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Nació sin parto, vestido y hablando, bajo la palmera. Navidad, Islam y Cristianismo

Sábado, 2 de enero de 2021

EA8934BB-ED08-4DF1-8354-2C11CC66C3FEDel blog de Xabier Pikaza:

La Navidad es un buen motivo y argumento para comparar el Islam y el Cristianismo. No se trata de que una religión sea verdadero y otro falsa, sino de mostrar sus profundas diferencias:

Según el Evangelio, Navidad es la encarnación de Dios. No hace falta ningún “milagro material” (externo); todo es divino siendo todo humano, concepción de Jesús, nacimiento, infancia… Hay “signos/símbolos” que evocan el misterio de Dios, pero todo se explica de modo “natural”, en un plano humano. Éste es el “milagro”: Que todo sea humano siendo en sí divino.

Según el Corán no hay “encarnación” de Dios, sino milagros externos, muchos milagros: Concepción sin varón (eso es lo esencial), nacimiento sin parto (Jesús no “entra” en el mundo “rompiendo” aguas ni a través del conducto genital de María), infancia sin infancia (sin saber cómo ha sido, María ve a Jesús que le llama desde el pie de una palmera), violencia infantil sin ternura (Jesús recién aparecido habla y defiende a su madre, matando a los que sospechan de su virginidad…).

Biblia y Corán nos sitúan ante dos mundos religiosos con muchos parecidos externos, pero con una diferencia radical, como seguiré indicando. En el Islam hay virginidad milagrosa de María, pero ella no es Madre de Dios; hay mucho milagro de nacimiento, pero no hay encarnación. En el Islam no se puede hablar de Navidad

| X. Pikaza

(Las tres primera imágenes son de la tradición musulmana, explicadas en el texto. Pongo alternativamente Mahoma o Muhammad para insistir en la identidad del nombre. El tema está tomado básicamente de un Diccionario de las 3 religiones)

1)   Concepción  y nacimiento virginal: Muhammad y María (el Corán y Cristo) 

54A8FFD0-FE9F-4C47-98AE-CD709738814C Mahoma/ Muhammad amó a Jesús e insistió en varios rasgos “apócrifos” de su vida, tomados del Proto-evangelio de Santiago, la Infancia del Salvador o el Evangelio Árabe de Mateo, pero sin “comprender” ni aceptar su encarnación: Siendo y por ser totalmente divino, Dios se hace del todo humano en Jesús, y así lo narran simbólicamente los evangelios “canónicos” de Mateo y Lucas. Esto es algo de lo que dice el Corán de María, madre de Jesús, y de la Navidad.

− Jesús es el hijo de María, elegida por Dios como madre-virgen. Por eso se le dice “Te ha escogido y purificado. Te ha escogido entre todas las mujeres del universo” (Corán 3, 42). Dios expresa por ella su más potencia creadora, de forma que ella es “totalmente sometida” y pasiva, por su virginidad y su maternidad milagrosa  (cf. Corán 3, 33-37).

− María Virgen engendró a Jesús  un modo que puede compararse al de la tierra primera de la que Dios hizo que surgiera Adán. Dios actúa por Gabriel, su ángel varón, y por la obediencia sumisa de María, que acoge la  Palabra, siendo verdadera musulmana (como Muhammad, que recibió el Corán por medio del mismo Gabriel). En esa línea, la concepción y nacimiento virginal deberían haber servido de prueba para los judíos, pero ellos no creyeron, ni aceptaron el signo divino del nacimiento de Jesús (Corán 3, 42-48; 19, 16-26).

− Jesús-niño defendió la virginidad de su madre, proclamando la grandeza de Dios, y actuó después como su enviado, realizando milagros y anunciando el evangelio para los judíos. El Corán ha dado mucha importancia al Jesús niño, a quien presenta como portador de un mensaje de Dios, de manera que él conoce los misterios sin necesidad de aprender como hacen otros, y en esa línea realiza milagros antes de haber madurado en edad, haciéndose mayor, y actuando de esa forma como signo de Dios para los judíos, que tampoco le creyeron (Corán 3, 49-53; 19, 27-36).

