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Pedro y Muño, la primera boda gay en España… en el año 1061

Lunes, 23 de noviembre de 2020

homos2El primer matrimonio homosexual documentado en la península Ibérica tuvo lugar hace casi mil años. La pareja prometió cuidarse mutuamente y heredar los bienes de su cónyuge en caso de fallecimiento.

 ¿Un matrimonio gay entre dos hombres en 1061? Así fue, concretamente un 16 de abril de hace casi mil años, y tuvo como contrayentes a Pedro Díaz y Muño Vandilaz, vecinos de la parroquia de Santa María de Ordes, ubicada en el concello ourensano de Rairiz de Veiga. Una unión oficial en la que ambos se comprometían a cuidarse mutuamente, a compartir sus bienes y a trabajar por igual. “Y si Pedro muriese antes que Muño, dejará a Muño la propiedad y los documentos. Y si Muño muriese antes que Pedro, le dejará la casa y los escritos”.

 Así consta en el texto del emparejamiento institucional, realizado en presencia de testigos que dieron fe del casamiento. No fue el único que tuvo lugar en Europa durante la Edad Media, pero sí el más antiguo de la península Ibérica. Pudo haber otros anteriores, aunque no documentados, por lo que la pareja se considera la pionera en el matrimonio homosexual en la actual España y Portugal. El escrito estaba depositado en el tumbo de Celanova, hasta que fue trasladado al Archivo Histórico Nacional de Madrid, un expolio que se extendió a otros centros de documentación del Reino de Galicia.

Con él dio el medievalista estadounidense John Boswell, cuyo ensayo Las bodas de la semejanza. Uniones entre personas del mismo sexo en la Europa premoderna (Muchnik) analiza la tolerancia del cristianismo en sus orígenes con las relaciones entre dos hombres, cuya unión llegó a ser oficializada o santificada mediante un ritual similar al del matrimonio heterosexual en ceremonias de hermanamiento. Antes, a principios del pasado siglo, el jurista Eduardo Hinojosa ya había citado la unión de Pedro y Muño en sus estudios sobre las germanitas o protocolos de fraternidad artificial en Galicia, León y Portugal.

La pista llevó al filólogo Carlos Callón a profundizar en ese matrimonio, que aborda en el libro Amigos e sodomitas. A configuración da homosexualidade na Idade Media (Sotelo Blanco). Ya había encontrado referencias a las relaciones gais en la poesía trovadoresca, pero aquel documento oficial ponía de relieve las uniones entre personas del mismo sexo, como ya había reflejado Boswell en Cristianismo, Tolerancia Social y Homosexualidad, donde argumentaba que contaban con el visto bueno o la participación de la Iglesia, hasta que el catolicismo empezó a condenar las relaciones entre hombres a partir del siglo XII.

Callón, partiendo de los estudios previos, analiza cómo se constituye el prejuicio antigay y cómo la sodomía se convierte en un acto pecaminoso, si bien en la Edad Media aun había permisividad en las relaciones homosexuales. “Conocíamos la existencia de lápidas que hablan del amor entre dos varones en el contexto peninsular, pero este documento es especial porque refleja que el amor entre hombres no es un invento reciente”, explica desde Lisboa, donde ejerce como profesor de Historia en el Instituto Giner de los Ríos.

 Los críticos podrían argumentar que, más que una boda, se trató de una adelfopoiesis (del griego, hacer hermanos), una ceremonia de hermanamiento similar al matrimonio heterosexual, bajo la cúpula de una iglesia y oficiada por un sacerdote. Callón, en cambio, discrepa: “Ya Boswell lo cita como un caso que no es de adelfopoiesis. De hecho, no se siguió ese ritual, sino que fue una unión entre dos hombres que prometen repartirse los bienes y cuidarse durante toda su vida, con la posibilidad de separarse por motivos afectivos”.Si en vez de Muño la contrayente fuese Sara, nadie cuestionaría ese matrimonio, reflexiona el filólogo gallego, quien insiste en que no se trató de una unión por razones económicas. “En la época no había matrimonios por amor, sino concertados, pero este tiene todas las implicaciones de lo que hoy entendemos como tal”, matiza Carlos Callón, cuya tesis es que se solemniza una “amistad especial” con unos resultados jurídicos, de convivencia y de herencia similares a los de un casamiento heterosexual. Llamarlo matrimonio, según él, no sería apropiado si se tiene en cuenta que la Iglesia no mostró interés en regularlo hasta el siglo X, mientras que el sacramento no requirió su intervención hasta el IV Concilio Lateranense (1215).

