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Archivo para diciembre, 2020

Madre del Mundo Nuevo

Martes, 8 de diciembre de 2020
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El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió este dogma con las siguientes palabras: «Para honor de la santa e indivisa Trinidad…, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». Antes, la Orden Franciscana, en su Capítulo celebrado en Toledo el año 1645, «escogió a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en cuanto la confesamos y celebramos inmune de la culpa original en su misma Concepción, como Patrona singular de toda la Orden de los Frailes Menores». Y aquello no fue una novedad rara en la historia de la familia franciscana, que desde sus primeros tiempos se distinguió como defensora acérrima de este privilegio sin par de María. El beato Juan Duns Escoto fue su adalid, y la campaña por él iniciada la prosiguió la Orden, sin desmayos, a lo largo de los siglos. Así celebramos hoy el “gran momento de la historia cuando cielos y tierra, la creación entera enmudeció esperando escuchar el «FIAT» de nuestra Señora”

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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”.
Antología mariana

***

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Pieta,
de Kim Ki-duk.

La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

*

É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

***

La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

*

Del Concilio Vaticano II,
Lumen gentium, 60-62.

***.

Espiritualidad ,

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

Martes, 8 de diciembre de 2020
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Leído en Koinonia:

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Génesis 3,9-15.20

 Establezco hostilidades entre tu estirpe y la de la mujer

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre:

– “¿Dónde estás?”

Él contestó:

“Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.”

El Señor le replicó:

– “¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?”

Adán respondió:

– “La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.

El Señor dijo a la mujer:

– “¿Qué es lo que has hecho?”

Ella respondió:

– “La serpiente me engañó, y comí.”

El Señor Dios dijo a la serpiente:

“Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.”

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

*

Salmo responsorial: 97

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R.

Los confines de la tierra han contemplado /
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;
gritad, vitoread, tocad. R.

*

Efesios 1,3-6.11-12

Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

*

Lucas 1,26-38

 

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel, entrando en su presencia, dijo:

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.”

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. El ángel le dijo:

“No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.”

Y María dijo al ángel:

“¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”

El ángel le contestó:

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.”

María contestó:

“Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.”

Y la dejó el ángel.

 

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (8 de Diciembre de 1977)

AGRADECIMIENTOS AL SACERDOTE Y RELIGIOSAS

Yo quiero aprovechar esta oportunidad, pues, para agradecer a los padres norteamericanos este servicio tan insigne que nuestra diócesis aprecia inmensamente, así como también a las hermanas de San José que, junto con ellos los sacerdotes, están cultivando este mensaje de la palabra de Dios y alimentando con él a nuestro pueblo.

Quiero alegrarme también, porque junto a los sacerdotes y las religiosas un grupo de hombres y de mujeres, celebradores de la palabra, catequistas, asociaciones parroquiales y católicos que sienten la responsabilidad de la Iglesia en este momento tan trascendental de la historia de El Salvador no desfallecen en su difícil misión de predicar este mensaje del Señor. Celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, es tener la oportunidad de acercarnos a la fuente misma desde donde brota todo ese río que no terminará de correr hasta la consumación de los siglos. La Iglesia, con su mensaje, con su palabra, encontrará mil obstáculos, como el río encuentra peñascos, escollos, abismos; no importa; el río lleva una promesa: “estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos” y “las puertas del infierno no podrán prevalecer”, contra esta Voluntad del Señor.

EL PECADO DE ORIGEN

¿Cuál es la Voluntad del Señor?. El misterio de la Inmaculada Concepción de María nos está ofreciendo a la luz de esas lecturas que acaban de escuchar cuáles son los designios de Dios para con nosotros los hombres.

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En María descubrimos la Perla.

Martes, 8 de diciembre de 2020
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3750880Lc 1,26-38

Comprendo muy bien lo difícil que es superar prejuicios que durante siglos han moldeado nuestra religiosidad. Me anima a intentarlo el recordar que desde pequeño he visto en el escudo de nuestra orden una sola palabra: veritas. No es que los dominicos nos sintamos en posesión de la verdad, pero nos han enseñado a tenerla como el horizonte hacia el que tiene que caminar el ser humano para poder ser libre, como nos dice el mismo evangelio. La única manera de acercarnos a la verdad es superando los errores.

Toda fiesta de María es siempre un motivo de alegría, incluso de euforia diría yo. Ésta de la Inmaculada es para mí la más hermosa y la más profunda. Pero el motivo de esa alegría está más allá de la figura histórica o mítica de María. Si descubrimos en cada uno de nosotros lo que estamos celebrando en María, nos daremos cuenta de la verdadera proyección de esta fiesta. Merece la pena que hagamos un esfuerzo por superar todos los prejuicios que arrastramos durante siglos.

De la historia real de María no sabemos nada. Los evangelios apenas dicen nada. De una cosa estamos seguros: Jesús tuvo que tener una madre. Lo más grande que podemos decir de esa madre es que fue una mujer absolutamente normal. En esa normalidad debemos descubrir la grandeza de su figura. Si fundamentamos su grandeza en los abalorios y capisayos que le hemos añadido durante siglos, estamos minimizando su verdadero ser y dando a entender que, en sí, no es suficientemente importante.

En el mismo título de la fiesta (inmaculada), enseña la oreja el maniqueísmo que, desde S. Agustín, ha infectado los más recónditos entresijos de nuestro cristianismo. Fijaos bien en lo que sigue. En el evangelio de Lc, el ángel llama a María “kejaritomene” = gratia plena = llena de gracia. Pues bien, los cristianos hemos terminado hablando de la “sin pecado”. Ejemplo de cómo la ideología de turno puede tergiversar el evangelio.

Es maniqueísmo el dar por supuesto que lo normal para todo ser humano es un estado de pecado y que para ser un verdadero ser humano, alguien tiene que liberarnos de esa lacra. Es insostenible el mantener hoy que todo ser humano nace deshumanizado. Ridiculizamos la idea de Dios cuando aceptamos que el mal está en el inicio de toda andadura humana. Dios es el fundamento de todo ser, también de todo ser humano. La plenitud nunca puede consistir en quitar algo, aunque se trate de un pecado. La plenitud está en el origen de todo ser, no se debe al esfuerzo personal a través de una vida.

Pablo nos dice: “Él nos eligió, en la persona de Cristo para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor”. Esta sería la traducción exacta y no ‘irreprochables’, como dicen la mayoría de las traducciones. La Vulgata dice: “inmaculati”. Nada parecido se dice de María en todo el NT y sin embargo la llamamos Inmaculada. ¿Por qué nos da pánico reconocer nuestro verdadero ser? Sería la clave para una interpretación actualizada de la fiesta. No debemos conformarnos con mirar a María para quedarnos extasiados ante tanta belleza. Si hemos descubierto en ella toda esa sublime belleza, es porque hemos podido imaginarla gracias a la revelación de lo que Dios es en nosotros.

Lo que decimos de María, debemos descubrirlo en cada uno de nosotros. Es ridículo seguir discutiendo si fue concebida sin pecado desde el primer instante o fue pura e inmaculada un instante después. Lo que debe importarnos es que en María y en todo ser humano, hay un núcleo intocable que nadie ni nada puede manchar. Lo que hay de divino en nosotros será siempre inmaculado. Tomar conciencia de esta realidad sería el comienzo de una nueva manera de entendernos a nosotros mismos y de entender a los demás. Podemos decir que María es inmaculada porque vivió esa realidad de Dios en ella.

Dios no puede hacer excepciones ni puede tener privilegios con nadie. María no es una excepción, sino la norma. En María descubrimos la verdadera vocación de todo ser humano. Ser como María no es la meta del hombre, sino que partimos de la misma realidad de la que ella partió. Lo que estamos celebrando en esta fiesta de María nos indica el punto de partida de nuestra trayectoria, aunque también el punto de llegada.

Sobre la figura de María hemos montado durante casi dos mil años un tinglado tal, que no sé cuanto tiempo necesitaremos para volver a la sencillez y pureza originales. María no necesita ni adornos ni capisayos. Es grande en su simplicidad, no porque la hayan adornado. Ni Dios ni los hombres tienen nada que añadir a lo que María era desde el principio. Basta mirar a su verdadero ser para descubrir lo que hay de Dios en ella, eso que siempre será limpísimo, purísimo, inmaculado. Si lo hemos descubierto en ella, será más fácil tomar conciencia de que también está en cada uno de nosotros.

Me habéis oído muchas veces decir que Dios no puede darnos nada, porque ya nos lo ha dado todo. Todo lo que tenemos de Dios, lo tenemos desde siempre. Nuestra plenitud en Dios es de nacimiento, es nuestra denominación de origen, no una elaboración añadida a través de nuestra existencia. Lo que hay en nosotros de divino no es consecuencia de un esfuerzo personal, sino la causa de todo lo que puedo llegar a ser. Aquí está la buena noticia que quiso trasmitirnos Jesús, tan desconcertante que seguimos sin creerla.

Si en Jesús hemos descubierto lo divino, ¿qué necesidad tenemos de María? Aquí está una de las claves de la fiesta. Hay una enorme diferencia entre la manera de llegar a descubrir en Jesús la presencia de lo divino y la manera de encontrar en María esa misma presencia. Nos hacemos una imagen de Dios partiendo de los conceptos que manejamos los humanos. Esos conceptos son muy limitados y al aplicarlos a lo trascendente se quedan siempre cortos. El concepto de Dios al que llegamos a través de Jesús nos lleva a una idea exclusivamente masculina de Dios. Ese Dios masculino queda privado de toda la riqueza conceptual que puede encerrarse en una idea femenina de Dios.

Ésta es la aportación genial que ha hecho el pueblo creyente atribuyendo, a la figura de María, todo lo que la teología oficial le impedía aplicar directamente a Dios. En María se puede desplegar lo femenino de Dios que es tan importante o más que lo masculino. Todo el machismo que destila nuestra religión quedaría superado si nos atreviésemos a pensar un Dios absolutamente femenino. Hay en lo femenino riquísimos contenidos que pueden ayudarnos a tomar conciencia de lo que es Dios como madre para cada uno de nosotros.

Tuvieron que pasar varios siglos para que los cristianos empezasen a interesarse por la figura de María. Esto no invalida todo lo que se ha dicho sobre María, pero nos obliga a darle una valoración muy distinta. No podemos seguir interpretando como hechos históricos lo que son solo símbolos femeninos. No, María fue una mujer normal que llevó una vida normal. Nadie se fijó en ella. Cumplió siempre con sus obligaciones de madre y esposa. Eso que a nosotros nos parece una ordinariez, es lo más grande y digno de imitar.

Meditación

Mira a María como si fuera un espejo,
que te está recordando lo que eres.
Si esa visión te asusta,
es que no has descubierto tu interior.
Eres la perla y tienes que tallarte.
Pero tienes un modelo en quién fijarte.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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María y Jesús son la antítesis de Eva y Adán en la historia

Martes, 8 de diciembre de 2020
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Por un tipo de humanidad, Adán y Eva, surgió el pecado en la historia. En el origen de la vida del ser humano hay situaciones de pecado. Pensemos en los hijos que nacen después de una guerra, pensemos que en el origen de la vida de un niño hijo de drogadictos, hay una situación más que difícil, etc…

Por otro tipo de humanidad: María y Cristo, sobreabundó la gracia y el bien, dice San Pablo. María es la antítesis de Eva, como Jesús lo es de Adán

  1. Inmaculada.

         Celebramos hoy la fiesta de María Inmaculada.

Quizás el pecado original haya que entenderlo no como una mancha que se nos transmite por generación. Menos todavía -como se pensó durante siglos- que el pecado original se nos comunica por la generación sexual, sino más bien se podría pensar que: cuando en la escala de la evolución se llega a una cota de inteligencia y de libertad (hominización), surge el mal.

El mal existe desde el comienzo, (pecado original). El pecado existe y existirá siempre donde esté el ser humano por aquello de que la inteligencia y la libertad son capacidades muy hermosas, al mismo tiempo que muy difíciles de “controlar”. Adán y Eva, sean quienes fueren los primeros humanos, hicieron el mal, pecaron. Adán y Eva es -somos- la humanidad bajo el signo del mal.

 Por un tipo de humanidad, Adán y Eva, surgió el pecado en la historia. En el origen de la vida del ser humano hay situaciones de pecado. Pensemos en los hijos que nacen después de una guerra, pensemos que en el origen de la vida de un niño hijo de drogadictos, hay una situación más que difícil, etc…

Por otro tipo de humanidad: María y Cristo, sobreabundó la gracia y el bien, dice San Pablo. María es la antítesis de Eva, como Jesús lo es de Adán. A pesar de los pesares: odios, pecado, muerte, estamos en una historia de gracia y salvación:

Si bien es cierto que el recuerdo de María, llena de gracia y madre del Señor, está presente en la Iglesia desde el comienzo (Pentecostés), Éfeso (año 431), fue el concilio que proclamó a María como madre de Dios (theo-tokos), etc., la explicitación formal del dogma de la Inmaculada la hizo el papa Pío IX en 1854. María fue llena de la gracia, del amor de Dios. Y por eso no hubo pecado en su vida.