AEE47EAA-AFBD-491D-9091-F1A9C723C028Estos son algunos rasgos del  “nacimiento” de Jesús. (a) María concibió a Jesús por el anuncio-palabra de Gabriel (sin que intervenga para nada José). (b) Los “judíos” acusan a María de adúltera…  de forma que ella tiene que alejarse de su casa y de su pueblo, lamentándose y llorando bajo la palmera (aquí no hay gruta, pesebre, ni pastores. (c)   Sin saber que ha pasado, ella ve a  Jesús ya nacido que le llama que le llama, le consuele y alimenta de un modo milagroso. (d) María vuelve al pueblo con Jesús en brazos; los vecinos le siguen acusando de adúltera,   pero Jesús recién nacido le defiende  y condena, de forma milagrosa, a sus acusadores (Corán 19, 22-32). (e) En el centro de la Navidad de Jesús  está por tanto el anuncio de los ángeles a María (C 3, 46), el nacimiento “virginal” sin parto, bajo la palmera,  y la forma en que él defiende a su madre desde la misma cuna (C 5, 110).

Sura 19. Extracto: 23. Entonces los dolores de parto la empujaron hacia el tronco de la
palmera. Dijo: «¡Ojalá hubiera muerto antes y se me hubiera olvidado del todo…!»
24. Entonces, de sus pies, le llamó:«¡No estés triste! Tu Señor ha puesto a tus pies un arroyuelo. 25. ¡Sacude hacia ti el tronco de la palmera y ésta hará caer sobre ti
dátiles frescos, maduros!
27. Y vino con él a los suyos, llevándolo. Dijeron: «¡María! ¡Has hecho algo inaudito!28. ¡Hermana de Aarón! Tu padre no era un hombre malo, ni tu madre una
ramera». 29. Entonces ella se lo indicó. Dijeron:«¿Cómo vamos a hablar a uno que
aún está en la cuna, a un niño?» 30. Dijo él: «Soy el siervo de Alá. Él me ha dado la Escritura y ha hecho de mí un profeta. 31. Me ha bendecido dondequiera que
me encuentre y me ha ordenado la azalá y el azaque mientras viva,32. y que sea piadoso con mi madre.

− Jesús-adulto ha sido realizador de milagros y profeta del evangelio para los judíos: curó a ciegos y leprosos, resucitó a muertos, ofreció pan a los hambrientos etc., pero lo hizo siempre como enviado de Dios y profeta, sin presentarse nunca como Dios en persona (en la línea en que parecen entenderle después los cristianos, a partir de los concilios del siglo IV d. C.). En sentido radical, el único que actúa de verdad y realiza su obra es Dios, pero lo hace por medio Jesús, con milagros  para convertir a los judíos (cf. 5, 110-111). Pero los judíos no se convirtieron, sino que quisieron matarle. Este Jesús rechazado aparece así como paradigma para Muhammad, también rechazado por los judíos de Medina. Pero: Muhammad triunfó, instaurando la comunidad de sometidos; Jesús, en cambio, fue crucificado.

En ese fondo entiende el Islam a Jesús, Hijo de María, a quien Muhammad llama Siervo de Dios (Abd Allâh: Corán 5, 72; 19, 30). Ciertamente, le llama también Nabî, profeta, y Rasûl, enviado de Allâh (cf. Corán 4, 171; 19, 30), y puede presentarle incluso como un Espíritu y Palabra (Rûh y Kalima) que vienen de Dios (cf. Corán 3, 45; 5, 171). Pero no le ha divinizado, sino que le sigue presentando siempre como el Hijo de María, aquella mujer a la que Dios había escogido para revelar por ella su Palabra, como madre virginal del profeta Jesús.

De un modo consecuente, la “virginidad” de María resulta muy significativa para los musulmanes, que la interpretan como signo de la acción creadora y reveladora que Dios realiza por ella (mujer “virgen”, a fin de que la revelación y/o salvación sea totalmente de Dios). Para la mayoría de los cristianos actuales, los aspectos más “milagrosos” de la concepción, nacimiento e infancia de Jesús tal como han sido recogidos por la tradición apócrifa del Corán (apócrifo significa no significa falso, sino no-canónico) resultan secundarios, innecesarios,  y en el fondo contrarios a la encarnación de Dios en Jesús, donde todo se realiza al modo humano, no por milagro externo/material, sino por revelación de la Vida de Dios en la Vida humana.

