25 Diciembre. Solemnidad de la Natividad del Señor, ciclo B
“No era él la luz, sino testigo de la luz”
¡El comienzo del Evangelio de Juan me parece tan poético! Si trato de no intentar entenderlo todo y solo escucho… me quedo embobada… La repetición de las palabras (al principio, la Palabra, Dios, el mundo…) nos llevan más y más a nuestro interior sin que nos demos cuenta.
Se nos dice que Juan el Bautista no es la luz, sino testigo de la misma. A menudo nos gustaría ser nosotras la luz, alumbrar y deslumbrar, que nos aplaudan, que nos feliciten, que alaben nuestro trabajo… Hoy se nos muestra a Juan no como el centro, sino como aquel que sabe reconocer en Jesús que Dios Trinidad se involucra con la humanidad. Juan no puede callárselo, sino que necesita compartirlo con los demás. ¿Y nosotras? ¿Queremos ser la luz o dar testimonio? ¿Cómo compartir este testimonio?
Tenemos una figura en el Belén que ponemos en la iglesia, de un pastor con el brazo estirado hacia lo alto. Está indicando a los demás que miren, que escuchen la Buena Noticia que el ángel, mensajero de Dios, anuncia. Me llama la atención que el brazo está realmente separado del cuerpo. Nos invita a salir de nosotras y a señalar allí donde está la luz, allí donde hay personas mensajeras de Dios. Allí donde el silencio acompaña un momento de dolor. Varias personas reunidas celebrando la vida. Una comunidad de laicos acogiendo a una familia refugiada. Un proyecto de ayuda a mujeres obligadas a prostituirse. Jóvenes con y sin discapacidad divirtiéndose juntos. Una mirada de aceptación y una conversación con una persona que vive en la calle…
En estas semanas de correos electrónicos y whatsapps de buenos deseos, podríamos aportar nosotras esas “buenas noticias” que se dan a nuestro alrededor. Podemos ser testigos de la luz.
No nos dejemos engañar. Como dice el versículo 5, “la luz resplandece en las tinieblas”. La oscuridad no apaga la luz. En nuestra sociedad, invadida de malas noticias, tampoco. Sepamos ver la luz, la alegría, la entrega, el amor.
Oración
Gracias, Jesús, por hacerte persona como nosotras. Envíanos tu Espíritu que nos haga vivir conscientes de tu presencia en la humanidad.
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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa
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