María entregó su vida y su persona, su libertad al designio salvífico de Dios.

La madre es siempre memoria de la vida. En nuestra vida personal y familiar, la madre es la fuente de la vida, es la referencia fundamental. María es memoria del Señor. Recordar a la Virgen nos hace bien, porque a su vez nos recuerda a JesuCristo. Dios te salve, María, llena de gracia.

  1. María, esperanza de la humanidad.

La Inmaculada es la Virgen de Adviento, de la esperanza.

En estos tiempos de noche oscura, provocada por la pandemia, por las ideologías egoístas e injustas, que impiden al hombre aspirar a la plenitud de vida, María Inmaculada es madre de la esperanza del ser humano, del pueblo.

Todas las grandes promesas en la Biblia pasan por una mujer: la historia, mal que bien, se abre con la mujer, Eva (y Adán); sigue con la mujer Sara, Débora, Ana, Judit, Esther, Isabel, María…y -de modo apocalíptico- la historia humana termina con la mujer (María) coronada de estrellas, en lucha con el dragón, que concentra todo el poder del infierno y del mundo, que termina siendo vencido.

Así, la Inmaculada quiere decir que el mal, el pecado en sus raíces más profundas, puede ser vencido. La Inmaculada significa que la historia se encamina hacia la plenitud de vida y que podemos esperar “un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”.

  1. María, orgullo de nuestra raza.

         Tal vez la expresión, “orgullo e nuestra raza”, resulte un poco anacrónica, pero en el fondo quiere decir que podemos estar felices de que una mujer es orgullo de la humanidad.

María, una muchacha del pueblo, escucha al mensajero de Dios y, desde su pequeñez y fragilidad, se atreve a creer que para Dios no hay nada imposible. María se fía de Dios y acoge el mensaje de Dios. Así se realizará la Encarnación. “Encarnarse” significa que Dios asume la condición humana, comparte nuestra pobreza y acepta nuestra miseria para elevarnos a nosotros a compartir su misma vida.

Gracias al “sí” de María, una muchacha de una aldea ignorada, Nazaret, ocurre la encarnación de Dios en la historia y se cumple el gran proyecto salvador de Dios. María es como la nueva Eva, de ahí la expresión: “madre de los vivientes”. Por todo esto, la gracia de ser inmaculada más que un don personal exclusivo es un don a toda la humanidad a la que pertenece. María, estrella de esperanza para nuestro mundo y orgullo de nuestra raza.

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María, la gran figura del adviento

Martes, 8 de diciembre de 2020
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isabel1_zps741982fbCarmen Herrero Martínez, Fraternidad Monástica de Jerusalén,
Estrasburgo (Francia).

ECLESALIA, 27/11/20.- Adviento, tiempo de espera y esperanza, porque en el seno de María crece el germen de una vida nueva. El Hijo de Dios se encarna en su seno y toma nuestra propia humanidad. “Dios se hace hombre para que el hombre se convierta en Dios” (San Irineo).

María vivió el Adviento más profundo y real: en espera esperanzada de una madre encinta que aguardacon júbilo el momento del parto, el momento de dar a luz al esperado de los pueblos, al anunciado por los profetas, al Emmanuel, a Dios hecho hombre.He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo que se llamará Emmanuel” (Isaías 7,14).

En María culmina la espera de Israel porque en ella se encarna el anunciado de parte de Dios por los profetas. María abrió su corazón y sus entrañas a la acción del Espíritu Santo. María fue la llena de gracia. “El Señor está contigo”, le dirá el ángel Gabriel (Lc 1,28). Dios está en ella y con ella. María, siendo una criatura, está ungida, tan unida a su Creador que es una misma cosa con él. Antes que Pablo pudo exclamar: “No soy yo es Cristo quien vive en mí”(Gal 2,20). Cristo vive en María y María vive sumergida en Dios. Si los místicos hablan del matrimonio espiritual, la primera creatura en vivirlo en su plenitud fue María. María es la mística por excelencia, el arquetipo de la vida contemplativa. Ella no solamente fue madre de Jesús en la carne, sino que es la esposa amada del Verbo.

María nos enseña a vivir el Adviento desde la sencillez, el asombro y la gratitud. Desde el silencio y la adoraciónal niño que lleva en su seno. Aquel que viene, que ya está a la puerta y llama, queriendo nacer en tu corazón y en el corazón de la humanidad. San Agustín afirma: “María concibió a Dios en su corazón antes que en su cuerpo”.

María acoge con todo su ser la Palabra hecha carne. Su propia sangre fue la sangre de Cristo. Por las venas de Cristo corre la sangre de María; Jesús se encarna, por obra del Espíritu Santo, en el seno de una doncella virgen. María hizo posible la primera Navidad. María, la joven mamá, fue la primera en acoger el llanto del recién nacido, junto con su esposo José, la primera en sentir el latido de su tierno corazón y de estrecharlo en su regazo maternal con entrañas de madre y virgen.

Años después, María será quien también acoja el último suspiro de su Hijo muriendo en una cruz como un malhechor. Ella estará al pie de la cruz con la misma fe, firmeza, fortaleza y amor que cuando el ángel Gabriel le anunció: “No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios. Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David” (Lc 1,30-32). Ante la evidencia de la muerte de su hijo, ¿cómo seguir creyendo en las promesas del ángel? ¡Profunda fe la de María!

La cruz se presentaba como el final de toda esperanza, pero María ve en ella el árbol de la vida. El cumplimiento del plan salvífico de parte de Dios. En la cruz es donde realmente este niño nacido en Belén, llamado Emmanuel, se manifiesta como el Mesías y el Salvador. En la bajeza de un malhechor, Jesús manifiesta su poder salvífico para toda la humanidad.

María nos enseña el camino para que Jesús nazca en nuestro propio interior: fe incondicional en las promesas de Dios, confianza, entrega y fidelidad al plan de Dios. Pues, Dios para cada uno de sus hijos tiene un plan, un proyecto. María nos enseña a hacer la voluntad del Padre y a ser fieles al plan de Dios. “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Esta podía ser una oración de Adviento. Una oración repetida continuamente para que se encarne en nuestro corazón y anide en él.

Vivir el Adviento a la luz de María conlleva ser personas generosas, interiorizadas, silenciosas y orantes, dándose del todo al TODO, para que él pueda encarnarse en nuestro interior y vivir en su intimidad, en comunión con nuestros hermanos y hermanas en humanidad; para que seamos hombres y mujeres de paz y concordia. Si así vivimos el Adviento, la Navidad será una realidad en nuestro corazón, en las familias y en nuestra sociedad.

En Navidad nace el Emmanuel, el Dios-con-nosotros: un niño, pobre, pequeño y necesitado de cuidados, como todo niño. Numerosos son los hombres y mujeres con los que nos encontramos diariamente, necesitados de pan y de hogar, de cariño y amistad, viviendo sintecho ni esperanza, para quienes el Adviento no tiene ningún sentido,ni tampocola Navidad.Y en este Adviento 2020, todavía esta realidad se hace más cruda, más real y generalizada, a causa de esta pandemia que a todos nos tiene tan afectados, tocados de una u otra manera. El mundo está en llanto, sufriendo dolores como de parto, dirá san Pablo; desesperanzado, con gran dificultad para seguir esperando en la promesa. Y, sin embargo, Dios sigue visitando a la humanidad, a cada persona, en esta tragedia personal y colectiva, pues el Adviento es una realidad mucho más fuerte que el Covid-19.Este virus un día será vencido y podremos volver a celebrar el Adviento y la Navidad con gozo y júbilo. ¡Abrámonos a la esperanza! Tal vez en adelanteseamos más conscientes de lo que significa el Adviento y la Navidad y, desde un corazón purificado,acogeremos la VIDA, a Cristo entre nosotros.

Los cristianos estamos llamados a ser hombres y mujeres de fe y confianza que transmiten al mundo el júbilo del nacimiento de Jesús, el Mesías, el Salvador. Porque solamente él puede erradicar tantas y tantas carencias, injusticias y necesidades como hay en el mundo. Él puede curarnos de esta pandemia y consolarnos de tanto y tanto llanto y sufrimiento que muchas otras pandemias nos causan. Ante la realidad concreta de la sociedaden la que vivimoshemos de sembrarsemillas de solidaridad, esperanzay amor para que la Navidad sea una realidad en todos los corazones, pese a que este año,externamente, sea diferente.

Y con María digamos a Dios: nuestra humanidad “no tiene vino”, es decir, “no tiene esperanza”,“no tiene alegría”. Dios encarnado, sé tú mismo nuestra esperanza y nuestro gozo, acógenos en tu regazo y arrópanos con la ternura de tu amor compasivo.Ya ejemplo de María y con su ayuda sepamos acoger a tantos hermanos nuestros, necesitados de los cuidados de un niño, y arroparlos con nuestra comprensión y amor fraterno.

Que María, la llena de gracia, la elegida del Padre para que se cumpla la promesa, la encarnación del Verbo, nos ayude a vivir el Adviento con los ojos y el corazón puestos en AQUEL que llega y nos trae la salud, paz, la justicia y la unidad entre todas las razas y naciones. Nuestra Señora del Adviento, ruega por tus hijos e hijas,que caminan en este valle de lágrimas, con la esperanza de celebrar con gozo la Navidad.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Biblia, Espiritualidad ,

Tiempo de oportunidad para un nuevo amanecer

Martes, 8 de diciembre de 2020
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palomas-amanecer-2-copiaSilke Apel
Guatemala.

ECLESALIA, 04/12/20.- La pandemia ha sido un golpe bajo para la arrogancia humana. Vino sin ser invitada y no está dispuesta a irse pronto. El ser humano, explorador, conquistador, creativo; se ha visto ninguneado, con toda su ciencia y tecnología, por un virus que, según los científicos, no mide más de 67 nanómetros [1] de diámetro.

Aún no está claro, después de un año de su aparición en el mundo, cómo se propaga, qué órganos ataca, cuáles son sus síntomas específicos o cómo muta.Sin embargo, ha llevado a la humanidad a verse de frente con su insignificancia, su nulidad, su temporalidad. No hay humano inmune al virus, y por ahora, no hay dinero que pueda garantizar la vida de nadie frente a este. Al ser humano, que pensaba que tenía el control de todo, no le queda otra que aceptar que vida y muerte escapan de su dominio y que son “un asunto serio” [2].

Al mundo, que no podía parar; a los mercados que solo conocían crecer, les fue puesto un alto. Los índices de las bolsas cayeron; el consumo, supuesto motor del desarrollo, se detuvo. ¿Quién diría que las otroras multimillonarias líneas aéreas, las grandes cadenas hoteleras, las petroleras, junto con tantas otras empresas, tuvieran un colapso económico? ¿Que los grandes índices del mercado dejarían de controlar el mundo para dar paso a la espera e incertidumbre? Pareciera como si un rayo de luz divina se hubiera abierto paso entre el humo de la industria parailuminar tantas vidas que, al detenerse, descubrieron dimensiones de su ser desconocidas.

Las dificultades económicas de tantas familias obligaron a muchos a buscar refugio con sus familiares, volviendo a sus vínculos más ancestrales. Los hijos regresaron al regazo de sus madres, llorando sus pérdidas, pero honrando sus orígenes. El tráfico y la neurosis colectiva pasaron al trabajo en casa, reuniendo parejas que antes no tenían tiempo para compartir, dando ahora la oportunidad de evaluar si podían convivir.

Los hijos fueron obligados a pasar más tiempo en casa y los padres a ser creativos para compartir tiempo con ellos. Las familias recordaron los viejos juegos de mesa. Los jóvenes buscaron recetas en redes sociales para sorprender a los demás. Incluso hubo competencias en artes culinarias. Los padres desempolvaron las viejas recetas de la abuela buscando superar las novedades de las redes.

Las grandes bodas fueron canceladas y triunfó el amor, ya que los jóvenes decidieron que aún sin espectáculo, valía la pena entregarse uno al otro por el resto de sus vidas. También hubo quien descubrió que vivía con algún desconocido y decidió darse la oportunidad para conocerse a sí misma.

Muchas personas habrán tenido el tiempo de leer libros que desde tiempo atrás querían leer, meditar, pintar, escribir, hacer el jardín, contar cuentos, aprender algo nuevo online… tanto por hacer, cuando podemos decidir por nosotras mismas cómo invertir el tiempo.