No obstante, hay críticos que consideran ese tipo de matrimonio como una unión sin vínculos afectivos ni sexuales, con el objetivo de consolidar familias o herencias. Una circunstancia que, por otra parte, también podría achacarse a las bodas heterosexuales, como advierte Callón, quien considera que el documento deja claro que no se trató de una boda de conveniencia, sino que fue una unión más profunda. También descarta el mero “hermanamiento”, aunque recuerda que antiguamente “hermano” se usaba para designar al cónyuge heterosexual, del mismo modo que “amigo” era sinónimo de amante en la poesía trovadoresca.

Alan Bray, otra de las fuentes a las que recurrió el filólogo gallego, defiende en The Friend que el hermanamiento en la Edad Media se basaba en una relación de parentesco artificial con el fin de reforzar horizontalmente la familia. Callón entiende que se trata de una discusión de tipo académico sobre la pertinencia del uso de una terminología actual para hacer referencia a “realidades marginalizadas del pasado”. Aunque, insiste, en Galicia no hay casos registrados de adelfopoiesis, si bien los unidos en dicha ceremonia solían ser enterrados juntos. Y cita al teólogo Xosé Chao Rego para señalar que, en su día, la comunidad reconocía esta unión de carácter emocional.

El debate, a su juicio, sería anacrónico, pues entiende que en esa época no cabía establecer fronteras inamovibles entre la amistad y el amor, como se refleja en el cancionero medieval, donde la denominación “amigo” tenía connotaciones eróticas. En todo caso, el documento apunta a una relación homosexual por el afecto que rezuma su contenido y porque no se basa en una unión de parentesco, sino de “amistad”, según Callón. Por lo demás, el texto destaca cómo debe ser la vida entre ambos, más allá de un contrato comercial, y estipula los mismos derechos y deberes que un matrimonio heterosexual.

El autor de Amigos e sodomitas también le resta importancia al hecho de que el ritual no fuese religioso, por los motivos citados anteriormente, aunque algunos artículos han llevado a equívocos, pues localizan la celebración en la iglesia de Santa María de Ordes, con el consentimiento del cura. Quizás el error se deba a que ambos vivían junto al templo, que era de su propiedad, al igual que los terrenos colindantes. Así, en el documento puede leerse: “Pedro Díaz y Muño Vandilaz pactamos entre nosotros y para conocimiento de los demás […] en lo relativo a la casa y a la iglesia de Santa María de Ordes, que poseemos los dos y en la cual somos iguales en trabajo, en acoger visitas, en cuidarla, decorarla y gobernarla, así como plantar, edificar y trabajar en la huerta”. Fue, por tanto, una unión civil.

Sodomía y homofobia

Boswell fue cuestionado por trasladar el concepto moderno de homosexual a la época, si bien Callón insiste en que son disquisiciones académicas: “Si no existía esa palabra, podemos argumentar que tampoco existía el término heterosexual. Sin embargo, por naturaleza, tanto el deseo como la identidad sexual siempre han sido diversos”. El filólogo Rafael M. Merida escribía en la revista Grial que cabe debatir si “el uso de un término con una fecha de nacimiento tan reciente como homosexualidad resulta el más apropiado para describir la percepción y/o vivencia de las relaciones sexoafectivas intermaculinas o interfemeninas y de la diversidad amatoria en la Edad Media” [la cita es un extracto del libro Amigos e sodomitas].

En todo caso, el profesor de la Universitat de Lleida aplaudía su trabajo: “Concentra su análisis en fuentes documentales gallego-portuguesas de muy diversa raigambre […] y selecciona alusiones, escenas y vituperios con el objetivo de trazar una genealogía de experiencias silenciadas, aunque a la vista está que no ocultadas. Se trata, claro está, de una revisión en absoluto inocente, pues la recuperación de los discursos sobre las marginaciones sexuales pasadas se proyecta, ineludiblemente, sobre nuestro más inmediato presente”.

