Guíame
Guíame, luz benigna, en medio de las tinieblas: guíame hacia delante. La noche está oscura y estoy lejos de casa. Por favor, te ruego: guíame. Vela mi camino. No te pido que pueda ver un horizonte lejano, un solo paso me basta.
No siempre fue así, ni rogaba que me guiases. Me gustaba elegir por mí mismo y recorrer por mi cuenta la vida. Pero ahora, te ruego: guíame. Me gustaba el sol radiante y, a pesar de los temores, me guiaba el orgullo. No recuerdes los días pasados. Tu poder me ha bendecido ampliamente, y estoy seguro de que me seguirás guiando por páramos y cenagales, rocas y torrentes hasta que vuelva el día. Reaparecerán en la mañana los rostros de los ángeles, tan amados pero que aún no veo.
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J. H. Newman,
Méditations et Prieres,
París 1906
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