LAS MUJERES ANTE LA CRISIS SANITARIA

La emergencia médica, sacó lo mejor de tantas personas comprometidas con la salud, pero su insuficiencia despertó la medicina alternativa que había sido desdeñada. De repente, tuvieron importancia las mujeres que guardaban los secretos de las plantas, las sanadoras, las chamanas, las que honran la naturaleza, las cuidadoras. Valdría la pena hacer un estudio comparativo entre la eficacia de los métodos alopáticos comparados con las terapias alternativas y naturales ya que, ante las manifestaciones tan erráticas del virus, no hay tratamiento seguro y los pueblos parecieran tener buenos resultados con tratamientos naturales y energéticos frente al virus.

Con este fuerte cambio en el orden mundial, empezó a adquirir importancia la acogida de la madre, la cocina en casa, la nutrición sana, mientras más natural y en contacto con la tierra, mejor. Empezamos a buscar la cercanía con la madre tierra, sus medicinas y terapias y nos abrimos a las fuerzas del cosmos buscando relacionarnos con la energía del universo que lo penetra todo. Y allí, abriendo nuestras conciencias, descubrimos que la muerte no es la enemiga que nos roba la vida, sino una gran hermana que puede sacar lo mejor de nosotras. Ya lo había dicho Francisco de Asís hace siglos.

También han sido esas mujeres sanadoras, quienes han acompañado a las familias que enterraron seres amados, sostuvieron sus manos, oraron, invocaron y llevaron luz, esperanza y consuelo entre tanto dolor ante la muerte repentina. Las mujeres suelen organizarse para acompañar a quienes sufren, escuchan los lamentos, acogen el dolor, llevan alimento para el cuerpo y el alma, y transmutan el sufrimiento.

Las mujeres saben honrar la vulnerabilidad y recuperar la sacramentalidad de la vida. Viven el dolor de la opresión de su género día a día y desde allí reconocen que el hombre no tiene la última palabra. Saben que la muerte, desde Jesús de Nazareth, es una buena noticia, que el Dios revelado por Jesús, no abandona al ser humano en la cruz, que la última palabra no la tiene el poder del mundo, ni la violencia, ni la muerte. Confían en Dios que levanta los huesos secos del desierto (Ez 37), saben que la muerte ha perdido su aguijón (1 Cor 15,55ss), que es ganancia (Flp 1,21) y llenas de fe, llevan amor y esperanza a los hogares sufrientes.

LA OPORTUNIDAD

Resulta que este ínfimo virus trae un mensaje: ha venido a subvertir el orden mundial. Ha venido a cambiar las estructuras y los valores de las cosas, ha desafiado a las fuerzas ostentosas y la dominación, haciendo surgir la necesidad del cuidado del otro, la acogida y el amorsororales. Se reveló la urgente necesidad de la solidaridad, del cuidado por los otros, la responsabilidad social, la dependencia mutua; tal como muy bien lo ha expuesto el papa Francisco en su encíclica Fratelli tuti; y que todos los grandes místicos de todas las religiones no han cesado de repetir por milenos.

Nos enseñó lo absurdo de la competencia, del afán de tener y poseer, y la necesidad de construir sociedades más solidarias y fraternas, donde nos importen nuestros vecinos como seres humanos, hermanas y hermanos todos. Donde dejemos de construir muros para defender nuestras posesiones de las personas desposeídas. Ya que este virus ¡se salta los muros! Debe preocuparnos que las y los más pobres entre los pobres estén libres del virus. Mientras alguien tenga el virus ¡todas las personas estamos en riesgo! No había sido así con el hambre, la pobreza, la esclavitud, la migración… Siempre hubo palacetes donde, quien podía, se refugiaba de lo que incomoda. No es así con este implacable virus, que no respeta condición social, económica ni nada, ha sido el bicho más democrático del último siglo.

Pareciera ser que la Madre Tierra nos ofrece un año de gracia, una nueva oportunidad para recrearnos como humanidad, un año sabático según la tradición bíblica: cada siete años, se perdonaban las deudas, los esclavos eran dejados en libertad, los campos quedaban sin cultivar y sus frutos espontáneos quedaban para los pobres (Ex 21, 2-6; 23, 10-13; Dt 15, 1-18; Lv 25, 1-7.20-22) [3]. El Covid 19 ha revelado que los sistemas ideológicos construidos por los hombres son insostenibles ya que, han creado mayores brechas entre los habitantes. El consumismo, al final, nos consume a nosotros mismos; el patriarcado, con su idea de conquista y dominio, no puede hacer nada frente a este ínfimo virus, tampoco el más robusto sistema económico de mercado puede comprar un minuto de vida a un enfermo, o dar fuerza a un médico exhausto.

Abrazando el dolor y la muerte, con fe en que la vida tiene sentido más allá de nuestro espacio temporal, podemos reconocer este tiempo como un extraordinario tiempo de gracia ofrecido a la humanidad, tiempo de vuelta al interior, de vincularnos con nuestras entrañas y descubrir nuestra relación con toda la creación. El dolor y la muerte, tal y como lo han enseñado todas las tradiciones religiosas, son parte de la vida misma. Traen un nuevo amanecer, redimensionan la vida descubriendo lo que en realidad importa.

¿No ha sido el ser humano y su avaricia un virus implacable para el mundo y su diversidad de vida?

Al final de cuentas, lo que en lo más íntimo de nuestro ser buscamos, es volver al regazo de la Madre Tierra, queacoge incondicionalmente, transmuta nuestra energía y nos hace eternos. Sin lugar a dudas, esto es un gran mensaje del Covid 19: si escuchamos, podemos reconocer esta época comoun tiempo de gracia para redescubrir lo importante, reconocer que necesariamente estamos todas/os en un mismo barco y nos necesitamos unos/as a otras/os, es una invitación a construir una nueva humanidad.Todas y todos somo hermanas/os como lo dijo el jefe Seattle [4]: hijos de la tierra, los ríos son su sangre y ella no se puede poseer (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).


[1] https://www.lasexta.com/el-muro/deborah-garcia/coronavirus-tamano-importa_202009025f4f68e6d546fc000174af5d.html; consultado 02/11/2020.

[2] Sutra del final del día:“Desde lo más profundo del corazón os digo a todos: Vida y muerte son un asunto serio. Todo pasa deprisa; estad todos muy vigilantes. Nadie sea descuidado. Nadie olvidadizo”.

[3] Diccionario de términos religiosos y afines; Editorial Verbo Divino, Madrid 1996.

[4] Cf. Carta del Jefe Seattle al presidente norteamericano Franklyn Pierce, 1854.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Espiritualidad ,

Vigilia de la Inmaculada: Y en pecado me concibió mi madre

Lunes, 7 de diciembre de 2020
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Del blog de Xabier Pikaza:

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Me lanzo a la piscina y parafraseo un comentario que acabo de leer y con el que estoy plenamente de acuerdo… El dogma de la Inmaculada, además de carecer de la más coherente base bíblica, es un insulto a todas las madres. Es decirles que su forma de concebir y de parir, su maternidad es impura, es un defecto, tiene mancha. Por eso la madre de Dios tenía que  librarse de él. Por eso se la declaró “inmaculada”. (de ahí ese rito de “purificación” que tuvieron que aguantar nuestras madres – los padres no- , tras cada uno de sus partos, para poder acceder de nuevo al templo… Una barbaridad que aún pesa en el  imaginario clerical y misógino.


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Para situar y entender la fiesta de la Inmaculada

La “vigilia”  es rito de “iniciación y paso”, de un estado anterior de impureza/pecado a uno más alto de pureza y salvación. En esa línea, la vigilia o vela de la Inmaculada tiene que hacernos pasar de la visión de una mujer “maculada” o manchada (dominante en muchas religiones, e incluso en un judaísmo y cristianismo), a un tipo más alto de mujer madura, sin mancha, capaz de dialogar con Dios y con los otros seres humanos.    

Sólo si entendemos y sufrimos (superamos) la oración del Salmo 50/51 “y en pecado me concibió mi madre”  podremos celebrar mañana la fiesta de la Inmaculada. Esta fiesta necesita una “vigilia”, un rito de paso, y así quiero mostrarlo comentando ese salmo que se “centra” en el pecado de la mujer y madre.

Quizá hubo en un principio un tipo de matriarcado, una visión de la mujer-madre como santidad originaria, maternidad divina. Pero en un momento dado, desde la India hasta Israel (y Grecia), pasando por Persia, la mujer-madre ha venido a concebirse como signo de pecado, y la concepción y el nacimiento de los hombres como una “caída”, esto es, una “mácula” o mancha. Por eso, el “dogma” de la Inmaculada Concepción quiere recuperar a la mujer sin marcha, no en la línea del matriarcado antiguo, sino de un nueva humanidad donde se pueda nacer en amor (no en pecado) y vivir en gratuidad personal,  algo que para los cristianos católicos está representado no sólo por Cristo, sino también por María, su madre. En ese fondo quiero desarrollar esta Vigilia de la Inmaculada, leyendo, comentando y superando el tema del  Salmo 51 (=50 de la Biblia LXX y de la liturgia católica).

El Salmo miserere

maxresdefaultÉse es el salmo “miserere”, quizá  el más famoso de todos (Misericordia, Dios mío por tu bondad…), la oración oficial de los días de luto, canto y rito de penitencia, lamento de tristeza, oración por los muertos, clamor de los pecadores, que piden perdón a Dios, confesando su pecado, reconociéndose manchados…

Pues bien, en el momento más dolorido del salmo, el orante no sólo dice a Dios que es pecador, sino hijo de pecadora, de “mala” mujer, pues “en pecado me concibió mi madre”. Según ese salmo oficial del judaísmo y de cierto tipo de Iglesia, no somos “hijos de inmaculada”, sino de una madre maculada, manchada. Pues bien, esta oración, que así nos define como “hijos de manchada” no es en sí cristiana (como indicaré mañana, al hablar de María inmaculada, pero forma parte de un estrato muy importante del Antiguo Testamento (de la piedad israelita del Segundo Templo), de la gnosis judeo-cristiana y de cierta teología y “política” falsamente eclesial que ha insistido en el pecado de los hombres, para así someterles mejor (añadiendo que sólo ella, la Iglesia, puede liberarles del pecado, con su perdón y sus sacramentos. Resaltaré mañana el carácter anti-cristiano de esa visión. Pero quiero hoy empezar (en línea de Vigilia) intentando comprenderla, comentando el salmo 51 (=50) o Miserere, desde el Antiguo Testamento.

Hay en al AT varias formas de entender a la mujer, como yo mismo he señalado en un libro dedicado  a la mujer en general y en otro a la mujer en la Biblia. Pero en los últimos siglos antes de Jesús se extendió en diversas religiones y culturas (de la India a Grecia, pasando por Persia y el mismo Antiguo Testamento, un visión  negativo de la mujer como pecado. En esas línea, la ley sacerdotal israelita considera impura a la mujer durante su ciclo menstrual (Lev 15, 1-16), en el parto y después del parto (cuarenta días si el nacido es niño, ochenta si es niña: Lev 12, 2-5).

D082uruWoAEObgDCiertamente, esa “impureza” no es pecado en sentido moral, sino un estado de “irregularidad” vital que es, al mismo tiempo, peligroso y fascinante, de fondo sagrado, pero ella sitúa e interpreta a la mujer en un entorno de pecado. Por otra parte, ciertas “leyes de impureza femenina” del ciclo menstrual, de la concepción y el nacimiento, pueden y deben entenderse como “protección” para las mujeres, que en esos días conservan su autonomía corporal (y no puede ser utilizadas por varones). Pero, en otro sentido, esas leyes han servido para poner de relieve el “dominio” del padre y marido, manteniendo a las mujeres sometidas bajo su autoridad.   

Éste es un tema importante de la Biblia. Es evidente que un tiempo antiguo existieron “sacerdotisas” (mujeres sagradas), vinculadas al culto de la Ashera (o Astarté). Pero tras el triunfo del yahvismo, y de un modo especial tras el exilio del siglo VI a.C., las mujeres de Israel fueron expulsadas del ámbito sacral “positivo”, para ser consideradas como falsas hechiceras si intervenían en un culto religioso dirigido y dominado por varones.

Hay en la Biblia judía numerosas visiones positivas de mujeres, como he dicho, historias abiertas a la vida en igualdad creadora. Pero en conjunto ha dominado una visión semi-gnóstica, que concibe a la mujer como madre-pecadora (maculada), como ha puesto de relieve el Salmo Miserere que ha sido leído y entendido hasta “ayer”, quizá hasta hoy, en línea antifemenina.

Salmo 50 (=51), 1-9

  •  Misericordia, Dios mío, por tu bondad, /por tu inmensa compasión borra mi culpa; 4
  • lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
  • Yo reconozco mi culpa, / tengo siempre presente mi pecado.
  • Contra ti, contra ti solo pequé / cometí la maldad en tu presencia.
  • En la sentencia tendrás razón,
  • en el juicio resultarás inocente.
  • Mira, en la culpa nací, /pecador me concibió mi madre.
  • Te gusta un corazón sincero, / y en mi interior me inculcas sabiduría.
  • Rocíame con el hisopo, / quedaré limpio;
  • lávame, /quedaré más blanco que la nieve.