En esa línea, se puede y debe poner de relieve, según el Corán, la profunda conexión que existe entre María Virgen (por medio de la cual Dios hizo que naciera el Cristo) y el profeta Muhammad (por medio del cual reveló Dios su Corán o palabra eterna). Pero los matices de la revelación de Dios son diferentes:

Por medio del “Espíritu” divino, María ha sido la Madre virginal de un profeta mesiánico, en quien los judías no creyeron, y a quien los cristianos después han divinizado de una forma que el Corán y la tradición musulmana no ha querido aceptar (o ha entendido de otra forma.

Por medio del mismo Espíritu divino (que se expresa de algún modo a través del ángel Gabriel), Dios ha revelado a los hombres su Corán Eterno, como principio de salvación definitiva. Según eso, el signo de la salvación no es un hombre (Jesús) sino el Corán.

              Según eso, más que con Jesús, los musulmanes comparan a Muhammad con María. Lógicamente, ellos no han divinizado a Muhammad, sino al Corán (que es hecho Palabra); por su parte, los cristianos no han divinizado a María, la Madre de Jesús, sino a su Hijo Jesucristo. Por eso, Muhammad se compara con María, el Corán con Cristo.

2)  Jesús en el Corán:  profeta sometido a Dios, no Dios en humanidad (encarnado).

Mahoma se ha formado en un contexto donde, junto al antiguo paganismo semita, se habían expandido tradiciones de varios grupos de judíos y judeocristianos. En un momento determinado, hacia el 610 d.C., él  se sintió llamado por Dios para realizar una tarea profética, reasumiendo y/o culminando lo iniciado en otro tiempo por los profetas de Israel (especialmente Abrahán y Moisés) y por Jesús, a quien él conoce y presenta de un modo especial como Hijo de María, realizador de milagros y pregonero del evangelio.  Así podemos resumir lo ya indicado:

 – Para el Corán, Jesús es ante todo, el hijo de María, mujer “sometida” (sin fiat) a la que Dios ha escogido para manifestar por ella su poder más alto, el auténtico “islam”.  Por eso es esencial su virginidad (Corán 3, 33-37).  La concepción virginal de Jesús es para Mahoma una prueba central  de la omnipotencia de Dios sobre los hombres, no en ellos (Corán 3, 42-48; 19, 16-26).

 – Ante los judíos que acusan a su madre, Jesús niño (recién nacido) defiende su virginidad, proclamando  la gran obra que Dios ha realizado por medio de ella. Toda la vida del Jesús niño es para el Corán un milagro de Dios: sabe antes de haber aprendido, actúa y realiza milagros antes de haber crecido (Corán 3, 49-53; 19, 27-36).

 Como hombre ya maduro, Jesús sigue siendo para el Corán un realizador de milagros (cura a ciegos y leprosos, resucita a muertos, ofrece pan a los hambrientos…) y  de esa forma cumple y culmina su tarea de mensajero de Dios para los judíos, a quienes pidió que se convirtieron, pero no le hicieron caso  le mataron. Fue un gran profeta ( como Adán, Noé, Abrahán, Ismael, Moisés…), quizá el mayor de todos, pero murió fracasado.

– Jesús ha sido un testigo del poder de Dios, quizá el mayor de todos, enviado por Dios para convertir a los judíos. No se le puede llamar Dios, pero Dios ha obrado por medio de él (cf. Corán 5, 110-111).

Jesús ha sido un profeta verdadero, pero fracasado, pues no ha logrado convertir a los judíos. Él aparece así como el testimonio supremo  del fracaso mesiánico de Israel. Después de él, para  realizar su obra de un modo satisfactorio. ha tenido que venir Muhammad.

Según Mahoma, Jesús ha sido un Abd Allâh, siervo de Dios (Corán 5, 72; 19, 30), siendo también un Nabî o profeta, el Rasûl Allâh, enviado de Dios (cf. 4, 171; 19, 30). En él ha culminado la gran línea de los los profetas que repiten la misma verdad, pues Dios es uno y su verdad siempre la misma (monoteísmo, sometimiento a Dios).

