Manos abiertas/Sentirnos aceptados
Del blog de Henri Nouwen.
El siguiente texto de Nouwen fue parte de mi meditación esta mañana: “Cada vez que te animas a soltar y entregar uno de tus numerosos temores, tu mano se abre un poco y tus palmas se despliegan en un gesto de recepción. Por supuesto que tienes que ser paciente, hasta que tus manos se abran por completo”.
Varios verbos: soltar, entregar, abrir, desplegar, y al final recibir. Todos ellos me hacen pensar en salir, vaciar, descargar, liberar. Me hablan de un camino de iniciación que supone pasar de unas manos cerradas, como puños o como garras, dispuestas a golpear o a quitar, arrebatar, para pasar a unas manos que se abren, que ofrecen o que piden.
¿Qué necesito? Animarme, poner deseo y voluntad para llegar a esa disposición, pero consciente de que es un camino, un proceso gradual, un crecimiento lento. Paciencia. Combino la imagen de las manos abiertas de Nouwen, con las de las manos vacías de Teresita.
¿Lo anterior es posible?
“Cuando nos enteramos de que alguien verdaderamente nos acepta por completo, queremos entregar todo lo que podemos y, a menudo, al entregar descubrimos que tenemos mucho más de lo que creíamos” (Nouwen).
Ahí radica el misterio, en sabernos amados y aceptamos de manera incondicional. Entonces algo pasa en nosotros, algo se rompe (la cárcel, el miedo) y algo se abre (un camino, un hogar). Abrir las manos, abrirse, es confiar, y al hacerlo, en nuestras manos abiertas y vacías, nacen flores, brotan frutos. Nos habían engañado, no sabíamos que eramos tierra buena, que eramos hijos, herederos.
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