51, 7-8.  El autor “simbólico” de este salmo es el rey David,  que confiesa aquí su pecado (=pecado de madre) como raíz de su situación de pecado. Esta declaración mira hacia atrás, pasando de su concepción a su nacimiento, penetrando en el punto más remoto del comienzo de su vida.

Está de fondo la idea del carácter penoso, doloroso, del nacimiento,  la referencia al deseo sexual ambiguo (desearás a tu marido, y él te dominará) y al decreto de Dios, “y con dolor parirás a tus hijos” (cf. Gen 3,16).

Está en la superficie su pecado de violador, adúltero y asesino... Ha violado a Betsabé, mujer de Urías (“abuela de Jesús”, Mt 1), ha hecho matar a Urías… Pero en vez de confesar su pecado personal y social (de mal “macho” y de rey) echa la culpa a su madre… (ella le concibió en pecado…)

 Aquí tenemos una concepción milenaria de la mujer, y de la madre que engendra para el pecado y el dolor,  en la línea de cierto budismo, de un zoroastrismo persa, e incluso del mito de Pandora en Grecia (con la gnosis posterior, el maniqueísmo etc.). En el fondo está la visión del “ardor sexual”, con el verbo יחם (quemarse de deseo, que se aplica a la mujer… y también al hombre, en un plano asimétrico). Esta visión hace referencia a aquello que el coito humano tiene de común con el despliegue de vida de los vivientes (animales), en un contexto en que la concepción y el nacimiento aparecen vinculados al deseo originario de la vida, concebido en claves (¡al mismo tiempo!) de sacralidad y de riesgo, de impulso vital y violencia, de bendición y de pecado (que en muchos casos resulta dominante).

Según esta visión, los hombres son “espíritus animalizados”, en forma asimétrica (como si lo animal dominara más en las mujeres…). Desde esa perspectiva, todo nacimiento humano tiene un rasgo de pecado (de caída del plano superior del espíritu, en un mundo de materia). Según eso, el nacimiento humano (con la figura de la madre) viene a presentarse en claves cercanas al pecado. La gran “madre divina” se vuelve madre pecadora, carne manchadas.

Esa visión del “peligro” (sacralidad y riesgo del origen de la vida) se ha puesto más de relieve en la experiencia y vida de los israelitas a partir del siglo V a.C., cuando ellos han desarrollado una fuerte conciencia de pecado y de exigencia de purificación,   de forma que la experiencia religiosas (sacrificios del templo, oraciones), se toman como medios para superar (neutralizar) el riesgo de los grandes poderes de la vida y del mismo nacimiento… Desde ese fondo se entiende la palabra clave de este salmo: Y en pecado me concibió mi madre, especialmente ella.

Según esa expresión, la misma entrada del ser humano en la vida, a través de la concepción y el nacimiento en la “carne” se interpreta en clave de pecado… Todo nacimiento es “pecado de mujer” o es, mas bien,  un conjunto de pecado (como traducen los LXX y la Vulgata: En pecados me concibió mi madre).

Lo que quiere expresarse de esa forma es una acusación que sirve para iluminar  el último fundamento de la corrupción de conjunto de la vida, en una línea que aparece ya en este salmo (siglo V-IV a.C.), en paralelo con otras visiones de la India, de Persia y de Gracia…, pero que sólo ha sido desarrollada plenamente más tarde, por la gnosis, por el maniqueísmo, y en parte por San Agustín.

Ciertamente, la Biblia judía sabe en un sentido que la vida es gracia, y cada nacimiento es una bendición. Pero, al mismo tiempo, en otro plano, en este momento, a partir del siglo IV a.C., la misma Biblia judía empieza a entender la vida humana como un es riesgo de “desmesura” (que de algún modo puede reflejarse ya que Gen 2-4), en forma de enigma.

De esa forma, lo mejor, que es el despliegue de la vida, viene a presentarse como riesgo de lo peor, de un deseo pecaminoso de independizarse de Dios, de crear una vida contraria a Dios, como signo que se expresa y encarna de un modo especial en la mujer, entendida como “madre de la vida buena”, pero también como pecadora. Por eso, la Biblia dice que el ser humano es pecador desde el vientre materno (מלּדה וּמהריון, Sal 58,4; Gen 8,21), es טמא מטּמא, es un ser impuro que brota de lo impuro (Job 14,4), es “carne” que nace de carne.

Desde su mismo comienzo, desde su mismo principio, el hombre se encuentra marcado por la culpa, de forma que la tendencia al pecado, con  su corrupción, se propaga de los padres a los hijos, de una forma que parece estar al fondo de la visión antropológica de San Pablo en Rom 1-7, y, de un modo especial, en un tipo de Iglesia posterior, dominada por la “sombra pecadora” de la moral sexual de San Agustín.

 Y de esa manera, de un modo consecuente, se ha podido decir que, en cada pecado actual que el hombre comete, su misma naturaleza humana, inmersa en el pecado, se muestra externamente como pecadora, cada pecado humano es un deseo de separarse de Dios, de centrarse en sí mismo…Un deseo que se ha simbolizado de forma muy intensa en la mujer, entendida como fuente de vida, pero, al mismo tiempo, como riesgo supremo de pecado para los hombres.

 Esta experiencia se expresa en Sal 51 de un modo más claro que en ningún otro pasaje del Antiguo Testamento… Este es un motivo que no ha sido “tematizado” (desarrollado de forma teológica), pero que está al fondo de gran parte de la experiencia y teología de Israel, en los siglos que preceden al surgimiento de Cristo, desde el V al I a.C., en los libros apocalípticos e incluso en algunos sapienciales. Ciertamente, el conjunto del AT deja sin resolver el fundamento último del pecado, su despliegue a partir de la historia primitiva de la humanidad, y su trasfondo demoníaco, pero ha empezado a moverse en esa línea (que desembocará, como vengo diciendo, en los gnósticos y maniqueos).

Ese es un tema clave del libro de Henoc, que no ha sido aceptado en la Biblia, pero que influye en ella, lo mismo que el libro de los Jubileos: Conforme a la “historia” de Henoc y de los Jubileos, cada concepción humana es una violación, cada “macho” en celo es un demonio, cada mujer es un signo demoníaco. Digo que esa experiencia no se ha impuesto en el AT (que ha “canonizado” en otro línea el Cantar de los Cantares), ni en el primitivo cristianismo, pero está siempre en el fondo, como en un tipo de religiones de la “negación vital”, desde cierto budismo al maniqueísmo semi-cristiano, de manera que se puede y debe afirmar que el único pecado del ser humano es “haber nacido”, pues en pecado es concebido el niño, en pecado crece, en gran riesgo de pecado muere. (He criticado y superado esta visión en mi Teología de la Biblia).

Desde ese fondo ha de entenderse este Salmo 51,7. Así dice David, representante de lo mejor de Israel, autor “mesiánico” de este salmo, el in peccatis concepit me mater mera, y en pecado me concibió mi madre… Por eso, el orante judío o cristiano que toma como suyo este salmo le pide a Dios que le conceda un corazón nuevo, que le purifique  que le conceda una sabiduría penitencial y mística, por cuyo medio pueda liberarse de la mala mujer, de la padre pecadora, del dominio del pecado.

Este orante del Sal 51, 7 le pide a Dios perdón para superar el pecado de su origen de su forma de vida (pecado que no empieza siendo suyo, sino de su madre). Este orante (este Cristo davídico falso) es ante todo un pecador. Conforme al título oficial del salmo (el orante se identifica con el David pecador que “rapta” o seduce a Betsabe, adulterando con ella y matando al marido legítimo Urías…). ¡No sé cómo las mujeres han podido orar con ese salmo…! a no ser que lo hagan identificándose simbólicamente con un tipo de humanidad pecadora.

Ese David de pecado somos todos los orantes de este salmo, pidiendo a Dios que nos conceda la  hokma, חכמה, es decir, la sabiduría  que nos permita comprender con profundidad la verdad de Dios, esto es, aquella en la que Dios se deleita, a la que Dios desea en lo más hondo, la pureza inmaculada, más allá del pecado.

Eso significa que cada hombre  nacido (varón o mujer) tiene que comenzar pidiendo a Dios perdón por su nacimiento, por el pecado de sus padres (y de un modo especial por el de su madre…), pues ha sido concebido en medio de la “impureza vital” (biológica) y del deseo ciego, contrario a Dios, de la “libido”, como la de los ángeles y violadores del libro de Henoc (de Gen 6). Todo padre es un violador (ángel perverso, macho violento, David adúltero…), y toda madre es una pecadora… que de algún modo consiente (como Betsabé, la “abuela” de Jesús según Mt 1) o que de hecho, aunque no consienta, aparece como “carne de pecado”.

 Ésta es la confesión de fondo del salmista,  que se muestra culpable ante Dios (por causa de su madre) y que le pide perdón, para superar su pecado y vivir en penitencia. Por eso, David pide a Dios  que le perdone… En contra del Jesús de Mc 1, 9-11, que no pide perdón a Dios, que no asume las palabras del Sal 51, 7 (y en pecado me concibió mi madre…). Jesús no se confiesa pecador ante Dios, sino que se descubre “hijo querido”. Eso significa que este salmo “penitencial” de la Iglesia, tomado estrictamente, no es cristiano, no es oración de Jesús.

Ciertamente, este salmo tiene un elemento positivo: El orante se reconoce pecador ante Dios por toda una larga historia de pecado de la humanidad. Pero no puede identificar su pecado como “culpa de madre”. Este salmo tiene un elemento positivo, pero a lo largo de los siglos ha tomado una sobrecarga de culpabilidad, y de culpabilidad proyectada en especial sobre la mujer-madre.

  A lo largo de los siglos, en sus “actos penitenciales”, en las liturgias de témporas lo mismo que en los entierros, en las recomendaciones del alma del moribundo y en los comienzos de cualquier compromiso, los cristianos han rezado el “miserere”, este salmo que confiesa “et in peccatis concepit me mater mea”. Este ha sido y sigue siendo un residuo “precristiano” de la experiencia cristiana, porque, conforme a la experiencia más honda del Nuevo Testamento, Jesús no ha rezado el “miserere”, no ha dicho que su madre le ha concebido en pecado, no ha pedido “perdón” a Dios, sino que ha escuchado la palabra “clave”. Tú eres mi Hijo (Mc 1, 9-11).

Ciertamente, el pecado sigue siendo fuerte y se manifiesta en el orgullo de la vida, en la opresión de los demás, en la destrucción de la inocencia… Pero el pecado central no está en lo que dice este salmo “miserere… Esto es algo que los cristianos tienen que aprender todavía, y pueden hacerlo evocando el signo de la Inmaculada (es decir, de la madre que no es pecadora, María).

Un texto paralelo (Job 14, 1-4).

  •  El hombre, nacido de mujer, /corto de días y hastiado de desgracias,
  •  brota como una flor y es cortado, /huye como una sombra y no permanece.

          Éste pasaje se puede comparar con Sal 51, 7,  pero no pone de relieve el pecado de la mujer, sino su debilidad…  “El hombre, nacido de mujer, corto de días y hastiado de desgracias, brota como una flor y es cortado…”. La mujer es débil, da a luz a los hijos con dolor; es impura durante el tiempo de su menstruación, y de esa su debilidad, sufrimiento e impureza constituye un principio y una parte de la vida del hombre desde su nacimiento (Job 15,14; 25.4).

Biblia, Espiritualidad

Llegada

Lunes, 7 de diciembre de 2020
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Del blog Nova Bella:

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No cesaremos de explorar

y el final de nuestro vagar

será llegar al lugar del que partimos

y conocerlo por primera vez.

*
T.S. Elliot

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

Consuelo Vélez: “Vivir la esperanza del adviento en tiempos de pandemia”

Lunes, 7 de diciembre de 2020
Comentarios desactivados en Consuelo Vélez: “Vivir la esperanza del adviento en tiempos de pandemia”

876450C3-AB8B-4321-B6D9-BB9915B2B820De su blog Fe y Vida:

Comenzamos el año litúrgico con el inicio de adviento. Serán cuatro semanas de preparación para la navidad, en un horizonte de alegría (a diferencia de cuaresma que también es tiempo de preparación, pero en un sentido más de conversión), porque esperamos el complimiento de una Buena Noticia: el Dios de los cielos se hace uno de los nuestros, asume nuestra condición humana y desde entonces no hay que buscarlo en las alturas, ni afuera de la historia sino en ella y en los seres humanos con los que se identifica definitivamente. En términos bíblicos: “lo que hiciste a uno de estos pequeños a mí me lo hiciste” (Mt 25, 40) o “nadie puede amar a Dios a quien no ve sino ama al hermano a quien ve” (1 Jn 4, 20).

