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Pederastas, ¿uno de los nuestros?

Lunes, 7 de diciembre de 2020

macielsinteirWojtyla frenó en 1999 la investigación iniciada contra el depredador Sexual Marcial Maciel desde Doctrina de la Fe

“Sus silencios y sus mentiras tienen ya fecha de caducidad” 

“Negacionismo, ninguneo, ataques a la credibilidad, minimización del daño causado y de la propia víctima, descalificaciones, humillaciones e insultos públicos, cuando no presiones o amenazas”

“Es necesario que sepan, quienes prostituyen la verdad, quienes pretender criminalizar a las víctimas y convertir a sus verdugos en víctimas que ya somos legión, que cada minuto que pasa sin que reconozcan y reparen a sus víctimas, logran cristalizar más apoyos sociales y restan puntos de su credibilidad como institución”

El cardenal Marx crea una fundación para ayudar a las víctimas de la pederastia en la Iglesia: “El sistema eclesiástico es culpable en su conjunto

En 1990 el director cinematográfico Martin Scorsese estrenó Goodfellas que por azar de la traducción, en nuestro país obtuvo el título de Uno de los Nuestros, uno de los lemas paradigma de la mafia. Uno de los nuestros, más allá de su significado superficial encierra la cortesía cooperativista, la defensa abnegada y hasta irracional que un grupo organizado realiza de sus individuales sea cual sea la falta o delito que cometan.

Uno de los nuestros es una llamada en clave para que cualquier delincuente, sea cual fuere su afrenta, agresión o culpa frente a la sociedad en donde habita, sea defendido sin rubor ni escrúpulos frente a las denuncias que pudieran hacerse contra el victimario miembro de esa organización, de ese grupo.

Algo que también más allá de la presunta simplificación de la expresión se lleva tiempo ejerciendo por algunas instituciones, organizaciones, asociaciones cuando uno de sus miembros cometen auténticas tropelías en el ámbito de la violencia sexual, contra mujeres y menores de edad.

Si tenemos en cuenta que en lo que se refiere a violencia sexual contra la infancia y adolescencia no se denuncian todos los delitos, debo recordar una vez más que las víctimas y supervivientes no expresan su testimonio cuando quieren hacerlo sino cuando pueden, y que en el ámbito eclesiástico estos silencios forzosos no son una excepción, más allá del ámbito emocional inestable, incapacitado e invalidado de la víctima existe un shock postraumático y un sentimiento de culpabilidad común a todas ellas.

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Pero estos delitos, que suponen un mazazo contra los menores en pleno proceso de forjado de su personalidad, además de una cuestión de salud pública y un ataque contra los derechos humanos, los de la infancia y la adolescencia, se topan en su denuncia con un uno de los nuestros en mayúsculas, una llamada a la defensa corrosiva del victimario y a la doble victimización del denunciante, que se lleva a cabo sin rubor por diferentes vías y en diferentes escalas.

Negacionismo, ninguneo, ataques a la credibilidad, minimización del daño causado y de la propia víctima, descalificaciones, humillaciones e insultos públicos, cuando no presiones o amenazas. Uno de los nuestros, tanto desde el altavoz de determinados miembros de la jerarquía eclesiástica, obispos, arzobispos y cardenalesprincipalmente, como desde representantes de ciertas organizaciones políticas y sociales que con lenguas de trapo hablan de la pederastia cuanto el victimario lo merece según sus propias apreciaciones y sus líneas editoriales, y guardan silencio en función de quien sea el delincuente y a que dedique su vida laboral o su afán espiritual.

Uno de los nuestros, porque es mejor no reconocer que se comparten filas con un abusador o agresor sexual. Pues bien, ese doble rasero, ese afán por colocarse una venda en los ojos y colocárnosla también a los demás, mientras que con una mano rezan y la otra machacan, es una intensa forma de proyectar el dolor, de por sí inmenso, contra las víctimas, como si ya no hubieran sufrido bastante.

A veces cuando escribo de estos terribles temas, de estas historias inyectadas de dolor humano, pienso que escribo para un desierto, el mismo en el que muchas víctimas directas e indirectas de estos delitos hemos tenido y seguimos teniendo que caminar, sin fecha de caducidad. Ese uno de los nuestros, esas sorderas y cegueras premeditadas, son por su perseverancia pecado, haciendo buena una máxima de Fernando de Rojas. Pero para desgracia de ellos y de todos sus nuestros, muchas veces por encima del pecado, en un Estado de Derecho, está también el coincidente delito, ese que ellos siguen anulando basándose en cortos plazos de prescripción.

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Ese que nunca debe afectarles y condenarles, porque los delincuentes son uno de los nuestros. Pues bien, sabido es que denuncias públicas y denuncias privadas existen y existirán, que muchas víctimas y supervivientes no pueden denunciar estos crímenes contra la integridad de infantes y adolescentes, que las cifras que rellenan informes y tesis sobre el particular ni son reales ni merecen análisis comparativos con otras tipologías delictivas.

Las víctimas y supervivientes somos uno, nadamos en la misma dirección y tenemos al mayor de los aliados, la verdad

Pero es necesario que sepan, quienes prostituyen la verdad, quienes pretender criminalizar a las víctimas y convertir a sus verdugos en víctimas que ya somos legión, que cada minuto que pasa sin que reconozcan y reparen a sus víctimas, logran cristalizar más apoyos sociales y restan puntos de su credibilidad como institución. La conciencia es testigo, juez y fiscal al mismo tiempo. La verdad se corrompe tanto con la mentira como con el silencio, como bien dijo Cicerón. Sus silencios y sus mentiras tienen ya fecha de caducidad.

Pero ellos aún no lo saben o prefieren seguir rezando, mientras ese diablo que tanto dicen temer, danza a su alrededor  como un poseso en un sombrío ceremonial, riéndose de sus oraciones y conjurando al buco instrumental, cornudo y bobalicón, tal como lo plasmó el genial Francisco de Goya. Se les fue el tiempo por el Camino, perdieron el Norte hace tiempo y antes que admitir los errores, prefieren seguir negándolos, conculcando así el principio máximo de sabiduría.

Fuente Religión Digital

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