente (Magos) y occidente (Egipto; cf. 2, 13-15), lugar al que Jesús ha ido exilado y del que vuelve como Hijo de Dios (2, 13-15). El Rey de los judíos ha nacido en el centro de la tierra, que es Belén (no Jerusalén), entre el oriente de los magos (Mesopotamia, Persia) y el occidente del exilio (Egipto…), vinculando de esa forma las dos grandes diásporas judías, de manera que en él se vinculan y confluyen las dos direcciones (entonces) principales de la tierra. De todas formas, esta evocación no es segura, pues Egipto se encuentra al sur de Israel, más que al occidente.  Sea como fuere, la referencia a Egipto sirve para relacionar a Jesús con el principio de la historia de la salvación, conforme a la cita clave de Os 11, 1: “de Egipto llamé a mi Hijo” (cf. Mt 2, 15)[10].

‒ El final del evangelio, Mt 28, 16-20, no distingue ya oriente y occidente,  sino que habla más bien de todos los pueblos, lo mismo que había hecho Pablo en Gal 3, 28 (¡el mismo Pablo que empezó su camino cristiano en Oriente: Gal 1, 17), cuando afirma que no hay judíos ni gentiles (orientales ni occidentales), pues todos son uno en Cristo (en Dios). Por otra parte, en esa línea, podemos sospechar  que tanto el evangelio centrípeta (oriental) de Mt 2, 1-12, como la misión árabe de Pablo (Gal 1, 17) han tenido poco éxito, pues al fin tanto Pablo como Mateo hablan de una misión a todos los pueblos, en un contexto en el que, sin embargo, parece que Pablo se dirige más hacia el occidente (quiere llegar hasta España), mientras que Mateo puede seguir pensando también en  Oriente (a pesar de que escribe su evangelio en griego, no en arameo). Sea como fuere, al final no es necesaria la estrella de los magos dirigiéndose a Belén, pues todas las direcciones del mundo son dirección de evangelio[11].

 NOTAS

[1] Se podría afirmar que los antepasados de Jesús habían emigrado de Belén a Nazaret, en el tiempo de la conquista y rejudaización de Galilea (tras el 104-103 aC), de manera que conservaban las tradiciones davídicas de Belén, donde Mateo y Lucas sitúan el nacimiento de Jesús. Pero las “historias” del nacimiento de Jesús no son una crónica de datos, sino “evangelios”: quieren expresar la providencia de Dios, que actúa y se revela a través del surgimiento mesiánico de su Hijo. Pablo sabe que Jesús ha nacido de mujer (Gal 4, 4) y de la estirpe de David (Rom 1, 1-3), lo que parece vincularle teológicamente con Belén. Marcos relaciona a Jesús con David (cf. Mc 2, 25; 10, 47-48; 11, 10, aunque el dato de Mc 12, 35-37 es ambiguo), y recoge la tradición de su “procedencia nazarena” (relacionar Mc 6, 1-6 con 1, 24; 10, 47; 14, 67). Por otra parte, la afirmación de que Jesús era “nazareno” (de Nazaret de Galilea) y la posible relación de ese origen con el hecho de que le llamaran “nazoreo” forma un dato firme de la tradición, y las “afirmaciones más teológicas” de Mt 1-2 y Lc 1-2 no han logrado borrarlo. En esa línea, parece que Jn 7, 42 va contra la presunción de aquellos que afirman que Jesús es Mesías “porque nació (o debió nacer) en Belén”, pues lo que le define como enviado e hijo de Dios no es el nacimiento davídico (en Belén), sino su mensaje y entrega por el Reino.