En el primer domingo de adviento que acaba de pasar, el evangelista Marcos nos invitó a estar vigilantes porque “no sabemos cuándo vendrá el dueño de la casa” (13, 33-37). Esto es lo que nos ha sucedido con la pandemia. No sabíamos, ni imaginábamos que algo así pudiera cambiar nuestro estilo de vida, afectando nuestros planes y proyectos. Por supuesto hemos seguido adelante -con más o menos dificultad-, y esta experiencia nos está ayudando a entender nuestra limitación y vulnerabilidad y la necesidad de estar preparados para afrontar experiencias de este tipo. Ha sido necesario volver a las fuentes de nuestra fe: el Dios vivo, sosteniéndonos en todo momento, no encerrado en templos o liturgias, sino convocándonos siempre a la vida y a superar toda situación.

El segundo domingo de adviento nos presentará la figura de Juan el Bautista (Mc 1, 1-8) anunciando la diferencia entre su bautismo de agua y el que trae Jesús en el Espíritu. Nos convoca a salir de una religiosidad individualista para acoger la vida del Espíritu que siempre impulsa a la liberación de todas las esclavitudes y nos constituye en hijos e hijas de Dios. Podríamos conectarlo con el inicio de la misión de Jesús que Lucas (4, 18-19) describe como acción del espíritu quien lo envía a dar la buena noticia a los pobres de que sus situaciones de dolor van a transformarse. Con la pandemia a cuestas, este bautismo en el espíritu nos invita a cambiar tantas situaciones de pobreza que han hecho tan difícil el cuidado mínimo contra el coronavirus, por falta de agua, de vivienda, de trabajo, de recursos para “cuidar y cuidarse”.

El tercer domingo de adviento nos presentará de nuevo la figura de Juan el Bautista, pero esta vez lo hace el evangelista Juan (1, 6-8. 19-28), aclarando que Él no es el Mesías sino el que allana los caminos para su llegada. Hay que descubrir a este Jesús que viene y la lógica del reino que anuncia. Romperá con los moldes de lo establecido por la ley judía y propondrá otra manera de ser hijo e hija de Dios, basada en la misericordia y el servicio y no en el cumplimiento de la ley y el culto. Buena semana para pensar en todo lo que la pandemia trajo para nuestra vivencia de fe. Esta no se pude basar en ir al templo, ni en la celebración de los sacramentos ni en el cumplimiento del precepto dominical o en cualquier otra de las prácticas tan bien establecidas que teníamos. Nos ha hecho ver que antes que el culto es la vida y antes que el templo es la iglesia viva que somos cada uno de nosotros. Podrán delimitarse los aforos en los templos, con normas de bioseguridad y ayudarán, pero se hace necesario agrandar las fronteras de nuestra experiencia de fe para sentir que “no dejamos de asistir al templo” -por lo dicho antes- sino que podemos estrenar otras formas de ser iglesia que, tal vez, han llegado para quedarse.

El cuarto y último domingo de adviento Lucas (1, 26-38) nos presentará a María como protagonista del acontecimiento que esperamos. El diálogo que sostiene con el ángel es uno de los aspectos más significativos del texto. Esperar al Mesías y acogerlo supone la libre aceptación, pero, sobre todo, la pregunta reflexiva que indaga por cómo será aquello o cómo será posible dadas las circunstancias, es decir, la actitud madura de un seguimiento de Jesús que la hace a ella, no solo madre de Jesús sino la primera discípula y modelo para varones y mujeres en la iglesia.

Una lectura más atenta de cada uno de estos textos bíblicos nos dará muchas más luces para vivir este tiempo de adviento. Pero es importante que articulemos la fe con lo que estamos viviendo. Esperamos tiempos de pospandemia que nos hayan transformado a cada uno y hayan hecho mejor nuestro mundo. Sería una lástima y, sobre todo, una inconciencia, no haber crecido como personas, como sociedad y como iglesia en este tiempo difícil que nos ha tocado vivir y volver a lo de antes, sin ninguna diferencia. A semejanza de María sería bueno preguntarnos muchas veces ¿cómo podemos vivir con más conciencia para afrontar tantas cosas nuevas que pueden llegarnos? ¿Cómo sacar lo mejor de cada uno para responder a los desafíos presentes? ¿cómo estar dispuestos a aceptar las incertidumbres del camino desde una fe viva y activa? Que este adviento -tiempo de esperanza- nos llene de optimismo y fortaleza para asumir lo que va llegando y responder de la mejor forma posible.

(Foto tomada de: https://monitordolarvzla.com/esperanza-el-poema-que-emociona-al-mundo-en-medio-de-la-pandemia/)

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Pederastas, ¿uno de los nuestros?

Lunes, 7 de diciembre de 2020
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macielsinteirWojtyla frenó en 1999 la investigación iniciada contra el depredador Sexual Marcial Maciel desde Doctrina de la Fe

“Sus silencios y sus mentiras tienen ya fecha de caducidad” 

“Negacionismo, ninguneo, ataques a la credibilidad, minimización del daño causado y de la propia víctima, descalificaciones, humillaciones e insultos públicos, cuando no presiones o amenazas”

“Es necesario que sepan, quienes prostituyen la verdad, quienes pretender criminalizar a las víctimas y convertir a sus verdugos en víctimas que ya somos legión, que cada minuto que pasa sin que reconozcan y reparen a sus víctimas, logran cristalizar más apoyos sociales y restan puntos de su credibilidad como institución”

El cardenal Marx crea una fundación para ayudar a las víctimas de la pederastia en la Iglesia: “El sistema eclesiástico es culpable en su conjunto

En 1990 el director cinematográfico Martin Scorsese estrenó Goodfellas que por azar de la traducción, en nuestro país obtuvo el título de Uno de los Nuestros, uno de los lemas paradigma de la mafia. Uno de los nuestros, más allá de su significado superficial encierra la cortesía cooperativista, la defensa abnegada y hasta irracional que un grupo organizado realiza de sus individuales sea cual sea la falta o delito que cometan.

Uno de los nuestros es una llamada en clave para que cualquier delincuente, sea cual fuere su afrenta, agresión o culpa frente a la sociedad en donde habita, sea defendido sin rubor ni escrúpulos frente a las denuncias que pudieran hacerse contra el victimario miembro de esa organización, de ese grupo.

Algo que también más allá de la presunta simplificación de la expresión se lleva tiempo ejerciendo por algunas instituciones, organizaciones, asociaciones cuando uno de sus miembros cometen auténticas tropelías en el ámbito de la violencia sexual, contra mujeres y menores de edad.

Si tenemos en cuenta que en lo que se refiere a violencia sexual contra la infancia y adolescencia no se denuncian todos los delitos, debo recordar una vez más que las víctimas y supervivientes no expresan su testimonio cuando quieren hacerlo sino cuando pueden, y que en el ámbito eclesiástico estos silencios forzosos no son una excepción, más allá del ámbito emocional inestable, incapacitado e invalidado de la víctima existe un shock postraumático y un sentimiento de culpabilidad común a todas ellas.

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Pero estos delitos, que suponen un mazazo contra los menores en pleno proceso de forjado de su personalidad, además de una cuestión de salud pública y un ataque contra los derechos humanos, los de la infancia y la adolescencia, se topan en su denuncia con un uno de los nuestros en mayúsculas, una llamada a la defensa corrosiva del victimario y a la doble victimización del denunciante, que se lleva a cabo sin rubor por diferentes vías y en diferentes escalas.

Negacionismo, ninguneo, ataques a la credibilidad, minimización del daño causado y de la propia víctima, descalificaciones, humillaciones e insultos públicos, cuando no presiones o amenazas. Uno de los nuestros, tanto desde el altavoz de determinados miembros de la jerarquía eclesiástica, obispos, arzobispos y cardenalesprincipalmente, como desde representantes de ciertas organizaciones políticas y sociales que con lenguas de trapo hablan de la pederastia cuanto el victimario lo merece según sus propias apreciaciones y sus líneas editoriales, y guardan silencio en función de quien sea el delincuente y a que dedique su vida laboral o su afán espiritual.

Uno de los nuestros, porque es mejor no reconocer que se comparten filas con un abusador o agresor sexual. Pues bien, ese doble rasero, ese afán por colocarse una venda en los ojos y colocárnosla también a los demás, mientras que con una mano rezan y la otra machacan, es una intensa forma de proyectar el dolor, de por sí inmenso, contra las víctimas, como si ya no hubieran sufrido bastante.

A veces cuando escribo de estos terribles temas, de estas historias inyectadas de dolor humano, pienso que escribo para un desierto, el mismo en el que muchas víctimas directas e indirectas de estos delitos hemos tenido y seguimos teniendo que caminar, sin fecha de caducidad. Ese uno de los nuestros, esas sorderas y cegueras premeditadas, son por su perseverancia pecado, haciendo buena una máxima de Fernando de Rojas. Pero para desgracia de ellos y de todos sus nuestros, muchas veces por encima del pecado, en un Estado de Derecho, está también el coincidente delito, ese que ellos siguen anulando basándose en cortos plazos de prescripción.

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Ese que nunca debe afectarles y condenarles, porque los delincuentes son uno de los nuestros. Pues bien, sabido es que denuncias públicas y denuncias privadas existen y existirán, que muchas víctimas y supervivientes no pueden denunciar estos crímenes contra la integridad de infantes y adolescentes, que las cifras que rellenan informes y tesis sobre el particular ni son reales ni merecen análisis comparativos con otras tipologías delictivas.

Las víctimas y supervivientes somos uno, nadamos en la misma dirección y tenemos al mayor de los aliados, la verdad

Pero es necesario que sepan, quienes prostituyen la verdad, quienes pretender criminalizar a las víctimas y convertir a sus verdugos en víctimas que ya somos legión, que cada minuto que pasa sin que reconozcan y reparen a sus víctimas, logran cristalizar más apoyos sociales y restan puntos de su credibilidad como institución. La conciencia es testigo, juez y fiscal al mismo tiempo. La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio, como bien dijo Cicerón. Sus silencios y sus mentiras tienen ya fecha de caducidad.

Pero ellos aún no lo saben o prefieren seguir rezando, mientras ese diablo que tanto dicen temer, danza a su alrededor  como un poseso en un sombrío ceremonial, riéndose de sus oraciones y conjurando al buco instrumental, cornudo y bobalicón, tal como lo plasmó el genial Francisco de Goya. Se les fue el tiempo por el Camino, perdieron el Norte hace tiempo y antes que admitir los errores, prefieren seguir negándolos, conculcando así el principio máximo de sabiduría.

Fuente Religión Digital

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Mujer trans mendigaba en las calles después de huir de casa. Ahora es la primera abogada transgénero de Pakistán

Lunes, 7 de diciembre de 2020
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4367AA75-2123-4F80-888F-11973554E8EBNisha Rao está rompiendo barreras como la primera abogada transgénero de Pakistán (Reuters)

Una mujer trans que suplicaba en las calles para sobrevivir ahora lucha por su comunidad como la primera abogada transgénero de Pakistán.

Nisha Rao se escapó de casa a la edad de 18 años sin un centavo a su nombre. Encontró refugio en la comunidad transgénero de Karachi, que le aconsejó que mendigara o se convirtiera en trabajadora sexual para ganarse la vida.

Luchó contra viento y marea para cambiar su vida, utilizando su escaso salario para pagar las clases nocturnas y salir de la pobreza. “Enfrenté muchos problemas durante mi educación en derecho”, dijo a Reuters. “No tenía dinero para libros o cuotas universitarias, así que tuve que mendigar en los semáforos en las calles durante el día y tomar clases por la noche”.

Después de diez años de ardua persecución, Rao finalmente obtuvo su licencia de abogada en el Colegio de Abogados de Karachi. Ahora, con 28 años, sabe lo que es vivir al margen de la sociedad y está usando el poder de la ley para levantar a otros como ella.

Me ocupo principalmente de casos de acoso tanto para mujeres como para personas transgénero. Hasta ahora he comparecido ante el tribunal [con] más de 50 personas ”, dijo con orgullo. “He representado a más de 20 [personas] transgénero y me han aliviado”.

 

https://twitter.com/shazmeenbatool/status/1319225070980648960?s=21

Fuera de los tribunales, está trabajando con una ONG para luchar por los derechos de las personas trans en su país, y también ha establecido la primera iglesia cristiana para personas transgénero. “Soy una chica musulmana y una transgénero musulmana, pero sentía un dolor en mi corazón por las [personas] transgénero cristianas”, dijo a AP.

Significa todo para la congregación, que finalmente puede encontrar paz y consuelo después de haber sido rechazada por sus comunidades religiosas.

Un censo reciente contó más de 10,000 personas transgénero en Pakistán, aunque los grupos de derechos trans creen que el número es mucho mayor ya que muchos viven en secreto.

