De verdad.
Estos días suena, de todas las formas posibles “feliz navidad”, “feliz año nuevo”. Perdonad, pero encuentro que decir estas frases es muy sencillo, pero suenan a hueco. Mi pregunta es ¿qué voy a hacer yo para que la vida le sea más feliz a los demás, a quienes se lo deseo, a mí mismo?
Yo diría más bien “que hagas feliz a tal persona.” Me ha gustado la postura del obispo Cañizares. En otras ocasiones me ha disgustado verle con sus ropajes y su capa de cola larga como cardenal. Hoy me alegro y le felicito: porque en su felicitación a los feligreses anuncia que va a dedicar parte de los bienes del patrimonio de su diócesis a los pobres. Obras son amores. Y además invita a los religiosos y religiosas a hacer lo mismo.
Ya es hora de pasar de las palabras a los hechos. Si deseo la paz, la felicidad a otras personas, ¿qué menos puedo hacer que colaborar a ella?
En principio felicitar a una persona es invitarle a reconocer que ya es feliz y por lo tanto a vivirlo. En el fondo, nos ocurre igual que en nuestro saludo litúrgico “el Señor esté con vosotros” ¿Cuándo vamos a cambiar y reconocer que ya está?
Me suena hueco muchas veces el hablar de la navidad y los pobres. Podemos contentarnos con expresiones huecas. Una invitación al realismo… Me resuena aquella norma de “pagar diezmos y primicias”. Ante la Covid y las consecuencias tremendas que va a traer a los pobres, bueno será si retomamos esa vieja y sabia costumbre de entregar los diezmos a obras de justicia y caridad.
Partiendo de la clase media, creo que ese mensaje ya lo cumplimos en la realidad o lo podemos cumplir sin gran extorsión. Puede ser el diezmo de nuestro sueldo, de nuestras posesiones, de nuestros ingresos. Y fenomenal si esos ingresos ayudan a crear fuentes de trabajo.
Me encantaría que en lo sucesivo, la iglesia y los cristianos, cuando hablemos de los pobres sea siempre con hechos reales, no solamente con palabras.
Y por supuesto, podemos empezar por quitar aquello que es una muestra de poderío y que no sirve sino para otorgar honores a las personas: mitras, báculos, traje de cardenal capas elegantes, palios… Tenemos ahí un manantial enorme del que sacar fondos para resolver la miseria de los descartados.
Si nos convencemos y empezamos a realizar alguna de estas acciones, vamos a ser felices nosotros mismos con la bienaventuranza que nos anuncia Jesús: “cuánto más felices seríamos si nos contentáramos con poco”.
Comparto mi alegría, que siento estos días, porque alguno de mis “antiguos hijos que vivieron unas temporadas conmigo”, me felicitan y se acuerdan de llamarme y ofrecerme su ayuda.
Que hagamos feliz a alguien.
Gerardo Villar
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