[2] Además de comentarios, cf. J. D. Derrett, Further Light on the Narratives of the Nativity, NT 17 (1975) 81-108, especialmente 95-105; P. Gaechter, Die Magierperikope (Mt 2, 1-12), ZKTh 90 (1968) 257-295; H. Hengel y J. Merkel, Die Magier aus dem Osten und die Flucht nach Ägypten (Mt 2) im Rahmen der antiken Religionsgeschichte und der Theologie des Matthäus, en P. Hoffmann (ed.), Orientierung an Jesus (FS J. Schmid), Freiburg 1973, 139-169; J- Nolland, The Sources for Mt 2, 1-12: CBQ 60 (1998) 283-300; M. A. Powell, Chasing the Eastern Star. Adventures in biblical Reader-Responce Criticism, Louisville 2001; A. Strobel, Weltenjahr, grosse Konjunktion und Messiasstern. Ein themageschichtlicher Überblick: ANRW 20/2, 1987, 988-1187; E. M. Yamauchi, The Episode of the Magi, en J. Vardamm-E. Yamauchi (eds.), Chronos, Kairos, Christos (FS J. Finegan), Winona Lake 1989, 15-39; L. Zani, Influsso del genere letterario midrashico su Mt 2,1-12, St.Patavina 19 (1972) 257-320; Abbiamo visto la sua stella. Studio su Mt 2, 1-2, Gregoriana, Roma 1972

[3] La tradición astral ha influido en el Apocalipsis, desde las siete estrellas que Cristo lleva en su mano (cf. Ap 1,16.20; 2, 1; 3,1), que simbolizan los ángeles de las siete Iglesias, aunque pueden relacionarse también con el Espíritu de Dios, como he destacado en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999 (o son los siete planetas “buenos” de los días de la semana). La tradición judía conoce el signo de los astros errantes (caídos), que no cumplen la voluntad de Dios (1 Hen 18, 15), siendo así signo de los hombres pervertidos (2 Tim 3, 13).

[4] Mateo no está interesado por datos astronómicos, ni vino expresamente a Belén o Nazaret, para investigar lo que pasó en sentido material, sino que fue a la Biblia, para descubrir lo que estaba prometido y debía pasar, para anunciar la verdad del evangelio y proclamar con ella el sentido de Jesús según las esperanzas de Israel. Sobre la estrella en sentido astronómico, cf. U. Holzmeister, La stella dei Magi, Civiltà Cattolica 93 (1942) 9-22; J. Kepler, De anno natali Christi (1614), en: Gesammelte Werke V, München 1953, 5-125; W. E. Filmer, The Chronology of the Reign of Herod the Great, JTS 17 (1966) 283-298; R. W. Sinnott, Thoughts on the Star of Bethlehem, Sky and Telescope 36 (1968) 384-386; D. Hughes, The Star of Bethlehem, Nature 264 (1976) 513-517; J. Parkinson y F. Stephenson, An Astronomomical Re-appraisal of the Star of Bethlehem. A Nova in 5 B.C., Royal Astronomical Society 18 (1977) 443-449; K. Paffenroth, The Star of Bethlehem Casts Light on its Modern Interpreters, Ibid 34 (1993) 449-460; K. Ferrari d’Occhieppo, The Star of Bethlehem, Ibid 19 (1978) 517-520; C. Cullen, Can we Find the Star of Bethlehem in Far Eastern records?, Ibid 20 (1979) 153-159; D. C., R. Stephenson, The Historical Supernovae, Pergamon Press, Oxford 1977; D. Hughes, The Star of Bethlehem. An Astronomer’s Confirmation Walker, New York 1979; J. Mosley, Common errors in “Star of Bethlehem” planetarium shows, Planetarian 10 (1981). On line: www.ips-planetarium.org/ planetarian/articles/common_errors_xmas. Partiendo de la posible aparición de un astro se ha querido trazar también la fecha de la muerte de Herodes y del nacimiento de Jesús: cf. G. Firpo, La data della morte di Erode il Grande. Osservazioni su alcune recenti ipotesi, Studi Senesi 32 (1983) 87-104; Il problema cronologico della nascita di Gesù, Paideia, Brescia 1983; J. P. Pratt, Yet another Eclipse for Herod, Planetarian 19 (1990) 8-14. Para una visión de conjunto, cf. M. Molnar, The Star of Bethlehem: The Legacy of the Magi, Rutgers Univ. Press, London 1999; R. Rosenberg, The star of the Messiah reconsidered, Biblica 53 (1972) 105-109; G. Teres, The Bible and Astronomy. The Magi and the Star in the Gospel, Springer, Budapest 2000.