A partir de 2018, a los paquistaníes transgénero se les permite identificarse a sí mismos con su propio género, pero aún quedan viejos estigmas y personas como Rao son perseguidas todos los días.

La corriente está cambiando lentamente y algunas personas trans están logrando romper las barreras para defender a sus comunidades. Sin embargo, es un largo camino hacia la igualdad y Nisha Rao aún no ha terminado.

“Estoy orgullosa de haberme convertido en la primera abogada transgénero de Pakistán”, dijo. “Mi objetivo es convertirme en el primer juez transgénero de Pakistán”.

Fuente Reuters

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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

*

H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

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Marcos 1,1-8

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“Rendijas”. 2º Domingo de Adviento – B (Marcos 1,1-8). 06 de diciembre 2020

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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02_2_Adv_B_1429666Son bastantes las personas que ya no aciertan a creer en Dios. No es que lo rechacen. Es que no saben qué camino seguir para encontrarse con él. Y, sin embargo, Dios no está lejos. Oculto en el interior mismo de la vida, Dios sigue nuestros pasos, muchas veces errados o desesperanzados, con amor respetuoso y discreto. ¿Cómo percibir su presencia?

Marcos nos recuerda el grito del profeta en medio del desierto: «Preparadle el camino al Señor, allanad sus senderos». ¿Dónde y cómo abrir caminos a Dios en nuestras vidas? No hemos de pensar en vías espléndidas y despejadas por donde llegue un Dios espectacular. El teólogo catalán J. M. Rovira nos ha recordado que Dios se acerca a nosotros buscando la rendija que el hombre mantiene abierta a lo verdadero, a lo bueno, a lo bello, a lo humano. Son esos resquicios de la vida a los que hemos de atender para abrir caminos a Dios.

Para algunos, la vida se ha convertido en un laberinto. Ocupados en mil cosas, se mueven y agitan sin cesar, pero no saben de dónde vienen ni a dónde van. Se abre en ellos una rendija hacia Dios cuando se detienen para encontrarse con lo mejor de sí mismos.

Hay quienes viven una vida «descafeinada», plana e intrascendente en la que lo único importante es estar entretenido. Solo podrán vislumbrar a Dios si empiezan a atender el misterio que late en el fondo de la vida.

Otros viven sumergidos en «la espuma de las apariencias». Solo se preocupan de su imagen, de lo aparente y externo. Se encontrarán más cerca de Dios si buscan sencillamente la verdad.

Quienes viven fragmentados en mil trozos por el ruido, la retórica, las ambiciones o la prisa darán pasos hacia Dios si se esfuerzan por encontrar un hilo conductor que humanice sus vidas.

Muchos se irán encontrando con Dios si saben pasar de una actitud defensiva ante él a una postura de acogida; del tono arrogante a la oración humilde; del miedo al amor; de la autocondena a la acogida de su perdón. Y todos haremos más sitio a Dios en nuestra vida si lo buscamos con corazón sencillo.

José Antonio Pagola

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”Allanad los senderos del Señor”. Domingo 06 de diciembre de 2020. Domingo 2º de Adviento.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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02advientoB2cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 40,1-5.9-11: Preparadle un camino al Señor.
Salmo responsorial: 84:
Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.
2Pedro 3,8-14: Esperemos un cielo nuevo y una tierra nueva.
Marcos 1,1-8: Allanad los senderos del Señor.

En los tiempos que escribe el profeta Isaías el pueblo de Israel se encuentra en el exilio de Babilonia y es inminente un posible retorno a la tierra de Israel. Isaías da aliento a su pueblo diciéndoles que ya han satisfecho la pena que tenía estipulada por sus culpas, satisfacción lograda por medio de la esclavitud y los trabajos forzosos que han vivido en Babilonia. Ahora vendrá un mensajero, que el escritor no le da nombre, proclamando que todo monte sea rebajado, allanando, aplanado para hacer una senda a nuestro Dios que regresa triunfante a Jerusalén conduciendo a su pueblo como en otro tiempo lo hizo con los israelitas saliendo de Egipto. El escritor ha tomado una costumbre de su época, según la cual cuando un rey ganaba una guerra o una batalla se hacían caminos ceremoniales en los cuales se celebraba el triunfo del rey sobre sus enemigos. Asimismo Yahvé es el Señor, el Dios de Israel que retorna glorioso triunfante a Jerusalén por un camino preparado por Él. El mensajero anuncia a todo el pueblo esta noticia, noticia de esperanza y de alegría para una comunidad que vivía marginación y explotación. Los evangelistas han asociado a este mensajero que prepara el retorno de Yahvé con Juan el Bautista.

El Salmo canta la esperanza del pueblo desterrado que ahora retorna. Ellos se preguntan hasta cuándo Dios estará alejados de ellos, y la respuesta es unánime: Él mora en aquellos que le son fieles. Ese día Yahvé se hará presente. La justicia y la paz reinarán y las cosechas, que no han producido lo esperado, prosperarán. Es un himno al Dios compasivo que ahora retorna a su tierra para hacerla fructificar. Es la espera y la esperanza en un futuro mejor.

La segunda lectura de la carta de Pedro, nos sitúa dentro del debate sobre el día de la segunda venida del Señor. La comunidad para la que esta dirigida la carta de Pedro se preguntaba cuándo sería ese día en que Jesucristo resucitado volvería. En un principio se les había dicho que pronto pero pasaba el tiempo y no retornaba. El apóstol le responde diciéndole que el Señor no se retrasa en el cumplimiento de la promesa como ellos suponen, sino que usa de la paciencia de los hombres queriendo que todos lleguen a la salvación; por que un día es como mil años y mil años como un día para el Señor. En ese día se inaugurara un nuevo cielo y nueva tierra. Lo que nosotros tenemos que hacer es esforzarnos para ser hallados en paz ante él, y ésta debe ser una actitud permanente pues no sabemos el día en que vendrá. Pedro anima a la espera a una comunidad impaciente, y más que a una espera a vivir esperanzadamente en un futuro mejor. No niega que haya problemas en la comunidad (divisiones, persecuciones), pero lo que nos debe identificar como cristianos es la confianza en un futuro mejor.

El evangelio de Marcos se centra en la predicación de Juan el Bautista. En él se cumple la profecía de Malaquías según la cual vendrá un mensajero delante del Mesías (que sería Elías); y del profeta Isaías que expresa la misión del precursor preparar el camino de aquel que ha de venir. Juan proclamaba un bautismo de conversión el cual era signo del perdón de los pecados y que implicaba el compromiso de cambio de vida. Predicaba un castigo inminente de Dios y ante esa amenaza debíamos reconocernos pecadores, débiles, que hemos fallado, por lo cual el bautismo era expresión de un real cambio de vida y no solo un simple rito. Esta predicación era muy aceptada por las gentes de Jerusalén y de Judea, especialmente los más pobres (luego evangelistas nos dirán que los fariseos y los doctores de la ley, personas importantes, no creyeron en él). Caracteriza a Juan su vestimenta y su dieta, que significaba su talante profético. Se viste a sí porque las tradiciones de la época identificaban con estos rasgos a los profetas. La venida inminente de quien bautizará en Espíritu, es la esperanza que el grupo de seguidores de Juan arraiga en su corazón.

Como vemos, la liturgia del día de hoy nos invita a esperanza, a creer que en medio de las dificultades, de las persecuciones, de las realidades más duras de la vida; es posible un futuro mejor, porque el Señor es fiel a quienes asumen los valores de la verdad, de la justicia, de la fraternidad. Todas estas esperanzas que nos invitan las lecturas, como cristianos, las leemos en Jesús, sobre todo en este tiempo de espera alegre de la Navidad, espera de un nuevo mundo. Que nuestra esperanza sepa dar testimonio ante el mundo de que un futuro mejor, en medio de las difíciles condiciones de nuestra realidad, es posible. Leer más…

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6. XII 2020. Dom 2º Adviento. Ciclo B: Ante el pasado Consistorio, volver a Juan Bautista (Mc 1, 1-8)

Domingo, 6 de diciembre de 2020
Comentarios desactivados en 6. XII 2020. Dom 2º Adviento. Ciclo B: Ante el pasado Consistorio, volver a Juan Bautista (Mc 1, 1-8)

DD0CBCBD-2A60-49BD-8020-BC1DF49B8642Del blog de Xabier Pikaza:

El tema central de este Dom 2º de Adviento es el comienzo del Evangelio de Marcos (1,1-8), que seguiremos leyendo a lo largo del año 2021 (Ciclo B).

La figura dominante es Juan Bautista, marcando el paso que va del Antiguo al Nuevo Testamento; él convocó el primer “consistorio” de la iglesia, al que acudió Jesús, con otros voluntarios.

Ese motivo nos sitúa ante el reciente consistorio del Papa con sus cardenales, al comienzo del Adviento (28.11.2020) con su dignidad y su historia, ha sido un hermoso y digno consistorio, y me alegro de ello.

Pero yo preferido otro algo distinto, más parecido al de Juan, entre el desierto y la tierra prometida, donde acudió Jesús (Mc 1, 9), con sus compañeros, desnudos de riquezas, abiertos de esperanzas, conforme al evangelio de este domingo.

Composición de lugar

 

65405789-5779-4D4E-8526-F63BA48EA5A4Como he dicho, el consistorio del pasado 28.11.20, ha sido un digno y gozoso consistorio. Ciertamente, hay algunas excepciones, pero el colegio cardenalicio es uno de los colectivos más dignos y sanos no sólo de la Iglesia, sino de la humanidad actual. Los católicos podemos sentirnos muy contentos, y dar a Dios gracias por ello. Y, sin embargo, algunas cosas podían y pueden cambiar, en la línea del evangelio del domingo (Mc 1, 1-8). El colegio de los Cardenales nació en el siglo XI para resolver fuertes problemas de Iglesia. Por eso, el papa de entonces creó un colegio de “príncipes de la iglesia”, electores del  próximo papa (como los príncipes electores del Imperio Romano Germánico del siglo XI). Ese “invento” de los cardenales electores tuvo éxito, ha durado casi mil años… Pero quizá debería cambiar, siguiendo más el modelo de Juan Bautista  y de su grupo, del que surgió Jesús.

Este colegio de cardenales ha cumplido una función,  a lo largo de mil años, como signo de poder y prestigio de la Iglesia, pero quizá debe ir terminando (o cambiando mucho), con las reformas que ha introducido el Papa Francisco y con otras muchos mayores que deben introducirse. No parece normal ni bueno que sean solo varones y obispos. No hay razón ninguna para mujeres y no-obispos… No hay razón ninguna para que vistan de colorado…, no hay ninguna, ninguna razón, para que sigan siendo un residuo  de la reforma  feudal, imperial y “gregoriana” del siglo XI (cuando se crearon cardenales, consistorios y cónclaves, en torno al año 1059, como electores del papa).

Resulta significativo y, a mi juicio,prometedor  el hecho de que esta iglesia “cardenalicia” celebre mañana (el 6.12.20) el segundo domingo de Adviento, con la figura de Juan, a quien hoy quiero presentar como profeta y bautista del “gran” consistorio mesiánico al que se apuntaron los voluntarios del Reino, con  Jesús, que inició  desde allí su camino mesiánico. Como es normal, los cardenales del consistorio Vaticano 2020 son distinto de los compañeros del Bautista, entre los que estuvo Jesús… Por eso me gustaría que los próximos “consistorios” de la iglesia romana fueran más parecidos a los grupos del Bautista…, empezando por sus vestidos y comida, por su origen y vocación de Reino.

De aquel “consistorio” de Juan surgió Jesús, el hijo de María, de la que tratará el evangelio del próximo martes (8.12.20).  Ellos, muy distintos, muy unidos, han de ser los promotores de los próximos consistorios de la Iglesia, con hombres y mujeres, cristianos todos (casados o solteros, clérigos o laicos…). No sé la forme en que deberán elegirse los “compromisarios” de la próxima iglesia de Roma. Estos cardenales del año 2020 han cumplido una función y la seguirán cumpliendo algunos años (algunos decenios). Pero tiene que surgir pronto una iglesia distinta. En el primer milenio no hubo cardenales (ni los hay en las iglesia ortodoxas,protestantes etc…). En el tercer milenio tampoco habrá cardenales de este tipo.

         Pienso que la reforma de la Curia Vaticana, en la que está empeñado el Papa Francisco, va (ha de ir) en esa línea. En un sentido, poniéndose a soñar, hubiera sido hermoso que Francisco hubiera abandonado el Vaticano, con sus “nobles” cardenales (re-vestidos, solemnes, sentados bajo una cúpula de poder), para retomar la andadura de Juan y de Cristo, en el “desierto” (fuera del poder establecido), a la vera del Jordán, sin más vestido que una túnica de pelo de camello, sin más seguridad ni comida que los “saltamontes” y la miel silvestre del ancho mundo hermano. En esa línea puede entenderse el evangelio y liturgia de este domingo 2 de Adviento.