–  Mahoma ha presentado también a Jesús como Palabra y Espíritu (Kalima y Rûh)que viene de parte de Dios (cf. 3, 45;5, 171). Es como si Dios mismo dijera en él y por él su mensaje, como si el Espíritu revelador de Dios se expresara a través de su obra. Por eso puede afirmar que ha sido concebido de forma virginal, por medio de un Espíritu de Dios (=Gabriel)  que realiza su obra en María (cf. 2, 87.252; 5, 110; 16, 2.102 etc):

–   Jesús constituye para Mahoma un acontecimiento importante, un momento clave de la presencia de Dios en el mundo, de manera que se le puede mirar como presencia humana de un “Espíritu” divino (cf. 16, 29; 32, 9; 38, nuevo Adán; 3, 59-68). Por eso, algunos hablan de una cristología implícita del Corán, añadiendo que  Mahoma habría proclamado la divinidad de Jesús.

Pero el Corán no ha presentado a Jesús como Dios, ni le ha mirado como persona autónoma, sino como simple siervo de Dios. Ciertamente, Jesús cumple una función divina, siendo un puro humano, como sucedía en los antiguos profetas. Por eso, cuanto mayores sean las cosas que se dicen de Jesús (es Palabra o Espíritu de Dios) más clara aparece la obra de Dios en su persona: Dios es quien importa, no Jesús, profeta de evangelio para Israel y hacedor de milagros fracasado.

 3. La paradoja del Cristo musulmán: Una muerte que no es salvadora

Mahoma piensa que un profeta ha de ser siervo de Dios, capaz de padecer persecución, como Jesús. Pero, al mismo tiempo, sabe que el auténtico profeta debe triunfar, pues Dios le ayuda y libera del peligro para conseguirlo. Por eso, él no ha podido interpretar la muerte de Jesús en forma redentora: Dios no ha olvidado a Jesús en la cruz, no ha permitido que muera, sino que le salvado, elevándole directamente al cielo. Sus enemigos se engañaron, Dios les ofuscó, y mataron en la cruz a otro distinto, mientras Jesús subía  al cielo donde ahora se encuentra, esperando el triunfo definitivo de los justos, reunidos por medio de Mahoma, el último profeta, cuya venida Jesús mismo había prometido (cf. Corán 61, 6).

 – Los cristianos, en cambio, confiesan que Dios ha realizado su obra a través de la entrega y muerte de Jesús, que no se puede tomar en sentido masoquista, sino como signo de amor, de entrega de la vida a favor de los demás (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 32-34).  Mahoma pensaba que un Dios justo no podía “abandonar” a Jesús, profeta bueno, dejándole morir en el fracaso. Por eso, tuvo que sacarle de la cruz, llevándole directamente al cielo, en signo de resurrección y ascensión, sin pasar por la muerte (Corán 3, 54-55; 4, 155-158).

De esa forma culmina la paradoja musulmana de Jesús: Mucho milagro de Dios, pero al fin un fracaso.   Por un lado ha sido profeta de milagros desde su misma infancia, como Hijo de María Virgen, pero al final esos milagros no han logrado salvarle de la muerte, ni hacer que los judíos se convirtieran y le aceptaran como Mesías.

Para los cristianos, la novedad de Jesús, que Mahoma no ha logrado entender no está en sus milagros externos (materiales), sino en su amor hasta la muerte. Ése es el dato fundamental que Mahoma no ha entendido (o ha entendido y no ha querido aceptar):

– Mahoma piensa que Jesús fracasó (no logró convertir  a los judíos),  pero añade que Dios no le pudo dejar morir en una cruz, en manos de unos perversos sacerdotes . De manera consecuente, siguiendo quizá una tradición de tipo doceta, sostiene que Dios le defendió en la cruz, elevándole al cielo. El signo del Calvario fue solo una apariencia: pensaban los judíos que mataban a Jesús,  creían los sacerdotes que Dios le abandonaba. Pero ni ellos pudieron matar al profeta de Dios, ni Dios le abandonó, sino que le libró de sus manos,  haciendo que en lugar de él muriera cualquier otro.

 – En esa línea se puede afirmar que, según Mahoma, Jesús fue en profeta fracasado… de manera que después de él tuvo que llegar otro que no fracasara (Mahoma). Dios  había enviado para anunciar el evangelio a los judíos… Pero los judíos no quisieron aceptarle, intentando matarle en una Cruz. Así fracasó Jesús y tuvo que venir luego Mahoma, profeta universal (no sólo de los judíos) para ofrecer sobre el mundo la Palabra triunfante del Corán, suscitando así el Islam.