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Documento de la unión entre Pedro Díaz y Muño Vandilaz. — Archivo Histórico Nacional

Callón, por su parte, atribuye el mérito a John Boswell y deja claro que su labor ha consistido en contextualizar el documento, para lo que bebió de fuentes como Michel Foucault, Robert Ian Moore y los restantes autores citados, así como del cancionero trovadoresco. No hay más pruebas de que se trató de un matrimonio homosexual que las de los nombres masculinos de los propios contrayentes, aunque no duda en considerarlo gay si nos atenemos al afectuoso fondo que destila el documento. “Tampoco entendíamos las cantigas de escarnio y maldizer (maldecir) por culpa de los prejuicios con los que fuimos educados, en los que solo cabía la heterosexualidad”.

Su estudio profundo le ha llevado a observar guiños gais en algunas cantigas de amigo, mientras que en las de escarnio y maldizer las referencias son evidentes. “Han sido interpretadas como homofóbicas, cuando en realidad no se critica la sodomía, sino el rol pasivo en una relación“, matiza Callón. “Es más, durante el proceso de investigación me encontré con muchos especialistas que, cuando encontraban alguna alusión homosexual, se unían a la sátira y hacían chistes de maricas”. No obstante, mientras en la época se moldeaba el prejuicio homófobo, recuerda que el arte y la literatura plasmaban un ideal de amistad entre hombres que les permitía manifestar su amor en público con libertad.

Algo que rompe totalmente nuestros esquemas, según Callón, quien se remite a los trabajos que abordan el tema, como los de Alan Bray. “En la correspondencia medieval hay declaraciones efusivas de amor entre dos varones. También se observan elementos que, con palabras de hoy, etiquetaríamos como enamoramiento o de pareja. Ahora bien, cuando son motivo de pecado, esos signos desaparecen, pero durante mucho tiempo la frontera que diferenciaba una amistad ideal o pecaminosa era muy nebulosa”, explica el filólogo gallego, quien vuelve a referirse al posicionamiento de la religión respecto a las relaciones gais.

“Durante los mil primeros años del cristianismo no hay ninguna palabra para referirse al posterior pecado de la sodomía, ni siquiera en la prédica de Jesucristo. Los prejuicios homófobos nacen en el siglo XI y se consolidan durante la Baja Edad Media. El sexo pasa a tener un papel más importante en el discurso de la Iglesia, que paradójicamente será una de las primeras víctimas de esa persecución, aunque luego participe activamente en ella. Y, al mismo tiempo, las monarquías autoritarias que se estaban empezando a gestar recurrieron a delitos que les permitiesen tener más poder. De ahí que Alfonso X regule la sodomía o que Isabel y Fernando lleguen a actuar como jueces”, asegura Callón.

El autor del ensayo Amigos e sodomitas, que mereció el premio Fervenzas Literarias, cree que la historia se ha falsificado, dando por supuesto que la heterosexualidad es “eterna”. Sin embargo, las relaciones homosexuales dejaron su huella en los escritos que documentan matrimonios civiles y hasta religiosos. Eso sí, entre hombres: “Las mujeres estaban apartadas de la sociedad debido a la misoginia. Las cantigas gallego-portuguesas nos ofrecen mucha información sobre parejas de mujeres, que en cambio no constan en la documentación civil. Es decir, no se registraban uniones entre ellas porque no tenían la misma consideración ni posición social”.

Ese vacío también se refleja en una cantiga de amor lésbico que fue modificada en las ediciones de los siglos XIX y XX. En Dizia la ben-talhada, atribuida a Pedr’Eanes Solaz, los pronombres femeninos son cambiados por masculinos. “Así denotaba una relación heterosexual que originalmente no figuraba en el texto”, apunta Carlos Callón, quien critica otras lagunas contemporáneas. “La obra de Boswell tuvo éxito, pero sus estudios no figuran en los libros de texto. La diversidad sexual ha sido tergiversada y marginalizada, aunque también habría que preguntarse dónde están las mujeres. Pronto las visibilizará en una investigación que refleja el amor y el deseo entre ellas —y entre ellos— en la literatura medieval.

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