Contrapunto: Juan Bautista y los “cardenales” de Jesús

21731177-23AD-4A79-B787-4BE08131E41D Juan Bautista supo que este mundo (templo y vaticano incluidos) se encuentra condenado a muerte. Por eso abandonó el culto oficial, los poderes establecidos, para comenzar “a pelo” (desnudo de ropas y comidas de mercado) en el desierto del principio de la vida. Su camino y mensaje incluía tres certezas primordiales.

1) Según Juan Bautista, este mundo de riqueza, poder y exclusión (con el templo de Jerusalén y el Imperio romano) está condenado a muerte, se está destruyendo a sí mismo, porque es un mundo de injusticia. Por eso, Juan protesta contra la apariencias de las vestiduras que son signo de poder sacerdotal (social), volviendo a la naturaleza “desnuda”, igual para todos, con la túnica de pelo de camello, que no se compra ni vende en mercado. En esa misma línea protesta contra la injusticia de un mercado de comidas, que enriquece a unos, empobrece a otros, volviendo a la naturaleza y a sus dones, iguales para todos, saltamontes, miel silvestre…

(2) Sólo a quienes rompen así con el “mundo del poder” ofrece Juan un bautismo de esperanza, es decir, un nuevo comienzo,para escaparse «de la ira que se acerca» (cf. Mt 3, 7),  caminando hacia la salvación, en la tierra prometida, tras el río Jordán que separa el mundo antiguo del desierto y la tierra del Reino de Dios. Evidentemente, Juan habría sacado a los cardenales del consistorio 2020, con el mismo Papa Francisco, para abandonar otros “negocios” y comenzar una andadura de transformación personal y social, social y eclesial, sin dinero alguno (todo lo que se construye con puro dinero es malo), a cuerpo, junto al río de la vida.

(3) Pero, al mismo tiempo, Juan sabe que hay algo (Alguien) mayor que él, que todos sus discípulos, incluidos los “cardenales”. Por eso les anuncia y promete la llegada de   uno que es más fuerte, aquel que viene en nombre de Dios (o Dios mismo) para realizar las promesas antiguas y transformar en amor gratuito la vida de los hombres y mujeres, desde los más pobres (los considerados pecadores, los excluidos, sin casa fija en el mundo). De esa forma dice que él no tiene la última palabra, pero hay uno que la tiene, y ése es Dios, que quiere revelarse, expresar su Vida en la vida de los hombres.

(4) Juan sabe que la historia del hombre actual (del poder y la riqueza) ha fracasado, pero ha descubierto que queda un resquicio de esperanza y en ese  resquicio quiere mantenerse, para abrir la puerta a los que vengan, en el borde del desierto, ante el río que evoca el paso de la vida y el nuevo nacimiento en la tierra de Dios, el paso de Dios entre los hombres, excluidos de la tierra, con publicanos y  prostitutas que son sus cardenales (cf. Mt 21. 32), con Jesús que se une y siente bien con esa compañía (como seguirá diciendo Mc 1 9- 11).

(5) Juan se planta así, como profeta de Dios para los pobres, junto al río, vestido de piel de camello y comiendo alimentos silvestres (Mc 1, 6), para iniciar un camino de salvación con los expulsados de las pretendidas salvaciones de los poderosos.  Sólo si somos capaces de volver al “desierto” de Juan, sin más vestido que una túnica de pelo de camello, sin más comida que los saltamontes (langostas peregrinas) de la tierra, podremos iniciar la andadura de aquel “consistorio” al que acudió de verdad Jesús. Quizá habría que haberse olvidado Consistorio Vaticano 2020 (¡con el Papa Francisco!), para apuntarnos este próximo domingo al Consistorio Universal de Juan, en el desierto del Jordán, como empieza contando el evangelio.

Texto: Mc 2, 1-8

 (Título) 1. Principio del evangelio de Jesús Cristo, Hijo de Dios

(a. Habla Dios) 2 Según está escrito en el profeta Isaías: Mira, envío mi mensajero delante de ti, preparará tu camino, 3 voz que grita en el desierto: ¡Preparad el camino al Señor; allanad sus senderos!

(b. presentación de Juan) 4 Vino Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. 5 Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6 Iba Juan vestido con pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a su cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre.

(c. Mensaje. Viene el más fuerte) 7 Y proclamaba diciendo: Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo

(d, Vino Jesús) 9 Y sucedió en aquellos días que llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán.

     El lector normal puede terminar aquí mi reflexión de este domingo, organizando a partir de aquí la suya. Para quien tenga más tiempo he querido recoger en esta postal mis reflexiones sobre el texto del evangelio de Marcos. El lector más interesa puede acudir a mi Comentario de Marcos y a mi Historia de Jesús, donde desarrollo el tema Aquí dejo a un lado el título del evangelio (Mc 1-1), con la cita del AT (Mc 1, 2-3) y la conclusión (venida de Jesús: Mc 1, 9), para centrarme  en la presentación de Juan (1, 4-6) y en su mensaje (1, 7-8).

PIKAZA, COMENTARIO DE MARCOS (Mc 1, 1-8)

1, 4-6. Vino Juan Bautista

4 Vino Juan el Bautista en el desierto, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. 5 Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. 6 Iba Juan vestido con pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero a su cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre

            1, 4a. Vino.La palabra griega (egeneto), que he traducido como“vino” en el sentido de venir,puede entenderse también como “fue, sucedió o aconteció”, como en las historias tradicionales: “érase una vez”. Pero el problema no es la traducción, sino la puntuación del texto, pues, como se sabe, los manuscritos antiguos no puntúan, de manera que el principio y final de cada frase la “deciden” los mismos lectores, como en el lenguaje oral, donde son los oyentes los que captan los cambios de frase, al oído). (a) Mc 1, 1-4 se puede entender como una única frase, en la que 1, 2-3 actúa como paréntesis: “El principio del evangelio de Jesús… (como está escrito en Isaías…) fue Juan el Bautista”. El mismo Juan aparece así como comienzo del Evangelio. (b) Pero podemos suponer también que Mc 1, 1-4 consta de dos frases. La primera abarca 1, 1-3, con un título nominal: “comienzo del evangelio…” (1, 1) y una larga frase subordinada: “como está escrito…” (1, 2-3). A partir de 1, 4, tras un punto, comenzaría una frase nueva, que empieza con egeneto (fue, vino) que debería traducirse como: “Vino (se mostró, hubo una vez) Juan Bautista…

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“Tres caminos hacia Jesús.” 2º Domingo de Adviento. Ciclo B

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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3623727-lgDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El camino poético (lectura de Isaías)

Hacia el año 540 a.C., los judíos llevaban casi cincuenta años desterrados en Babilonia. Años duros, de grandes sufrimientos, de ansia de libertad y de vuelta a la patria. Esa buena noticia es la que anuncia el profeta. Pero el largo camino, a través de zonas a menudo inhóspitas, puede asustar a muchos y desanimarles de emprender el viaje. Entonces, una voz misteriosa, da la orden, no se sabe a quién, de preparar el camino al Señor. No se dirige a hombres, porque la labor que realizarán es sobrehumana: construir un el desierto una espléndida autopista, allanando montes y colina, rellenando valles. Por ella volverá el pueblo judío, acompañado de su Dios, como un pastor apacienta a su rebaño.

“Consolad, consolad a mi pueblo, -dice vuestro Dios-; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle,  que se ha cumplido, su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha  recibido doble paga por sus pecados.”

Una voz grita: “En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos – ha hablado la boca del Señor”-

-Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá:  “Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con el su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.”

El camino ético (Qumrán)

Con el tiempo, la idea de preparar un camino al Señor en el desierto adquirió un sentido nuevo: a mediados del siglo II a.C., un grupo de sacerdotes y seglares judíos, descontentos con el comportamiento de los sumos sacerdotes de Jerusalén y de las costumbres paganas que se estaban introduciendo, recordando el texto del libro de Isaías, decide retirarse al desierto de Judá y allí, en Qumrán, fundar una especie de comunidad religiosa. En el desierto preparan el camino del Señor. Ya no se trata de un camino poético, sino de una conducta conforme a la Ley del Señor. (En hebreo, derek puede significar “camino” y “forma de conducta”, igual que way en inglés).

El camino del Señor Jesús (evangelio)

Esta misma interpretación del texto de Isaías es la que aplica el evangelio a Juan Bautista. También él marcha al desierto a preparar un camino. A primera vista parece tratarse de un camino ético, como un Qumrán, ya que Juan exhorta a la conversión y al bautismo para el perdón de los pecados. Pero sus palabras dejan claro que prepara el camino a una persona más poderosa que él y que trae un bautismo superior al suyo: Jesús.

Está escrito en el profeta Isaías: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaban sus pecados, y é1 los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:  “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero é1 os bautizará con Espíritu Santo.”

[A propósito de la diferencia entre el bautismo de Juan y el de Jesús conviene recordar que el verbo “bautizar” significa en griego “lavar”. Los fariseos, por ejemplo, “bautizan” los platos, los lavan. Pero se puede lavar con agua sola, como hace Juan, que es un lavado superficial, incapaz de limpiar las manchas más profundas; y se puede lavar con “Espíritu Santo” (o “con Espíritu Santo y fuego”, como dice otro texto) limpiando totalmente a la persona.]

Esperad y apresurad la venida del Señor (2 Pedro 3, 8-14)

A mediados y finales del siglo I, muchos cristianos empezaron a sentirse desconcertados. Les habían repetido que la vuelta del Señor y el fin del mundo eran inminentes. Sin embargo, pasaban los años y el Señor no volvía. El autor de la 2ª carta de Pedro (que no es san Pedro) sale al paso de esta inquietud, ofreciendo una respuesta que, después de veinte siglos, no convence demasiado: el Señor no se retrasa, sino que nos da un plazo para que podamos convertirnos. El autor mantiene la postura tradicional de que la llegada del Señor y el fin del mundo será algo repentino, inesperado. Y en vez de quejarnos de que el Señor se retrasa, debemos “esperar y apresurar la venida del Señor”. Además, el fin del mundo será el comienzo de un nuevo cielo y una nueva tierra, y hay que prepararse para recibirlos llevando una vida santa y piadosa, en paz con Dios, inmaculados e irreprochables.

Queridos hermanos:  No perdáis de vista una cosa: para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, como creen algunos. Lo que ocurre es que tiene mucha paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie perezca, sino  que todos se conviertan. El día del Señor llegará como un ladrón. Entonces el cielo desaparecerá con gran estrépito; los elementos se desintegrarán abrasados, y la tierra con todas sus obras se consumirá. Si todo este mundo se va a desintegrar de este modo, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra vida! Esperad y apresurad la venida del Señor, cuando desaparecerán los cielos, consumidos por el fuego, y se derretirán los elementos. Pero nosotros, confiados en la promesa del Señor, esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia. Por tanto, queridos hermanos, mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre en paz con él, inmaculados e irreprochables.

Una ética basada en Jesús

La segunda lectura, igual que el evangelio, une el camino de la ética con el camino que lleva a Jesús: Juan Bautista lo relaciona con la primera venida; la carta de Pedro, con la segunda. La liturgia nos indica que el Adviento no es época de espera pasiva, como quien espera que empiece la película: hay que comprometerse activamente. Y ese compromiso debe basarse en el recuerdo de la venida del Señor y en la esperanza de su vuelta.

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Segundo Domingo de Adviento. Ciclo B. 06 Diciembre, 2020

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

(Mc 1, 1-8)

El evangelio de este Domingo nos coloca en la primera página del Evangelio de Marcos. El Evangelio más antiguo que tenemos. Y Marcos abre su obra diciendo: “comienzo de la buena noticia de Jesús, Mesías, Hijo De Dios”. No se anda con rodeos, casi podríamos decir que nos hace spoiler… aunque bien pensado no puede contarnos el final, sencillamente porque este evangelio no tiene final. Se queda abierto, se dirige a ti (a quien tenga la osadía de leerlo) y te pide que lo continúes, te pide que te impliques.

Pero no nos vamos a adelantar tanto, ahora estamos en la primera página y se nos presenta al primer personaje. De hecho se presenta él mismo con la contundencia, la humildad y la lucidez de quién se conoce a sí mismo. “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias.”

La actitud de Juan es la actitud de todo verdadero discípulo. Ese saber quitarse de en medio. Ser un anuncio que no distraiga. Para ello primero necesitamos conocernos y conocer a Jesús. Acallar nuestro orgullo y permitir que la humildad nos haga conocernos, acogernos y amarnos. Solo así nos preparamos para ser discípulas y discípulos.