4.  Jesús y Mahoma. Dos parábolas de Dios

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 – La parábola de Jesús.  Subió a Jerusalén sin armas, pero  lleno de autoridad, en nombre de Dios, dispuesto a dar su vida como testigo de Dios… Y precisamente por ser testigo de un Dios de comunión y entrega de la vida a favor de los demás tuvo que estar dispuesto a que la mataran.

       Cierto día, tras haber promovido su mensaje de reino en Galilea, descubrió Jesús que su camino le llevaba a dar la vida (cf. Mc 8, 27-9, 1 par) y aceptó la muerte. No se volvió atrás, no se escondió en su aldea galilea, esperando que llegaran tiempos más propicios. Tampoco quiso levantar soldados para iniciar con ellos una revolución de reino, subiendo a Jerusalén, para conquistarla en estrategia militar muy justa.

Jesús no emigró o se refugió en algún oasis de seguridad, como hará después Mahoma, estableciendo en Yatrib (Medina) las bases de su pueblo liberado, a fin de conquistar de allí la Meca (o Jerusalén) por armas. Subió sin armas a Jerusalén, dispuesto a morir por el reino, condenado por judíos y romanos, rechazado (negado o traicionado por sus propios seguidores). De esta forma desplegó y mostró su fe en el Dios del reino y de la vida ya reconciliada, por encima del fracaso y de la muerte. Esta es la parábola de Jesús, esta su vida salvadora.

Aquí debe centrarse el diálogo de cristianos con musulmanes. Pueden quedar a un lado (para un momento posterior) los textos coránicos sobre el nacimiento de Jesús y los milagros de su infancia, lo mismo que los textos sobre su divinidad. Los cristianos confiesan que Jesús murió en la cruz redimiendo a los humanos. Los musulmanes no aceptan el valor salvador de esa muerte. Es aquí donde el diálogo debe promoverse.

– Parábola de Mahoma. Como profeta/apóstol de Dios y agente de cambio social, empezó a actuar Mahoma en su ciudad, la Meca. Algunos aceptaron (aprendieron de memoria) su mensaje, entre ellos Jadicha, su esposa, y Abu-Talib, su tío, jefe de clan. Cuando estos murieron (619 d.C.), perdió su apoyo y empezó a ser perseguido: los clanes más influyentes de la ciudad le amenazaron, acusándole de perturbador social y/o religioso. Amenazado de muerte, diseñó una estrategia triunfadora: envió hacia el sur (Yemen y Etiopía) a parte de sus seguidores, para que se cobijaran por un tiempo entre aliados amigos y emigró con los restantes hacia la ciudad/oasis de Yatrib, Medina, consiguiendo controlarla.

Esta es la Hégira (Hijra) o Gran Emigración (622 d. de C.) que marca el principio de la Era Musulmana. No ha sido una evasión, un abandono o negación de lo anterior, sino una fuerte ruptura creadora: el comienzo de un nuevo orden social que anula el orden precedente de pactos de tribus y clanes de la Meca.  Llegado el peligro, subió a Jerusalén y mantuvo su mensaje social y religioso, sin defensa armada, dejándose matar antes que negarlo. Mahoma  pensó que su mensaje y camino debía triunfar en el mundo, creando para ello una comunidad de creyentes justos y victoriosos, iniciando con ellos un nuevo camino social y religiosa.  .

Para Mahoma, el sufrimiento es prueba temporal, un momento pasajero en el camino de la victoria de Dios. Por eso, conforme a la visión musulmana, allí donde Jesús había fracasado triunfó Mahoma: su pasión (Hégira) duró sólo unos años que resultaron fecundos y en el fondo necesarios para la culminación de su obra. En esos años de prueba, llenos de fuerte experiencia de Dios,  Mahoma fue asentando para siempre las bases de su Umma, comunidad universal de los creyentes. Las azoras (suras) que va recitando en estos años constituyen la base del Corán y de la nueva “religión” musulmana:

Nace la Umma (en hebreo Am), pueblo de fieles sometidos a Dios. Las viejas tribus árabes superan o dejan en segundo plano los vínculos económicos y familiares antes dominantes y surge así una comunidad universal donde los creyentes se vinculan por la fe y no por motivos de prestigio social, raza o riqueza.