[5] Los magos vienen buscando al Rey de los judíos, y encuentran a un Niño en brazos de su madre (2, 11). José desaparece; es como si la figura del padre varón no fuera necesaria en esta familia mesiánica, formada por el Niño en brazos de la Madre (la gebîra de Lc 1, 43), como ha recogido la iconografía de la iglesia posterior. En lugar de José aparecen los magos creyentes de oriente, signo de los gentiles que vienen a adorar al Niño en brazos de la madre. Mateo elabora así una cristología del camino misionero, anunciando por los magosel despliegue del mensaje de Jesús a todas las naciones, que culminará en 28, 6-20.

[6] El mesianismo sacral de Jerusalén se refleja en muchos salmos, como he puesto de relieve en Dios judío, 96-120. Cf. H. Cazelles, El Mesías de la Bible, Herder, Barcelona 1981, 29-66; L. A. Colunga, La Ciudad del gran Rey.Exposición mesiánica de algunos salmos, EstBib 14 (1955) 255-279; J. Coppens, Le Relève Apocalyptique du Messianisme Royal 1, BETL50, Leuven 1979; M. G. Goulder, The Psalms of the Sons of Korah, JSOT SuppSer 20, Sheffield 1982; E. Lipinski, Le Poème Royale du Ps 89, 1-5.20-38, Gabalda, Paris 1967; S. Mowinckel, El que ha de Venir.Mesianismo y Mesías, FAX, Madrid 1975, 24-105.

[7] Cf. A. Vögtle, Das Schicksal des Messiaskindes: BiLe 6 (1965) 246-279.

[8] Para mantener su política exclusivista, Herodes debe matar a sus posibles competidores, es decir, a los niños de Belén y de su entorno, suscitando así el llanto sin remedio de Raquel, madre del patriarca José (cf. Mt 2, 16-18). Ciertamente, Mateo está evocando al rey Herodes, pero al mismo tiempo alude a la guerra del 67-70 dC, en la que murieron miles de judíos a causa de disputas de poder. Sobre la historia de Herodes, cf. Cf. J. G. Echegaray, Los Herodes, Verbo Divino, Estella, 2007; J. Knoblet, Herod the Great, UP America, New York 2005; P. Richardson, Herod: King of the Jews and friend of the Romans, Continuum, London 1999.

[9] De todas formas, como indica la “colecta” de Pablo, los cristianos de los pueblos gentiles debían venir a Jerusalén (cf. Gal 2, 10; 2 Cor 8-9; Rom 15, 26‒16,3) en una línea que recoge un motivo central del ofrecimiento de los dones de los Magos para el Rey de los judíos en Mateo. Los dones de los magos (Mt 2) y la colecta de los gentiles tienen una misma finalidad, que ha debido cumplirse primero, para ser transcendida después con la apertura universal del evangelio.

[10] Tanto como la geografía (oriente, occidente), ha podido influir en Mt 2 el recuerdo los orígenes patriarcales del pueblo (de oriente vinieron Abrahán y sus hijos) y el recuerdo de la pascua y el éxodo de Egipto.

[11] A lo largo de la historia cristiana, muchos han aplicado un modelo de misión centrípeta, como si todos los pueblos debieran someterse al modelo de iglesia dominante (de Bizancio, Roma…). Por otra parte, a diferencia de los magos, muchos cristianos han ido como misioneros a otros pueblos, aunque a veces, quizá, imponiendo su cultura dominante.

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