También Juan necesitó tiempo y desierto para prepararse. Antes de salir al Jordán a Bautizar, pasó años en la soledad y el silencio, acallando ruidos y tentaciones, moldeando una vida sencilla y austera. El evangelio nos lo muestra tan seguro de sí en mitad de una multitud que lo escucha y lo respeta, pero nos lo muestra casi al final de su recorrido, cuando ya se conoce, cuando ya se ha equivocado mil veces. Ahora se encuentra en el momento decisivo de su vida, y aun así tendrá dudas y necesitará enviarle mensajeros a Jesús: “¿Eres tú o tenemos que esperar a otro?”. El camino de la fe no es fácil, no es una autovía, se parece más a un bosque sin sendero, donde solo hay camino si das un paso más.

Oración

Enséñanos, Trinidad Santa, a andar vestidas de Evangelio y con sandalias por este tiempo de Adviento.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Juan construyó su propio camino, Jesús lo recorrió y continuó.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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baptist_Mc 1,1-8

El evangelio del domingo pasado nos hablaba de estar despierto. Hoy hablan los que han despertado, los centinelas, los profetas. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco se trata de un ser humano separado y elegido por Dios, que le va indicando lo que tiene que decir a los demás. Profeta es todo aquel que está despierto. La principal característica de los profetas es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Su principal objetivo ha sido denunciar la injusticia.

Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a ella, ayuda a los demás a descubrir el camino de lo humano. Falso sería el que conduce al hombre a mayor egoísmo. El problema está en que lo “humano” solo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero mientras no se tenga una mínima experiencia de humanidad.

No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico. Lo que el segundo Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. Las denuncias de todos los profetas advertían de que no se puede confiar en Dios mientras se practican toda clase de atropellos e injusticias.

La primera palabra del evangelio de Mc es “arje”, que en griego designa el comienzo de un texto, pero también algo mucho más profundo. El evangelio de Jn comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = origen. “Arje” significa origen y fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surja. La Vulgata lo tradujo por “Initium” que también significa “origen”. El texto se debía traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido, el Hijo de Dios”.

Tampoco euanggelion” debemos traducirlo por evangelio, que es un concepto muy elaborado, sino por buena noticia. Quiere decir que comienza el evangelio y que es todo él una buena noticia. Lo mismo tenemos que decir de “Jesous” y “Christos” que en griego están separados y significan simplemente, Jesús el ungido. Con el tiempo los cristianos unieron el nombre con el adjetivo y confesaron al Jesucristo que ha llegado hasta nosotros. Este texto es un resumen de todo lo que en él se va a proponer.

Este evangelio, a pesar de ser el primero que se escribió, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lc y Mt, que vamos a leer en todo el tiempo de Navidad. Estos relatos se fueron elaborando a través de los primeros años de cristianismo y no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas casi todas anteriores al cristianismo que se han cristianizado para darnos un mensaje teológico, no para informarnos de lo que pasó.

Mc pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque se trata del último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo), donde empieza Jesús a manifestar lo que realmente era.

No podemos asegurar que este relato responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre la relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que el primer dato histórico sobre Jesús, que encontramos en fuentes extra-bíblicas, es su bautismo por parte de Juan. No es descabellado suponer que Jesús, un buscador incansable, le llamara la atención un personaje como Juan, que ya era famoso cuando él empezó su vida pública. A Juan, como a Jesús, no le gustaba el cariz que había tomado la religión judía.

Los primeros cristianos dieron al Bautista un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que, en un momento determinado, vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para dejar claro quién era el más importante. Seguramente esa relevancia se deba más a la necesidad de justificar una figura tan desconcertante como la de Jesús, conectándole con el profetismo del AT, que a una real influencia de Juan en la doctrina de Jesús

Preparadle el camino al Señor. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Pero fijaros que fuerza el sentido del texto, que habla de prepararle un camino a Yahvé, mientras Mc habla de preparar un camino a Jesús. El texto está insinuando que si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.

Yo bautizo con agua, pero él bautizará con Espíritu Santo. Es la clave del relato y marca la diferencia abismal entre Jesús y Juan. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús frente a los personajes del pasado. Toda la relación con Dios, hasta la fecha, era consideraba como externa al hombre y en relación desigual. Dios era el soberano y el ser humano el súbdito. Jesús manifiesta una relación con Dios distinta. Él está empapado del Espíritu y nos sumerge (bautiza) a todos en ese mismo Espíritu.

Los textos de este domingo nos hablan de utopía. Isaías dice: “Aquí está vuestro Dios”. Pedro: “Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia” El salmo: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan”. Mc: “Él bautizará con Espíritu Santo”. En un mundo tan poco propicio al optimismo, encontrarnos con esta oferta puede ser impactante. Pero tampoco tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son estrategias extremas que utiliza el yo para fortalecerse.

Hoy, la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano más caminos falsos de salvación. Hay toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida. Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Seres humanos que por su experien­cia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan y que la inmensa mayoría son sendas perdidas que no llevan a ninguna parte.

Podemos volcarnos sobre lo sensible, buscando el placer inmediato o descubrir las posibilidades de plenitud que todos tenemos. El no tomar una decisión es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. No despertar es seguir dormidos. Decidirse por lo más difícil solo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino que ni siquiera sé a donde me va a llevar, pero estoy convencido que me hará más humano.

Meditación

La experiencia del bautismo es la clave para entender a Jesús.
Después de esa experiencia personal, dice a Nicodemo:
“Hay que nacer del agua y del Espíritu”.
El único camino hacia lo humano es el que Jesús recorrió.
Tenemos que sumergirnos en lo sagrado.
Tenemos que dejarnos inundar por lo divino.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Enderezad los senderos del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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1172982384_f[1]6 de diciembre. DOMINGO II DE ADVIENTO

Nadie puede volverse por el camino que ha recorrido (Heráclito)

Mc 1, 1-8 «Voz del que proclama en el desierto: “Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas”».

No forzar jamás a nadie para que los senderos se pongan rectos, pues en una ocasión se lo preguntaron al evangelista de forma indiscreta y les respondió de esta manera y en verso, pues era poeta:

“¿Quién os ha dicho que yo,
dije nada de senderos
que subieran o bajaran
desde la Tierra a los Cielos?”

Y cuantos se lo habían preguntado, que eran muchos, particularmente fariseos, se callaron como muertos, y el sendero se irritó de manera prepotente.

Luego Jesús, mientras escribía unas letras en el suelo, porque in illo tempore no existía el papel y los papiros de Egipto eran excesivamente caros, “terminó diciendo a los ya dichos fariseos, que se fueran a hacer puñetas cuanto antes”. Los hombres no dijeron nada, pero en cambio las mujeres alboradas por lo de hacer puñetas, regresaron a sus casas riendo, para contárselo a los maridos.

 

Mientras tanto los senderos, en lugar de su de subir, se bajaron y la gente pudo seguir escuchando el evangelio de Marcos, que decía cosas muy interesantes, como aquello de Juan Bautista, recordando lo que Isaías decía: “Mira bien, pues envío por delante a mi mensajero para que prepare el camino del Señor”.

Poema de mi libro De hombre y de dioses:

Trashumancia

Cuarenta años transitó el pueblo judío
por un inhóspito desierto
desde Egipto a la Tierra Prometida,
como siglos más tarde transitaban
los pastores nómadas de León a Extremadura.

Las ovejas merinas daban lana,
que luego las mujeres cardaban en sus casas,
haciéndose tejedoras hábiles
como Las Hilanderas, del cuadro de Velázquez.

Bolsos, bermudas, y rebecas
que dan calor al cuerpo, y quitan frío al alma.

Y los judíos pasaron hambre y frío,
y sin apenas beber agua
que aliviara su sed en el camino,
hasta que Moisés llegó Mará,
y con voz sedienta dijo:

“¡Aquí, si que vamos a beber! 

 

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Carmen Soto: Preparar caminos inexplorados para la buena noticia.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Mc 1,1-6

Marcos comienza su obra resumiendo en una sola frase la historia que nos va a narrar a continuación. Con brevedad, pero con mucha contundencia, afirma que hay una buena noticia en la vida y en el mensaje de Jesús, que es Mesías e hijo de Dios y, al hacerlo, está expresando una convicción profunda, una experiencia que ha cambiado su vida y a la que desea que accedan todas las personas que escuchen su relato (Mc 1,1).

Una Buena Noticia que consuela y sana…

Cualquier habitante del mundo mediterráneo antiguo al escuchar que algo era una buena noticia, un evangelio, entendía que se estaba produciendo un acontecimiento que podía cambiar el estado presente de las cosas, que podía traer alegría, paz o liberación para sus destinatarios. Por eso, decir que Jesús de Nazaret era una buena noticia para el mundo era algo más que escuchar un mensaje bonito, era una invitación a confiar en que algo nuevo estaba comenzando a suceder, algo capaz de suscitar esperanza y futuro.

Para ofrecer a sus oyentes una garantía de que lo que van a escuchar no era, como decimos hoy una fake news, les recuerda algunas palabras del II Isaías (Is 40, 3). Con estas palabras de la Escritura, los invita a recordar un acontecimiento donde Dios se hizo consuelo, liberación y esperanza (Is 40, 1-11). El profeta anuncia al pueblo exiliado en Babilonia que su situación va a cambiar, que el Dios de la misericordia y del perdón (Is 40, 1-2) va a actuar y los va a llevar de nuevo a casa. Pero para que esto ocurra hay que cuidar el corazón, hay que preparar el camino, recuperar los senderos por los que esa buena notica va a llegar (Is 40, 4-8). Hay que escuchar la voz del anuncio, hay que creer que es posible, hay que permanecer a la espera (Is 40, 9-11).

La memoria de aquel acontecimiento del pasado es aval para dar crédito a la buena noticia que acontece en Jesús de Nazaret. En él se hará de nuevo visible el encuentro entre Dios y el ser humano. De la mano de Jesús podremos ver en acción la compasión, la bondad y el consuelo de Dios. Una acción que necesita ser acogida, ante la que hay que preparar de nuevo el camino, sintonizar con las palabras del mensajero y confiar en el enviado. Solo así, como proclamaba Isaías, acontecerá lo que esperamos.

Juan, un testigo que sabe que está llegando la Buena Noticia de Dios

Para Marcos la historia de Jesús comienza a orillas del rio Jordán porque es allí donde su misión se discierne a la luz del anuncio de reconciliación que Juan el Bautista ofrece en su modo de actuar y enseñar (Mc 1, 4-8).

Juan desea un mundo diferente y, por eso, ofrece un camino de conversión. Como Isaías en el destierro, sabemos que Dios actúa siempre a favor del ser humano pero cuando el corazón se encoge por la culpa, el miedo, la ira o el sufrimiento, no es posible reconocer la mano amorosa de Dios. Por eso, con radicalidad e inmensa generosidad, ofrece una oportunidad a quienes se acercan de comenzar de nuevo. Su bautismo es un signo de liberación, de reencuentro con el Dios (a veces olvidado) de la misericordia y perdón.
El mensaje de Juan no es la buena noticia, pero sí camino hacia ella. Él es testigo de que la Buena Noticia está llegando, porque lo ve en los ojos de quienes lo escuchan, en sus gestos y acciones, y sabe que tarde o temprano alguien se acercará y encarnará el sueño de Dios (Mc 1,7-8).

Arriesgarse a hacer camino

Al llegar el adviento y recordar este comienzo del evangelio de Marcos sin duda nos podremos sentir llamadas/os a la conversión, al cambio, como proclamaba el bautista, pero para acoger y confiar en la Buena Noticia de Jesús, se necesita algo más. Se necesita una escucha atenta para que las ideas se conviertan en certezas, una mirada capaz de ver novedad donde todo parece agotado, unos pies dispuestos a dejar nuestra zona de confort y arriesgarse a abrir caminos de esperanza.

En adviento Marcos nos recuerda que hay que arriesgarse a confiar como lo hizo él, como lo hizo Juan el Bautista, como lo hicieron aquellos hombres y mujeres palestinos que cambiaron sus vidas al calor de la vida y el mensaje del nazareno. Comenzar a escuchar una vez más la Buena Noticia de Jesús, Mesías, hijo de Dios, es arriesgarse a ir a los desiertos existenciales propios y ajenos abriendo surcos que lleven el agua fresca que fecunde la vida. Es disponerse a cambiar el rito por la experiencia para no dejarse atrapar por lo de siempre, por lo aprendido. Es acoger con humildad y sencillez la grandeza y oportunidad que me ofrece la otra u el otro para no quedarme referenciado/a en mí mismo/a como si todo acabase a orillas de mi Jordán.

Escuchemos la Buena Noticia como si fuese la primera vez, como si Marcos nos la contase personalmente, como una primicia. Dejemos que nos sorprenda, que nos inquiete y que nos provoque…Hagamos el camino para que la esperanza germine y se enraíce en nuestras vidas y podamos ser portadoras/es de un mensaje de autentica liberación, sanación y consuelo en estos tiempos nada fáciles que nos toca vivir.

Carme Soto Varela

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