– La Umma es un estado sagrado, dirigido por la voz del profeta (Mahoma) y regulado por la Palabra de Dios (el Corán).  Los seguidores de Mahoma pronto consiguieron el control de la ciudad del exilio (Medina), creando el verdadero estado islámico, prototipo y modelo de todas las comunidades musulmanas. Mahoma utiliza para ello la fuerza (expulsa o mata, en caso de necesidad, a los antagonistas, especialmente a los judíos), pero también  (y sobre todo) los principios del  convencimiento religioso pacífico: la misma palabra de Dios (proclamada con poder) va reuniendo a los “sometidos” (=musulmanes), haciéndoles  pueblo.

– La Umma se independiza de judíos (y cristianos). Contra el deseo de Mahoma,  los judíos de Medina no aceptaron su misión profética, ni reconocieron su doctrina como verdadera.  Mahoma  (que les sigue considerando creyentes del Libro, adoradores del único Dios)  dirá que han pervertido la revelación primera. Lógicamente les rechaza de su comunidad y como suponen un riesgo para ella les persigue (y mata). Desde este momento, Mahoma deja de considerar a Jerusalén como centro del mundo, lugar hacia el que tiende la plegaria  (Alqibla) y  los musulmanes empiezan a orar dirigiéndose a La Meca, cuya Piedra Santa (contenida en la Kaaba)  y venerada como signo de la fe de Abrahán,  debe vincular a los creyentes sometidos (musulmanes). En contra de Jesús, que anuncia el fin del templo judío, Mahoma reafirma de una forma nueva el carácter sacral de la Caaba.

– La Umma o comunidad de Mahoma se fortalece y expande por guerraen la que el mismo Dios asiste y ofrece victoria a los creyentes. Una y otra vez atacan a Mahoma y a su grupo los soldados comerciantes de la Meca; una y otra vez se defienden los soldados musulmanes de Mahoma, estableciendo lazos de unidad con otras tribus y grupos del entorno. Su nuevo modelo social  se va extendiendo. El 630 EC Mahoma conquista La Meca, perdona  a muchos adversarios, purifica la Kaaba e instaura en su ciudad el Islam.

 Jesús no conquistó Jerusalén, ni creó un estado de fieles sometidos a Dios. Mahoma lo hizo. Una tradición misteriosa del Corán (cf. Corán 44, 1; 97, 1) supone que Mahoma voló a Jerusalén en experiencia divina, para descubrir allí la verdad radical de su mensaje, conectando con las revelaciones anteriores. Lo cierto es que conquistó La Meca, en gesto político audaz: el Profeta de Dios no fracasa; el camino del Islam no es derrotado.

Conforme a este visión, Dios mismo ha ofrecido a Mahoma la tarea de revelar su Palabra (y expandir su mensaje o Corán), estableciendo en el mundo la Umma o comunidad de creyentes. Jesús fue profeta de milagros y evangelio, precursor de Mahoma. Fracasó en su intento de convertir a los judíos de Jerusalén. Pero Dios le acogió en su gloria y envió tras él a Mahoma, como profeta de palabras (no de milagros), revelador del Corán, hombre de Dios.

 Esta visión de Mahoma resulta muy significativa para los cristianos, pues ella les recuerda la raíz profética de su fe y la novedad radical del evangelio de Jesús, que comienza precisamente con la Navidad, que es la encarnación de Dios en un Niño (Jesús), lo que testifica su presencia en todos los pobres y excluidos de la tierra.  Ellos, los musulmanes, no tiene Navidad (lo que importa no es el nacimiento de Muhammad, sino la revelación del Corán y la extensión de su comunidad de “sometidos” a Dios.

En contra de eso, los cristianos no son “sometidos” a Dios, sino hijos suyos… empezando por los más pequeños, los excluidos de la tierra, los oprimidos. En ese sentido, el nacimiento de Jesús es el comienzo de una historia que culmina en su muerte a favor de los demás, y de su resurrección (que es la resurrección de los crucificados, los pobres, los descartados de la vida).

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